Etiquetas

Mostrando entradas con la etiqueta LIBRO: CARLOS GIMÉNEZ EL GENIO IRREVERENTE. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta LIBRO: CARLOS GIMÉNEZ EL GENIO IRREVERENTE. Mostrar todas las entradas

POTENTE RELATO DE LA LUCHA DE UN INDIVIDUO EMERGE EN 'EL CORONEL' , por Richard Christiansen, The Chicago Tribune, 3 Junio, 1992

 


 


 



"No hace falta una traducción para apreciar la inventiva de la puesta en escena"



Nadie le escribe al Coronel, la producción venezolana que se presenta aquí en el Festival Internacional de Teatro, comienza con un trueno, un remolino de lluvia y un cortejo fúnebre silencioso que marcha solemnemente por el escenario.


En esta adaptación altamente ritualista de la novela de Gabriel García Márquez, que se presenta hasta el domingo en el Teatro Steppenwolf, la sensación de inutilidad y tristeza en el atrasado pueblo de una tierra remota y abandonada se establece de inmediato.

 

Incluso cuando la máquina de lluvia* no está en acción, hay un aura de desesperación húmeda y sudorosa en el aire. La humedad podrida parece estar en todas partes mientras los personajes aplastan a los zancudos que zumban a su alrededor y se sumergen en agua fría para evitar el calor paralizante.

 

El coronel esquelético del título y su esposa con forma de pájaro son dos criaturas al borde de la extinción, sus cuerpos atormentados por el hambre y varias dolencias físicas. Su hogar es una choza de acero corrugado, sus muebles consisten en poco más que una hamaca, una cama y algunas sillas desvancijadas.

 

Todavía de luto por la muerte de su único hijo, asesinado mientras repartía folletos políticos, el coronel y su esposa se mueren lentamente de hambre. Con sus últimos pesos, el coronel espera en vano la pensión que le prometieron hace 15 años por sus servicios en la guerra civil. La única esperanza para él es vender el gallo de pelea de su hijo al jefe politico del pueblo, diabético y fanfarrón, pero se resiste a separarse del ave porque simboliza un orgullo que no quiere vender.

 

El coronel no tiene quien le escriba (su título en español) es una obra inusualmente oscura y sombría de García Márquez, kafkiana en esta presentacion de una fortísima pesadilla que está estrangulando a un  individuo indefenso.

 

No obstante, no es una pieza escénica sombría ni aburrida gracias a la imaginación teatral de Carlos Giménez, quien adaptó la novela de 1957 y la dirigió para su compañía, la Fundación Rajatabla de Caracas.

 

La atmósfera predominante de la producción es la de un sueño, un panorama estilizado en el que un ángel de la muerte, portando un paraguas contra la lluvia, se convierte en un símbolo recurrente.

 

Es un paisaje de ensueño, atravesado por campanas e iluminado por relámpagos, que se contrae y se expande a través de los tabiques acanalados que los actores giran silenciosamente para cerrar una habitación en la casa del coronel o abrir todo el escenario.

 

No hace falta una traducción para apreciar la inventiva de la puesta en escena, ni tampoco, por lo demás, ser esclavo de la traducción plana y simultánea al inglés de los diálogos en español que salen por los auriculares repartidos por los acomodadores.

 

La mejor estrategia para absorber este breve trabajo de 90 minutos es llegar un poco antes y dedicar unos minutos a leer la sinopsis impresa en el programa. Con esa pauta general en mente, uno puede seguir la acción sin distracciones.

 

La actuación del conjunto de 15 miembros bien merece la atención.

 

Aura Rivas, como la esposa del coronel, es una cosita pequeña y rigida, cloqueando sobre sus problemas y picoteando por la casa en su miseria.

 

José Tejera como el asediado coronel, por otro lado, es una figura de espantapájaros de dignidad maltratada, su rostro delgado y canoso, marcado con un bigote caído y su cuerpo vestido con un traje negro que no le queda bien y zapatos rayados.

 

 

Cuando, en el final de la obra, se hunde lentamente en el suelo bajo el peso de su miseria, se convierte, por el poder de su presencia física, en una figura de gran dolor y gran resistencia.

 

 

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA

 

Obra de teatro adaptada por Carlos Giménez de la novela de Gabriel García Márquez; dirigida por Giménez, con escenografía y vestuario de Rafael Reyeros, iluminación de José Jiménez y Reyeros, y música de Federico Ruiz. Una producción de la Fundación Rajatabla de Venezuela, presentada por el Festival Internacional de Teatro de Chicago en el Steppenwolf Theatre, 1650 N. Halsted St. Martes a domingos, funciones a las 2 p.m. y 7.30 p.m. Duración: 1:30.

 

EL ELENCO

 

El Coronel: José Tejera

Esposa de Coronel:  Aura Rivas

Sabas: Aníbal Grunn

Esposa de Sabas: Pilar Romero

Empleado de Correos: Francisco Alfaro

Doctor: Daniel López

Abogado: Pedro Pineda

Álvaro: Aitor Gaviria

Alemán: Erich Wilpret

Alfonso: Jesús Araujo

 

Con Norman Santana, Gabriel Flores, Alejandro Faillace, José Sánchez, Rolando Jiménez.

 

Traducción simultánea de Jorge Busot.

 


* La “máquina de lluvia” eran mangueras.

 


El Caballo de Troya por Carlos Giménez, 5 de abril de 1992 / fragmento de la biografía "Carlos Giménez el genio irreverente" (2023) de Viviana Marcela Iriart



 

 

Recuerdo, creo que todavía es un recuerdo, que las clases en la Escuela de Teatro de Córdoba, allá donde caminé mis primeros pasos por las tablas de un escenario envejecido a fuerza de tanto amor en uno, terminaban a las once de la noche.  El último autobús que unía el centro con mi barrio hacía su ronda final a las diez y cuarenta y cinco de la noche (inexorable manía de amargarle a uno la vida en pleno invierno con inspectores multando el retraso de los viejos cacharros). Tenía dos opciones: escaparme disimuladamente por una puerta que chirriaba pidiendo aceite desde que fue instalada y que hacía girar los ojos burlones de mis compañeros, todos un poco menos jóvenes que yo, o quedarme estoicamente a escuchar el sonido del autobús de la línea 117 que me abandonaba entre dos y cuatro grados bajo cero.

 

A veces Esther Plaza, fastidiosamente compadecida, me invitaba una pizza y un vaso de vino, en un lugar horriblemente mágico que se llamaba Akropolis. Esperábamos entonces la llegada del primer autobús, también puntual aunque no se crea, a las 5.45 a.m., noche cerrada en el viento que viniendo del sur choca con rabia en la precordillera que vigila la ciudad.

 

Recuerdo, quiero estar seguro de que es un recuerdo y lo converso a veces los domingos con mi hermana en su apartamento de Parque Central, cuando comiendo las tradicionales milanesas nos ponemos a jugar con el Nuevo Circo, en apuestas que incluyen evangélicos, corridas suspendidas, muchachas de la calle que corren veloces hacia los reductos inexpugnables de ese barrio árabe, que aquí llaman San Agustín.

 

Recuerdo, y ese sí es un recuerdo, que una vez fui citado por (creo que el mismo día que me atreví a cumplir 17 años) y con voz amable, segura, maternal, la Directora de la Escuela (Adelaida, estoy seguro que se llamaba Adelaida Hernández Castagnino) me dio el más sabio consejo que ella pudo construir frente a mi imagen:

 

-               -Esto no es para usted, ponga su     voluntad y su perseverancia en continuar con éxito su carrera de Perito Mercantil.

 

Yo le contaba a Esther, a mi hermana, a Rafael Reyeros, algunos sueños que chocaban con esa invitación a expulsarme. Resistí. Y creo que a nadie le importó que me quedara.

 

Hacía de vez en cuando un zapatero o un viejito en algún entremés de Cervantes.  Y pasé mil horas arrodillado al pie de las murallas de Numancia con una larga lanza de madera maciza y un perro caliente escondido bajo el escudo de latón con el que yo defendía la ciudad del ataque romano. Una vez, una de esas veces que comienzan a tejer el camino de las casualidades, faltó Viriato el último numantino que se lanza de las murallas y prefiere morir antes que caer en manos del invasor, que vuelve sin trofeo, sin testigo de la triste victoria. No era difícil saberse el papel, lo había escuchado más de cien veces, entre uno y otro sueño, jugando con las ganas de subir a esa muralla y matar a ese Viriato que me hacía perder otra vez el último autobús. Y me tocó subir a la muralla y decir:

 

 

 

-        A qué venís o que buscáis romanos, si en Numancia queréis entrar por suerte podéis hacerlo al fin a pasos llanos, pero mi lengua desde aquí os advierte que yo las llaves mal guardadas tengo, de esta ciudad, de quien triunfó la muerte…

 

 

¡Había por fin subido a la muralla! Podía ver desde arriba la platea roja, los palcos avant-scene, la cazuela y la tertulia, las viejas sillas del paraíso, donde colgaban brazos y cabezas de los que pagaban, en esos días, un peso por no ver más allá de la primera bambalina.

 

Desde entonces las casualidades no me abandonaron.  Algunos piensan que las he inventado, que la mayoría las he construido con malicia y algo de coraje. Puede ser.

 

Recuerdo cómo me marcó conocer a Jack Lange y que me incitara a crear un grupo de teatro para viajar de Argentina al Primer Festival Mundial de Teatro en Nancy; como me tocó por obligación lanzarme a dirigir una pieza para poder llegar con la compañía a Polonia y participar en los festivales de Cracovia y Varsovia, y ganar un premio. Y volver a Buenos Aires y descubrir que a nadie le importaba que un provinciano de Córdoba ganara nada en ninguna parte.

 

Las casualidades me llevaron una tras otra a descubrir con asombro un camino que tenía mi nombre, en donde reconocía lugares, rostros, palabras que ya había escuchado, libros que alguien me había regalado sin saberlo.

 

Sobre todo ello transité la duda y busqué la familia para compartirla. Rajatabla, Venezuela, el Ateneo, Caracas, proyectos para abrir puertas, saltar ventanas, colgarse el horizonte en la solapa y dar la vuelta cuando uno quiere, para que salga el día o se ponga la noche.

 

Así, entre tantos asombros y casualidades me tocó inventar este Festival que para unos y otros parece un Caballo de Troya.

 

Bajan de su vientre vencedores y vencidos, bailarines de butho, engañosas mujeres de Lindsay, telones moscovitas de un teatro donde el viejo poeta advirtió: "El teatro comienza en el guardarropa."

 

Son las huestes del Teatro de Arte de Moscú que llegan para ratificar el luminoso pensamiento de Nicolás Curiel: “Podemos ver lo mejor del pasado”. El Tirano Banderas; Lope de Aguirre, traidor, la danza jugando con los dramas como una Rosa de las Vientos; la revolución de Dantón; vacíos y soledad de Woyzeck; los clásicos protestando tanto viaje por los calenturientos caminos de un batallón de guerreros sin escudos.

 

Es como un pueblo nómada, no son los guerreros de Agamenón aun cuando Caracas sea Troya. La casualidad del amor, de ojos y manos que trabajan imaginando cómo lo hacen en Finlandia o Bucarest, en Tbilisi o en Santa Fe de Tierra Firme, nos trae este 5 de abril del año más solo de nuestra historia: 1992.

 

Quinientos años buscando que el trompo haga equilibrio entre nubes de tierra, una tarde cualquiera que amenaza llover.

 

Desde el día que alguien con una visión más generosa que compasiva me invitó a ser un perfecto Perito Mercantil, hasta este abril en el que trato de ordenar las casualidades de mis cuarenta y seis años, ofrezco mi parte de esta fiesta que nace con el grato temor de saber que el asombro es un hilo de seda; que sobre él hacen equilibrio Sheherezade y Robespierre, Kaspar y Santa Isabel, los muchachos de Despertar de Primavera y el Hamlet del maestro Peterson, Beckett y Miller, el tesoro del TIN que nunca alcanzará a llenar tantos cofres abiertos y vacíos, y un público que ejerce una alegría que no tiene espejo en otros sitios.

 

Un hilo de seda para cruzar el estrecho de Corinto, para reinventar el coraje de Los Persas, para volver a sentir el vacío, ese que inventa la poesía de las ganas de volar.

 

Esta casualidad, esta suerte, este privilegio que me permite volver a dirigir un Festival, no es otra cosa que una carta de amor, en la que nadie ha puesto el remitente.

 

Carlos Giménez

Caracas, 5 de Abril de 1992

Texto del catálogo del XI Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC)

Carlos ya sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida (el sida en aquella época era una enfermedad terminal). 

Menos de un año después, el 28 de marzo de 1993, Carlos murió.


Fragmento de la biografía Carlos Giménez el genio irreverente (2023) de Viviana Marcela Iriart

 





Lee gratis el libro haciendo click abajo: 

CARLOS GIMÉNEZ EL GENIO IRREVERENTE


Carlos Giménez en la web

 Blog /YouTube/Facebook


 

 

 

 











 









UNA HISTORIA DE GARCÍA MÁRQUEZ INAUGURA EL FESTIVAL LATINO, por Stephen Holden, The New York Times, 3 de agosto de 1989

 

 


"De manera eficiente y con un mínimo de detalles, el director crea un mundo en que las fuerzas naturales, las tradiciones sociales y los recuerdos dolorosos refuerzan un sentimiento de abrumador estancamiento espiritual" 

 


En la ficción de Gabriel García Márquez, el peso de la historia cuelga como una piedra en la atmósfera sofocante, y los espíritus de los muertos persiguen a los vivos en sueños febriles. El tiempo se detiene en el sentido de que los muertos continúan agitándose mientras persista el más mínimo recuerdo de ellos. Para los vivos, los sueños del pasado distante son a menudo más vívidos que las realidades físicas del presente. Nada cambia esencialmente. En una atmósfera que hierve a fuego lento con disturbios políticos, las revoluciones que barren la tierra dejan condiciones peores que antes.


Encontrar corolarios teatrales para el mundo onírico estático y deformado por el tiempo de fantasmas, lluvia y recuerdos de García Márquez no es la tarea más fácil para un director. Pero en El coronel no tiene quien le escriba, una adaptación dramática de la compañía teatral venezolana Rajatabla de un cuento de García Márquez, los ritmos y estados de ánimo de la prosa del autor se iluminan con precisión y economía.


El drama, que abrió el Festival Latino en el Theater Public el martes, comienza y termina con una procesión fúnebre surrealista y bañada por la lluvia que simboliza la visión del dramaturgo de una América Latina somnolienta de luto. Al final de la noche, lo único que ha sucedido es que los personajes principales, un coronel retirado del ejército (José Tejera) y su esposa (Aura Rivas), que están muriendo lentamente de hambre en un puesto militar distante y sin nombre, están más cerca de la muerte. Están perdiendo la capacidad de distinguir entre alimentos y excrementos.


El Coronel No Tiene Quien Le Escriba, dirigida y adaptada por Carlos Giménez, es una de las historias más oscuras de García Márquez, ya que no tiene la levadura ni el erotismo arcilloso que le da a gran parte del trabajo del autor un tirón emocional adicional. Al comienzo de la obra, Agustín, el hijo de la pareja, que fue asesinado mientras repartía folletos revolucionarios, está siendo llorado por el pueblo donde creció. A medida que se desarrolla la obra, los orgullosos y enfermos padres de Agustín discuten sobre qué hacer con el gallo de pelea de su hijo, cuya venta puede ser su mejor esperanza para tener una renta vitalicia.


Sintiendo que el gallo realmente no le pertenece a él, sino a la ciudad cuya fuerza vital latente representa, el coronel es reacio a seguir adelante con la venta. Durante más de 15 años ha contado con recibir la pensión que una vez se le prometió por haber luchado en una revolución que ha hundido aún más a la nación en la pobreza y la represión. Aunque sus amigos le recuerdan que muchos presidentes y decenas de burocracias han ido y venido en la lejana capital, todavía está seguro de un pago inminente. Y todos los viernes, cuando el correo llega en el barco fluvial costero, va al puerto esperando buenas noticias.

De manera eficiente y con un mínimo de detalles, el director crea un mundo en que las fuerzas naturales, las tradiciones sociales y los recuerdos dolorosos refuerzan un sentimiento de abrumador estancamiento espiritual. Periódicamente truenos y lluvias torrenciales estallan frente a la puerta de la casa del coronel, que parece un cuartel, cuyas paredes se expanden al final de la obra para sugerir las fronteras del mundo. Los aguaceros, el tañido recurrente de las campanas de la iglesia, la creciente música de órgano, y los movimientos a cámara lenta de los fantasmas que observan en silencio le dan al drama una atmósfera solemne y ritual.

El tono de la actuación, la escenografía y la iluminación alucinante, coinciden con el diálogo en que los personajes se quejan de la interminable temporada de lluvias, sus dolores físicos y el precio de las cosas. Algunas de las imágenes recurrentes más sorprendentes son de personas semidesnudas sentadas en tinas de metal y mirando hacia el cielo mientras se retuercen la ropa empapada para tratar de refrescarse.

La interpretación del Sr. Tejera del coronel, aunque muy discreta, da las dimensiones exactas de un hombre común marqueziano. Un soñador que se esconde bajo su exterior digno, es un héroe cómico debido a su fe ciega. Como su esposa práctica y tacaña, la señorita Rivas ofrece una actuación que comienza en silencio y se eleva lentamente hacia la desesperación. Como mucho de los personajes de García Márquez prefieren confiar sus destinos a la suerte que romper el hechizo de la expectativa.  

"El Coronel No Tiene Quien Le Escriba" se presentará hasta el sábado en el Teatro Newman. Todas las actuaciones son en español. La traducción simultánea a través de auriculares está disponible para las actuaciones matinales y nocturnas del sábado. La obra es la primera de siete dramas latinoamericanos que se presentarán durante el festival de un mes de duración.

EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA de un cuento de Gabriel García Márquez; adaptada y dirigida por Carlos Giménez; traducido por Nina Miller; escenografía y vestuario de Rafael Reyeros; diseño de iluminación de José Jiménez; música original de Federico Ruiz.

Presentado por Joseph Papp. En Public Theater / Teatro Newman, 425 Lafayette Street.

El coronel: José Tejera; la esposa del coronel: Aura Rivas; mejor amigo: Aníbal Grunn; administrador postal: Francisco Alfaro; doctor: Daniel Lopez; abogado: Pedro Pineda; Álvaro: Aitor Gaviria; Alemán: Eric Wildpret;  Alfonso: José Borges;  amigo de Agustín: Rolando Felizola;  esposa de Sabas y esposa de hombre negro: Mimi Sills; asesino: Norman Santana; amigos del hijo del coronel: Carlos García, Gabriel Flores y Fabián Rodríguez


Fuente y traducción: The New York Times



Carlos Giménez: Falsas creencias / fragmento de la biografía "Carlos Giménez el genio irreverente" de Viviana Marcela Iriart (2023)

FALSAS CREENCIAS

 

María Teresa Castillo y Carlos Giménez.


Como el genio y el éxito de Carlos fueron y son, lamentablemente, difíciles de aceptar por mucha gente tanto en Venezuela como en Argentina, se crearon falsas creencias para minimizar su talento y su éxito, falsas creencias que todavía se siguen repitiendo. 

Las cuatro más repetidas y que intentan desmerecer su talento, y su calidad humana, son: 

    1)    que Carlos triunfó en Caracas “porque en Venezuela no había teatro”;  

    2)    que Carlos triunfó “porque María Teresa Castillo, el Ateneo de Caracas y el diario El Nacional le dieron todo el dinero que él necesitaba para realizar sus montajes y la difusión periodística”; 

    3)    que Carlos “triunfó por primera vez en su vida en Caracas”; 

    4)    que Carlos era “un déspota que maltrataba por puro placer a todas las personas que trabajaban con él.”

 

 

La primera falsa creencia, “en Venezuela no había teatro”, refleja el eurocentrismo latinoamericano y también su ignorancia. 

En Venezuela el teatro existe desde la época precolombina. Y cuando Carlos llegó había teatro y muy bueno y por citar sólo un nombre: El Nuevo Grupo, creado en 1967, tres años antes de su llegada. 

Carlos no llegó a un desierto, lo convirtió en oasis y por eso lo proclamaron rey. Y Carlos nunca fue el rey: tuvo que luchar duramente hasta el final de su vida para poder financiar sus montajes y sus instituciones.

Y lo más importante: si Carlos no hubiera tenido talento no se habría destacado en Venezuela ni en ningún lugar.

¿Era el creador argentino-venezolano con más talento, el que más éxito, reconocimiento y respeto tenía en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica? ¿El que más llamaba la atención de investigadores europeos y estadounidenses? ¿El que más brillaba? Sin duda. Y eso no se lo perdonaron. Ni en Venezuela ni en Argentina.

 


La segunda falsa creencia, que Carlos triunfó porque tuvo todo el apoyo económico de María Teresa Castillo, del Ateneo de Caracas y del diario El Nacional. Además de falsa: sin talento no hay dinero ni publicidad que logre que una persona sea exitosa un segundo y menos toda su vida.

María Teresa fue un apoyo valiosísimo para Carlos, le abrió las puertas de su corazón, de su casa y de lo mejor de la cultura venezolana, lo trató como a un hijo -hasta su muerte Carlos nunca dejó de agradecérselo en público y en privado-, pero el suyo fue un apoyo moral, cariñoso, espiritual. 

María Teresa le dio a Carlos algo más importante que el dinero: fue su cómplice, se subía a sus alas y volaban al unísono creando festivales y nuevas formas de hacer arte:

“Cuando Carlos llegó aquí nos sorprendió, inmediatamente movilizó a todo el mundo, la juventud se movilizó en torno a él y naturalmente las puertas del Ateneo se le abrieron de par en par. Carlos me movió muchísimo. Él inventaba las cosas más inusitadas, él era extraordinario.

Él hizo que el teatro venezolano viajara por todo el mundo, yo viajé con ellos muchísimo, hasta la Unión Soviética de arriba para abajo. Yo he visitado el mundo entero con el grupo Rajatabla.” 

María Teresa Castillo, entrevista de Sofía Imber, Globovisión, Caracas, 1996.

 

 

 



 

 

Carlos Giménez: “Es el Ateneo de Caracas y dos mujeres a quienes Rajatabla debe lo mejor de sí mismo: la solidaridad con la vida. María Teresa Castillo, Presidenta Vitalicia de todos nuestros proyectos y nuestras ambiciones. Madre y compañera. Rajatabla más que nadie. Pasión y crítica de una aventura que sin ella no hubiera sido posible. Josefina Palacios, amiga y maestra, pensamiento ejemplar que desterró la concesión como vía para el afecto.” Rajatabla 20 años, 1991.

 

Pero el Ateneo, tremendamente prestigioso y la institución cultural más importante de Venezuela, contaba con muy pocos recursos económicos.  Cuando lo nombran director de teatro de la institución, el salario era casi simbólico. Y Carlos hacía teatro con las uñas, como lo había hecho siempre en su Córdoba natal.

Carlos dirigió Tu país está feliz, en 1971, su primer gran éxito en Venezuela, con “dos lochas”.  Él fue el director, el escenógrafo, el iluminador, el productor, el promotor.   

Juan Pagés, cofundador de Rajatabla y actor de ese montaje, cuenta: “No tuvimos lugar fijo de ensayo, algunas veces en biblioteca pública Paul Harris, otras en casa de Mari Puri, Cafetín del Portu, terraza de la gran casona del Ateneo que Juancito (el Cuidador), a escondidas, nos permitía subir para ensayar y dos ensayos en la sala del Ateneo.”

Y con ese montaje, como con los siguientes, él mismo recorría en autobús todos los diarios y revistas de Caracas llevando las gacetillas anunciando sus estrenos, como cuenta el periodista  E.A. Moreno Uribe en su libro Carlos Giménez Tiempo y Espacio (1993): “Toda mi relación con Giménez había comenzado durante la mañana de un luminoso día de mayo de 1970. Él entró al edificio Santa Rosa del diario La Verdad y preguntó por las columnistas Nené Arenas y Sofía Imber. ‘Traigo unas gacetillas para ellas’. Lo miré de arriba abajo. Él vestía unos raídos jeans y una manchada franela, estaba montado en unas sandalias algo estropeadas.”  

Durante sus primeros 10 años en Caracas, mientras dirigía una obra detrás de otra con gran éxito en Venezuela y en el extranjero, Carlos tuvo que trabajar en televisión, trabajo que no le gustaba, dirigiendo y versionando unitarios teatrales, para pagar el alquiler de su apartamento, sus gastos y ayudar a su madre en Argentina. Esto, a pesar de ser el director-fundador del Festival Internacional de Teatro de Caracas, el Director Artístico del Ateneo de Caracas y el director-fundador de Rajatabla. 

Es verdad que el Festival recibía grandes recursos del Estado y de la empresa privada, pero Carlos, que manejó millones de dólares, nunca agarró un billete que no le perteneciera: no era corrupto.

Es verdad que, a partir del momento en que el Estado venezolano comienza a otorgar subsidios a la cultura, gracias al pedido que Carlos le hizo al entonces presidente de Venezuela, su amigo Carlos Andrés Pérez, puede dejar su trabajo en la televisión y vivir del teatro, igual que el resto de Rajatabla. Pero los sueldos eran modestos, para todo el mundo, y aunque a veces Rajatabla recibía grandes subsidios ese dinero era usado en la producción de las obras y en las giras nacionales e internacionales.

 

Carlos Giménez: "Los primeros siete años creció (Rajatabla) sin subsidio. Desde 1971 hasta 1978 vivíamos de recoger 100 o 200 bolívares. Para nosotros fue la época de las vacas flacas. Obtuvimos el primer subsidio en el año 1977.”  (Carlos Giménez Tiempo y Espacio)

 

A su lado siempre estuvo María Teresa Castillo, esa maravillosa periodista, gerente cultural, ex víctima de la dictadura de Pérez Jiménez, directora del Ateneo de Caracas, dándole su amor, su apoyo y su aliento, acompañándolo en las giras internacionales y en sus sueños. Pero Carlos nunca fue mantenido económicamente por María Teresa: María Teresa le mantenía el alma.

Porque no fue corrupto y porque siempre vivió de su salario, cuando Carlos murió sólo era dueño de tres propiedades sencillas, clase media, compradas con mucho esfuerzo: un apartamento pequeño en Córdoba, donde vivía su madre; otro apartamento pequeñísimo en Los Ruices, en el que vivió varios años y que luego alquilaba o prestaba y su hermoso y amplio apartamento en Parque Central. No tenía carro, no sabía manejar, ni tampoco carro con chofer. No tenía casa en la playa ni en Nueva York, ni cuentas en dólares, ni oro ni yates.  Ni siquiera dejó una pequeña fortuna en bolívares. Nada. Porque Carlos, además de vivir sólo de su trabajo, era muy generoso y ayudó económicamente a muchas personas.


La tercera falsa creencia es decir que Carlos triunfó por primera vez en su vida en Venezuela.

 Porque cuando Carlos llegó a Caracas ya había realizado dos exitosas giras por Europa en 1964 y en 1965 con El Juglar.

 Ya había ganado un premio y una mención en los festivales de Varsovia y Cracovia, Polonia, otorgados por el ITI-Unesco, en 1965.

 Ya había sido invitado dos veces a participar del prestigioso Festival de Teatro de Nancy, Francia, en 1965 y en 1969, la primera vez con El Juglar y la segunda vez con la Comedia Cordobesa.

 Ya había realizado dos exitosas giras latinoamericanas en 1968 y 1969 con El Juglar.

 Ya había ganado una mención en el Festival de Teatro de Manizales, Colombia, 1969. 

Ya había sido nombrado Director de Teatro de la Comedia Cordobesa, la institución teatral más importante de Córdoba y una de las más importantes de Argentina, en 1969.

Ya había triunfado en Francia, España, Italia, Polonia, Argentina, Colombia, Perú, Bolivia, Venezuela y Nicaragua.

Ya había tenido su propio teatro en Córdoba, que se mantenía económicamente solamente con la venta de entradas de sus espectáculos, adultos e infantiles, que eran tremendamente exitosos.

Ya había creado el Primer Festival Nacional de Teatro en Córdoba.

Y cuando llegó a Caracas tenía apenas 23 años. 

 

 

La cuarta falsa creencia: que Carlos “era un déspota”.

 De las 28 personas que entrevisté para mi libro ¡Bravo, Carlos Giménez!, todas dijeron que Carlos nunca las había maltratado o gritado.

Sin excepción, todas dijeron que cuando Carlos estallaba de ira lo hacía por justos motivos. 

Yo misma, que trabajé con él en el FITC y en el Ateneo de Caracas, puedo decir que nunca lo vi maltratar a nadie y que sólo dos veces lo vi iracundo, y las dos veces tenía razón para estarlo.

 

 ©Viviana Marcela Iriart

"Carlos Giménez el genio irreverente" (2023)

Fragmento

 

 Lee gratis el libro haciendo click abajo: 

CARLOS GIMÉNEZ EL GENIO IRREVERENTE


Carlos Giménez en la web

 

Blog 

YouTube

Facebook

 

 


Carlos Giménez eterno en su gloria, por Carmen Carmona, Miami, 23 de octubre de 2023




Estoy impactada.

 Estoy leyendo el libro  ¡Bravo Carlos Giménez! y quedo con ganas de leer más, más y más.  Qué grato es conocer de tanta gente que estuvo y convivió con Carlos, que lo amó. 

Además, es tan pura la redacción, tan limpia, tan acorde,  tan entendible:   Vivi,  tienes una pluma fascinante que te atrapa, es impresionante.  Es como estar en un barco con unas velas batiendo al aire y al mar,  y  mientras voy navegando escucho las voces de cada una de estas personas.  Leyendo el escrito de Juan Pages,  que comenta que en sus últimos momentos de la enfermedad de Carlos lo llamaba y conversaba con él, recordé que en una oportunidad,  estando  Carlos aún en Parque Central, su hermana Anita le pasó mi llamada.  Él  se emocionó mucho al escucharme  y yo le dije: tú vas a ver que vas a regresar como el Ave Fénix y él me preguntó: "¿tú crees Carmen que de verdad voy a regresar como el Ave Fénix?"

Él estaba muy emocionado,  se reía con mucha emoción y le respondí: con el barco  y las velas a vapor ondeando la bandera de la libertad. Carlos, visiblemente conmovido, me dio las gracias. 

Y Carlos ha regresado con este libro. Un libro empapado de amor y bellos momentos vividos que te deja capturada desde el magnífico prólogo de José Pulido. Es un libro que no tiene desperdicios y  voy a tratar de que este libro lo tengamos en papel para que esté dentro de las bibliotecas de teatro del mundo. Leer este libro es soñar con los ojos abiertos, volver a a nuestro pasado juvenil, y mientras vas leyendo se va encendiendo un fuego y cada sílaba que se deletrea es una chispa de magia cuya duración es la vida misma. 

Y qué belleza de imagen, que gran artista José Augusto  Paradisi Rangel, muy sublime, pudiste plasmar en sus ojos ese dejo de cierta tristeza que se veía en él.

Aplausos de pie para el gran equipo que hizo posible esta segunda edición; gracias a  José Pulido  por ese bello prólogo, a Paradisi Rangel  por su impactante obra y a la incansable y tenaz Viviana Marcela Iriart, entrevistadora y editora de este libro.

Y gracias a todos los que participamos con sus líneas llenas de mucho amor y gran agradecimiento por ser un ser fuera de serie: Carlos,  llegaste para quedarte y te fuiste para seguir ahí,  entre nosotros, ¡bravo maestro!



 Carmen Carmona


 Venezolana radicada en Estados Unidos.

Gerente cultural, productora teatral, coordinadora de arte en televisión y profesora de teatro. Actualmente trabaja en Telemundo como Coordinadora de Arte y  es Productora General de Escritoras Unidas & Cía. Editoras.

Ex Presidenta del Instituto de Cultura de Estado Miranda, Venezuela (gobernación de Enrique Mendoza) y ex Directora de Cultura de la Alcaldía de Chacao, Venezuela (mandato alcaldesa Irene Saenz).

Productora de Eventos Especiales del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC), 1992, dirigido por Carlos Giménez: creadora del “Festivalito” (teatro infantil). Productora Artística del FITC en diferentes ediciones.

Promotora de Cultura del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), Caracas.

Productora Artística del Ateneo de Caracas, presidenta María Teresa Castillo..

Profesora de Teatro en el Instituto Universitario de la Marina Mercante  y en la

Escuela de Sub-Oficiales de la Armada de Venezuela.

Productora General o Artística de más de 100 obras de teatro en Caracas y Miami dirigidas, entre otros, por Carlos Giménez, Ibrahim Guerra, José Ignacio Cabrujas, Raúl Brambilla, David Chacón, José Domínguez.

En televisión ha trabajado como Coordinadora de Arte en series y telenovelas en Venevisión Internacional y actualmente en Telemundo, ambas en Miami.

Estudió Producción teatral en el Centro de Nuevas Tendencias Escénicas Madrid, España y  teatro en la Escuela Gonzalo J Camacho de Caracas, mención actriz.





Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...