FALSAS CREENCIAS
María Teresa Castillo y Carlos Giménez. |
Como el genio y el éxito de Carlos fueron y son, lamentablemente, difíciles de aceptar por mucha gente tanto en Venezuela como en Argentina, se crearon falsas creencias para minimizar su talento y su éxito, falsas creencias que todavía se siguen repitiendo.
Las cuatro más repetidas y que intentan desmerecer su talento, y su calidad humana, son:
1)
que
Carlos triunfó en Caracas “porque en Venezuela no había teatro”;
2) que Carlos triunfó “porque María Teresa Castillo, el Ateneo de Caracas y el diario El Nacional le dieron todo el dinero que él necesitaba para realizar sus montajes y la difusión periodística”;
3) que Carlos “triunfó por primera vez en su vida en Caracas”;
4)
que
Carlos era “un déspota que maltrataba por puro placer a todas las personas
que trabajaban con él.”
La primera falsa creencia, “en Venezuela no había teatro”, refleja el eurocentrismo latinoamericano y también su ignorancia.
En Venezuela el teatro existe desde la época precolombina. Y cuando Carlos llegó había teatro y muy bueno y por citar sólo un nombre: El Nuevo Grupo, creado en 1967, tres años antes de su llegada.
Carlos no llegó a un desierto, lo convirtió en oasis y por eso lo proclamaron rey. Y Carlos nunca fue el rey: tuvo que luchar duramente hasta el final de su vida para poder financiar sus montajes y sus instituciones.
Y lo más importante: si Carlos no hubiera tenido talento no se habría destacado en Venezuela ni en ningún lugar.
¿Era el creador argentino-venezolano con
más talento, el que más éxito, reconocimiento y respeto tenía en Europa, Estados
Unidos y Latinoamérica? ¿El que más llamaba la atención de investigadores
europeos y estadounidenses? ¿El que más brillaba? Sin duda. Y eso no se lo
perdonaron. Ni en Venezuela ni en Argentina.
La segunda falsa creencia, que Carlos triunfó porque tuvo todo el apoyo económico de María Teresa Castillo, del Ateneo de Caracas y del diario El Nacional. Además de falsa: sin talento no hay dinero ni publicidad que logre que una persona sea exitosa un segundo y menos toda su vida.
María Teresa fue un apoyo valiosísimo para Carlos, le abrió las puertas de su corazón, de su casa y de lo mejor de la cultura venezolana, lo trató como a un hijo -hasta su muerte Carlos nunca dejó de agradecérselo en público y en privado-, pero el suyo fue un apoyo moral, cariñoso, espiritual.
María Teresa le dio a Carlos algo más importante que el dinero: fue su cómplice, se subía a sus alas y volaban al unísono creando festivales y nuevas formas de hacer arte:
“Cuando Carlos llegó aquí nos
sorprendió, inmediatamente movilizó a todo el mundo, la juventud se movilizó en
torno a él y naturalmente las puertas del Ateneo se le abrieron de par en par.
Carlos me movió muchísimo. Él inventaba las cosas más inusitadas, él era
extraordinario.
Él hizo que el teatro venezolano viajara
por todo el mundo, yo viajé con ellos muchísimo, hasta la Unión Soviética de
arriba para abajo. Yo he visitado el mundo entero con el grupo Rajatabla.”
María Teresa Castillo, entrevista de Sofía Imber, Globovisión,
Caracas, 1996.
Carlos Giménez: “Es el Ateneo de Caracas y dos mujeres
a quienes Rajatabla debe lo mejor de sí mismo: la solidaridad con la vida. María Teresa Castillo, Presidenta Vitalicia de todos nuestros
proyectos y nuestras ambiciones. Madre y compañera. Rajatabla más que nadie.
Pasión y crítica de una aventura que sin ella no hubiera sido posible. Josefina
Palacios, amiga y maestra, pensamiento ejemplar que desterró la concesión
como vía para el afecto.” Rajatabla 20 años, 1991.
Pero el Ateneo, tremendamente prestigioso y la institución cultural más importante de Venezuela, contaba con muy pocos recursos económicos. Cuando lo nombran director de teatro de la institución, el salario era casi simbólico. Y Carlos hacía teatro con las uñas, como lo había hecho siempre en su Córdoba natal.
Carlos dirigió Tu país está feliz, en 1971, su primer gran éxito en Venezuela, con “dos lochas”. Él fue el director, el escenógrafo, el iluminador, el productor, el promotor.
Juan Pagés, cofundador de Rajatabla y actor de ese montaje, cuenta: “No tuvimos lugar fijo de ensayo, algunas veces en biblioteca pública Paul Harris, otras en casa de Mari Puri, Cafetín del Portu, terraza de la gran casona del Ateneo que Juancito (el Cuidador), a escondidas, nos permitía subir para ensayar y dos ensayos en la sala del Ateneo.”
Y con ese montaje, como con los
siguientes, él mismo recorría en autobús todos los diarios y revistas de
Caracas llevando las gacetillas anunciando sus estrenos, como cuenta el
periodista E.A. Moreno Uribe en
su libro Carlos Giménez Tiempo y Espacio (1993): “Toda
mi relación con Giménez había comenzado durante la mañana de un luminoso día de
mayo de 1970. Él entró al edificio Santa Rosa del diario La Verdad y
preguntó por las columnistas Nené Arenas y Sofía Imber. ‘Traigo unas
gacetillas para ellas’. Lo miré de arriba
abajo. Él vestía unos raídos jeans y una manchada franela, estaba montado en
unas sandalias algo estropeadas.”
Durante sus primeros 10 años en Caracas, mientras dirigía una obra detrás de otra con gran éxito en Venezuela y en el extranjero, Carlos tuvo que trabajar en televisión, trabajo que no le gustaba, dirigiendo y versionando unitarios teatrales, para pagar el alquiler de su apartamento, sus gastos y ayudar a su madre en Argentina. Esto, a pesar de ser el director-fundador del Festival Internacional de Teatro de Caracas, el Director Artístico del Ateneo de Caracas y el director-fundador de Rajatabla.
Es verdad que el Festival recibía
grandes recursos del Estado y de la empresa privada, pero Carlos, que manejó
millones de dólares, nunca agarró un billete que no le perteneciera: no era
corrupto.
Es verdad que, a partir del momento en
que el Estado venezolano comienza a otorgar subsidios a la cultura, gracias al
pedido que Carlos le hizo al entonces presidente de Venezuela, su amigo Carlos
Andrés Pérez, puede dejar su trabajo en la televisión y vivir del teatro, igual
que el resto de Rajatabla. Pero los sueldos eran modestos, para todo el mundo,
y aunque a veces Rajatabla recibía grandes subsidios ese dinero era usado en la
producción de las obras y en las giras nacionales e internacionales.
Carlos Giménez: "Los
primeros siete años creció (Rajatabla) sin subsidio. Desde 1971 hasta 1978
vivíamos de recoger 100 o 200 bolívares. Para nosotros fue la época de las
vacas flacas. Obtuvimos el primer subsidio en el año 1977.” (Carlos Giménez Tiempo y Espacio)
A su lado siempre estuvo María Teresa Castillo, esa maravillosa periodista, gerente cultural, ex víctima de la dictadura de Pérez Jiménez, directora del Ateneo de Caracas, dándole su amor, su apoyo y su aliento, acompañándolo en las giras internacionales y en sus sueños. Pero Carlos nunca fue mantenido económicamente por María Teresa: María Teresa le mantenía el alma.
Porque no fue corrupto y porque siempre
vivió de su salario, cuando Carlos murió sólo era dueño de tres propiedades
sencillas, clase media, compradas con mucho esfuerzo: un apartamento pequeño en
Córdoba, donde vivía su madre; otro apartamento pequeñísimo en Los Ruices, en
el que vivió varios años y que luego alquilaba o prestaba y su hermoso y amplio
apartamento en Parque Central. No tenía carro, no sabía manejar, ni tampoco
carro con chofer. No tenía casa en la playa ni en Nueva York, ni cuentas en
dólares, ni oro ni yates. Ni siquiera
dejó una pequeña fortuna en bolívares. Nada. Porque Carlos, además de vivir
sólo de su trabajo, era muy generoso y ayudó económicamente a muchas personas.
La tercera falsa creencia
es decir que Carlos triunfó por primera
vez en su vida en Venezuela.
Ya había sido nombrado Director de
Teatro de la Comedia Cordobesa, la institución teatral más
importante de Córdoba y una de las más importantes de Argentina, en 1969.
Ya había triunfado en Francia, España, Italia, Polonia, Argentina, Colombia, Perú, Bolivia, Venezuela y Nicaragua.
Ya había tenido su propio teatro en Córdoba, que se mantenía económicamente solamente con la venta de entradas de sus espectáculos, adultos e infantiles, que eran tremendamente exitosos.
Ya había creado el Primer Festival Nacional de Teatro en Córdoba.
Y cuando llegó a Caracas tenía apenas 23
años.
La cuarta falsa creencia: que
Carlos “era un déspota”.
Sin excepción, todas dijeron que cuando Carlos estallaba de ira lo hacía por justos motivos.
Yo misma, que trabajé con él en el FITC y en el Ateneo de Caracas, puedo decir que nunca lo vi maltratar a nadie y que sólo dos veces lo vi iracundo, y las dos veces tenía razón para estarlo.
CARLOS GIMÉNEZ EL GENIO IRREVERENTE
Carlos Giménez en la web