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Inventar para la felicidad del ser humano, por María Teresa Castillo, fundadora del Festival Internacional de Teatro de Caracas, discurso del V FITC 1981/Fragmento del libro "María Teresa Castillo-Carlos Giménez-FITC 1973-1992" (2023)

 


 

El Ateneo de Caracas, de manera irregular, pero constante,

ha recibido el apoyo de los gobiernos democráticos.

Ellos han entendido nuestra irreversible

vocación de independencia.  

Nada se nos ha impuesto jamás.

El Ateneo es y debe seguir siendo 

signo de independencia política, de libertad cultural, 

de generosidad humana.

 

 

©Rolando Peña-Karla Gómez

 

Venezuela pertenece todavía al contexto de aquellos países en los que proyectar una empresa cultural es algo fácil. Nuestra capacidad de entusiasmo sigue intacta y no es tarea imposible reunir un grupo que formule ideas novedosas y que se lance a la realización de las mismas. Lo difícil es el desarrollo y la permanencia en desarrollo.

Lo difícil es destruir la rutina sin matar la idea. Es no perder la capacidad de asombro en el desarrollo de la misma idea. En resumen, es difícil la ejecución de un proyecto a largo plazo. Pareciera que superadas las primeras etapas, el impulso desaparece y el oscuro fantasma de la rutina se apodera de los protagonistas. La empresa cultural se debilita, sus padres iniciales se ausentan sin dejar sustitutos y el proyecto languidece. Se enfrenta una entonces a dos terribles perspectivas: la desaparición física y espiritual del proyecto o su supervivencia estática. Es decir la existencia física sin el desarrollo espiritual. Instituciones con vida vegetativa. Existen sin ser, la comunidad las ignora y son sólo el reflejo de esas mismas inconstancias en la vida cultural de nuestros pueblos, que ellas intentaron modificar. Por eso mismo, es tan esencial, tan significativo, asistir sin indiferencia a la supervivencia activa de empresas culturales que, integradas a la comunidad han logrado vencer la rutina, escaparse del contagioso entusiasmo inicial y radical, su trabajo en el descubrimiento diario, en la relación estrecha del país y la empresa cultural.

Que la Cinemateca Nacional cumpla 15 años, que el Nuevo Grupo arribe a sus 12, que el Museo de Arte Contemporáneo y la Galería de Arte Nacional marchen con paso seguro hacia el desarrollo de sus metas, que Rajatabla entre vital a su segunda década, que Danzas Venezuela y la Orquesta Sinfónica Nacional se sitúen a la vanguardia de estos logros, no son hechos aislados ni casuales. Algo ha pasado en el país que debe ser motivo de reflexión.

Educación, arte y cultura son hechos políticos. Cada uno de ellos constituye un estamento singular e imprescindible en la vida social de los pueblos. Sin educación, la base prioritaria de cualquier proyecto político, un pueblo no encuentra su lugar en el presente y extravía su futuro. Educación significa integración crítica con individuos preparados para la  participación activa, conscientes de sus deberes y derechos. Educación para el conocimiento de lo venezolano y de lo universal.

La cultura es el acceso del ser humano al disfrute del pensamiento. Un ser humano participa y accede a la cultura cuando es capaz. Sensiblemente capaz de disfrutar con alegría el hecho creador. El verdadero ejercicio de la educación y de la cultura constituyen la manifestación más vital del espíritu democrático de un sistema político.  Casi diríamos que ideológicamente deberíamos imaginar un sinónimo que integrara estos tres conceptos: educación, cultura y democracia. Sin las dos primeras la tercera sería siempre una utopía.

El arte, ese complejo nivel de la creación humana, es por sí misma condición inquieta y fascinante. No busquemos en él una acción didáctica primaria. Su misión consiste en explorar el espíritu provocando reacciones que originen un enriquecimiento del individuo. En este aspecto, el Arte buscará siempre la revolución del cuerpo social, su transformación y la elevación de la condición humana.

Educación, Arte y Cultura, aspectos determinantes en la edificación de un país. Venezuela asiste hoy al desafío de centrarse con rigor en la construcción de su futuro. Por ello, que al convocarles al acto con que damos comienzo a la celebración del Cincuentenario del Ateneo de Caracas, hemos creído oportuno  reflexionar sobre estos temas que constituyeron la razón de su fundación, de su existencia presente y futuro. Cada uno de ustedes y la comunidad en general, conocen la trayectoria del Ateneo de Caracas. Sería inútil hacer un inventario de lo hecho. Nuestra labor es parte de la historia contemporánea de Venezuela, y sólo esperamos que a la hora del balance las generaciones futuras la juzguen con benevolencia. Nos ha tocado vivir una época violenta, de transiciones fuertes, desordenada e incontenible. El Ateneo de Caracas nace en la última década de una dictadura feroz, y crece y se desarrolla con una democracia. Con ella ha vivido las contradicciones del proceso. Con ella requiere reflexionar, asentar el pensamiento y lanzarse  de lleno a la continuación de la tarea.




Cumplir 50 años ya no es simplemente un acto de fe. Es un serio y grave compromiso con el país. En este medio siglo hemos abierto puertas por las que han surgido hombres y mujeres, pensamientos y obras. Es imposible retroceder. En la pedagogía, en la difusión y el arte de crear hemos generado compromisos hacia el futuro. Una institución que como el Ateneo de Caracas se afirma, crece y trasciende por el apoyo incondicional de los artistas de todas las disciplinas y tendencias, que recibe el respeto y la ayuda de los gobiernos democráticos sin excepción, que se relaciona con todas las ideologías que propugnan desde distintos ángulos el proceso y la felicidad de Venezuela, no puede cumplir medio siglo de vida limitándose a realizar una simple evaluación de datos y cifras: nuestro compromiso y nuestra inquietud es por mañana. El principal motivo de nuestra reflexión. ¿Hemos contribuido lo suficiente a este difícil proceso de desarrollo nacional? ¿Hemos integrado con los demás organismos educacionales, culturales y artísticos una reserva moral que rescate los valores de la identidad venezolana? ¿Cuál es nuestra posición frente a este evidente crisis del “espíritu” que azota al mundo y la cual se evidencia a distintos niveles de la vida nacional?

Estamos a punto de inaugurar un formidable complejo que servirá de sede a las actividades diversas del Ateneo de Caracas. Desde allí estaremos en condiciones de proyectar con mayor audacia y dinamismo esta experiencia singular que es el fruto del esfuerzo mancomunada de la iniciativa privada y el apoyo del estado. Y es ahora, en estos momentos, en que aparentemente deberíamos sentirnos tranquilos, casi a punto de lograr una de nuestras más caras ambiciones, cuando la inquietud crece. Ahora, más que nunca, el Arte y la Cultura deben ser vigilantes guardianes de su propia independencia. Independencia para contribuir sin ningún dogmatismo a los esfuerzos de todos los sectores que integran la comunidad a la que nos debemos. Burocratizar la cultura es matarla. Brindarle comodidades materiales sin acentuar su urgencia de experimentación, su curiosidad, su asombro, es negar su esencia.

Por ello, al cumplir cincuenta años el Ateneo de Caracas, quiero dirigirme especialmente a tres sectores de la vida nacional. Quiero  hacerlo desde la autoridad moral que sólo nos otorga nuestro amor por Venezuela. No existe ninguna calificación especial que nos distinga, sólo hemos intentado servir, con un sentimiento de audacia que es parte de nuestra integridad venezolana. Porque a veces es audaz creer en una misma y ver crecer por el trabajo, la alegría y el dolor de artistas y hombres y mujeres de la cultura, una empresa que se sobrevive a sí misma, que se modifica y que sólo tiene una pasión: el país.

Quiero, en primer lugar, dirigirme a los artistas y los hombres y mujeres de la cultura: ellos  y ellas han hecho el Ateneo de Caracas cada día, cada uno de estos 50 años tiene nombre, rostros, gestos, obras, palabras. Son los venezolanos que desde distintas disciplinas y posiciones han dado lo mejor de sí mismos para esta aventura. Nada han perdido en cambio. Y poco se le ha dado. La Plástica, el Teatro, el Cine, la Literatura, la Infancia, la Juventud, la Música, han sido parte de este torbellino que buscaba su sitio en el país. El Ateneo de Caracas no existe sin ellos. El Ateneo de Caracas es el fruto de la maravilla y el talento de esos hombres y mujeres que adivinan el mañana. A ellos quiero decirles que no deben jamás renunciar a este derecho de patrimonio que deben ejercer sobre el Ateneo de Caracas.  La singularidad de nuestra institución la hace única en América. El Estado la sostiene en gran parte, la respalda y la respeta; los particulares la administran, la programan y la insertan en la vida nacional. Ahora que nuestras posibilidades físicas y económicas salen paulatinamente de una etapa de angustias e incertidumbre, ellos deben más que nunca ejercer su vigilancia crítica sobre el destino del Ateneo de Caracas.  En la medida que así lo hagan, la institución seguirá siendo la tribuna abierta a la libertad del pensamiento, a la libertad del hecho creador.

Al Estado venezolano quiero agradecerle su visión de futuro. El Ateneo de Caracas, de manera irregular, pero constante, ha recibido el apoyo de los gobiernos democráticos. Ellos han entendido nuestra irreversible vocación de independencia.  Nada se nos ha impuesto jamás. Y cuando alguien desubicado del país, de la estructura democrática venezolana, cegado por pequeñas pasiones, sin entender la causa común de la cultura, ha intentado negarnos esta conquista, el Ateneo de Caracas, apoyado por artistas, por la opinión pública, y lo que es más significativo, por los más altos estamentos del poder institucional, ha hecho valer su derecho. Ateneo es y debe seguir siendo signo de independencia política, de libertad cultural, de generosidad humana.

Al Estado venezolano quiero pedirle que jamás traicione estos principios. Porque aquellos modestos individuos que tenemos alguna responsabilidad en la vida de la comunidad, cumplimos nuestro proceso biológico y sólo queda la contribución que hayamos hecho a la causa de la cultural. Que siga siendo generoso cada vez más. Entendiendo la generosidad como un acto honesto de responsabilidad permitiendo que el Ateneo de Caracas e iniciativas similares florezcan, sin presiones, sin retaliaciones y que se ahonde la idea de la cultura como un acto civil, sin patrones ni dueños, patrimonio del hombre y la mujer venezolana.

Quiero pedirle que no renuncie jamás a la responsabilidad prioritaria y mayor que le compete en la educación de nuestro pueblo, en la difusión de su cultura y la protección de sus artistas. Que luchen y trabajen nuestros dirigentes políticos por dinamizar nuestra institución cultural; desburocratizar la administración y la promoción del arte y la cultura, la eliminación de los enormes aparatos en beneficio de la acción dinámica del promotor y del artista. Que nuestra clase dirigente se acerque a la cultura y conozca sus protagonistas, nuestras salas de conciertos y nuestras galerías de arte, nuestros conciertos y centros de instrucción serán motivos de preocupación constante para el político venezolano. Así se conocerá con inteligencia y verdad la identidad del pueblo. Estímulos como el recién aprobado convenio Conac-Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro debe terminar en una ley que apruebe el Fondo Nacional del Teatro, y la Ley de Cine, y la de Artes Plásticas, y la de Previsión Social del Artista, etc.; y entonces el país sabrá que el ejercicio de la democracia es una responsabilidad permanente y un riesgo a defender en la mancomunada participación de todos.

Otra parte fundamental de mi pensamiento está dirigida al hombre y a la mujer de mi pueblo. A este ciudadano venezolano y universal que, inagotable de paciencia y de fe, sigue el derrotero histórico de su nación. Enfrentando al manotazo de la corrupción, la voracidad consumista, el desorden institucionalizado, sigue afirmando su antigua vocación de futuro.  Es honda la capacidad de ternura de esta raza en la que confluyen todas. Es una ternura que nos hace particularmente sociales; nuestro humor corrosivo es un sentimiento crítico con el que enfrentamos una realidad que ambicionamos diferente.

Es con este venezolano con quien el Ateneo de Caracas tiene su deuda mayor. Es allí donde nuestras expectativas se han quedado cortas. Y aunque no nos competa por entero la misión, hubiéramos querido contribuir más a la transformación de su presente. En los barrios marginales de las grandes ciudades, en los pueblos abandonados del interior, hacia los cuatro puntos cardinales del país hay venezolanos que esperan su participación en los disfrutes de una nación inmensamente rica. Allí está intacta una reserva creadora inagotable: voces y manos artistas, pensamientos que intentan traducirse en obras, imaginación y sensibilidad que es herencia irrenunciable. Un mundo anónimo que exige luz.




Es mi deseo ferviente y único pedido a quienes dirijan en el futuro los destinos de nuestra institución, no descuidar nunca la relación del Ateneo de Caracas con su pueblo.  Que nuestras puertas sigan abiertas a todos los venezolanos que, sin distinción de origen ni de condición, necesitan expresar sus inquietudes.

Ello sólo será factible si el Ateneo de Caracas no renuncia a sus características principales, una vida dinámica y una perseverancia crítica. Vivir integrados al país, a su esencia, a su identidad. 

Perseverar enjuiciando de manera constructiva nuestra propia existencia y el desarrollo social, político, cultural y económico del país. Como casa de la cultura nada venezolano, nada universal nos es ajeno. Por ello hemos mantenido maravillosas relaciones con la universidad, a la que respetamos y queremos como el alma mater del pensamiento vivo de la Nación. Por ello deseamos el progreso y la expansión de los Ateneos de provincia como parte de una autonomía social de la cultura, y a los cuales trataremos de integrar nuevamente en una Federación más activa y fecunda: por ello nos interesa y nos preocupa la relación con la Confederación de Trabajadores de Venezuela y los Sindicatos; mucha tarea nos aguarda en este campo para lograr hacer de la cultura un hecho activo en la vida de nuestros trabajadores. Por ello nos inquieta la infancia, la orientación artística temprana en los centros naturales de educación, los espectáculos y la literatura que se acerquen con verdad al mundo de la  niña y el niño venezolano. Por ello reclamamos de la televisión y de los medios de comunicación privados su cuota de responsabilidad en esta tarea de respeto a la inteligencia ciudadana. Por ello no cesaremos en nuestra preocupación para que la televisión y la radio del Estado se ubiquen como corresponde a la vanguardia de calidad de programación, audacia de difusión, objetividad de información y participación de todos los sectores de la vida nacional.

Debo confesar, sin falsa modestia, que tengo una esperanza profundamente ateneísta. Nuestra institución ha visto crecer lo que cariñosamente llamamos nuestros hijos e hijas. Son, en alguna medida, departamentos autónomos, que han llegado a generar una vida propia. La Biblioteca Pública Ateneo de Caracas, Rajatabla, el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, el Taller de Creatividad Infantil, la Editorial Ateneo de Caracas, han proyectado la   vida ateneísta dentro y fuera del país.

Cada una de ellas, nutrida en la experiencia, el cariño y el apoyo del Ateneo de Caracas, han realizado y realizarán su camino. Unos consolidados en su propia labor, otros luchando por abrirse sitio en esta difícil tarea de inventar cada día la manera de seguir al día siguiente. Gracias a ellos el nombre del Ateneo de Caracas ha estado presente en grandes eventos mundiales y en los más alejados rincones de la geografía venezolana. No ha habido privilegios que no hayan sabido ganarse. Tal vez allí descanse el secreto de sus éxitos. En la era del facilismo, de la oportunidad barata, de la fama trasnochada, supieron elegir la alternativa más difícil. Hay en ellos una garantía de futuro.

Por otra parte, en este año de grandes proyectos, el Ateneo de Caracas ha tomado la firme determinación de configurar una Asamblea de Socios acorde con los objetivos planteados.

Pensamos que es necesario desarrollar la participación activa de los miles de amigos, amigas y personalidades cercanas a la institución a través de este sistema, presente en los estatutos originales de 1931. En ese sentido, hemos empezado activamente el laborioso trabajo de contactar e inscribir debidamente la lista de personajes presentados a la junta directiva.

Finalmente, quisiera terminar mis palabras saludando a aquellos que sin haber nacido en esta tierra de todos, han sabido contribuir a engrandecerla. El Ateneo de Caracas ha querido ser refugio de los que sufren la diáspora y el exilio. Contra el enemigo del ser humano seremos enemigos implacables. Pero también hemos tenido la mano tendida para el que llegó no huyendo, sino buscando un sitio donde inventar su mundo. Esta ha sido su casa. Porque desde el origen de la Patria, Venezuela ha renegado del chauvinismo inútil y de la xenofobia estéril.

Inventar para la felicidad del ser humano. Esa ha sido nuestra aspiración en estas primeras cincuenta primaveras del Ateneo de Caracas.  Se cumplirán muchas más y la aspiración será siempre la misma. Porque el nuestro es el deseo defensivo de la especie; su lucha permanente por hacer del conocimiento algo útil para la prolongación de la misma. En los albores del siglo XXI, con el ser humano al alcance de su primera escalada cósmica, recluirse en nuestra pequeña tarea parece absurdo, pero no es inútil. Allí donde está vivo el pensamiento seguirá vivo el riesgo, pero también la esperanza. Vale la pena asumir el primero y conquistar la segunda. Es una tarea de cada día. Es la que hoy con amor por Venezuela hemos venido a ratificar con todos ustedes, nuestras amigas y amigos más queridos. Muchas gracias.

 

MARÍA TERESA CASTILLO

María Teresa Castillo es considerada la Madre de la Cultura de Venezuela de la segunda mitad del siglo XX, por el apoyo incondicional que le brindó a centenares de artistas de todas las disciplinas de todo el país, sin distinción de raza, sexo, condición social, orientación sexual, nacionalidad.

En los años ’70 le dio apoyo y trabajo a cientos de artistas de todo el continente que llegaban a Venezuela huyendo de las dictaduras de sus países.

Fue una gran defensora de los derechos humanos y de todas las Artes.  Su trabajo y sus opiniones fueron valoradas por artistas e intelectuales de todo el mundo. Recibió las más altas distinciones nacionales e internacionales por su labor de promoción de la cultura y las artes en Venezuela. En 1990 Carlos Giménez crea, junto con la Encyclopaedia Britannica de Venezuela,  el Premio María Teresa Castillo  a las manifestaciones artísticas y culturales de Venezuela.

Además de ser la  fundadora  y presidenta del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC) en 1973 (junto a Carlos Giménez)   y presidenta del Ateneo de Caracas desde 1958, fue periodista, activista contra las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez, activista por los derechos de la mujeres; creadora y/o presidenta de la Agrupación Cultural Femenina, la Asociación Venezolana de Mujeres, la Federación de Ateneos de Venezuela, Rajatabla, Celcit, entre muchas otras instituciones.

María Teresa participó en el Primer Congreso de Mujeres celebrado en Venezuela e integró diferentes organizaciones venezolanas e internacionales dedicadas a la paz y a la defensa de los derechos humanos.

Nació el 15 de octubre de 1908 en Cúa, estado Miranda, en una hacienda familiar dedicada a la producción de café. A los dos años murió su padre y junto a madre y hermana se trasladó a Caracas, en donde la situación económica familiar desmejoró.

En 1934 por su oposición al dictador Juan Vicente Gómez se exilia en Nueva York, donde trabaja como costurera en una fábrica. Regresa unos meses antes de la muerte del dictador. Unos meses después  es encarcelada por distribuir propaganda revolucionaria y pasó un año detenida en la Jefatura Civil de La Pastora.

Aunque no pudo hacer la escuela secundaria, fue aceptada por su gran inteligencia en la Escuela de Periodismo en 1946, siendo una de las primeras mujeres periodistas y trabajó muchos años en el  periódico caraqueño Ultimas Noticias.

En 1946 contrajo matrimonio con el escritor y periodista Miguel Otero Silva, amigo suyo desde 1928, cofundador del periódico caraqueño El Nacional, con quien tuvo un hijo, Miguel Henrique, y una hija,  Mariana Otero Castillo.

Presidió el Comité de Solidaridad con Nicaragua, fue vicepresidenta de Fundanalítica, integró el Comité Internacional para el Premio Mundial de la Cultura de la Unesco entre 1987 y 1988, fue miembro del Comité Asesor para la Celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, de la Asociación Venezolana de Periodistas (1988-1989) y vicepresidenta del Comité Venezolano por los Derechos Humanos (1988-1990).

En 1989 fue electa diputada del Congreso de la República y se convirtió en la primera presidenta de la Comisión Permanente de Cultura de la Cámara de Diputados hasta 1992, e integró la Comisión de Desarrollo Regional de la Cámara de Diputados hasta la finalización de su mandato en 1994. Fue luego miembro del Consejo Directivo de la Fundación Teresa Carreño hasta 1992, del Consejo Nacional de Teatro y del Consejo Directivo del Museo de Bellas Artes. También fue pilar fundamental en la constitución de Amnistía Internacional en Venezuela en 1978.

Entre las múltiples condecoraciones que recibió están el doctorado honoris causa de la Universidad Nacional Abierta (UNA), las medallas Francisco de Miranda y Andrés Bello en primera clase y la Luisa Cáceres de Arismendi en su única clase, además del Honor al Mérito Teresa Carreño. En España le otorgaron la Orden Lazo Isabel La Católica y en Cuba la medalla Alejo Carpentier; así como la de Educación en Chile. El Ministerio de la Cultura y de la Comunicación de Francia le confirió la Orden de las Artes y de las Letras.

 

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MARÍA TERESA-CARLOS-FITC 



 

 

Las sucesivas vidas de María Teresa Castillo: una entrañable líder cultural, por Elisa Lerner, Caracas, 24 de octubre de 2023

 


©Efrén Hernández

María Teresa por Guayasamín

©Rolando Peña-Karla Gómez


La muerte del General Gómez que había gobernado al país con mano de hierro e, inclemente crueldad a sus opositores, a un país que, mayormente, no tenía conciencia de la abrumadora riqueza petrolera que atesoraban los hondos sótanos de la tierra, permitió  a los venezolanos respirar con más afabilidad. Ya no se castigaba, por ejemplo, porque hubiera algún periódico con humor.  Y, hubo otro milagro, entre un pueblo pobre que apenas cubría sus pies con unas toscas alpargatas, negras, la aparición en la vida pública de jóvenes mujeres admirables que, casi en un santiamén, con su pujanza, su inteligente entusiasmo, quisieron lavar de sufrimientos y de ignorancias el rostro, recientemente, tan ofendido y humillado del país. En gran parte, comenzaron a lograrlo.  Una de ellas, María Luisa Escobar, compositora de canciones preciosas, hacia 1.932, todavía el General Gómez bien despierto en medio de su zoológico de Maracay, se había atrevido a fundar el Ateneo de Caracas donde se reunían escritores, poetas para tertulias de fuste. Y, acaso, un murmullo en el corazón contra una tiranía que llevaba muchos años.  Ante ese estado de cosas, María Teresa Castillo, una joven venezolana, de muy abierto talante, comenzó a interesarse en la política y, desde temprano, supo admirar como verdaderas las ficciones de los escritores.

María Teresa era una chica guapa, de ojos grandes y expresivos. Fue mujer regalada por dones. Siempre firme, sin titubeos,  para lo que se propuso. Hubo en ella, una virtud que la hizo fluida y convincente para la comunicación con los otros.  Tenía lo que los venezolanos llamamos “labia”. En un tiempo donde las mujeres solo secreteaban dentro de la casa, acaso María Teresa al escuchar la discusión de los hombres en torno a política, conversar sobre libros, supo ganarse un propio discurso, una voz protegida de un tono familiar y cercano. Lo desplegaría en el momento oportuno. Le sería de utilidad. Ese acento estaba iluminado por una sonrisa amistosa.  Además, a su labia, a su buen hacer en la conversación la acompañó, pese a una innata seguridad en sí misma, la simpatía y, el pragmatismo. Nunca se fue por las ramas. Fue cálida y, al unísono, lacónica. Siendo de buena presencia, un revés sentimental la hizo viajar, un rasgo de la valentía que fue una de sus razones de ser, a marcharse a Nueva York. No fue en balde. Aprendió a ser costurera.  De regreso al país, estuvo detenida un año en una jefatura civil.  Naturalmente, por razones ideológicas.  Para ella, en ese entonces, sus amigos de la izquierda fueron una Academia.  Tampoco en balde. Al fundarse el tabloide “Últimas noticias”, una lección de periodismo en sus años inaugurales, es una de las primeras mujeres que sale a la calle porque es reportera. En “Últimas noticias” conoce a una Ida Gramcko muy jovencita, bella, iniciándose en el periodismo y entrevista a Margot Benacerraf, cuando aún faltan muchos años para que filme “Araya”.  En el popular tabloide conoce a fondo las tripas del diarismo.  No solo eso.  Con su amiga Anita Massanet funda para “Radio Continente” el primer programa radial a cargo de mujeres.  Ahí María Teresa pone a prueba, un espíritu para la empresa y, la vocación para llegarle a la gente.   A veces va al Bar Windsor, de Los Caobos, la búsqueda de Miguel Otero Silva, quien entre chanzas y tragos con los amigos, recoge material e inspiración que, de seguro, le servirán para llenar columnas del próximo ejemplar de “El morrocoy azul”, exitosísimo semanario humorístico de ese tiempo.  El amor, el gran afecto surgido entre María Teresa y Miguel, acaso, no es una novedad. Ambos son de la misma generación, han sido impertérritos antigomecistas, son de un momento en que la ideología es primordial, los dos guapos. Sin embargo, los años treinta, tan movidos, tan azarosos, no les había dado ocasión para el intervalo del amor.  Siendo “El Nacional”, una felicísima realidad, no tardan en casarse. El matrimonio tiene lugar hacia 1.948 en el apartamento primoroso de dos destacadísimos periodistas de “El Nacional”, Ida Gramcko y José D. Benavides.  María Teresa, la andariega reportera, una dinámica mujer que no conoce treguas se toma diez años de vida casera, para la crianza de sus dos hijos, Miguel Henrique y Mariana.  Eso no quiere decir que María Teresa se haya despedido del arte. Hacia 1.952, a la salida de una función privada de  “Antoine et Antoinette”, encantadora película de Jacques Becker, oigo a María Teresa discutiendo vivamente sobre la película con la escritora Antonia Palacios, su amiga del alma, su amiga de toda la vida, su hermana del corazón.

Es imperioso en mujer tan inquieta que vuelva a la actividad. Ya sus dos niños no son unos críos.  Puede hacerlo. Le viene una oportunidad de oro cuando es elegida Presidenta del Ateneo de Caracas. Y, es oro lo que María Teresa cosecha.  La llamada antigua Casa de los Ramia, casi al frente del Museo de Bellas Artes, ahora domicilio del Ateneo de Caracas, es también refugio maravilloso para gran parte de la intelectualidad de entonces. En el teatro del Ateneo, se presenta cine de vanguardia. Y, un joven argentino, Carlos Giménez, tiene un éxito espectacular con el montaje de un musical llamado “Tu país está feliz”. Será también el cerebro para los ciclos admirables de Teatro Internacional que habrán de darse en Caracas. Gracias al necesario apoyo de nuestra democracia y, del entrañable liderazgo cultural de María Teresa Castillo. Forjado, junto a las primeras luchas por la libertad, a finales de los años treinta del pasado siglo.

 

María Teresa adoraba y, admiraba con fervor a Miguel Otero. Pudo, cómodamente, ser solo la señora Otero Silva, que no era cualquier cosa.  Sin embargo, en su “almacén de memorias”, no habría perecido el recuerdo que, quizá, tuvo por Rosa Luxemburgo, la gran líder socialista judía, implacable en su lucha, pero tierna como ninguna en sus cartas de amor.  María Teresa Castillo, con un Ateneo abierto para todos, con una casa unánime, anfitriona sin ambages, se construyó como entrañable luchadora cultural democrática. Emociona recordarla. Al unísono, recordamos tiempos felices para nuestro país. 

 


ELISA LERNER 

Narradora, dramaturga, ensayista, cronista y diplomática venezolana. 

Fue fundadora del grupo literario Sardio. 

En 1999 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura.​ 

En 2018 fue elegida Miembro Honorario de la Academia de la Lengua Venezolana. 

En 2019 fue investida como Doctora Honoris Causa por la Universidad Metropolitana de Caracas. 

Una de sus obras teatrales más famosas es Vida con Mamá, ganadora de varios premios. 

Su libro Crónicas Ginecológicas  ha sido un gran éxito en Argentina, donde se ha reeditado varias veces por la editorial "Los cuadernos del destierro"

 

 





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FESTIVALES INTERNACIONALES por JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ, del libro "María Teresa Castillo-Carlos Giménez-FITC 1973-1992" (2023)

 


©Rolando Peña-Karla Gómez



 

        Cuando una ciudad se paraliza y de alguna manera se modifican sus hábitos y costumbres súbitamente, algo anormal tiene que estar sucediendo.

  Si tales hechos suceden en Francia, Albert Camus escribiría sobre la llegada de una peste, tal como lo narra en la novela que lleva ese título, y cuenta cómo un día amaneció en un pueblo la llegada de una rata, esta vez ya muerta, hecho que nunca antes había sucedido. Tres días después comenzó el desconcierto pues aparecieron 6.200 muertas y con extrañas laceraciones y al siguiente día las ratas muertas sumaban las 8.000

Conclusión: había llegado la peste.

      Pero en Carcas no abundan sucesos como este aunque a veces han ocurrido cosas más asombrosas pero no dentro de la categoría de una peste. Por eso, el inicio de esta historia tiene un cierto aire de Camus, pues una noche, en una conversación de esas que llaman “tormenta de ideas”, María Teresa Castillo y Carlos Giménez se debatían en cómo encontrar un asunto nuevo que hacer en el Ateneo, inventar algo innovador, poco conocido, por no decir una hazaña o un imposible. Y como a María Teresa le fascinaba eso de los “imposibles” le prestó más cuidado a la tertulia y a lo que Carlos sugería, pues  mucho tenía que ver con Camus. Súbitamente, Carlos lanzó la pregunta que tenía apresada desde hacía rato: “Por qué no hacemos un Festival Internacional de Teatro?”   La idea se le vino a cuento porque había vivido una experiencia muy tentativa  en Manizales, donde se celebraba  un evento similar y donde participó con un pequeño experimento sobre un trabajo de Ionesco que logró una aceptación inesperada, y por otra parte, conocía bien el movimiento que surgió aquí con motivo de la celebración del Tercer Festival de Teatro Venezolano  y que al igual que en sus primeras ediciones, había contado con un público masivo y al mismo tiempo había dejado buenos y exitosos resultados a los actores, actrices, dramaturgos y directores que participaron en  el mismo.

María Teresa, experta en deshacer imposibles, barrer dificultades y buena amiga de correr estos riesgos, comenzó a visualizar un suceso de esta magnitud en sus manos y para Caracas. La fantasía, como suerte de un cuento de hadas, pasó por su mente y Carlos aprovechó para encender más el fuego.

Ambos alucinaron. Comenzaron a ver los hoteles repletos de gente que llegaba de todas partes y sin capacidad para nuevos viandantes.  Helicópteros y ferrys  cargados de pesadas utilerías y pedazos escenográficos. Maniquíes cubiertos con los vestuarios, tarantines, candelabros, enormes butacas versallescas, pesados cortinajes de terciopelo, saltimbanquis. Mimos y elefantes, vestuarios fastuosos, escotes salpicados de relumbrantes lentejuelas, flautas y acordeones… en fin…

María  Teresa se trasladó años atrás cuando vivió algo similar, la primera de sus grandes utopías como fue la creación del Ateneo de Caracas en 1931 junto a otras soñadoras como fueron Lucila Palacios, Anna Julia Rojas y María Luisa Escobar, entre otros y cuya dirección presidió desde 1958. Y con la fatiga que dan los trasnochos, al amanecer del siguiente día llamó a Carlos y le dijo que comenzara a planificar la estructura del festival. Esa misma tarde le estaban poniendo fecha y comenzaron a convocar a un grupo que sería inicialmente compuesto por importantes integrantes tan desquiciados como ellos.  Al día siguiente estaba elaborada una guía de patrocinantes y los teléfonos comunicaban los asombros de quienes se enteraban de semejante disparate o de locura. Pocos meses después, en 1973, se levantaba el telón del Teatro Municipal para dar inicio a la apertura del Primer Festival Internacional de Teatro de Caracas con la puesta en escena de TORQUEMADA de Augusto Boal por el grupo CLETA-UNAM de México, la obra que Carlos estaba dirigiendo en ese país cuando fue deportado por problemas políticos. El grupo continuó ensayando según las directrices de Carlos y le dedicó la obra. 

 

    II.

Hay que hacer  notar que desde la década de los 60 se viene desarrollando un importante y sólido movimiento teatral como nunca antes se había pensado ni producido. Los Festivales Nacionales de Teatro a finales de los 50, el impulso y la aparición de una nueva y trascendente dramaturgia, directores y actores con la aparición de nuevas y completas instituciones dedicadas exclusivamente al estudio de las artes escénicas tanto en Caracas como en el interior, la llegada de nuevos maestros de otras latitudes y innovadoras ideas, la aparición permanente de nuevos grupos tanto en Caracas como en las más importantes ciudades del interior que  generan movimientos y estéticas vanguardistas, renovadas, crean el nacimiento de nuevas formas de expresión del teatro venezolano. Todo esto se ve reforzado con  el impulso que les brinda el estado que ofrece importantes aportes y apoyos, creándose así un importantísimo proyecto de subsidios y al unísono se abren nuevas salas y espacios para el teatro, reforzados con la fortaleza que esto motiva para nuevos emprendimientos creativos. Es fácil deducir que un nuevo impulso genera nuevas estéticas y formas de expresión. Venezuela vivía una de sus más productivas etapas en lo que al teatro se refiere, un impulso creador inusitado nunca antes visto.

Sucesos como el empuje y la potencia que el Ateneo de Caracas ofrece a la producción de proyectos teatrales de toda índole, la aparición de instituciones y proyectos independientes como fue el Nuevo Grupo, la creación de la Compañía Nacional de Teatro,   la suma de más de 20 agrupaciones profesionales privadas, el eje de talleres dictados de manera permanente  así como la creación del Instituto Universitario de Teatro y el esplendor de la Escuela de Arte de la UCV,  entre otros hitos, ofrecen un panorama acorde con una ciudad como Caracas y un país como Venezuela.. Hay impulso y apoyo para la creación, la aparición y seguimiento que se hace de las nuevas tendencias y los aportes y cambios de las mismas, nos llevaron a una cima alta y sólida que pocos imaginaban y lamentablemente no repetida en estos días cuando y casi todo ha desaparecido, incluyendo los Festivales Internacionales de Caracas.

Si a esto sumamos el inmenso aporte y la profesionalización  en el conocimiento, estudio y desarrollo de las nuevas tendencias, de la vanguardia que universalmente se viene produciendo con los trabajos de los grandes maestros y la nueva visión que se tiene actualmente del teatro, hay que reconocer que en mucho de estos cambios, los Festivales Internacionales de Teatro de Caracas fueron o tuvieron una fuerte cuota impulsora de los mismos para nuestros creadores.

 

 

III.-

        Cuando una ciudad se paraliza y se modifican sus hábitos y costumbres súbitamente, algo anormal debe estar ocurriendo.

Así sucedió tiempo después de la realización del primer festival, cuando se comenzó la producción del segundo. Caracas comenzó a cambiar y no solo en su fisonomía ni en su perfil. Una soterrada inquietud abría sus puertas, la gente se movía de otra forma, buscaba y preguntaba ciertos detalles sobre algo que estaba por venir. Se anunció la preventa de entradas y comenzamos a ver largas filas de gente, algunas con bolsos, mochilas, comida en envases plásticos y hasta cobijas. Pues casi todos dormían en los alrededores del Teatro Teresa Carreño, el Ateneo y en los otros espacios donde se daba inicio  a la venta y reservación de entradas y se nos mostraba la grilla con los datos de los grupos participantes, así como los horarios y las salas de teatro donde se presentarían.

Caracas mostraba otra cara, se la veía más pacífica y con otro tipo de inquietudes: se había atenuado el desesperante tránsito vehicular y todo se centraba ahora en sosegadas colas donde prevalecían los estudiantes, gente joven que contrastaban con médicos, ingenieros y también intelectuales y poetas inéditos. Completaban este mestizaje damas de diversos atuendos, estatus y profesiones. Algunas personas contemplaban este movimiento, este cambio repentino y se llenaban de dudas y a los pocos días del suceso se llegó unánimemente a la conclusión de que La Peste de Camus había reencarnado en Caracas. Lo que no sabían es que esta vez había regresado para quedarse por muchos años.  Treinta, cuarenta años.

Durante esos años y en cada una de sus ediciones, se presentaron espectáculos que podrían catalogarse de inclasificables o innovadores: música, dramaturgia del movimiento, circo, mimos en las calles, tragedias actualizadas, nuevas propuestas en el teatro de escenarios convencionales, textos sin palabras, la acción dramática por encima de la palabra, el texto convencional deshilachado y empadrinado con el movimiento y lo gestual, en fin, todas las vanguardias, bien originales, o bien partiendo de lo clásico. No se trató siempre de un vanguardismo mal disfrazado sino de nuevas propuestas que obedecían a una evolución que ya Artaud o  Ionesco habían superado, por darles alguna referencia. No se trataba de un una avanzada tradicional (que para muchos de nuestros creadores resultó ser una camisa de fuerza) por el hecho de hacerlo porque había que romper con “algo”. En los festivales pudimos ver una decidida afirmación de libertad creadora que no precisaba a veces del texto sino de la idea, así como tampoco de tarimas, luces y corpóreas escenografías, sino  solamente un racimo de posibilidades estéticas que aproximaban a la insólito, a veces a lo inimaginable.

Como negar  lo trabajos de agrupaciones y directores tales como Peter Brook, Giorgio Strehler, el Berliner Ensemble, Tomaz Pandur, Tadeusz Kantor, Lindsay Kemp, Els Joglar, el grupo Macunaíma de Brasil, Andrezj Wajda, Ushio Amagatsu, de Japón, Peter Stein, el Teatro Arte de Moscú, Gilles  Maheu (Carbone 14), Eva Bergman, José Limón, Santiago García y Álvaro Boadella de Els Joglars de España por solo dar una  pequeña muestra, o los maravillosos espectáculos  y teatro de calle como lo fue el Don Quijote del grupo Plasticiens Volants de Francia. Son sólo algunos, tal vez los más resonantes, y por acá estuvieron  acelerando el contagio de la peste.   

Experiencias que mezclaban la belleza visual, coraje, rebeldía, poesía, fuerza y pasión en una suerte de ritual que conducía a lo místico o al asombro. Símbolos inéditos y metáforas que se abrían en nuestros sentidos; pasión y violencia que retrataban y buscaban la libertad y la belleza. Resulta imposible, años después invalidar estos trabajos para atacar la realización de los festivales.

   Pudimos apreciar claramente a través de propuestas innovadora aunque distintas, que se contaba una historia y manejaban unos personajes en el sentido no tradicional con el que siempre habían jugado el dramaturgo y el director. Nos vimos con otros lenguajes que teatralizaron el pensamiento, la denuncia y las emociones de otra manera.

Particularmente viví múltiples sobresaltos y allí encontré claramente la fuerza transgresora del teatro desprendiéndose , olvidándose de representarlo  en honor a un hecho cultural, o peor, solo para entretener por un rato a un grupo de espectadores. Confieso que esta ruptura, y la metamorfosis que produjo en mi tuvo lugar una noche en New York, cuando tuve el privilegio de ver el montaje original del Marat/Sade de Weiss y Brook con Glenda Jackson.

Y la lección continuó años después con la aparición en diferentes Festivales Internacionales de Caracas de trabajos que me conmovieron y cambiaron en mucho mi visión del hecho teatral como “La  Clase Muerta” de Tadeusz Kantor, “La Orestíada” dirigida por Peter Stein en la Concha Acústica de Bello Monte, Peter Brook con su espectáculo “El Sueño” para el cual no exigió una sala de Teatro sino que prefirió hacerlo en los escombros del cine Alcázar en la Pastora; Giorgio Strehler con el Piccolo Teatro di Milano; el “Arturo Ui” y “La Ópera de tres Centavos” que trajo el Berliner Ensemble y que defraudó a algunos que adoraban a Brecht pues consideraron que la obra era lenta, casi fastidiosa, y no habían trabajado con la cuarta pared…que ese no era Brecht. Y Tomás Pandur con sus tres montajes de “La Divina Comedia”, o Els Joglars, y la “Doña Rosita” de García Lorca dirigida por Jorge Lavelli con Nuria Espert y el “Kinkan Shonen” de Japón y la “Nastasia Filippovna” de Andrezj Wajda, y El Teatro Arte de Moscú y, por qué no? la exquisita frivolidad parisina del grupo Caviar con “Cinema” de Jean François Casanovas.

 

IV.- Mi experiencia de más de cuarenta años como docente me permite decir que el aprendizaje y el desarrollo creativo del estudiante de teatro, es apenas una orientación para que dé inicio a un proceso realmente creativo desde su visión interior. Para llegar a eso es necesaria una entrega especial al hecho teatral, a tener que enfrentarse a realidades y visiones diferentes, encontradas, a veces terribles; vivencias que no solo lo lleven a pisar un escenario y declamar un texto memorizado con una pizca innovadora que a veces consiste solo en un cambio de luces o de vestir a un personaje masculino con trajes de mujer. Hay que adentrarse en los grandes trabajos que van surgiendo de los grandes maestros, sus respuestas evolutivas. Directores y dramaturgos que han bajado a los infiernos o al paraíso y que inducen a interrogantes permanentes, que se mueven por un camino de introspección en el que perciben cuestiones inadvertidas o fantasmas ocultos en su yo y que convierten en magia creadora, y nos obligan a pensar y actuar de otra manera ante el hecho social, la intolerancia, la libertad y a través de esa explosión, nos proponen desde el escenario, a  ver cuál es el reto, la transformación que precisamos y es por ello que nos obligan  a ver y hablar de callejones desérticos y oscuros, de pueblos destruidos, de cadáveres tendidos en la calle,  la casa materna abandonada o en ruinas,  caminos que no terminan de llevarnos a alguna parte basureros, podredumbre. Espacios que se nutren  con la soledad. Esto no se enseña en un aula. Hay que seguir los pasos de estos grandes maestros y descifrarlos para comprender por qué existe el teatro, cómo debemos hacerlo y transformarnos para transformar al espectador. Creo que los CUARENTA AÑOS DE FESTIVALES INTERNACIONALES DE CARACAS nos permitieron, en una buena proporción, hablar y conocer el lenguaje de esos creadores y obligarnos a pensar cual es nuestra responsabilidad, nuestra respuesta a ellos y lo que debemos asumir y transmitir.

HABER REALIZADO CAPÍTULOS INNOVADORES Y VANGUARDISTAS DE SEMEJANTE CATEGORÍA Y ALTURA NO ES COMO PARA PASAR LA PÁGINA INDIFERENTEMENTE Y DEDICARLE MÁS ESPACIO A CRÍTICAS Y RECHAZOS.

DESCALIFICARLOS NO APORTA ABSOLÚTAMENTE NADA. POR EL CONTRARIO, SON MUCHAS LAS COSAS POSITIVAS. EL HABER TENIDO DURANTE TANTOS AÑOS A LOS MAESTROS MÁS IMPORTANTES EN ESTA FASE DEL TEATRO UNIVERSAL NO SE HA REPETIDO Y DEJÓ UNA BRILLANTE ESTELA DE CONOCIMIENTO ACADÉMICO Y ARTÍSTICO PARA NUESTROS CREADORES.

 

CERRANDO.-

MARÍA TERESA CASTILLO

©Internet
























***A María Teresa la conocí cuando el Ateneo vivía uno de sus mejores momentos. Me la presentó Horacio en el célebre y bullicioso cafetín, reducto de intelectuales, artistas y gente de teatro. Yo acababa de estrenar “Los Peces del Acuario” en Marzo del 67 y ella me manifestó que, lamentablemente no pudo verla, pero que le habían hablado maravillas del texto. Me sugirió que le entregase una copia del libreto y de alguna otra obra que yo acabase de escribir y buscaba donde estrenarla para ver si mi siguiente éxito era para el Ateneo. Entre bromas me di cuenta de que estaba frente a un ser especial. Horacio remató el encuentro cuando se ofreció para dirigirla. Quedé sorprendido y con la duda de saber si la oferta era por cumplido, por salir del paso, pero no resultó así, fue el comienzo de una buena  relación, pues desde entonces nos encontrábamos a menudo y nos deteníamos a hablar por un minuto, siempre de teatro, de la obra que tenían en cartelera o de un proyecto nuevo que tenía en mente.. Para mi sorpresa, estábamos comenzando una particular amistad y al final de cada conversación me reclamaba en broma que no le había entregado el texto que le prometí. Pero no hubo necesidad de hacerlo pues en 1975 una de mis obras más recientes recibió una mención especial en el Premio Nacional de Dramaturgia que patrocinó el INCIBA y parte del premio consistía en el montaje de la pieza. No hubo tiempo que perder y de inmediato Antonio Costante, mi gran amigo, le propuso estrenarla en el Ateneo. Nos reunimos con ella y en medio de la euforia y  las bromas, me agradeció que “por fin” se montaría un texto prometido en el Ateneo y mejor aún si con este que no tenía que correr con los gastos de producción pues los mismos eran parte del premio. El Tigre se estrenó y fortaleció más la confianza y el tono alegre con que siempre me trataba y las breves tertulias en su oficina o en los pasillos del Ateneo.

Cuando comenzaron los Festivales Internacionales, me incluyó con el visto bueno de Carlos, en la coordinación de los Eventos Especiales, conferencias y conversatorios,  encuentros o clases magistrales, lo que abrió más la confianza que teníamos tanto en lo profesional como en lo personal, nuestros diálogos se hicieron más frecuentes y al mismo tiempo más amistosos. Hurgaba siempre de mi opinión acerca del Festival de turno o de la obra que estaba en cartelera en su escenario. La sonrisa, la capacidad de trabajo y su permanente optimismo, lograron atraparme y aumentaba el afecto y admiración que le tuve.

Esta historia tuvo su clímax cuando  se decidió hacerle una gran fiesta para celebrar los cincuenta años del Ateneo. La directiva y las personas más allegadas a ella propusieron escenificar un recuento de su vida, de su vínculo con el Ateneo, de su pasión por el teatro. Antonio Constante y yo armamos el libreto en donde ella era el personaje central, interpretado por María Cristina Lozada y con la intervención de Zapata, Soledad Bravo y los mejores artistas que habían pasado por el escenario del Ateneo.  El espectáculo fue una joya y recuerdo la ovación al final que le brindamos cuando ella subió al escenario sin poder lo que había visto y que ella hubiese hecho todo lo que allí se dijo. “Gracias por tanto amor” fue lo único que pudo decir, temblando como una niña pues no reaccionaba verse ella misma en el cuerpo de María Cristina,  hablando y dando órdenes en el Ateneo. Finalmente reaccionó, tomó el micrófono entre sus manos y pudo hablar un par de minutos para agradecer lo que ella misma desconocía que había dicho o hecho.

Esta historia tuvo su clímax pues ese mismo año 81 como parte de las celebraciones, me hizo un enorme regalo: programó el montaje de “Los Peces del Acuario” esta vez en la sala Rajatabla, dirigida por Ibrahim Guerra, con Carmen Mezutti, el debutante Javier Vidal, la debutante Pilar Romero y Mireya Hernández. El éxito (sin modestias de ningún tipo)  fue realmente estruendoso.

    Con el paso del tiempo continuamos viéndonos con la misma felicidad, ella con su maravillosa sonrisa que tanto quisimos. Para mi, María Teresa fue un ser excepcional. Una mujer admirable, culta, inteligente, intuitiva  y pujante en todo lo que se proponía y que tenía que ver con el  arte, particularmente con el teatro. Siempre firme, sin titubeos ante los más difíciles retos y proyectos.  La política fue también parte de su historia y la aproximaba a sus luchas por la cultura, particularmente por la parte teatral. Entrañable y sincera, incansable, hablábamos de libros, de cine, del teatro que estábamos haciendo, de los festivales, siempre con su sonrisa que borraba cualquier dejo de amargura o de resentimientos, y con su mirada, con sus grandes y brillantes ojos que parecían completar las frases que nos pronunciaba.

 Con el paso del tiempo  nos veíamos cada vez menos. Y un día…

 


CARLOS GIMÉNEZ

©Miguel Gracia























Fue la otra ala que puso a volar el festival.

Quién no lo conoció? Fui uno de los primeros amigos que tuvo pues él venía de Argentina, pasando por Ecuador, Perú y llegó hasta Colombia invitado para el festival de Manizales con un espectáculo con textos de Ionesco. Al terminar el festival no se devolvió sino que se vino a Venezuela, entrando primero por Barquisimeto para ponerle fin a la odisea en Caracas.  Esther Plaza, actriz argentina recién llegada me lo presentó la noche que estrenó su trabajo en el Ateneo y desde entonces comenzamos a vernos aprovechando de presentarle a algunos de mis amigos. Funcionamos muy bien en el trato personal, pero nunca pensé en entregarle un texto mío, no me explico por qué. Su éxito con Rajatabla, como bautizó su grupo, fue notable y nuestra relación fue casi siempre más personal que profesional, pero  él me preguntaba muy a fondo sobre nuestro teatro y quien era quien en el mismo.. Cuando hablábamos a solas siempre se tocaba el tema de la deuda pendiente de un montaje con uno de mis textos, pero eso nunca se dio. Todavía no lo comprendo. Tuvimos largas reuniones sobre la utopía de hacer un gran festival internacional y me di cuenta de que eso no era un proyecto de locos. María Teresa lo aupaba y un día me llamó para preguntarme si quería unirme a la locura (a la peste). Acepté y me pidió que lo ayudase con los eventos especiales y de hecho, cuando el festival se inició entre asombros y dudas, yo, junto con Carlos Miguel Suarez Radillo, estuve organizando, creo que por tres años, ese importante evento. Notorio el primero cuando todos los directores invitado se reunieron con los nuestros y algunos dramaturgos. La intervención de César Rengifo fue memorable al igual que el encuentro entre Isaac Chocrón y Gilberto Pinto. No me olvido tampoco de la aparición de Nuria Espert, Jorge Lavelli y… García Lorca con Doña Rosita. Pero no quise seguir, no era lo mío y ya se había sumado para el tercer festival, un buen grupo que había aprendido a manejar estos encuentros y eventos especiales sustentados en las exposiciones de los más prominente directores, dramaturgos, actores y actrices que asistían de los países participantes

En su locura, de vez en cuando volvía al tema de  dirigir una de mis obras, pero nunca se materializó. Solamente nos entendimos para llevar a la televisión “Las Troyanas” de Eurípides con una versión actualizada y con América Alonso, Lupita Ferrer, Eva Moreno y Carmen Julia Álvarez como actrices que él dirigió. Fue algo estremecedor que movió la prensa especializada y hasta intelectuales, nombres de nuestras letras y hasta políticos, escribieron sobre esa obra maestra que salió al aire por el canal 8.   Finalmente nos entendimos y me pidió que escribiese un texto fuera  de serie, “anormal”,  como me dijo, una locura en el medio de una autopista, algo parecido, en un basurero, en el callejón de un barrio. Así nació “Fango Negro”. Un texto irreverente, violento, que iniciaba una nueva tendencia en nuestro país como lo es el hiperrealismo. La acción se iniciaba en la calle y se desarrollaba en un autobús y un prostíbulo sin ningún artificio ni escenografía, excluyendo la sangre que se derramaba en el crimen pasional  que se derramaba en la agresiva historia. Los ensayos se iniciaron con enorme ánimo, hasta que una noche nos asomamos al balcón de su apartamento en Parque Central y vimos una enorme congestión de tránsito. Los automóviles y buses no se movían y Carlos me miró aterrado. “¿Y si nos pasa esto cuando el autobús esté en marcha? Qué van a hacer los actores, improvisar por media hora?”. El proyecto se suspendió y  un par de años después, Daniel Uribe encontró un libreto detrás de un archivo de gavetas metálicas, leyó la obra y la montó. El estreno fue, precisamente, para iniciar el Festival Internacional que se realizó del 13 al 29 de Junio de 1988. No esperábamos la locura que se produjo. Hubo que hacer funciones especiales para los grupos invitados al respectivo festival y se mantuvo durante cuatro ediciones más  provocando la misma tempestad. En varias oportunidades, cuando Carlos veía detenerse al autobús y se producía el crimen del soldado a la prostituta entre los gritos y aclamaciones de los espectadores, con algo de rabieta y estupor nos decía: "Cómo fue que yo no me atreví a dirigir esto?”

Fango Negro se ha llevado a escena en más de una docena de países. En Uruguay lleva 33 años ininterrumpidos llevándose a escena desde Enero hasta Diciembre y lo han declarado Patrimonio Cultural de Montevideo y Atractivo Turístico de la ciudad. Otra de las tantas extraordinarias historias del Festival  y Carlos.

   Tengo mil cosas que decir de María Teresa y Carlos. De sus festivales. De su pasión por el teatro, pero sería una tertulia interminable, como las que muchos de nosotros tuvimos el privilegio de disfrutar. Pero, como siempre en el teatro, la función se termina y baja el telón. Yo dejé de verlos poco a poco, casi sin darme cuenta, hasta que un día me descubrí a mí mismo que se habían ido y los festivales también con ellos.

     


JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ

Caracas, 21 de noviembre de 2023

Dramaturgo venezolano. Docente y escritor de telenovelas.  Premio Nacional de Teatro 2002 – 2003.

Economista egresado de la Universidad Católica Andrés Bello. En 1965 inicia su carrera teatral con el grupo Experimental El Surco que dirigió Antonio Costante. Alumno de César Rengifo y Elizabeth Schön en el taller de dramaturgia dictado en el año 1976 en el CELARG.

Docente en diversas instituciones como la Escuela Superior de Artes Escénicas “Juana Sujo”, escuela “Porfirio Rodríguez”, Instituto Universitario de Teatro IUDET y en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE), entre otras.

Miembro de la Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro (AVEPROTE), el Consejo Nacional de Teatro,  la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (SACVEN).

Director General del Teatro Nacional de Repertorio, con sede en la Casa del Artista; presidente del grupo Compás, que lleva sesenta años de actividad teatral en Venezuela.

Conferencista en múltiples foros, conversatorios y congresos literarios, tanto en Venezuela como el exterior: Puerto Rico, Cuba, Francia, Estados Unidos, Uruguay, Colombia, Hungría, etc,  en universidades e instituciones culturales.

Algunos premios y condecoraciones: premio Teatral de la Universidad del Zulia; Mención al Premio Nacional de Teatro del INCIBA;  Premio Juana Sujo;  Premio Municipal de Teatro;  Premio CRITVEN. Premio Águila de Oro, Teatro San Martín. Condecoración José Francisco Bermúdez, Carúpano;  Orden Antonio José de Sucre, Primera Clase, Cumaná; Orden Andrés Bello de la Presidencia de la República en su Tercera Clase; Orden del Mérito del Trabajo, Segunda Clase; Orden Andrés Bello de la Presidencia de la República en su Primera Clase;  Orden Francisco Fajardo; Condecoración del Instituto de Cultura de Miranda;  Diploma Especial de Reconocimiento del Museo Histórico de Carúpano por su trayectoria literaria, 1999. Homenaje Nacional, en diez ciudades del país con motivo de los cuarenta años del estreno de Los peces del acuario, 2007. Maestro Honorario de UNEARTE, 2009. Premio Luis Alfonso Larrain de SACVEN;  Premio Mejor Texto Original en el Tercer Festival de Teatro de Miami, 2013. Premio Isaac Chocrón; premio Fernando Gómez; premio Rafael Briceño.

 

 


 

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