“LA GAVIOTA” REVOLOTEÓ
EN UN ESCENARIO LLENO DE FRÍO
CARLOS PÉREZ-ARIZA
El actor Alexander
Milic hará el papel de Benshimol
Con un montaje hiperrealista, Carlos Giménez rindió homenaje al dramaturgo ruso Anton Chejov, manteniendo el realismo de la pieza hasta en sus más mínimos detalles. La función inaugural del nuevo teatro del Ateneo, a sala llena, estuvo signada por la tensión evidente del elenco debido a las trágicas circunstancias en que tuvieron que estrenar, por el repentino fallecimiento del primer actor Enrique Benshimol.
Anton Chejov habría asistido complacido a la función de su pieza La gaviota, la pasada noche del
miércoles 6 de abril en la inauguración oficial de la sala “Anna Julia
Rojas"” ubicada en la nueva sede del Ateneo de Caracas. La perfección al
detalle de la puesta en escena habría complacido al dramaturgo ruso.
Con el efecto de la neblina inundando la
sala y el vestíbulo del teatro. que dio la sensación a los espectadores de
estar saliendo
de una casa campestre en pleno invierno
ruso.
Carlos Giménez se salió de
sus montajes atrevidos y dejó a un lado su vanguardismo escénico para plegarse
a la preceptiva teatral más exigente. Tomo los cuatro actos con dos intermedios
y
tres horas y media de duración de la
pieza de Chejov, y la montó
como si estuviera en la helada Rusia
blanca y no frente al caliente mar Caribe. Además en la noche del estreno hizo
el papel que interpretaba Enrique Benshimol, leyendo el texto y vestido normalmente,
salvando así dignamente el espectáculo y complaciendo las peticiones de
familiares, elenco y el Ateneo de no dejar de levantar el telón, tal como
habría querido el desaparecido actor.
Precisamente el hecho de ver
en escena a Giménez vestido contemporáneamente y no con los pesados abrigos,
cálidos sombreros masculinos y frondosos vestidos femeninos de los otros
personajes, se puede preguntar, ¿qué hubiera pasado si el drama chejoviano
hubiese sido montado adaptándolo a la época actual? Lo primero, seguramente, es que el costo de
la producción habría s ido considerablemente inferior. Extraoficialmente se
conoció que esta obra costó 800 mil bolívares, sin duda que el vestuario se
llevó un buen porcentaje. Lo cual no desmerita el excelente trabajo de Martín
López, el diseñador y los realizadores. La reconstrucción de época es perfecta,
no solamente por el vestuario sino por la escenografía con dos cambios en total
diseñada por Silviainés Vallejo y realización de Enrique Tovar.
Giménez aborda el universo
chejoviano sin concederse ni una sola desviación. La gaviota es una obra
magníficamente estructurada, donde los personajes dan vida no sólo a las
posiciones encontradas en cuanto a la significación del arte y específicamente
a la literatura, el teatro; sino que no olvidan sus propias pasiones, que no
tienen temor de presentarse al mismo nivel dramático de la discusión central,
que finalmente se imponen, porque son ellas las que guían la vida de los
hombres y las mujeres que son capaces de amar.
Giménez no recrea nada. Su propuesta es
enseñar el teatro de un genio de la dramaturgia. Su pretensión es esa y lo
consigue. Sin embargo, la función vista el pasado miércoles se sintió pesada,
con un ritmo lento que hizo que el tiempo transcurriera de 9:00 de la noche a una
de la madrugada, como si se estuviera recorriendo una estepa nevada. Pero así era
el tiempo ruso a fines del pasado siglo y Chejov no tenía por qué apresurarse.
El realismo ruso tiene en este montaje un tributo clarísimo.
Los papeles protagónicos
tienen desniveles producidos por el riesgo que siempre supone armar un elenco
con veteranos talentosos al lado de nuevas figuras con menos experiencia, aunque
no con tanto talento.
La interpretación de Alma
Ingianni demuestra una vez más su profesionalismo, calidad y alma que llena el
escenario. Su papel de la temperamental actriz Arkadina está siempre a la
altura de las exigencias dramáticas de la pieza. Roberto Moll siempre excelente,
realiza el papel de Kostia, el joven escritor que irrumpe contra lo
establecido. Los veteranos Hugo
Pimentel, Francisco Ferrari y Dilia Waikarán, marcando el ritmo al elenco con
la soltura que da el ser actores de primera línea. Gustavo Rodríguez salva a
ratos al escritor Trigorin. Amado Zambrano, convincente como el maestro Medvedenko.
Mabel San Martín, floja en términos generales y la debutante Amanda Gutiérrez
bien, aunque podría darse más.
Finalmente La gaviota
voló una vez más a pesar de todas las dificultades, pero fue un vuelo frío
sobre un lago helado de la lejana Rusia.
El Diario de Caracas, mayo de 1983