El
Ateneo de Caracas, de manera irregular, pero constante,
ha
recibido el apoyo de los gobiernos democráticos.
Ellos
han entendido nuestra irreversible
vocación
de independencia.
Nada se
nos ha impuesto jamás.
El Ateneo es y debe seguir siendo
signo de independencia política, de libertad cultural,
de generosidad humana.
Venezuela pertenece todavía al contexto de aquellos países en los que
proyectar una empresa cultural es algo fácil. Nuestra capacidad de entusiasmo
sigue intacta y no es tarea imposible reunir un grupo que formule ideas
novedosas y que se lance a la realización de las mismas. Lo difícil es el
desarrollo y la permanencia en desarrollo.
Lo difícil es destruir la rutina sin matar la idea. Es no perder la capacidad de asombro en el desarrollo de la misma idea. En resumen, es difícil la ejecución de un proyecto a largo plazo. Pareciera que superadas las primeras etapas, el impulso desaparece y el oscuro fantasma de la rutina se apodera de los protagonistas. La empresa cultural se debilita, sus padres iniciales se ausentan sin dejar sustitutos y el proyecto languidece. Se enfrenta una entonces a dos terribles perspectivas: la desaparición física y espiritual del proyecto o su supervivencia estática. Es decir la existencia física sin el desarrollo espiritual. Instituciones con vida vegetativa. Existen sin ser, la comunidad las ignora y son sólo el reflejo de esas mismas inconstancias en la vida cultural de nuestros pueblos, que ellas intentaron modificar. Por eso mismo, es tan esencial, tan significativo, asistir sin indiferencia a la supervivencia activa de empresas culturales que, integradas a la comunidad han logrado vencer la rutina, escaparse del contagioso entusiasmo inicial y radical, su trabajo en el descubrimiento diario, en la relación estrecha del país y la empresa cultural.
Que la Cinemateca Nacional cumpla 15 años, que el Nuevo Grupo arribe a sus 12, que el Museo de Arte Contemporáneo y la Galería de Arte Nacional marchen con paso seguro hacia el desarrollo de sus metas, que Rajatabla entre vital a su segunda década, que Danzas Venezuela y la Orquesta Sinfónica Nacional se sitúen a la vanguardia de estos logros, no son hechos aislados ni casuales. Algo ha pasado en el país que debe ser motivo de reflexión.
Educación, arte y cultura son hechos políticos. Cada uno de ellos constituye un estamento singular e imprescindible en la vida social de los pueblos. Sin educación, la base prioritaria de cualquier proyecto político, un pueblo no encuentra su lugar en el presente y extravía su futuro. Educación significa integración crítica con individuos preparados para la participación activa, conscientes de sus deberes y derechos. Educación para el conocimiento de lo venezolano y de lo universal.
La cultura es el acceso del ser humano al disfrute del pensamiento. Un
ser humano participa y accede a la cultura cuando es capaz. Sensiblemente capaz
de disfrutar con alegría el hecho creador. El verdadero ejercicio de la
educación y de la cultura constituyen la manifestación más vital del espíritu
democrático de un sistema político. Casi diríamos que
ideológicamente deberíamos imaginar un sinónimo que integrara estos tres
conceptos: educación, cultura y democracia. Sin las dos primeras la tercera
sería siempre una utopía.
El arte, ese complejo nivel de la creación humana, es por sí misma
condición inquieta y fascinante. No busquemos en él una acción didáctica
primaria. Su misión consiste en explorar el espíritu provocando reacciones que
originen un enriquecimiento del individuo. En este aspecto, el Arte buscará
siempre la revolución del cuerpo social, su transformación y la elevación de la
condición humana.
Educación, Arte y Cultura, aspectos determinantes en la edificación de un país. Venezuela asiste hoy al desafío de centrarse con rigor en la construcción de su futuro. Por ello, que al convocarles al acto con que damos comienzo a la celebración del Cincuentenario del Ateneo de Caracas, hemos creído oportuno reflexionar sobre estos temas que constituyeron la razón de su fundación, de su existencia presente y futuro. Cada uno de ustedes y la comunidad en general, conocen la trayectoria del Ateneo de Caracas. Sería inútil hacer un inventario de lo hecho. Nuestra labor es parte de la historia contemporánea de Venezuela, y sólo esperamos que a la hora del balance las generaciones futuras la juzguen con benevolencia. Nos ha tocado vivir una época violenta, de transiciones fuertes, desordenada e incontenible. El Ateneo de Caracas nace en la última década de una dictadura feroz, y crece y se desarrolla con una democracia. Con ella ha vivido las contradicciones del proceso. Con ella requiere reflexionar, asentar el pensamiento y lanzarse de lleno a la continuación de la tarea.
Cumplir 50 años ya no es simplemente un acto de fe. Es un serio y grave
compromiso con el país. En este medio siglo hemos abierto puertas por las que
han surgido hombres y mujeres, pensamientos y obras. Es imposible retroceder.
En la pedagogía, en la difusión y el arte de crear hemos generado compromisos
hacia el futuro. Una institución que como el Ateneo de Caracas se afirma, crece
y trasciende por el apoyo incondicional de los artistas de todas las
disciplinas y tendencias, que recibe el respeto y la ayuda de los gobiernos
democráticos sin excepción, que se relaciona con todas las ideologías que
propugnan desde distintos ángulos el proceso y la felicidad de Venezuela, no
puede cumplir medio siglo de vida limitándose a realizar una simple evaluación
de datos y cifras: nuestro compromiso y nuestra inquietud es por mañana. El
principal motivo de nuestra reflexión. ¿Hemos contribuido lo suficiente a este
difícil proceso de desarrollo nacional? ¿Hemos integrado con los demás
organismos educacionales, culturales y artísticos una reserva moral que rescate
los valores de la identidad venezolana? ¿Cuál es nuestra posición frente a este
evidente crisis del “espíritu” que azota al mundo y la cual se evidencia a
distintos niveles de la vida nacional?
Estamos a punto de inaugurar un formidable complejo que servirá de sede
a las actividades diversas del Ateneo de Caracas. Desde allí estaremos en
condiciones de proyectar con mayor audacia y dinamismo esta experiencia
singular que es el fruto del esfuerzo mancomunada de la iniciativa privada y el
apoyo del estado. Y es ahora, en estos momentos, en que aparentemente
deberíamos sentirnos tranquilos, casi a punto de lograr una de nuestras más
caras ambiciones, cuando la inquietud crece. Ahora, más que nunca, el Arte y la
Cultura deben ser vigilantes guardianes de su propia independencia.
Independencia para contribuir sin ningún dogmatismo a los esfuerzos de todos
los sectores que integran la comunidad a la que nos debemos. Burocratizar la
cultura es matarla. Brindarle comodidades materiales sin acentuar su urgencia
de experimentación, su curiosidad, su asombro, es negar su esencia.
Por ello, al cumplir cincuenta años el Ateneo de Caracas, quiero dirigirme especialmente a tres sectores de la vida nacional. Quiero hacerlo desde la autoridad moral que sólo nos otorga nuestro amor por Venezuela. No existe ninguna calificación especial que nos distinga, sólo hemos intentado servir, con un sentimiento de audacia que es parte de nuestra integridad venezolana. Porque a veces es audaz creer en una misma y ver crecer por el trabajo, la alegría y el dolor de artistas y hombres y mujeres de la cultura, una empresa que se sobrevive a sí misma, que se modifica y que sólo tiene una pasión: el país.
Quiero, en primer lugar, dirigirme a los artistas y los hombres y
mujeres de la cultura: ellos y ellas han hecho el Ateneo de Caracas
cada día, cada uno de estos 50 años tiene nombre, rostros, gestos, obras,
palabras. Son los venezolanos que desde distintas disciplinas y posiciones han
dado lo mejor de sí mismos para esta aventura. Nada han perdido en cambio. Y
poco se le ha dado. La Plástica, el Teatro, el Cine, la Literatura, la
Infancia, la Juventud, la Música, han sido parte de este torbellino que buscaba
su sitio en el país. El Ateneo de Caracas no existe sin ellos. El Ateneo de
Caracas es el fruto de la maravilla y el talento de esos hombres y mujeres que
adivinan el mañana. A ellos quiero decirles que no deben jamás renunciar a este
derecho de patrimonio que deben ejercer sobre el Ateneo de
Caracas. La singularidad de nuestra institución la hace única en
América. El Estado la sostiene en gran parte, la respalda y la respeta; los
particulares la administran, la programan y la insertan en la vida nacional.
Ahora que nuestras posibilidades físicas y económicas salen paulatinamente de
una etapa de angustias e incertidumbre, ellos deben más que nunca ejercer su
vigilancia crítica sobre el destino del Ateneo de Caracas. En la
medida que así lo hagan, la institución seguirá siendo la tribuna abierta a la
libertad del pensamiento, a la libertad del hecho creador.
Al Estado venezolano quiero agradecerle su visión de futuro. El Ateneo
de Caracas, de manera irregular, pero constante, ha recibido el apoyo de los
gobiernos democráticos. Ellos han entendido nuestra irreversible vocación de
independencia. Nada se nos ha impuesto jamás. Y cuando alguien
desubicado del país, de la estructura democrática venezolana, cegado por
pequeñas pasiones, sin entender la causa común de la cultura, ha intentado
negarnos esta conquista, el Ateneo de Caracas, apoyado por artistas, por la
opinión pública, y lo que es más significativo, por los más altos estamentos
del poder institucional, ha hecho valer su derecho. Ateneo es y debe seguir
siendo signo de independencia política, de libertad cultural, de generosidad
humana.
Al Estado venezolano quiero pedirle que jamás traicione estos
principios. Porque aquellos modestos individuos que tenemos alguna
responsabilidad en la vida de la comunidad, cumplimos nuestro proceso biológico
y sólo queda la contribución que hayamos hecho a la causa de la cultural. Que
siga siendo generoso cada vez más. Entendiendo la generosidad como un acto
honesto de responsabilidad permitiendo que el Ateneo de Caracas e iniciativas
similares florezcan, sin presiones, sin retaliaciones y que se ahonde la idea
de la cultura como un acto civil, sin patrones ni dueños, patrimonio del hombre
y la mujer venezolana.
Quiero pedirle que no renuncie jamás a la responsabilidad prioritaria y
mayor que le compete en la educación de nuestro pueblo, en la difusión de su
cultura y la protección de sus artistas. Que luchen y trabajen nuestros
dirigentes políticos por dinamizar nuestra institución cultural;
desburocratizar la administración y la promoción del arte y la cultura, la
eliminación de los enormes aparatos en beneficio de la acción dinámica del
promotor y del artista. Que nuestra clase dirigente se acerque a la cultura y
conozca sus protagonistas, nuestras salas de conciertos y nuestras galerías de
arte, nuestros conciertos y centros de instrucción serán motivos de
preocupación constante para el político venezolano. Así se conocerá con
inteligencia y verdad la identidad del pueblo. Estímulos como el recién
aprobado convenio Conac-Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro debe
terminar en una ley que apruebe el Fondo Nacional del Teatro, y la Ley de Cine,
y la de Artes Plásticas, y la de Previsión Social del Artista, etc.; y entonces
el país sabrá que el ejercicio de la democracia es una responsabilidad
permanente y un riesgo a defender en la mancomunada participación de todos.
Otra parte fundamental de mi pensamiento está dirigida al hombre y a la
mujer de mi pueblo. A este ciudadano venezolano y universal que, inagotable de
paciencia y de fe, sigue el derrotero histórico de su nación. Enfrentando al
manotazo de la corrupción, la voracidad consumista, el desorden
institucionalizado, sigue afirmando su antigua vocación de
futuro. Es honda la capacidad de ternura de esta raza en la que
confluyen todas. Es una ternura que nos hace particularmente sociales; nuestro
humor corrosivo es un sentimiento crítico con el que enfrentamos una realidad
que ambicionamos diferente.
Es con este venezolano con quien el Ateneo de Caracas tiene su deuda
mayor. Es allí donde nuestras expectativas se han quedado cortas. Y aunque no
nos competa por entero la misión, hubiéramos querido contribuir más a la
transformación de su presente. En los barrios marginales de las grandes
ciudades, en los pueblos abandonados del interior, hacia los cuatro puntos
cardinales del país hay venezolanos que esperan su participación en los disfrutes
de una nación inmensamente rica. Allí está intacta una reserva creadora
inagotable: voces y manos artistas, pensamientos que intentan traducirse en
obras, imaginación y sensibilidad que es herencia irrenunciable. Un mundo
anónimo que exige luz.
Es mi deseo ferviente y único pedido a quienes dirijan en el futuro los
destinos de nuestra institución, no descuidar nunca la relación del Ateneo de
Caracas con su pueblo. Que nuestras
puertas sigan abiertas a todos los venezolanos que, sin distinción de origen ni
de condición, necesitan expresar sus inquietudes.
Ello sólo será factible si el Ateneo de Caracas no renuncia a sus
características principales, una vida dinámica y una perseverancia crítica.
Vivir integrados al país, a su esencia, a su identidad.
Perseverar enjuiciando de manera constructiva nuestra propia existencia
y el desarrollo social, político, cultural y económico del país. Como casa de
la cultura nada venezolano, nada universal nos es ajeno. Por ello hemos
mantenido maravillosas relaciones con la universidad, a la que respetamos y
queremos como el alma mater del pensamiento vivo de la Nación. Por ello
deseamos el progreso y la expansión de los Ateneos de provincia como parte de
una autonomía social de la cultura, y a los cuales trataremos de integrar
nuevamente en una Federación más activa y fecunda: por ello nos interesa y nos
preocupa la relación con la Confederación de Trabajadores de Venezuela y los
Sindicatos; mucha tarea nos aguarda en este campo para lograr hacer de la
cultura un hecho activo en la vida de nuestros trabajadores. Por ello nos
inquieta la infancia, la orientación artística temprana en los centros
naturales de educación, los espectáculos y la literatura que se acerquen con
verdad al mundo de la niña y el niño
venezolano. Por ello reclamamos de la televisión y de los medios de
comunicación privados su cuota de responsabilidad en esta tarea de respeto a la
inteligencia ciudadana. Por ello no cesaremos en nuestra preocupación para que
la televisión y la radio del Estado se ubiquen como corresponde a la vanguardia
de calidad de programación, audacia de difusión, objetividad de información y
participación de todos los sectores de la vida nacional.
Debo confesar, sin falsa modestia, que tengo una esperanza profundamente
ateneísta. Nuestra institución ha visto crecer lo que cariñosamente llamamos
nuestros hijos e hijas. Son, en alguna medida, departamentos autónomos, que han
llegado a generar una vida propia. La Biblioteca Pública Ateneo de Caracas,
Rajatabla, el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral, el
Taller de Creatividad Infantil, la Editorial Ateneo de Caracas, han proyectado
la vida ateneísta dentro y fuera del
país.
Cada una de ellas, nutrida en la experiencia, el cariño y el apoyo del
Ateneo de Caracas, han realizado y realizarán su camino. Unos consolidados en
su propia labor, otros luchando por abrirse sitio en esta difícil tarea de
inventar cada día la manera de seguir al día siguiente. Gracias a ellos el
nombre del Ateneo de Caracas ha estado presente en grandes eventos mundiales y
en los más alejados rincones de la geografía venezolana. No ha habido
privilegios que no hayan sabido ganarse. Tal vez allí descanse el secreto de
sus éxitos. En la era del facilismo, de la oportunidad barata, de la fama
trasnochada, supieron elegir la alternativa más difícil. Hay en ellos una
garantía de futuro.
Por otra parte, en este año de grandes proyectos, el Ateneo de Caracas
ha tomado la firme determinación de configurar una Asamblea de Socios acorde
con los objetivos planteados.
Pensamos que es necesario desarrollar la participación activa de los
miles de amigos, amigas y personalidades cercanas a la institución a través de
este sistema, presente en los estatutos originales de 1931. En ese sentido,
hemos empezado activamente el laborioso trabajo de contactar e inscribir
debidamente la lista de personajes presentados a la junta directiva.
Finalmente, quisiera terminar mis palabras saludando a aquellos que sin
haber nacido en esta tierra de todos, han sabido contribuir a engrandecerla. El
Ateneo de Caracas ha querido ser refugio de los que sufren la diáspora y el
exilio. Contra el enemigo del ser humano seremos enemigos implacables. Pero
también hemos tenido la mano tendida para el que llegó no huyendo, sino
buscando un sitio donde inventar su mundo. Esta ha sido su casa. Porque desde
el origen de la Patria, Venezuela ha renegado del chauvinismo inútil y de la
xenofobia estéril.
Inventar para la felicidad del ser humano. Esa ha sido nuestra
aspiración en estas primeras cincuenta primaveras del Ateneo de Caracas. Se cumplirán muchas más y la aspiración será
siempre la misma. Porque el nuestro es el deseo defensivo de la especie; su
lucha permanente por hacer del conocimiento algo útil para la prolongación de
la misma. En los albores del siglo XXI, con el ser humano al alcance de su
primera escalada cósmica, recluirse en nuestra pequeña tarea parece absurdo,
pero no es inútil. Allí donde está vivo el pensamiento seguirá vivo el riesgo,
pero también la esperanza. Vale la pena asumir el primero y conquistar la
segunda. Es una tarea de cada día. Es la que hoy con amor por Venezuela hemos
venido a ratificar con todos ustedes, nuestras amigas y amigos más queridos.
Muchas gracias.
María Teresa Castillo es considerada la Madre de la Cultura de Venezuela de la segunda mitad del siglo XX, por el apoyo incondicional que le brindó a centenares de artistas de todas las disciplinas de todo el país, sin distinción de raza, sexo, condición social, orientación sexual, nacionalidad.
En
los años ’70 le dio apoyo y trabajo a cientos de artistas de todo el continente
que llegaban a Venezuela huyendo de las dictaduras de sus países.
Fue
una gran defensora de los derechos humanos y de todas las Artes. Su trabajo y sus opiniones fueron valoradas
por artistas e intelectuales de todo el mundo. Recibió las más altas distinciones nacionales e
internacionales por su labor de promoción de la cultura y las artes en
Venezuela. En 1990 Carlos Giménez crea, junto con la Encyclopaedia Britannica
de Venezuela, el Premio María Teresa
Castillo a las manifestaciones
artísticas y culturales de Venezuela.
Además
de ser la fundadora y presidenta del Festival Internacional de
Teatro de Caracas (FITC) en 1973 (junto a Carlos Giménez) y presidenta del Ateneo de Caracas desde 1958,
fue periodista, activista contra las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez,
activista por los derechos de la mujeres; creadora y/o presidenta de la Agrupación Cultural Femenina, la
Asociación Venezolana de Mujeres, la Federación de Ateneos de Venezuela, Rajatabla,
Celcit, entre muchas otras instituciones.
María
Teresa participó en el Primer Congreso de Mujeres celebrado en Venezuela e
integró diferentes organizaciones venezolanas e internacionales dedicadas a la
paz y a la defensa de los derechos humanos.
Nació
el 15 de octubre de 1908 en Cúa, estado Miranda, en una hacienda familiar
dedicada a la producción de café. A los dos años murió su padre y junto a madre
y hermana se trasladó a Caracas, en donde la situación económica familiar
desmejoró.
En
1934 por su oposición al dictador Juan Vicente Gómez se exilia en Nueva York,
donde trabaja como costurera en una fábrica. Regresa unos meses antes de la
muerte del dictador. Unos meses después
es encarcelada por distribuir propaganda revolucionaria y pasó un año
detenida en la Jefatura Civil de La Pastora.
Aunque
no pudo hacer la escuela secundaria, fue aceptada por su gran inteligencia en
la Escuela de Periodismo en 1946, siendo una de las primeras mujeres
periodistas y trabajó muchos años en el
periódico caraqueño Ultimas Noticias.
En
1946 contrajo matrimonio con el escritor y periodista Miguel Otero Silva, amigo
suyo desde 1928, cofundador del periódico caraqueño El Nacional, con
quien tuvo un hijo, Miguel Henrique, y una hija, Mariana Otero Castillo.
Presidió
el Comité de Solidaridad con Nicaragua, fue vicepresidenta de Fundanalítica,
integró el Comité Internacional para el Premio Mundial de la Cultura de la
Unesco entre 1987 y 1988, fue miembro del Comité Asesor para la Celebración del
V Centenario del Descubrimiento de América, de la Asociación Venezolana de
Periodistas (1988-1989) y vicepresidenta del Comité Venezolano por los Derechos
Humanos (1988-1990).
En
1989 fue electa diputada del Congreso de la República y se convirtió en la
primera presidenta de la Comisión Permanente de Cultura de la Cámara de
Diputados hasta 1992, e integró la Comisión de Desarrollo Regional de la Cámara
de Diputados hasta la finalización de su mandato en 1994. Fue luego miembro del
Consejo Directivo de la Fundación Teresa Carreño hasta 1992, del Consejo
Nacional de Teatro y del Consejo Directivo del Museo de Bellas Artes. También
fue pilar fundamental en la constitución de Amnistía Internacional en Venezuela
en 1978.
Entre
las múltiples condecoraciones que recibió están el doctorado honoris
causa de la Universidad Nacional Abierta (UNA), las medallas Francisco de
Miranda y Andrés Bello en primera clase y la Luisa Cáceres de Arismendi en su
única clase, además del Honor al Mérito Teresa Carreño. En España le otorgaron
la Orden Lazo Isabel La Católica y en Cuba la medalla Alejo Carpentier; así
como la de Educación en Chile. El Ministerio de la Cultura y de la Comunicación
de Francia le confirió la Orden de las Artes y de las Letras.
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