Etiquetas

¡Bravo, Carlos Giménez! Rolando Peña, El Príncipe Negro, artista multimedia, premiado por la Fundación Guggenheim: “Considero a Carlos Giménez un pionero, un gran realizador, un gran señor”/ entrevista de Viviana Marcela Iriart, Miami, 24 de Mayo de 2020




Rolando Peña en "Pinta Miami ", 2019. Foto: Jorge Castillo



“Rajatabla, Venezuela, el Ateneo de Caracas,  
proyectos para abrir puertas, saltar ventanas, 
colgarse el horizonte en la solapa y dar la vuelta cuando uno quiere,
 para que salga el día o  se ponga la noche. 
Así, entre tantos asombros y casualidades, me tocó inventar 
este Festival que para unos y otros parece  un Caballo de Troya. 
Bajan de su vientre vencedores y vencidos…”. 
Carlos Giménez, 1992
Fragmento del discurso de apertura del IX FITC.





¡Bravo, Carlos Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30 años de carrera dirigió más de 80 obras de teatro en Argentina, Venezuela, México, Perú, Nicaragua, España y Estados Unidos, donde fue invitado por el mítico productor Joseph Papp, y creó  -entre otras - nueve instituciones culturales de gran importancia en Venezuela y Argentina.



¡Bravo, Carlos Giménez! Porqué creó  el Festival Internacional de Teatro de Caracas, junto a la entrañable y talentosa María Teresa Castillo;  el Instituto Universitario de Teatro  (IUDET), el Grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro (TNT), el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Juventud, Capítulo Venezuela)  y, en Córdoba,  el Festival Latinoamericano de Teatro y el grupo El Juglar cuando todavía era adolescente.



¡Bravo, Carlos Giménez! Porque cuando Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura,  vio el El Coronel no tiene quien le escriba adaptada y dirigida por ti, dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi.”



¡Bravo, Carlos Giménez! Por haber llevado a Venezuela lo mejor del teatro del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios populares: Tadeusz Kantor, Berliner EnsemblePeter Brook, Giorgio StrehlerPeter SteinLindsay KempPina BauschNorma AleandroVanessa RedgraveKazuo OhnoTomaz PandurEva BergmanEugenio BarbaYves LebretonPeter Schumann,   Antunes FilhoGilles MaheuSantiago GarcíaDarío FoEls JoglarsFranca RameEllen StewartJoseph Papp,  Andrezj WajdaDacia Mariani



¡Bravo, Carlos Giménez! Por hitos como Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias,  Bolívar La Muerte de García Lorca de José Antonio Rial, Martí, La Palabra de Ethel Dahbar, La Honesta Persona de Sechuan de Brecht, Tu país está feliz de Antonio Miranda, El Campo de Griselda Gambaro, La señorita Julia de Strindberg, Peer Gynt de Ibsen, El Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez…  Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados Unidos y América Latina.  Porque su talento como director y gerente cultural fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.



¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 19 años gana sus primeros premios internacionales en los festivales de teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), otorgados por el Instituto Internacional de Teatro-Unesco (ITI)  y participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy (Francia).



¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.



¡Bravo, Carlos Giménez! Porque fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de los seres humanos.



¡Bravo, Carlos Giménez! 


Porque fue un genio.

 Y me haces mucha falta.




Iz.  Joseph Papp, José Antonio Rial y Carlos Giménez , preparando
el estreno de  The Death of García Lorca en Nueva York, producida por
 Papp, escrita por Rial y dirigida por Giménez, N.Y., 1988. 
Fuente: Margarita Irún

“Para mí también fue un pionero, una persona que se la jugaba,  
una persona que podía caminar por la cuerda floja sin  malla protectora,
 algo en lo que me identifico mucho con él porque yo 
también he sido así toda mi vida…”


Andy Warhol,  Rolando Peña, Nueva York 1967
Foto: Marcelo Montealegre. 
Fuente: ViceVers
a



Rolando, ¿en qué año y donde conociste a Carlos?

Mira, yo vivía en Nueva York, yo me formé en Nueva York,  viví allí desde los años sesenta hasta los ochenta y pico, pero por supuesto  iba a Venezuela, mi país,  de vez  en cuando y en uno de esos viajes lo conocí a Carlos, en el Ateneo de Caracas. No recuerdo el año exacto, pero fue al comienzo de su carrera, él había hecho una obra que había tenido  mucho suceso y ya se estaba encargando de la parte teatral del Ateneo.
Carlos me pareció una persona bien interesante, muy centrada. Simpático pero en el buen sentido de la palabra,  no era el simpático caribeño sino el  simpático culto,  era  una persona que guardaba distancia, cosa que me alegró mucho porque yo venía de Nueva York donde la simpatía es muy cercana a: “muy bien todo pero un momentico, atención, yo estoy aquí y tú estás ahí, cuidado”,  a menos que se cree un vínculo más cercano.

¿Habías visto algún montaje suyo?

Sí, pero  no me preguntes el nombre de la obra porque honestamente no me recuerdo,  pero sí me llamó mucho la atención.  Luego fui como espectador al primer Festival Internacional de Teatro que organizó qué, tengo que confesar, me pareció realmente extraordinario, extraordinario, extraordinario y dije ¡guao! este señor sabe exactamente lo que está haciendo.
Yo estaba recién llegado de Nueva York donde había visto tanto teatro, en Broadway, off off Broadway, los  había visto a todos, muchísimos espectáculos muy buenos de artistas reconocidos y a pesar de eso me impresionó muchísimo el Primer Festival. Fue cien por ciento positivo.

¿Recuerdas cómo fue la reacción del público?

Sí, el público fue muy positivo, estaba muy impresionado, vi mucha pasión, mucho interés en lo que estaba sucediendo. Fue muy impresionante para mí, para el público de Caracas y, de hecho, el Festival continuó y siguió sorprendiendo hasta el final de sus días.

Ese Festival fue en el año 1973: Carlos tenía 27 años apenas y unos meses antes había sido detenido, torturado y deportado de México porque al gobierno no le había gustado un montaje suyo. ¿Carlos te comentó algo de esa deportación? ¿Recuerdas haber leído algo de eso en los periódicos?

No, me estoy enterando hoy por ti de eso que le sucedió, realmente muy terrible y lamentable.

De todos los personajes con los que tú te rodeabas en Nueva York, Andy Warhol, Allen Ginsberg, etc, ¿cuál le interesaba más a Carlos y por qué? ¿Alguna vez te pidió que le presentaras a alguno de esos artistas?

No, en general hablábamos más que todo de teatro. Yo le hablé de Bob Wilson y sus maravillosos montajes, los cuales a él le entusiasmaron. Le hablé también del célebre montaje de Peter Brooks “Marat Sade” en Broadway que fue un gran suceso. También le contaba del teatro de Off-Broadway y Off-Off-Broadway, el cual era más de vanguardia y rompedor y me daba cuenta que eso lo entusiasmaba mucho.

¿Qué significa para ti Carlos Giménez?

Considero a Carlos Giménez un pionero,  considero a Carlos Giménez un gran realizador, considero a Carlos Giménez un gran señor.  Realmente tú puedes hablar de un antes y un después de Carlos Giménez en relación al teatro de América Latina. Considero que el Festival Internacional de Teatro que organizó  Carlos Giménez es, fue y sigue siendo uno de los festivales más importantes que se hicieron a nivel mundial.

 ¿Trabajaste con Carlos?

Sí, en un  Festival de Teatro,  porque como tú bien sabes yo hacía mucho  performance, yo soy de los pioneros del happening y de los performance en América Latina, antes de irme a vivir a Nueva York  yo había hecho dos espectáculos multimedia que fueron muy importante,  con Cabrujas,  Testimonio y  Homenaje a Henry Miller. Y en Nueva York hice mucho performance también. Y  le propuse a Carlos organizar un festival internacional de performance que se realizaría junto con el festival de teatro, a él le gustó mucho la idea pero al final no se consiguió presupuesto para eso. 

Pero sí participé como performista en el teatro Juana Sujo que estaba en Los Caobos, con  un performance que por supuesto que tenía que ver con el petróleo,  junto con ese actor extraordinario que es Héctor Myerston,  Vytas Brenner hacía la música y  Julio Neri lo filmó. Fue un gran suceso, fue realmente muchísimo público, público que me seguía a mí y público de Carlos, porque Carlos con el festival de teatro  se había ganado un puesto absolutamente justo y él tenía un público extraordinario, sin ninguna duda.

¿A Carlos se le notaba el poder? Crees que él abusaba de ese poder?

No era que se le notara, él tenía  una personalidad fuerte cómo la tienen muchos creadores, yo entre ellos. Y no te olvides que también uno tiene que estar parado frente a muchas adversidades y frente mucha gente que,  bueno,  no entiende lo que uno hace y que, por supuesto, la mayoría de las veces critica sin saber.

Pero para mí Carlos era muy centrado y  no encontré que él hiciera uso de poder. Y aunque yo  tampoco intimé tanto con Carlos, en principio,  por  mi experiencia y por mi olfato,  puedo decirte que él me parecía una persona muy correcta, una persona que mantenía mucha coherencia con su forma de ser,  era versátil, tenía muy buen balance pues, o sea, si quieres que te lo defina de otra manera, entre el Ying y el Yang él estaba como en el medio, así era como yo lo percibía. 

Ahora, por supuesto que hay otras opiniones. Pero para mí era una persona, primero que nada, muy profesional, lo cual para mí es muy importante y segundo,  muy talentoso y tenía mucha fe en lo que hacía y se arriesgaba y eso para mí es fundamental. 


Carlos Giménez, José Salas y Jorge Arán de gira
por Europa: 1963-64. Fuente: Jorge Arán
Izq. Presidente de Argentina, Arturo Illia, Anita Giménez, Cristina Cardozo (de espaldas),
Eugenio Raschetti y Carlos Giménez, de espaldas, integrantes de El Juglar, Casa Rosada,
 Buenos Aires, 1964. El presidente les había otorgado un subsidio para que pudieran ir  a
 los festivales de teatro de Francia y Polonia en 1965.



Carlos era un hombre muy generoso, de ayudar a la gente con dinero y con trabajo. En general tenía un carácter apacible, pero cuando se enojaba estallaba como un volcán. Yo, que trabajé con él, lo escuché gritar algunas veces, pero nunca sin motivo. ¿Cómo fue tu relación con él?

Carlos, como todo creador y como toda persona que tiene la responsabilidad de dirección y de curaduría, etc, tenía su carácter, como debe ser.  Conmigo siempre fue muy gentil, igual yo con él. Ahora, me acuerdo que en  un ensayo al que me había invitado,  sí se molestó mucho con un actor  que no daba la talla y que, además, no  parecía que se lo estaba tomando muy en serio: Carlos  realmente le dio un grito y lo mandó al diablo.  Y a mí me pareció  que tenía razón, en fin, esas son cosas a discutir, pero yo pienso que sí tenía razón de hacerlo.

Hay muchas definiciones maravillosas sobre Carlos, pero no puedo citarlas a todas así que sólo citaré tres.
Para Rubén Monasterios, era “un ángel furibundo”. Para Azparren Giménez  “hubo una pasión por Carlos Giménez que siempre me recordó  al personaje de Teorema, la película de Pasolini”. Y para Norma Aleandro, era  “un ser tierno, encantador, con un gran carisma y (…)  un “ÁNGEL” impresionante”, y el “ángel” lo dijo en mayúsculas. ¿A qué Carlos conociste tú o conociste a los tres

Conocí a los tres y estoy de acuerdo con las definiciones que dieron ellos tres.  Para mí también fue un pionero, una persona que  se la jugaba,  una persona que podía caminar por la cuerda floja sin  malla protectora, algo en lo que me identifico mucho con él porque yo también he sido así toda mi vida, y lo sigo siendo a la edad que tengo, que son setenta y ocho años aunque no parezca, (gracias a Dios, Dios me protege)… te digo algo, mira, el verdadero creador, el innovador, siempre es una persona que, entre las características que tiene una es esa:  o tiene mucha gente que lo ama o tiene mucha gente que lo odia.  Y  yo creo que Carlos pertenecía a esa estupenda y maravillosa dinastía. 

De sus obras, ¿cuál o cuáles te gustaron más?

Viviana, me tocó por suerte ver varias obras de él que me parecieron todas realmente muy muy buenas y muy bien montadas, muy correctas y muy profesionales. A mí la parte profesional  me interesa mucho, por supuesto junto con la parte creativa: Venezuela tuya, Tu país está feliz, El coronel no tiene quien le escriba, etc.,  fueron muchas las obras de Carlos que vi y  todas me parecieron muy buenos montajes, de primera, o sea, unos montajes  de primer mundo realmente.

De las instituciones que creó ¿cuál te parece más importante?

Oye, pienso que todas fueron muy importantes y todas marcaron hitos en América Latina y en muchos lugares fuera de América Latina: el Festival Internacional de Teatro y todas las instituciones que él creó.

¿Qué significó para ti la muerte de Carlos?

Para mí la  muerte de Carlos Giménez fue muy lamentable, sumamente lamentable o sea, se murió muy joven y se murió un hombre que era muy positivo, muy importante y  que realmente revolucionó, en el buen sentido de la palabra, porque la palabra revolución también está muy machucada y desgraciadamente muy tergiversada, pero él sí  revolucionó el teatro en América Latina, con su estética,  su  manera de sentir el teatro,  la manera de comunicarse a través de ese arte maravilloso que es el teatro.   Yo sí pienso que fue,  y para mí sigue siendo,  una muerte muy lamentable. 

¿Y qué crees que significó para la cultura venezolana?

La muerte de Carlos significó mucho para la cultura en Venezuela, porque Carlos fue fundamental,  fue pivotal, para la cultura venezolana,  sobre todo en el teatro,  sin ninguna duda. Y, sí creo también que Carlos Giménez  hace mucha falta en el espectro de  la cultura en el mundo, definitivamente.

Si Carlos pudiera oírte, ¿qué le dirías?

Mira, Viviana, si Carlos estuviera vivo le diría: caramba hermano, cómplice, oye qué gusto de verte, qué gusto de saludarte, mira, me voy a permitir darte un gran abrazo,  me voy a permitir felicitarte, me voy a permitir decirte que realmente gente como tú hace mucha falta en el mundo, gente como tú, gente positiva, gente con fe, gente con coraje, gente con pasión,  es lo que realmente necesitamos en este mundo para seguir adelante, para mejorarlo, para sanearlo.

Y quiero decirte  también que comparto al cien por ciento muchas de las cosas que tú pensaste, que nunca me las dijiste por supuesto, porque no tuvimos esa confianza, pero sí que yo las sentí las veces que nos encontramos en el cafetín del Ateneo de Caracas, cuando compartíamos y  hablamos y nos reíamos y hacíamos chistes muy simpáticos sobre la gente de Nueva York, que ese era mi fuerte no el tuyo,  de Warhol,  del cine underground, del teatro off off Broadway,  de toda la gente que yo te nombré y que a ti te encantaba, Bob Wilson, en fin,  eran tantos personajes maravillosos. 

Rolando, muchas gracias.
Muchas gracias a ti por haberme convocado.



Miami, 24 de Mayo de 2020



Aggression = Death, 1966, New York, Happening.  Autor y  fuente: Rolando Peña



Rolando Peña



En la Enciclopedia Británica Barsa del año 1968, el crítico de arte Stazis Gostautas escribió: “Rolando Peña (artista venezolano), fundador y director de Foundation for The Totality (grupo de arte latinoamericano, con sede en Nueva York), es el pionero en los espectáculos Multimedia-Psicodélicos, Happenings, Performance en América Latina”.
Peña comenzó su carrera artística en 1963 en un medio tan diverso como el performance y las body actions, instalaciones, grabaciones, cine, video, multimedia y tecnología de imágenes. Colaboró con destacados dramaturgos, intelectuales y curadores como Andy Warhol, Allen Ginsberg, José Ignacio Cabrujas y Pierre Restany. En 1965, Peña organizó, junto con el dramaturgo José Ignacio Cabrujas en Venezuela, los dos primeros espectáculos multimedia que tuvieron lugar en América Latina: Testimonio y Homenaje a Henry Miller.

Desde los años 80 hasta la actualidad, Peña ha creado una obra monumental con el  petróleo crudo como tema central. Su crítica a la sociedad de consumo, y especialmente a la explotación petrolera, se ha convertido en un ícono del arte contemporáneo.
Peña ha vivido en Nueva York, París y Caracas, donde ha exhibido su trabajo en exposiciones individuales y colectivas, experiencias de performance, instalaciones, en lugares cerrados y  espacios públicos.

Los premios y reconocimientos a Peña incluyen: The Guggenheim Foundation Fellowship, por la obra “Make Oil Green”, 2009; “Maestro de  Arte Contemporáneo” otorgado por  la Asociación Internacional de Críticos de Arte, Venezuela, 2010; premio “Armando Reverón” de la Asociación de Artistas de Venezuela, 2012; Tributo Especial, 3ra Bienal Internacional de Arte, Mérida, Venezuela, 2014; “Maestro del Arte Multimedia 2014” de la Asociación de Arquitectos de Venezuela; el premio “Andrés Bello” otorgado por  la Universidad Católica Andrés Bello de Venezuela en reconocimiento a su   trayectoria en las artes en Venezuela y las Américas, 2016.

En 2017, Peña fue reconocido en los Estados Unidos como uno de los precursores del cine experimental en América Latina, con dos de sus películas: La Cotorra No. 2 y Diálogos con Ché, este último presentado en los festivales de cine de Cannes y Berlín, en 1969.
En 2018, Peña presentó en Pinta Miami, y por primera vez al público, Foundation for The Totality, una exposición del grupo concebido y dirigido por Peña, que recuerda las contribuciones de artistas latinoamericanos en el contexto de la escena artística y la cultura "underground" de la ciudad de Nueva York durante los años sesenta y setenta.

A fines de 2019, Peña fue invitado a participar en la celebración de los 100 años de la Bauhaus durante la Bienal de Arte de Performance Visual Performa19 en la ciudad de Nueva York, con su último trabajo Less is More - Homenaje a John Cage.

En 2020 Rolando Peña  fue presentado como un  Proyecto Especial por la Galería Baró en la Feria de Arte Contemporáneo ARCO de Madrid.




Spontaneous Rupture of Symmetry: The Barrel of God, 2001.
Autor y fuente: Rolando Peña

Oil will be more oil in love, 2008.  Performance.
Autor y fuente: Rolando Peña




Solo Mene. Autor y fuente: Rolando Peña












Carlos Giménez y el Club de los Corazones Unidos, por Roberto Magurno, Córdoba, 20 de Mayo de 2020






"De niño formé el Club de los Corazones Unidos y con un pequeño grupo de compañeros 
 y compañeras montábamos algunas obras."
Carlos Giménez, entrevista






Tengo 71 años y la inmensa alegría de haber transitado gran parte de mi infancia junto a  JUAN CARLOS GIMÉNEZ : nació en Rosario, de allí llegó a Córdoba y se instaló con su familia en los departamentos de SPADEA, sobre el pasaje Bruno Tapia, foro principal de nuestra infancia; la vereda oeste, una cuadra larga e interminable, y al este la calle Los Hornos partía en dos nuestra arteria. Desde esa esquina lo podíamos observar al "Juanca" los días domingos cuando se acercaba con un montón de diarios bajo el brazo: “La Capital”, los periódicos de Buenos Aires y alguno de Córdoba. Tenía sus prioridades: devoraba primero la sección de artes y espectáculos, luego hacia un recorrido por viajes y turismo, tal vez presagiaba su presencia por el mundo.


Las hojas de los diarios siempre presentes en su vida. Fue el mentor de esas dos páginas en las que informamos a nuestros vecinos sobre las actividades artísticas y recreativas del barrio. Esa hoja se reprodujo en un mimeógrafo con una pasta amarilla que semejaba un tentador dulce de batata. Entregábamos el periódico en los negocios, ejemplo la verdulería donde nos abonaban con un puñado de mistoles, envueltos en ese suave papel de peras o manzanas.
Y un buen día llegó la hora de actuar, nuestro amigo nos dirigía, los más chicos representamos “El Príncipe y El Mendigo”; las chicas y compañeros con algunos años más hicieron “La Danza de la Gitana”, el éxito por entonces de ANA MARIA ALFARO y JAIME KLONER.

Debo decir que lamentablemente no tengo fotografías de aquel tiempo. En cuanto a Carlos diría que se realizó de un director por los demás exigentes, y nosotros responderíamos con mucho respeto sabiendo que ÉL lo hacía todo bien. Si podiamos ganarle en algo era jugando al futbol, ​​donde no se destacaba demasiado. Los ensayos y las representaciones se dieron en la casa de algún chico o chica de la barra. Disponíamos de un sitio baldío que perdermos siempre limpio para realizar nuestros eventos teatrales, concursos de canto o kermes y tanto menores como algunos adultos colaboraban con tortas o alguna otra golosina
En 1957 Carlos descubrió el Auditorio de Radio Nacional y nos llevó a presenciar las obras de teatro leídas, resultó toda una ceremonia: ingresar a la sala antes que comenzara la función, permanecer atentos y en silencio, no retirarnos hasta que la representación no hubiera terminado (nuestras edades oscilaban entre los ocho y diez años). Me animo a decir que Carlos Giménez, con doce años, ya se manifestó como actor y director teatral. Él nos acercó al arte, teniendo mucho que ver con los mejores momentos de nuestra infancia. Luego se produjo su maravillosa incursión en Venezuela.

Tengo presente a toda su familia. Si los debo resumir en una palabra, recordando a doña CARMEN diría: BONDAD.








…Y otra vez las hojas de los diarios en frenético torbellino informando que CARLOS había dejado los escenarios de los aplausos sonoros, para recibir una silenciosa ovación de quienes compartimos su amistad y supimos de su talento.




Roberto Maguro
Córdoba
20 de mayo de 2020



Fotos: Archivo de Carmen Gallardo resguardado por Ana Lía Cassina, madre y sobrina Carlos respectivamente.






Caracas 78: Teatro de las Naciones, por Genevieve Rozental, Latin American Theatre Review, Universidad de Kansas, Fall 1978


María Teresa Castillo y Carlos Giménez, presidenta y director
de la IV Sesión Mundial de Teatro de Naciones

"Aprovechando la presencia de excelentes actrices y cantantes, Carlos Giménez compuso un recorrido por la América Latina de las mujeres y de los negros.."






Elegir a Caracas como sede de la IV  Sesión del Teatro de las Naciones, que siempre se realizara en Europa, era un desafío a los venezolanos. Así lo interpretó el Presidente de la República, que manifestó un interés que rara vez conceden los jefes de Estado al teatro. Además de presenciar las funciones de apertura y clausura, con las cuales ni los mexicanos ni los españoles le añadieron gloria a la memoria de Valle Inclán con sus montajes convencionales, el Presidente recibió un espectáculo en su residencia.

Aprovechando la presencia de excelentes actrices y cantantes, Carlos Giménez compuso un recorrido por la América Latina de las mujeres y de los negros. Se aplaudieron, entre otras, a la uruguaya Dahd Sfeir que tomó sus riesgos denunciando injusticias y opresiones; a la colombiana Fanny Mickey, de rico temperamento cómico; a la argentina Cipe Lincovsky, capaz de pasar del desparpajo callejero a la frivolidad refinada muy clase alta o a la tragedia. A América Alonso le tocó ilustrar la chispa nacional, mezclada de emoción, con un poema de Aquiles Nazoa, y al Teatro Negro de Barlovento dar testimonio de la vitalidad de la cultura negra en Venezuela. En este período preelectoral, los venezolanos disfrutaron en sus pantallas de televisión del espectáculo integral y del discurso del amo de la Casona a favor de la libertad y del teatro. 

Desafío para Venezuela, también era ese festival un desafío de América Latina a las metrópolis culturales tradicionales. No más que un mes antes se había celebrado en París el primer coloquio universitario dedicado en Francia, quizás en Europa, al teatro latinoamericano—respuesta a Roger Callois que había declarado: "El teatro latinoamericano no existe." En 1978, sí hay que hacerse cargo; existe tal teatro y Caracas se está volviendo su capital, no por abrigar la vanguardia de los movimientos dramáticos, sino por ser lugar de encuentro y de libre palabra. 

Desde 1972, el Teatro de las Naciones ya no es un festival donde cada país presenta los espectáculos que le parecen más aptos para reforzar su prestigio, sino un centro internacional de investigación, de creación, de confrontación y de formación. Para cumplir con tales requisitos—y se ha cumplido con todos—, cuatro equipos, en principio coordinado y  patrocinados por el Instituto Internacional de Teatro, han preparado sus programas. El Festival propiamente dicho con sus 32 grupos, además de los 13 venezolanos, dependía conjuntamente de dos entidades: el CONAC estatal y el Ateneo de Caracas, asociación que organizó los tres festivales anteriores. 

La programación del "Tercer Rostro" reunía espectáculos de investigación, "one man or woman shows," talleres y conferencias de acuerdo con los objetivos de formación integral del teatrista que se ha fijado el CELCIT (Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatrales). Los tres rostros del actor son el suyo, el maquillaje y la máscara. 

Por fin, los Acontecimientos Especiales: grandes coloquios, talleres de larga duración, proyecciones de películas. Estos estaban a cargo de un reducido equipo reunido alrededor de Nelly Garzón y Humberto Orsini. Y no hay que olvidar la exposición: El Gran Teatro del Mundo. Se le ofrecía al visitante un recorrido fotográfico, amenizado por algunos trajes del teatro venezolano desde la colonia hasta la última temporada, las máscaras de Donato Sartori, heredero de la tradición de la Commedia dell'Arte, las marionetas de encajes de cuero del teatro griego de sombras, una muestra dedicada a Brecht, con maquetas de escenografía, trajes, carteles, etc., una mediocre colección fotográfica del teatro húngaro y una presentación de Valle Inclán, clara, bien compuesta y dispuesta por Ricard Salvat.

Como todo festival maduro, ha tenido éste su manifestación "off," ilustración de los descontentos de ciertos venezolanos de que se invirtiera un dineral en un evento internacional, cuando se dejaban sin solucionar las dificultades locales y una escuela de actuación sin equipar. Reuniendo grupos aficionados y de teatro en la calle, resultó muy diferente de las muestras "off" que se suelen improvisar en Europa a base de iniciativas y riesgos financieros de cada grupo. Se verificó en una sala normalmente equipada, de manera coordenada y, según parece, con cierto apoyo oficial.

El Festival tuvo sus estrellas y sus descubrimientos, pero ninguna revelación mayor y ninguna tendencia dominante. En cuanto a los experimentos, nada nuevo. Parece que la vanguardia está en la resaca, buscando en todas partes nueva ola. Han triunfado los polacos del grupo Cricot II dirigidos por Tadeusz Kantor con La clase muerta, una obra fascinante sobre la niñez, el envejecimiento y la muerte, creada a base de imágenes tan conmovedoras como sencillas, que han impresionado ya a muchos públicos en el mundo.

Otros grupos ya aplaudidos en varios países, como el Khathakali de la India meridional, el Bread and Puppet con Juana de Arco, La Mamma de Nueva York con El arquitecto y el emperador de Asiría de Arrabal, bien montado por Tom O'Horgan con los excepcionales actores que requiere este texto, y Ubu rey, dirigido por Peter Brook, tuvieron merecido éxito.

El público derrumbó puertas y barreras, invadiendo hasta los escenarios, sentándose en el suelo o quedando de pie durante horas. ¡Era más útil saber repartir codazos y patadas que tener boleto! Desgraciadamente, este simpático entusiasmo desapareció al finalizar el acontecimiento, y pocos días después del  Festival, se podían ver en salas medio vacías algunos de los mismos espectáculos contratados por la empresaria Conchita Obach.

Uno de éstos, Flowers, del grupo inglés de Lindsay Kemp, impresionó por su perfección profesional. Inspirado por Nuestra Señora de las Flores de Genet, este baile o pantomima, ya que no pronuncian una palabra los actores, se resiste como el libro a toda clasificación. Es un armonioso rompecabezas cuyas piezas pertenecen a todos los géneros, a todos los estilos de dirección teatral, mezclando lo comercial o lo trivial con lo más refinado. El mismo L. Kemp interpreta a Divina. Cuando no baila con frenesí, su actuación es de calculada lentitud. El menor parpadeo suyo es significativo. Hace pensar en los actores del No, capaces de parecer más femeninos que la mujer más coqueta.

 La parte folklórica del Festival les correspondió a los músicos africanos de Mali y Niger, ya que Amin Dada no permitió salir a los de Uganda. También se aplaudió a los miembros de una tribu de la selva oriental del Ecuador, algo desconcertados ante un público internacional, y sobre todo a la prodigiosa Diablada de Oruro. Hay que imaginar a más de 200 hombres, bailando en las calles de una capital moderna, con sus faldas o sus capas de raso, ribeteadas de oro y sus grandes máscaras cornudas, de ojos saltones y vivos colores. En Oruro, la procesión satánica acaba inclinándose a los pies de la Virgen del Socavón, protectora de los mineros. En Caracas, terminó de modo inesperado: un avión militar vino de Bolivia a recoger a los diablos a toda prisa. El día siguiente, se verificaban allá las elecciones y nadie podía saber entonces que 220 votos más o menos no iban a tener la menor importancia.

Se relaciona con el folklore la representación del Güegüense, única comedia en idioma náhuatl que nos ha llegado del siglo XVI. Ricamente ataviados con mantos y tocados de plumas, pectorales y brazaletes de tobillos y muñecas, unos campesinos nicaragüenses dieron el espectáculo simbólico y grave del encuentro con sus raíces, su identidad y su dignidad. Desgraciadamente, resultó bastante monótono, ya que por respeto fiel a un texto lleno de reiteraciones no se ha sacado todo el partido posible teniendo en cuenta el público contemporáneo.

Para quienes ignoran la labor ininterrumpida del ICTUS en Santiago de Chile desde hace 22 años, ¿Cuántos años tiene un día? fue la sorpresa latinoamericana del Festival. Se trata de una creación colectiva sobre la situación actual de los creadores y la tentación del exilio voluntario. Parece ser exactamente el espectáculo catártico que necesitan hoy los chilenos: un planteo claro de la vida que llevan; la ocasión de desafiar colectivamente a las autoridades y de compartir tan sólo para dos horas cierto riesgo; una respuesta a los que sueñan en irse—"Un hombre sin raíces es como un país sin historia"; y para los que ni sueñan, el consuelo de sentirse heroicos—"Por muy poco que se pueda hacer, hay que hacerlo, porque nadie lo va a hacer por ti." Además de ser conmovedora y de gran valentía, la obra rezuma este humor propio de los pueblos oprimidos que tratan de conjurar miedos y sufrimientos por la risa.  En una planta de televisión, un equipo trata de grabar una imposible emisión. A cada rato, surgen problemas de censura, trabas administrativas y amenazas sobre los periodistas. Uno de ellos, que regresa de Europa, para donde salió hace años a hacer carrera, echa sobre este mundo la mirada ingenua del que aterriza al planeta del miedo.

Los medios técnicos se ven usados de modo discreto, al servicio del drama. Nos proyectan los video tapes filmados por los reporteros del canal: encuestas anodinas en el hipódromo, el mercado, y el aeropuerto, que nos demuestran cómo todo de repente se vuelve "subversivo." Los actores interpretan sus papeles con total identificación; están haciendo su sicodrama, noche tras noche, desde seis meses en Santiago. ¡Ojalá les dejen seguir haciéndolo!

En el coloquio que se dedicó al tema, la creación colectiva resultó ser forma privilegiada del teatro revolucionario: la que, en teoría por lo menos, desmorona las jerarquías así como la división de trabajo y estatuto entre creadores e intérpretes; la que no necesita los circuitos capitalistas de producción; la que permite asociar a la población a la elaboración de un espectáculo, y, por fin, la que suple la falta de textos populares.

El trabajo del Teatro del Escambray de Cuba ilustra estos principios. Unos teatristas que comparten la vida de una comunidad campesina elaboran sus creaciones colectivas a partir de encuestas y observaciones. Han puesto el teatro al servicio de la Revolución y cuidan la calidad estética en la medida en que es imprescindible para lograr eficacia. No valen nuestros criterios para unas obras que no se nos destinan. Habría que verlas en medio de su público. Por lo menos, hay que imaginarlo y abstraerse del ambiente internacional, sin lo cual incurriremos en los juicios someros de quienes no han visto en Ramona, obra sobre el machismo, sino un melodrama, cuya heroína se salva gracias a la Revolución de un alud de desgracias. Otra valoración superficial fue el entusiasmo de principio de una parte del público por cuanto procedía de Cuba. Algunos lamentaron que no fueran los mismos campesinos que habían proporcionado el material de la obra a los que la interpretaran, subrayando cuánto profesionalismo aparecía en el montaje; paralelismo sugerido por escenas casi simultáneas entre la pelea de gallos y la violación de Ramona; la Revolución sugerida por el derrumbe de la tela que enmarca el área escénica y luego su reconstrucción; el desdoblamiento de Ramona en dos actrices, etc.... Otros, por lo contrario lo tacharon todo de simple, afirmando que esos intelectuales les estaban dando clases elementales a su público, considerándolo incapaz de entender complejidades. ¿Qué concluir de tantas divergencias? Ramona es un espectáculo honesto, cuidadosamente realizado, aunque sin hallazgos escénicos o estéticos deslumbrantes. Plantea con toda claridad el problema del derecho a la autonomía y a la felicidad de una mujer tradicionalmente sacrificada. Será por supuesto buena base de foro para después de las funciones.

Con los mismos planteos políticos, en un país de democracia autoritaria, La Candelaria de Colombia da el ejemplo de un teatro popular sin la menor simplificación, de un teatro pobre pero imaginativo que siempre encuentra los recursos técnicos adecuados: escenografías transformables, vestuario simbólico, cambios a la vista. El grupo ha ido perfeccionando su método a lo largo de cuatro creaciones colectivas y presenta montajes brechtianos en los que cada detalle ha sido analizado y colocado respecto al sentido general y a las relaciones dialécticas de todos los componentes de la obra.

Los 10 días que estremecieron el mundo despertó menos entusiasmo que su realización anterior, Guadalupe, años sin cuenta. Quizás porque la historia soviética aparece lejana de los colombianos a pesar del hallazgo de crear un paralelismo entre Kerensky y el director del grupo teatral. A Santiago García, que además de director sabemos es un gran actor, le toca un papel de payaso que nos salva del aburrimiento, introduciendo en tanto raciocinio histórico, la dimensión del humor, del hombre que sufre y ríe de sí mismo.

La falla de las mejores creaciones colectivas, hasta el momento, radica en eso que, hablando un discurso homologado, casi no se dirigen al subconsciente o a la imaginación del espectador. No dicen más de lo que se ha querido obviamente significar.

O por el otro lado, los que se dedican a sugerir producen retoños de la vanguardia de los años 60, como esos Funerales de la Mamá Grande presentados por unos latinoamericanos radicados en Holanda. Pretenden oponer el poder abstracto que deshumaniza y aprisiona a los ciudadanos con el poder personal de la Mamá Grande. El resultado es hora y media de desplazamientos de actores vestidos de gasolineros nucleares sobre andamiajes en una luz verduzca, con acompañamiento musical tipo Pink Floyd. Gabriel García Márquez es un buen argumento publicitario...

El Teatro Popular de Bogotá, con Nuestra primera independencia, evocación maníquea del rechazo a lametrópoli española, da testimonio de la vigencia del material histórico en los escenarios latinoamericanos. Esta revisión sistemática de la historia para limpiarla de las interpretaciones colonialistas, busca las raíces del presente y lecciones para transformar el futuro. Algunos han empezado a criticarla en el coloquio. Resulta a menudo un planteo intelectual, una justificación o una rehabilitación propia. Enrique Buenaventura, poco sospechoso de favorecer el regreso a la situación colonialista, del olvido de la historia suya, aconsejó a los dramaturgos y grupos que se pusieran a buscar su identidad en el presente, estudiando al hombre latinoamericano de hoy.

El equipo Teatro Payró de Buenos Aires presentó Visita, de Ricardo Monti. Evoca los últimos retoños del teatro del absurdo: ambiente onírico, luz verduzca, mundo podrido que se desmorona. Parece ser una visita en el universo interior del autor. El investigador descubre en una mansión antaño lujosa a unos viejos— ¿sus padres?—tan rancios como tiránicos, esclavizando a su doble: un enano taimado. El tema de la invasión, frecuente en el teatro desde el Cono Sur de Egon Wolíí a Eduardo Pavlovsky, lo trata Monti al revés. El que se introduce en casa ajena, lejos de dominar a los amos de casa, aquí se encuentra como ratón en una trampa. Jaime Kogan ha montado esta pesadilla como máquina de precisión. Los actores comunican en sus extraños gestos la fuerza imparable de una lógica cuya clave nos queda disimulada. Los símbolos de la opresión ejercida por unas momias sobre un joven apasionan al público argentino desde hace meses, sin tener nada que ver con las creaciones colectivas, el teatro popular o el análisis marxista de la historia. Pero sin duda alguna estamos en América Latina.

 Venezuela se hallaba representada por 13 espectáculos; un panorama incompleto ya que faltaban creadores de talento y experiencia, pero abundante para el teatro de las Naciones, que no tiene vocación ni costumbre de presentar amplia muestra del país organizador. La mitad de los grupos eran del interior. Han surgido como de 80 a 100 de estos grupos en los últimos años. Su trabajo es indudablemente positivo y quizás no merezcan el poco interés que les manifiesta la crítica. Pero, hasta el momento, sólo en Caracas se han realizado espectáculos comparables con los que vinieron del mundo entero.

El candidato, versión libre de El Menú de Enrique Buenaventura, es la última producción de Rajatabla, un buen trabajo expresionista en la línea de El señor presidente. Un armazón de andamiajes construye el espacio rectangular y permite colocar a los espectadores en dos niveles superpuestos. El menú narra la preparación y realización de un banquete organizado por damas de la alta sociedad para lanzar a su candidato electoral. Este, mero testaferro, es un pobre diablo enmascarado. Los mendigos, obras sociales de las señoras y beneficiarios de las migajas del banquete, tras humillante ceremonia de limpieza y desinfección, demuestran el engaño socio-político, tomando uno de ellos—el ciego—la máscara y la ropa del candidato. Buenaventura ha reunido aquí a los personajes mitos y símbolos de la sociedad latinoamericana. Con los mendigos a lo Buñuel, con las damas empigorotadas montadas sobre zancos, con los criados o enfermeras al servicio de los poderosos, con la Iniciada, mendiga alucinada a quien se ha transformado en pitonisa popular, y con el candidato fantoche, Rajatabla tenía un material ideal de interpretación. Esta se caracteriza por el distanciamiento, por la precisión del gesto enfatizado y cierto aspecto mecanizado que transforma un poco a los actores en títeres. El próximo montaje de Carlos Giménez será una creación colectiva sobre un caso real de corrupción administrativa.

José Ignacio Cabrujas se dedica a la exploración de esta Venezuela prepetrolera que ha desaparecido mientras se constituía un pueblo de nuevos ricos sin pasado ni raíces. Hoy los hijos que añoran el pasado de sus padres, tratan de encontrar en él los fundamentos de una cultura nacional. Cabrujas, metido en el redescubrimiento de textos costumbristas, acaba de estrenar Yo también soy candidato, un sainete de Guinand, exitoso autor de los años 30.

El título de su propia obra, dirigida por él y producida por el Nuevo Grupo es Acto cultural organizado por la Sociedad Louis Pasteur para el fomento de las Bellas Artes, las Ciencias y las Industrias de San Rafael de Ejido. Empieza como una obra costumbrista que explotara con ironía la ola nostálgica y una variación burlona sobre el tema clásico del teatro en el teatro. Nos presenta a los miembros de una sociedad cultural pueblerina que cultiva las apariencias y finge interesarse por cualquier tema con tal de llenar el vacío de unas vidas fracasadas. Se proponen representar la vida de Cristóbal Colón. Más allá de las actitudes cursi, de la cultura empolvada, de las torpezas de actores aficionados mal preparados, de los chismorreos y del espionaje pueblerinos, más allá de los odios matrimoniales y de todos los ridículos, aparece el desamparo de cada uno. La farsa se hace mueca.

Si este Festival no aportó revelación del resto del mundo, dio a los latinoamericanos la oportunidad de afirmarse. Lo han hecho por la seriedad de su labor teatral, por lo coherente y lo unánime de sus planteos fundamentales. La mayor parte han superado la etapa de las declaraciones vengativas y de los a priori políticos. Se han adentrado en el análisis y la teorización de una práctica continua. 

GENEVIEVE ROZENTAL
París, Francia

Fuente: Latin American Theatre Review


Nota: fotos, subtítulo,  negritas y links son agregados de este blog.









Homilía por Carlos Giménez a un año de su muerte en la Anna Julia Rojas, El Nacional, 26 de marzo de 1994



Organizada por su familia, será oficiada por el padre Rafael Baquedano






Fuente: Ana Lía Cassina, Carmen Gallardo, Mariana Llanos





El Consejo Nacional de Teatro despide a Carlos Giménez, Caracas, 29 de marzo de 1993

"...con su talento y dedicación contribuyó al fortalecimiento del sector teatral, aún más allá de nuestras fronteras..."


Fuente: Ana Lía Cassina, Carmen Gallardo, Mariana Llanos

La Familia Tejera despide a Carlos Giménez, El Universal, Caracas, 29 de marzo de 1993





La familia de José Pepe Tejera, actor y miembro fundador de Rajatabla que había fallecido en noviembre de 1992,  protagonista de El Coronel no tiene quien le escriba, despide a Carlos.




Fuente: Ana Lía Cassina, Mariana Llanos, Carmen Gallardo






El Celcit y el Grupo Actoral 80 despiden a Carlos Giménez, Caracas 29 de marzo de 1993






"Eminente personalidad del teatro iberoamericano, creador total e irremplazable, amigo entrañable."



Fuente: Ana Lía Cassina, Mariana Llanos, Carmen Gallardo





Venezuela y el teatro mundial: IV Sesión del Teatro de las Naciones en Caracas/ Enrique Llovet, El País, 25 de julio de 1978





"...detrás de esta enorme pasión hay algunos nombres que identifican
 a los formidables motores de tanta riqueza cultural: 
María Teresa Castillo, Carlos Giménez ..."





Una ciudad de cuatro millones largos de habitantes, ciudad caldera, capital de un país en ebullición, que hace y deshace a diario montañas, edificios, compañías, bosques, formas de vida, realidades y ensueños, una ciudad sin tiempo para nada y con ansia para todo ha vivido fanáticamente la IV Sesión del Teatro de las Naciones, la más importante reunión teatral del mundo, congregada este año en Venezuela por obra y gracia del coraje, el empeño, la fortaleza económica, la decisión política y la sed cultural de un excelente grupo de animadores teatrales dotados, como todos sus compatriotas, de una capacidad de contagio deslumbradora.

Así, pues, Caracas ha sido, durante quince días, la capital mundial del teatro. Esta «movilidad» es de implantación relativamente reciente. Los vasos cerrados de la organización teatral se comunicaron, por vez primera, en 1857, en París. Inmediatamente el Instituto Internacional del Teatro rogó al Gobierno francés la creación de un Teatro de las Naciones permanente y Julien, Planson y Barrault dirigieron sucesivamente trece años de una fantástica actividad en el teatro Sarah-Bernhardt. No sólo se generó un internacionalismo escénico, sino que la gran circulación creativa familiarizó a todos los interesados por el arte dramático con la personalidad de los grandes actores y con las notables técnicas del Berliner Ensemble, la Opera de Pekín, el Schiller theater, el Old Vic londinense o el Piccolo teatro de Milán.

Algunos directores, como Grotowski, Strehler, Brook o Ronconi, colaboraron al corrimiento de la misión del festival, que pasó de ser un interesante pero académico certamen, a vivificarse como un riguroso centro de investigación y creación teatral. Mayo del 68 por poco acaba con la institución. Pero Jean Louis Barrault la revitalizó orientándola hacia la búsqueda, la formación y el ofrecimiento de novedades. Era inevitable y útil, en tales condiciones, la transformación del festival en una especie de super Universidad escénica itinerante. En 1975 viajó a Polonia. En 1976, a Yugoslavia. En 1977, a Alemania Federal. Este año le ha tocado a Venezuela. Y según algunos osadísimos profetas, en 1980 nos tocaría a los españoles. Pero éste no es el tema de hoy.

Traigo conmigo tres volúmenes en cuarto, seiscientas páginas de cuerpo pequeño y no regleteado, con el texto taquigráfico de los coloquios celebrados. Recibí el último al día siguiente mismo de terminar las conversaciones. Y cito este dato tan formidable como menor para representar con él la enormidad del empeño realizado por los venezolanos. Sin perder la sonrisa, minimizando el esfuerzo, con cordialidad muy sincera y con pasmosa eficacia el festival ha permitido el despliegue de compañías procedentes de veintisiete países. «La organización -dijo casi burlonamente el comité ejecutivo- comienza por un estado de espíritu.» Estado que llevó a los venezolanos a programar, además del trabajo de sus doce grupos nacionales, un increíble panorama de coloquios, talleres, exposiciones, conferencias, seminarios, encuentros, tertulias y foros que sólo es posible enunciar levemente.

Coloquios

Por ejemplo, los coloquios sobre La dramaturgia y la crítica en América Latina, centrados sobre las ideologías, el testimonio histórico, la reflexión estética, la identidad y los posibles valores universales de las posiciones críticas y dramatúrgicas; Las corrientes estéticas y su introducción y aplicación en América Latina, que repasaron las presencias de Stanislavski, Bertold Brecht y Antonin Artaud para llegar hasta el último de los experimentalismos; una Confrontación de teatro del Tercer Mundo, expositiva de los objetivos, métodos de trabajo, experiencias concretas, resultados, problemas sin resolver y demostraciones, tendente a considerar la posible existencia de una estética propia del teatro en el Tercer Mundo y la identificación popular y cultural de tal estética; un análisis técnico de las alternativas que para el espacio teatral se proponen actualmente en todo el mundo.

Por ejemplo, igualmente, un Taller Brecht, teórico- práctico, conducido por Tenscheri, director del Berliner; otro sobre Stanislavski, a cargo de Moniukov, profesor en la escuela de arte de Moscú; un Taller del Tercer Rostro, en que Jacques Lecoq trabajó sobre el movimiento, Peter Schumann sobre la significación y uso de la máscara, Michel Dezoteux y Luis Valdez sobre la creación colectiva, Donato Sartori sobre la comedia del arte. Panayotis Mihoupoulos sobre los teatros griegos de sombras y Sylvain Corthay sobre el teatro investigador.

Exposiciones

Por ejemplo, también, las exposiciones en torno a la historia del teatro venezolano, a Valle Inclán, a Bertold Brecht y a los teatros de sombras de Grecia; el espléndido cielo de teatro filmado y documentales sobre distintas experiencias teatrales; los videos sobre investigaciones en torno a la expresión dramática en la televisión; las discusiones abiertas con las compañías participantes en la sesión; y, para no cansar, por ejemplo, breve ejemplo, los seminarios sobre la técnica del actor en el teatro moderno y la expresividad del cuerpo y de la voz, el método de trabajo del Bread and Puppet, la máscara y su estructura gestual, las técnicas narrativas del teatro popular, el sistema de trabajo en las creaciones colectivas, las relaciones entre teatro y democracia en la España actual, el teatro en la filatelia y los trabajos con Peter Brook, Peter Schuman, Vittorio Gassman, Frederik, Cipe Lincovski.

Esta abrumadora actividad explica el orgullo con que Venezuela acaba de declarar el 28 de junio Día Nacional del Teatro.

Naturalmente, detrás de esta enorme pasión hay algunos nombres que identifican a los formidables motores de tanta riqueza cultural: María Teresa de Otero Silva, Carlos Giménez, José Ramón Novoa, José Ignacio Cabrujas, Luis Molina. Dos de ellos asumieron, además, la dirección escénica de los espectáculos presentados por el Nuevo Grupo y Rajatabla. Cabrujas es autor y director de Acto Cultural, que es una tierna ceremonia en que se refleja el reverencialismo de los inmovilistas históricos. El Candidato es un nuevo y espléndido montaje de Carlos Giménez al frente del grupo Rajatabla, que Madrid verá, según creo, en la próxima temporada. (Carlos Giménez sabe cuándo despertó su vocación teatral: a los diez años, contemplando una representación escolar de la Numancia cervantina.) Y diez grupos más. Y un festival «paralelo» de quienes no tuvieron cabida en la programación oficial. Y los tambores negros de Barlovento. Y una ciudad ajetreada y frenética, orgullosa de su capacidad creadora y de sus arrebatos culturales.

Fuente: El País

Foto: es un agregado de este blog.





Comenzó en Caracas el IV Festival del Teatro de las Naciones, Ángel Luis de La Calle, enviado especial a Caracas, El País, 5 de julio 1978

Dirigido por Carlos Giménez, es la primera vez que se realiza en América


Amplia representación española, con Valle Inclán como protagonista




ÁNGEL LUIS DE LA CALLE
Caracas - El País, España, 5 Julio de 1978 

Después de quince años de existencia circunscrita exclusivamente al continente europeo, el Teatro de las Naciones se ha trasladado a Latinoamérica, como un reconocimiento de la realidad histórica de esta región de mundo y resultado de su renacimiento cultural. La IV Sesión Mundial del Teatro de las Naciones se inauguró ayer oficialmente, en Caracas, aunque las sesiones de trabajo se iniciaron hace ya algunos días. Los organizadores venezolanos han conseguido concentrar en el programa de la sesión la más densa y amplia serie de acontecimientos de toda la historia del Teatro de las Naciones. Es tal la cantidad de coloquios, exposiciones, talleres, exhibiciones musicales y folklóricas, aparte de las representaciones teatrales mismas, que al simplemente espectador o al estudioso se le hace difícil seleccionar las preferencias.


Es precisamente este uno de los aspectos más destacables de la IV Sesión Mundial: tanta importancia se le ha dado a los intercambios de ideas, a los análisis sobre la realidad teatral del momento, como a las escenificaciones de obras. El festival deja de ser, así, una simple concatenación de estrenos o reposiciones para convertirse en un auténtico foro de singular importancia.

Toda la programación se ha elaborado en base a un lema fundamental: «El teatro en su contexto histórico.» Los coloquios, uno de los tres grandes pilares de la IV Sesión, miran decididamente hacia Latinoamérica, como lo demuestran los enunciados de los temas: La dramaturgia y la crítica en América Latina, Las corrientes estéticas y su introducción y aplicación en América Latina, Confrontación de teatro del Tercer Mundo y El espacio teatral.

En el primero de estos grupos, los ponentes han tratado de situar la identidad del teatro latinoamericano y su proyección histórica. El segundo analiza la influencia en este continente de tres grandes renovadores de la escena moderna: Stanislaviski, Brecht y Artaud, en el tercero de los coloquios se planteará el amplísimo tema del teatro popular a través de la creación colectiva.

Otra de las significativas actividades paralelas es la exposición «Gran Teatro del Mundo», que recoge en fotografías, cuadros, carteles, vestuarios, reproducciones escenográficas y espectáculos audiovisuales la evolución de la expresión teatral en el último siglo, con una especial referencia a la escena venezolana. En esta exposición se presenta, además, una parte específica dedicada al autor español Valle Inclán, a cuya Figura dedica la IV Sesión del Teatro de las Naciones un homenaje especial.

Uno de los foros que más expectación ha despertado es el que se dedicará al tema Teatro y democracia en la España actual, en el que van a participar Antonio Buero, Enrique Llovet, Eduardo Haro, José Campos-Borrero, Manuel Collado, Rafael Pérez Sierra, Ricardo Salvat y Juan-A. Hormigón.

La parte escénica de la IV Sesión no es menos densa que las actividades paralelas. Los organizadores han preferido, en este sentido, cargar las tintas sobre la significación de los grupos teatrales más que sobre las obras mismas. Cuarenta y cinco de estos grupos representan a los treinta países presentes en el festival. La participación venezolana es la más nutrida: nada menos que trece conjuntos. Hay representaciones tan atractivas como las de Mali, Nigeria, Irán e India.

La presencia del grupo estadounidense Bread and Puppet, que representará Juana de Arco, es otra de las vedettes anticipadas de la IV Sesión. Otro grupo norteamericano, La Mama, pondrá en escena una obra de Fernando Arrabal, El arquitecto y el emperador de Asiria.


La representación escénica española ha quedado a cargo de la compañía de María José Goyanes, con dos obras de Valle Inclán, La hija del capitán y Las galas del difunto. México ha elegido otra obra de Valle, Luces de bohemia, para su presencia en la sesión, con José Tamayo como director de la Compañía Nacional Mexicana.

Un miembro del comité que visitó España para ponerse en contacto con las distintas compañías teatrales españolas había invitado a la de Nuria Espert para que ésta representara en Caracas la versión de Fedra, realizada por Salvador Espríu, aunque en el programa oficial no figura esta compañía, sin que, por el momento, se hayan dado razones para ello.

 05 de julio de 1978.

Fuente texto : El País
Fuente Primer subtítulo y foto: este blog





Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...