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CARLOS GIMÉNEZ VUELVE A TRIUNFAR EN NUEVA YORK: "CALISTO EN EL FESTIVAL LATINO" por D. J. R. Bruckner , The New York Times, Nueva York, 13 de Agosto de 1987

 



"De manera característica, el Sr. Giménez crea un espectáculo

 con la amplitud y la grandeza cromática de una pintura de Gericault 

y pone a los personajes a dar vueltas alrededor de ella

 en una danza fascinante, pero sin desdibujar 

las complejas tramas de la obra."


 

 

LA LUJURIA, la codicia y el engaño pervierten la inocencia en la obra española del siglo XV de Fernando de Rojas usualmente llamada "La Celestina", y convierten el jardín donde dos adolescentes se encuentran y se enamoran, en lo que el padre de la niña llama "un laguna de limo llena de serpientes.''

 

En una adaptación pero con su título original - ''La Tragicomedia de Calisto y Melibea''- estrenada mundialmente por la Fundación Rajatabla de Venezuela en el Festival Latino en el Public Theater, el director Carlos Giménez entrega un drama de un erotismo tan ardiente que es difícil saber si el olor a fuego del auditorio proviene de los braseros del escenario o de los cuerpos de los actores. 

 

De manera característica, el Sr. Giménez crea un espectáculo con la amplitud y la grandeza cromática de una pintura de Gericault y pone a los personajes a dar vueltas alrededor de ella en una danza fascinante, pero sin desdibujar las complejas tramas de la obra. (La clara traducción simultánea proporcionada ayuda mucho en ese sentido). Aquí, el voluptuoso lenguaje renacentista del texto original a menudo es trasladado a la  acción; lo que en la obra de Rojas los personajes sólo  describen o  sueñan, aquí lo hacen realidad, como cuando los amantes hablan cada uno de la belleza del otro mientras un sirviente los baña y los acaricia. Incluso su manera de comer y de beber son emocionantemente sensuales.

 

Todo es inocente hasta que Celestina, la anciana que une a Calisto y Melibea, convierte su amor en una lujuria que atrae al Diablo del infierno sediento de carne y alma. Alexander Milic convierte a esta Celestina en una especie de nodriza de Julieta convertida en violadora, bruja y alcahueta, que corrompe a los jóvenes y enciende la codicia de los sirvientes de Calisto, en una furia asesina que los envuelve a todos en sangre. De una figura escandalosamente cómica en las primeras escenas, el Sr. Milic transforma a la mujer en una presencia malvada más amenazante que el grasiento demonio que se cierne detrás de ella.

 

La compañía Rajatabla, que se ha presentado los dos últimos años en el festival, parece más impresionante cada vez que regresa.

 

Sus miembros comparten no solo la disciplina de un excelente conjunto, sino también un espíritu completamente teatral y encantador. Inflamable.

 

LA TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA, adaptada por Manuel Sabido y Margarita Villaseñor; basada en ''La Celestina'' de Fernando de Rojas; dirigida por Carlos Giménez; traducida por Melia Bensussen; escenografía y vestuario de Rafael Reyeros; iluminación de David Blanco; diseño sonoro de Eduardo Bolívar; producción artística de Armando Africano; productor ejecutivo de Rajatabla, Williams López; asistente de dirección, Robert Stoppello. 

 

Presentado por Joseph Papp. En el Public Theater/LuEsther Hall, 425 Lafayette Street.

Celestina: Alexander Milic; Calisto: Javier Zapata; Melibea: Mariú Favaro; Sempronio: Aníbal Grunn; Parmeno: Jorge Luis Morales; Elicia: Ylia Popesku; Areusa: Ana Gato; Lucrecia: José Tejera; Sombras: Karl Hoffman, Elio Palencio y  Luis Garban; Pleberio: Cosme Cortázar y Francisco Alfaro; Músicos: Militza Núñez y Sergio Petrocelli.

 

 

Fuente y traducción: The New York Times


Texto original






EL REÑIDERO, ELECTRA DE ARGENTINA, crítica de D. J. R. Bruckner, 4 de agosto de 1987, The New York Times

 




“Y la dirección de Carlos Giménez hace que la complicada trama sea admirablemente clara
a medida que la historia se mueve dentro y fuera de los recuerdos de los diferentes personajes.”




ELECTRA puede haber seducido a más escritores que cualquier otra heroína literaria. La figura de la mitología griega que pone a prueba el destino de los seres humanos aplastados entre el deber inexorable y la ley inamovible ha aparecido en historias, poemas y obras de teatro en muchas formas en todas las lenguas europeas repetidamente durante más de dos milenios.

En "El Reñidero" del dramaturgo argentino Sergio De Cecco, ella es Elena, la hija de un insignificante matón político en un barrio pobre de Buenos Aires a principios de siglo. Su padre, Pancho Morales, ha sido asesinado en un duelo por su amigo Santiago Soriano, quien es el amante de su madre. Elena está convencida de que Soriano simplemente lo asesinó y decide inspirar a su hermano, Orestes, a vengarse.

Pero De Cecco está explorando el destino en un mundo político lejos de la antigua Grecia, un barrio donde los gauchos desplazados del campo en un país industrializado son víctimas de políticos despiadados y de su propia ética rígida y machista. En la actuación oscuramente espectacular que ofrece la obra de La Comedia Cordobesa, una compañía de la provincia argentina de Córdoba, como parte del Festival Latino en el Teatro Público, la sangrienta realidad de ese mundo retuerce la vieja historia en formas fascinantes. De hecho, en general, la actuación supera a la obra.

Contra decorados blancos, grises y negros magníficamente iluminados que mezclan madera, metal, espejos y arena en una serie de imágenes impresionistas abstractas, los personajes se mueven como figuras en una danza. Su discurso (la actuación es en español con traducción simultánea proporcionada a través de auriculares infrarrojos), la música de guitarra y bandoneón, las canciones elevadas de una rica soprano cuyas letras contraponen el diálogo, todos atraen al espectador tan profundamente en este barrio que comparte la creencia de los personajes de que es el único mundo, ineludible e inmutable.

Y la dirección de Carlos Giménez hace que la complicada trama sea admirablemente clara a medida que la historia entra y sale de los recuerdos de diferentes personajes. La prueba de su éxito es que cuando Pancho, que ha sido solo un recuerdo en todo momento, se convierte en el catalizador irresistible de la tragedia final, triunfa sobre la cordura y la esperanza porque es más real que cualquiera de los vivos. Para la audiencia, el viaje de la realidad sofocante a la ilusión asesina ha sido directo y rápido.

Los dones poéticos del Sr. De Cecco a veces lo traicionan; él arroja una luz mítica sobre cada incidente, a pesar de que algunos de sus incidentes no pueden soportar tal iluminación. Madre e hijo, y padre e hija, llegan a conocerse a sí mismos y entre sí de maneras escalofriantes y alarmantes que serían verdaderamente trágicas, excepto que con demasiada frecuencia su conocimiento tiene poco efecto en sus acciones. Y sus coqueteos con el melodrama a veces son demasiado tentadores para que los actores se resistan. En esta actuación hay momentos de grandeza y grandilocuencia que piden un poco de risa, que es todo lo que se necesitaría para destruir esta obra.


 

EL REÑIDERO, de Sergio De Cecco; dirigida por Carlos Giménez; asistente dirección: Roberto Stoppello; traducción:  Jack Agüeros; iluminación: Francisco Sarmiento; decorados y vestuario: Rafael Reyeros; música: Daniel López. 


Presentado por Joseph Papp. En The Public/LuEsther.


Beatriz Angelotti, Alvin Astorga, Adelina Costantini Arístides Manira, Enrique Introini, Azucena Carmona, Ángel Fernández Mateu, Jorge Arán, Osvaldo Hueghes, Edith Rivero, Elena Dura, Liliana Rodríguez.

 

Fuente y traducción: The New York Times

 




EL REÑIDERO, de Sergio De Cecco. Producción General y Dirección General: Carlos Giménez, Córdoba, Argentina 1987




Fuente: Ángel Fernández Mateu

Fuente: Alvin Astorga



Gira Festival Latino de Nueva York, donde tuvo un impresionante éxito reseñado por The New York Times,  y Festival Latino de México, invitaciones conseguidas por Carlos Giménez.


Carlos Giménez y elenco. Fuente: Alvin Astorga















 Fuente: Alvin Astorga

 Fuente: Alvin Astorga

Ángel Fernández Mateu. Fuente: AFM

Carlos Giménez y elenco. Fuente: Alvin Astorga


 Fuente: Alvin Astorga

 Fuente: Alvin Astorga

 Fuente: Alvin Astorga

 Fuente: Alvin Astorga

 Fuente: Alvin Astorga

 Fuente: Alvin Astorga

 Fuente: Alvin Astorga




Carlos Giménez y elenco. Fuente: Alvin Astorga

Fuente: Ángel Fernández Mateu

Fuente: Ángel Fernández Mateu

The New York Times, Aug 1987


The New York Times, Aug 4, 1987.



Fuentes
de Norma Estela Ferreyra
Viviana Marcela Iriart

Fuente fotos: Alvin Astorga / Ángel Fernández Mateu












CASAS MUERTAS, de Miguel Otero Silva. Dirección Carlos Giménez: 1987








Francisco Alfaro y Elba Escobar. Nota: la raya es defecto de escaneo. Foto Miguel Gracia







"Yo no vi las casas, ni vi las ruinas. Yo sólo vi las llagas de los hombres y las mujeres.

Se están derrumbando como las casas, como el país en el que nacimos.
No es posible soportar más.
A este país se lo han cogido cuatro bárbaros, veinte bárbaros, a punta de lanza y látigo.
Se necesita no ser hombre, estar castrado como los bueyes, para quedarse callado, resignado y conforme, como si uno estuviera de acuerdo, como si uno fuera cómplice (...).
Los que mandan son cuatro, veinte, cien, diez mil.
Pero los otros, los que soportamos los planazos y bajamos la cabeza, somos tres millones.
Yo sí creo que se puede hacer algo.
Yo no soy un iluso, ni un poeta del pueblo, sino un llanero que se gana la vida con sus manos, que ha criado becerros, que ha domado caballos.
Y sé que se pueda hacer algo.
(...).

El civilismo de los estudiantes terminó en la cárcel.
Los hombres dignos que han osado escribir, protestar, pensar, también están en la cárcel, o en el destierro, o en el cementerio.
Se tortura, se roba, se mata, se exprime hasta la última gota de sangre del país.
Eso es peor que la guerra civil.
Y es también una guerra civil en la cual uno solo pega, mientras el otro, que somos casi todos los venezolanos, recibe los golpes".


Miguel Otero Silva


Casas Muertas


1955



Nota: la separación de los párrafos no es de MOS sino de este blog.










Fotos: Miguel Gracia



Fuente: Ana Lía Cassina. Archivo: Carmen Gallardo




Fuentes
Ed. Monte Avila 1991-Presidencia de la República
Fotos créditos:  Miguel Gracia


Pablo Cassina


Archivo: Carmen Gallardo / Ana Lía Cassina











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