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"Carlos Giménez y su dominio de las emociones de la audiencia en esta obra revolucionaria es completo": Bolívar de Rial en el Festival Latino, por D.j.r. Bruckner, The New York Times, 17 de agosto de 1985
"Y la dirección del Sr. Giménez, sin mencionar su uso pictórico de la iluminación, debería decirle a cualquiera por qué este hombre, que aún no tiene 40 años, es considerado el director más grande de Venezuela"
"Daniel López como el poeta, Pilar Romero como Manuela y Roberto Moll como Bolívar ofrecen actuaciones que atormentan la imaginación"
“No
se acordarán de mis ideas”, grita Simón Bolívar en el momento de su elevación a
héroe divino, “y no quedará sobre mí ni sombra de la verdad, sino sólo una
estatua”. El dolor que se apodera de uno en ese momento en Bolívar',
presentado por la Fundación Rajatabla de Caracas, Venezuela, en el Festival
Latino en el Theatre Public, es un homenaje a la visión dramática de su
autor, José Antonio Rial, y su director, Carlos Giménez. Su
dominio de las emociones de la audiencia en esta obra revolucionaria es completo.
Eso
es irónico, dado que la obra es una acusación mordaz de toda autoridad. El
concepto es simple. Los guardias de una prisión latinoamericana moderna
ordenan a sus presos políticos que representen una dramatización de la vida de
Bolívar para celebrar el bicentenario de su nacimiento en 1983. Inspirados por
un poeta entre ellos, eligen representar no al Gran Libertador en su gloria,
sino al enfermo. Bolívar en sus últimos días, adolorido y torturado por la
duda. "¿Qué dirá la historia de mí?" es una pregunta
desconcertante de un hombre así. Pero estaba en la mente de los presos,
que la ponían en boca del héroe y en boca de sus amigos y enemigos, todos ellos
cuestionando la historia y la realidad que hay detrás. Sólo un historiador
que aparece a veces para sermonear a todo el mundo reclama la autoridad para decir:
“El presente debe corregir el pasado”.
Pero 'Bolívar' no es sólo drama intelectual. A medida que avanza la obra, con los presos y figuras históricas del pasado colonial español, así como del turbulento presente, entrando y saliendo de ella, los 18 episodios están interrumpidos por coros cantados con música que recuerda pasajes de óperas de Alberto Ginastera, la música devocional de Olivier Messaien e himnos de la Iglesia Católica Romana. A veces, los uniformes harapientos de la cárcel de los prisioneros son reemplazados por las armaduras de los conquistadores, las insignias de los virreyes y las túnicas ondulantes de los miembros de la alta sociedad del siglo XIX mientras los personajes se mueven entre procesiones de portadores de velas, monaguillos que balancean ollas de incienso humeantes y soldados que llevan enormes banderas brillantemente iluminadas por rayos horizontales de luz de las alas. La obra de los presos se convierte en un oratorio barroco.
El poder dramático del simbolismo religioso que satura la obra es enorme. Del sufrimiento de Bolívar surge una visión de la pasión de Jesús. Los guardias desnudan a Bolívar, le echan encima una sábana vieja a modo de manto y le tiran los dados a los pies mientras sus históricos enemigos y competidores, alineados en bancas como un panel de jueces, le lanzan con fiereza preguntas acusatorias. Al acercarse la muerte, su amante, Manuela Sáenz, le lava los pies y lo envuelve en la sábana, como la mortaja de Jesús. Más tarde, desnuda y torturada, en un apasionado relato de su amor por Bolívar, evoca no sólo a María Magdalena ungiendo los pies de Cristo, sino a la Virgen María sosteniendo el cuerpo de su hijo.
En general, ''Bolívar'' es un espectáculo sombrío, pero hay
momentos cómicos astutos de sátira política. Las afirmaciones de autoridad
virtuosa por parte de diferentes funcionarios hacen cosquillas a la
audiencia. En un momento aparece una anciana Manuela recitando una letanía
de los enemigos de Bolívar y uno se da cuenta de que está llamando a sus
perros. Y una pequeña obra dentro de la obra, en la que tres presos
vestidos como mujeres ricas de la época de Bolívar chismorrean sobre él, es
hilarante.
Al Sr. Rial parece gustarle las obras dentro de las obras. El
juego de los presos es un juego dentro del juego. Y dentro de ésta, otras
pequeñas obras se multiplican hasta que, como globos de espejo que esparcen la
luz en un salón de baile, reflejan las ideas del dramaturgo en tantas
direcciones que es imposible captarlas todas. Esa es una
debilidad. De hecho, la complejidad general de ''Bolívar'' es
preocupante. En varios puntos, a medida que los personajes de diferentes
épocas se enfrentan, el espectador queda confundido acerca de los argumentos básicos de
la obra. Y hacia el final hay una serie de repeticiones de argumentos
políticos a través de sucesivos momentos de la historia que parecen
excesivos. La complejidad es probablemente mayor de lo que alguien sin
español puede adivinar, ya que el dramaturgo dice que usa cuatro niveles de
lenguaje.
Los 19 actores y actrices de la
Fundación Rajatabla que interpretan este espléndido espectáculo teatral son una
compañía tan disciplinada, enérgica y elegante como es probable que se vea en
cualquier lugar del mundo. Daniel López como el poeta, Pilar Romero como Manuela y
Roberto Moll como Bolívar ofrecen actuaciones que atormentan la
imaginación.
Y la dirección del Sr. Giménez, sin mencionar su uso pictórico de la
iluminación, debería decirle a cualquiera por qué este hombre, que aún no tiene
40 años, es considerado el director más grande de Venezuela.
BOLIVAR, de José Antonio Rial; dirigida por Carlos
Giménez; iluminación por el Sr. Giménez; escenografía y vestuario de Silviainés
Vallejo; producción, José Tejera.
Producción de la Fundación Rajatabla, presentada por Joseph
Papp. En Circle in the Square, 159 Bleecker Street.
Poeta: Daniel Lopez; Samuel Robinson; José Tejera Piar/Sucre: Javier Zapata; Simón Bolívar: Roberto Moll; Manuela Sáenz: Pilar Romero; Mantuana: Helena Naranjo; Mantuana: Mira Parra; Mujer Soldado: María Elena Dávila; Coro: Luis Garban, Daniel Uribe y Juan Rodríguez; Cantante/Mantuana: Jorge Luis Morales; El Oficial/Obispo: Francisco Alfaro; Erudito: Cosme Cortázar; Guardias: Pedro Pineda, Luis Malavé, Aníbal Grunn y Robert Stoppello
Fuente
y traducción: The New York Times
Renidero by Carlos Gimenez / Festival Latino Puts an Accent On Global Themes / By Nan Robertson, July 31, 1987, The New York Times
CARLOS GIMÉNEZ VUELVE A TRIUNFAR EN NUEVA YORK: "CALISTO EN EL FESTIVAL LATINO" por D. J. R. Bruckner , The New York Times, Nueva York, 13 de Agosto de 1987
"De manera característica, el Sr. Giménez crea un espectáculo
con
la amplitud y la grandeza cromática de una pintura de Gericault
y pone a
los personajes a dar vueltas alrededor de ella
en una danza fascinante, pero sin desdibujar
las complejas tramas de la obra."
LA LUJURIA, la codicia y el engaño pervierten la inocencia en la obra española del siglo XV de Fernando de Rojas usualmente llamada "La Celestina", y convierten el jardín donde dos adolescentes se encuentran y se enamoran, en lo que el padre de la niña llama "un laguna de limo llena de serpientes.''
En una adaptación pero con su título original - ''La Tragicomedia de Calisto y Melibea''- estrenada mundialmente por la Fundación Rajatabla de Venezuela en el Festival Latino en el Public Theater, el director Carlos Giménez entrega un drama de un erotismo tan ardiente que es difícil saber si el olor a fuego del auditorio proviene de los braseros del escenario o de los cuerpos de los actores.
De manera característica, el Sr. Giménez crea un espectáculo con la amplitud y la grandeza cromática de una pintura de Gericault y pone a los personajes a dar vueltas alrededor de ella en una danza fascinante, pero sin desdibujar las complejas tramas de la obra. (La clara traducción simultánea proporcionada ayuda mucho en ese sentido). Aquí, el voluptuoso lenguaje renacentista del texto original a menudo es trasladado a la acción; lo que en la obra de Rojas los personajes sólo describen o sueñan, aquí lo hacen realidad, como cuando los amantes hablan cada uno de la belleza del otro mientras un sirviente los baña y los acaricia. Incluso su manera de comer y de beber son emocionantemente sensuales.
Todo es inocente hasta que Celestina, la anciana que une a Calisto y Melibea, convierte su amor en una lujuria que atrae al Diablo del infierno sediento de carne y alma. Alexander Milic convierte a esta Celestina en una especie de nodriza de Julieta convertida en violadora, bruja y alcahueta, que corrompe a los jóvenes y enciende la codicia de los sirvientes de Calisto, en una furia asesina que los envuelve a todos en sangre. De una figura escandalosamente cómica en las primeras escenas, el Sr. Milic transforma a la mujer en una presencia malvada más amenazante que el grasiento demonio que se cierne detrás de ella.
La compañía Rajatabla, que se ha presentado los dos últimos años en el festival, parece más impresionante cada vez que regresa.
Sus miembros comparten no solo la disciplina de un excelente conjunto, sino también un espíritu completamente teatral y encantador. Inflamable.
LA TRAGICOMEDIA DE CALISTO Y MELIBEA, adaptada por Manuel Sabido y Margarita Villaseñor; basada en ''La Celestina'' de Fernando de Rojas; dirigida por Carlos Giménez; traducida por Melia Bensussen; escenografía y vestuario de Rafael Reyeros; iluminación de David Blanco; diseño sonoro de Eduardo Bolívar; producción artística de Armando Africano; productor ejecutivo de Rajatabla, Williams López; asistente de dirección, Robert Stoppello.
Presentado por Joseph Papp. En el Public Theater/LuEsther Hall, 425 Lafayette Street.
Celestina: Alexander Milic; Calisto: Javier Zapata; Melibea: Mariú Favaro; Sempronio: Aníbal Grunn; Parmeno: Jorge Luis Morales; Elicia: Ylia Popesku; Areusa: Ana Gato; Lucrecia: José Tejera; Sombras: Karl Hoffman, Elio Palencio y Luis Garban; Pleberio: Cosme Cortázar y Francisco Alfaro; Músicos: Militza Núñez y Sergio Petrocelli.
Fuente y traducción: The New York Times
Texto original
Gabriel García Márquez elogia la puesta de Carlos Giménez de "El Coronel no tiene quien le escriba: “Absolutamente emocionante, conmovedora...No se oyó volar una mosca, no se oía respirar": video, México, agosto 1989
EL REÑIDERO, ELECTRA DE ARGENTINA, crítica de D. J. R. Bruckner, 4 de agosto de 1987, The New York Times
“Y la dirección de Carlos Giménez hace que la complicada trama sea admirablemente clara
a medida que la historia se mueve dentro y fuera de los recuerdos de los diferentes personajes.”
ELECTRA
puede haber seducido a más escritores que cualquier otra heroína literaria. La
figura de la mitología griega que pone a prueba el destino de los seres humanos
aplastados entre el deber inexorable y la ley inamovible ha aparecido en
historias, poemas y obras de teatro en muchas formas en todas las lenguas
europeas repetidamente durante más de dos milenios.
En
"El Reñidero" del dramaturgo argentino Sergio De Cecco, ella es
Elena, la hija de un insignificante matón político en un barrio pobre de Buenos
Aires a principios de siglo. Su padre, Pancho Morales, ha sido asesinado en un
duelo por su amigo Santiago Soriano, quien es el amante de su madre. Elena está
convencida de que Soriano simplemente lo asesinó y decide inspirar a su
hermano, Orestes, a vengarse.
Pero De
Cecco está explorando el destino en un mundo político lejos de la antigua
Grecia, un barrio donde los gauchos desplazados del campo en un país
industrializado son víctimas de políticos despiadados y de su propia ética
rígida y machista. En la actuación oscuramente espectacular que ofrece la
obra de La Comedia Cordobesa, una compañía de la provincia argentina de
Córdoba, como parte del Festival Latino en el Teatro Público, la sangrienta
realidad de ese mundo retuerce la vieja historia en formas fascinantes. De
hecho, en general, la actuación supera a la obra.
Contra decorados blancos, grises y negros magníficamente
iluminados que mezclan madera, metal, espejos y arena en una serie de imágenes
impresionistas abstractas, los personajes se mueven como figuras en una danza.
Su discurso (la actuación es en español con traducción simultánea proporcionada
a través de auriculares infrarrojos), la música de guitarra y bandoneón, las
canciones elevadas de una rica soprano cuyas letras contraponen el diálogo,
todos atraen al espectador tan profundamente en este barrio que comparte la
creencia de los personajes de que es el único mundo, ineludible e inmutable.
Y la
dirección de Carlos Giménez hace que la complicada trama sea admirablemente
clara a medida que la historia entra y sale de los recuerdos de diferentes
personajes. La prueba de su éxito es que cuando Pancho, que ha sido solo un
recuerdo en todo momento, se convierte en el catalizador irresistible de la
tragedia final, triunfa sobre la cordura y la esperanza porque es más real que
cualquiera de los vivos. Para la audiencia, el viaje de la realidad sofocante a
la ilusión asesina ha sido directo y rápido.
Los dones poéticos del Sr. De Cecco a veces lo traicionan; él
arroja una luz mítica sobre cada incidente, a pesar de que algunos de sus
incidentes no pueden soportar tal iluminación. Madre e hijo, y padre e hija,
llegan a conocerse a sí mismos y entre sí de maneras escalofriantes y
alarmantes que serían verdaderamente trágicas, excepto que con demasiada
frecuencia su conocimiento tiene poco efecto en sus acciones. Y sus coqueteos
con el melodrama a veces son demasiado tentadores para que los actores se
resistan. En esta actuación hay momentos de grandeza y grandilocuencia que
piden un poco de risa, que es todo lo que se necesitaría para destruir esta
obra.
EL REÑIDERO, de Sergio De Cecco; dirigida por Carlos Giménez; asistente dirección: Roberto Stoppello; traducción: Jack Agüeros; iluminación: Francisco Sarmiento; decorados y vestuario: Rafael Reyeros; música: Daniel López.
Presentado por Joseph Papp. En The Public/LuEsther.
Beatriz Angelotti, Alvin Astorga, Adelina Costantini Arístides
Manira, Enrique Introini, Azucena Carmona, Ángel Fernández Mateu, Jorge Arán,
Osvaldo Hueghes, Edith Rivero, Elena Dura, Liliana Rodríguez.
Fuente
y traducción: The New York Times
POTENTE RELATO DE LA LUCHA DE UN INDIVIDUO EMERGE EN 'EL CORONEL' , por Richard Christiansen, The Chicago Tribune, 3 Junio, 1992
"No hace falta una traducción para apreciar la inventiva de la puesta en escena"
Nadie le escribe al Coronel, la producción venezolana que se presenta aquí en el Festival
Internacional de Teatro, comienza con un trueno, un remolino de lluvia y un
cortejo fúnebre silencioso que marcha solemnemente por el escenario.
En esta adaptación altamente ritualista de la novela de Gabriel García Márquez, que se presenta hasta el domingo en el Teatro Steppenwolf, la sensación de inutilidad y tristeza en el atrasado pueblo de una tierra remota y abandonada se establece de inmediato.
Incluso
cuando la máquina de lluvia* no está en acción, hay un aura de desesperación
húmeda y sudorosa en el aire. La humedad podrida parece estar en todas partes
mientras los personajes aplastan a los zancudos que zumban a su alrededor y se
sumergen en agua fría para evitar el calor paralizante.
El
coronel esquelético del título y su esposa con forma de pájaro son dos
criaturas al borde de la extinción, sus cuerpos atormentados por el hambre y
varias dolencias físicas. Su hogar es una choza de acero corrugado, sus muebles
consisten en poco más que una hamaca, una cama y algunas sillas desvancijadas.
Todavía
de luto por la muerte de su único hijo, asesinado mientras repartía folletos
políticos, el coronel y su esposa se mueren lentamente de hambre. Con sus
últimos pesos, el coronel espera en vano la pensión que le prometieron hace 15
años por sus servicios en la guerra civil. La única esperanza para él es vender
el gallo de pelea de su hijo al jefe politico del pueblo, diabético y fanfarrón,
pero se resiste a separarse del ave porque simboliza un orgullo que no quiere
vender.
El
coronel no tiene quien le escriba (su título en español) es una obra
inusualmente oscura y sombría de García Márquez, kafkiana en esta presentacion
de una fortísima pesadilla que está estrangulando a un individuo indefenso.
No
obstante, no es una pieza escénica sombría ni aburrida gracias a la imaginación
teatral de Carlos Giménez, quien adaptó la novela de 1957 y la dirigió para su
compañía, la Fundación Rajatabla de Caracas.
La
atmósfera predominante de la producción es la de un sueño, un panorama
estilizado en el que un ángel de la muerte, portando un paraguas contra la
lluvia, se convierte en un símbolo recurrente.
Es un
paisaje de ensueño, atravesado por campanas e iluminado por relámpagos, que se
contrae y se expande a través de los tabiques acanalados que los actores giran
silenciosamente para cerrar una habitación en la casa del coronel o abrir todo el
escenario.
No
hace falta una traducción para apreciar la inventiva de la puesta en escena, ni
tampoco, por lo demás, ser esclavo de la traducción plana y simultánea al
inglés de los diálogos en español que salen por los auriculares repartidos por
los acomodadores.
La
mejor estrategia para absorber este breve trabajo de 90 minutos es llegar un
poco antes y dedicar unos minutos a leer la sinopsis impresa en el programa.
Con esa pauta general en mente, uno puede seguir la acción sin distracciones.
La actuación del
conjunto de 15 miembros bien merece la atención.
Aura Rivas, como
la esposa del coronel, es una cosita pequeña y rigida, cloqueando sobre sus
problemas y picoteando por la casa en su miseria.
José Tejera como
el asediado coronel, por otro lado, es una figura de espantapájaros de dignidad
maltratada, su rostro delgado y canoso, marcado con un bigote caído y su cuerpo
vestido con un traje negro que no le queda bien y zapatos rayados.
Cuando, en el
final de la obra, se hunde lentamente en el suelo bajo el peso de su miseria,
se convierte, por el poder de su presencia física, en una figura de gran dolor
y gran resistencia.
EL CORONEL NO
TIENE QUIEN LE ESCRIBA
Obra de teatro
adaptada por Carlos Giménez de la novela de Gabriel García Márquez; dirigida
por Giménez, con escenografía y vestuario de Rafael Reyeros, iluminación
de José Jiménez y Reyeros, y música de Federico Ruiz. Una producción de la Fundación
Rajatabla de Venezuela, presentada por el Festival Internacional de
Teatro de Chicago en el Steppenwolf Theatre, 1650 N. Halsted St. Martes a
domingos, funciones a las 2 p.m. y 7.30 p.m. Duración: 1:30.
EL ELENCO
El Coronel: José
Tejera
Esposa de
Coronel: Aura Rivas
Sabas: Aníbal
Grunn
Esposa de Sabas:
Pilar Romero
Empleado de
Correos: Francisco Alfaro
Doctor: Daniel
López
Abogado: Pedro
Pineda
Álvaro: Aitor
Gaviria
Alemán: Erich
Wilpret
Alfonso: Jesús
Araujo
Con Norman
Santana, Gabriel Flores, Alejandro Faillace, José Sánchez, Rolando Jiménez.
Traducción
simultánea de Jorge Busot.
* La “máquina de lluvia” eran mangueras.
CARLOS GIMÉNEZ AND BOLIVAR: "RIAL'S 'BOLIVAR' AT THE FESTIVAL LATINO" By D.J.R. Bruckner, The New York Times, August 17, 1985
And the direction by Mr. Gimenez, not to mention his painterly use of lighting, should tell anyone
why this man, who is not yet 40 years old, is considered the greatest director in Venezuela.