"De manera eficiente y con un mínimo de detalles, el director crea un mundo en que las fuerzas naturales, las tradiciones sociales y los recuerdos dolorosos refuerzan un sentimiento de abrumador estancamiento espiritual"
En la
ficción de Gabriel García Márquez, el peso de la historia cuelga
como una piedra en la atmósfera sofocante, y los espíritus de los muertos persiguen
a los vivos en sueños febriles. El tiempo se detiene en el sentido de que los
muertos continúan agitándose mientras persista el más mínimo recuerdo de ellos.
Para los vivos, los sueños del pasado distante son a menudo más vívidos que las
realidades físicas del presente. Nada cambia esencialmente. En una atmósfera
que hierve a fuego lento con disturbios políticos, las revoluciones que barren
la tierra dejan condiciones peores que antes.
Encontrar
corolarios teatrales para el mundo onírico estático y deformado por el tiempo
de fantasmas, lluvia y recuerdos de García Márquez no es la tarea más fácil para
un director. Pero en El coronel no tiene quien le escriba, una
adaptación dramática de la compañía teatral venezolana Rajatabla de un cuento
de García Márquez, los ritmos y estados de ánimo de la prosa del autor se
iluminan con precisión y economía.
El
drama, que abrió el Festival Latino en el Theater Public el martes,
comienza y termina con una procesión fúnebre surrealista y bañada por la lluvia
que simboliza la visión del dramaturgo de una América Latina somnolienta de
luto. Al final de la noche, lo único que ha sucedido es que los personajes
principales, un coronel retirado del ejército (José Tejera) y su esposa (Aura
Rivas), que están muriendo lentamente de hambre en un puesto militar distante y
sin nombre, están más cerca de la muerte. Están perdiendo la capacidad de
distinguir entre alimentos y excrementos.
El
Coronel No Tiene Quien Le Escriba, dirigida y adaptada por Carlos Giménez,
es una de las historias más oscuras de García Márquez, ya que no tiene la levadura
ni el erotismo arcilloso que le da a gran parte del trabajo del autor un tirón
emocional adicional. Al comienzo de la obra, Agustín, el hijo de la pareja, que
fue asesinado mientras repartía folletos revolucionarios, está siendo llorado
por el pueblo donde creció. A medida que se desarrolla la obra, los orgullosos
y enfermos padres de Agustín discuten sobre qué hacer con el gallo de pelea de
su hijo, cuya venta puede ser su mejor esperanza para tener una renta
vitalicia.
Sintiendo
que el gallo realmente no le pertenece a él, sino a la ciudad cuya fuerza vital
latente representa, el coronel es reacio a seguir adelante con la venta.
Durante más de 15 años ha contado con recibir la pensión que una vez se le
prometió por haber luchado en una revolución que ha hundido aún más a la nación
en la pobreza y la represión. Aunque sus amigos le recuerdan que muchos
presidentes y decenas de burocracias han ido y venido en la lejana capital,
todavía está seguro de un pago inminente. Y todos los viernes, cuando el correo
llega en el barco fluvial costero, va al puerto esperando buenas noticias.
De manera eficiente y con un mínimo de detalles,
el director crea un mundo en que
las fuerzas naturales, las tradiciones sociales y los recuerdos dolorosos
refuerzan un sentimiento de abrumador estancamiento espiritual. Periódicamente
truenos y lluvias torrenciales estallan frente a la puerta de la casa del
coronel, que parece un cuartel, cuyas paredes se expanden al final de la obra
para sugerir las fronteras del mundo. Los aguaceros, el tañido recurrente de
las campanas de la iglesia, la creciente música de órgano, y los movimientos a
cámara lenta de los fantasmas que observan en silencio le dan al drama una
atmósfera solemne y ritual.
El tono de la actuación, la escenografía y la
iluminación alucinante, coinciden con el diálogo en que los personajes se
quejan de la interminable temporada de lluvias, sus dolores físicos y el precio
de las cosas. Algunas de las imágenes recurrentes más sorprendentes son de
personas semidesnudas sentadas en tinas de metal y mirando hacia el cielo
mientras se retuercen la ropa empapada para tratar de refrescarse.
La interpretación del Sr. Tejera del coronel,
aunque muy discreta, da las dimensiones exactas de un hombre común marqueziano.
Un soñador que se esconde bajo su exterior digno, es un héroe cómico debido a
su fe ciega. Como su esposa práctica y tacaña, la señorita Rivas ofrece una
actuación que comienza en silencio y se eleva lentamente hacia la
desesperación. Como mucho de los personajes de García Márquez prefieren confiar
sus destinos a la suerte que romper el hechizo de la expectativa.
"El Coronel No Tiene Quien Le Escriba"
se presentará hasta el sábado en el Teatro Newman. Todas las actuaciones son en
español. La traducción simultánea a través de auriculares está disponible para
las actuaciones matinales y nocturnas del sábado. La obra es la primera de
siete dramas latinoamericanos que se presentarán durante el festival de un mes
de duración.
EL CORONEL NO TIENE QUIEN LE ESCRIBA de un cuento de Gabriel García Márquez; adaptada y
dirigida por Carlos Giménez; traducido por Nina Miller; escenografía y
vestuario de Rafael Reyeros; diseño de iluminación de José Jiménez; música
original de Federico Ruiz.
Presentado por Joseph Papp. En Public Theater / Teatro Newman, 425 Lafayette Street.
El coronel: José Tejera; la esposa del coronel: Aura
Rivas; mejor amigo: Aníbal Grunn; administrador postal: Francisco Alfaro; doctor:
Daniel Lopez; abogado: Pedro Pineda; Álvaro: Aitor Gaviria; Alemán: Eric
Wildpret; Alfonso: José Borges; amigo de Agustín: Rolando Felizola; esposa de Sabas y esposa de hombre negro: Mimi
Sills; asesino: Norman Santana; amigos del hijo del coronel: Carlos García, Gabriel
Flores y Fabián Rodríguez
Fuente y traducción: The New York Times