©Rolando Peña-Karla Gómez |
Cuando una ciudad se paraliza y de
alguna manera se modifican sus hábitos y costumbres súbitamente, algo anormal
tiene que estar sucediendo.
Si tales hechos suceden en Francia, Albert
Camus escribiría sobre la llegada de una peste, tal como lo narra en la novela
que lleva ese título, y cuenta cómo un día amaneció en un pueblo la llegada de
una rata, esta vez ya muerta, hecho que nunca antes había sucedido. Tres días
después comenzó el desconcierto pues aparecieron 6.200 muertas y con extrañas
laceraciones y al siguiente día las ratas muertas sumaban las 8.000
Conclusión: había
llegado la peste.
Pero en Carcas no abundan sucesos como
este aunque a veces han ocurrido cosas más asombrosas pero no dentro de la
categoría de una peste. Por eso, el inicio de esta historia tiene un cierto
aire de Camus, pues una noche, en una conversación de esas que llaman “tormenta
de ideas”, María Teresa Castillo y Carlos Giménez se debatían en cómo encontrar
un asunto nuevo que hacer en el Ateneo, inventar algo innovador, poco conocido,
por no decir una hazaña o un imposible. Y como a María Teresa le fascinaba eso
de los “imposibles” le prestó más cuidado a la tertulia y a lo que Carlos
sugería, pues mucho tenía que ver con
Camus. Súbitamente, Carlos lanzó la pregunta que tenía apresada desde hacía
rato: “Por qué no hacemos un Festival Internacional de Teatro?” La idea se le vino a cuento porque había
vivido una experiencia muy tentativa en
Manizales, donde se celebraba un evento
similar y donde participó con un pequeño experimento sobre un trabajo de
Ionesco que logró una aceptación inesperada, y por otra parte, conocía bien el
movimiento que surgió aquí con motivo de la celebración del Tercer Festival de
Teatro Venezolano y que al igual que en
sus primeras ediciones, había contado con un público masivo y al mismo tiempo
había dejado buenos y exitosos resultados a los actores, actrices, dramaturgos
y directores que participaron en el
mismo.
María Teresa, experta
en deshacer imposibles, barrer dificultades y buena amiga de correr estos
riesgos, comenzó a visualizar un suceso de esta magnitud en sus manos y para
Caracas. La fantasía, como suerte de un cuento de hadas, pasó por su mente y
Carlos aprovechó para encender más el fuego.
Ambos alucinaron.
Comenzaron a ver los hoteles repletos de gente que llegaba de todas partes y
sin capacidad para nuevos viandantes.
Helicópteros y ferrys cargados de
pesadas utilerías y pedazos escenográficos. Maniquíes cubiertos con los
vestuarios, tarantines, candelabros, enormes butacas versallescas, pesados
cortinajes de terciopelo, saltimbanquis. Mimos y elefantes, vestuarios
fastuosos, escotes salpicados de relumbrantes lentejuelas, flautas y
acordeones… en fin…
María Teresa se trasladó años atrás cuando vivió
algo similar, la primera de sus grandes utopías como fue la creación del Ateneo
de Caracas en 1931 junto a otras soñadoras como fueron Lucila Palacios, Anna
Julia Rojas y María Luisa Escobar, entre otros y cuya dirección presidió desde
1958. Y con la fatiga que dan los trasnochos, al amanecer del siguiente día
llamó a Carlos y le dijo que comenzara a planificar la estructura del festival.
Esa misma tarde le estaban poniendo fecha y comenzaron a convocar a un grupo
que sería inicialmente compuesto por importantes integrantes tan desquiciados
como ellos. Al día siguiente estaba
elaborada una guía de patrocinantes y los teléfonos comunicaban los asombros de
quienes se enteraban de semejante disparate o de locura. Pocos meses después,
en 1973, se levantaba el telón del Teatro Municipal para dar inicio a la
apertura del Primer Festival Internacional de Teatro de Caracas con la puesta en
escena de TORQUEMADA de Augusto Boal por el grupo CLETA-UNAM de México, la obra que
Carlos estaba dirigiendo en ese país cuando fue deportado
por problemas políticos. El grupo continuó ensayando según las directrices de
Carlos y le dedicó la obra.
II.
Hay que hacer notar que desde la década de los 60 se viene
desarrollando un importante y sólido movimiento teatral como nunca antes se
había pensado ni producido. Los Festivales Nacionales de Teatro a finales de
los 50, el impulso y la aparición de una nueva y trascendente dramaturgia,
directores y actores con la aparición de nuevas y completas instituciones
dedicadas exclusivamente al estudio de las artes escénicas tanto en Caracas
como en el interior, la llegada de nuevos maestros de otras latitudes y innovadoras
ideas, la aparición permanente de nuevos grupos tanto en Caracas como en las
más importantes ciudades del interior que
generan movimientos y estéticas vanguardistas, renovadas, crean el
nacimiento de nuevas formas de expresión del teatro venezolano. Todo esto se ve
reforzado con el impulso que les brinda
el estado que ofrece importantes aportes y apoyos, creándose así un
importantísimo proyecto de subsidios y al unísono se abren nuevas salas y
espacios para el teatro, reforzados con la fortaleza que esto motiva para
nuevos emprendimientos creativos. Es fácil deducir que un nuevo impulso genera
nuevas estéticas y formas de expresión. Venezuela vivía una de sus más
productivas etapas en lo que al teatro se refiere, un impulso creador inusitado
nunca antes visto.
Sucesos como el empuje
y la potencia que el Ateneo de Caracas ofrece a la producción de proyectos
teatrales de toda índole, la aparición de instituciones y proyectos
independientes como fue el Nuevo Grupo, la creación de la Compañía Nacional de
Teatro, la suma de más de 20
agrupaciones profesionales privadas, el eje de talleres dictados de manera
permanente así como la creación del
Instituto Universitario de Teatro y el esplendor de la Escuela de Arte de la
UCV, entre otros hitos, ofrecen un
panorama acorde con una ciudad como Caracas y un país como Venezuela.. Hay
impulso y apoyo para la creación, la aparición y seguimiento que se hace de las
nuevas tendencias y los aportes y cambios de las mismas, nos llevaron a una
cima alta y sólida que pocos imaginaban y lamentablemente no repetida en estos
días cuando y casi todo ha desaparecido, incluyendo los Festivales
Internacionales de Caracas.
Si a esto sumamos el
inmenso aporte y la profesionalización
en el conocimiento, estudio y desarrollo de las nuevas tendencias, de la
vanguardia que universalmente se viene produciendo con los trabajos de los
grandes maestros y la nueva visión que se tiene actualmente del teatro, hay que
reconocer que en mucho de estos cambios, los Festivales Internacionales de
Teatro de Caracas fueron o tuvieron una fuerte cuota impulsora de los mismos
para nuestros creadores.
III.-
Cuando una ciudad se paraliza y se
modifican sus hábitos y costumbres súbitamente, algo anormal debe estar
ocurriendo.
Así sucedió tiempo
después de la realización del primer festival, cuando se comenzó la producción
del segundo. Caracas comenzó a cambiar y no solo en su fisonomía ni en su
perfil. Una soterrada inquietud abría sus puertas, la gente se movía de otra
forma, buscaba y preguntaba ciertos detalles sobre algo que estaba por venir.
Se anunció la preventa de entradas y comenzamos a ver largas filas de gente,
algunas con bolsos, mochilas, comida en envases plásticos y hasta cobijas. Pues
casi todos dormían en los alrededores del Teatro Teresa Carreño, el Ateneo y en
los otros espacios donde se daba inicio
a la venta y reservación de entradas y se nos mostraba la grilla con los
datos de los grupos participantes, así como los horarios y las salas de teatro
donde se presentarían.
Caracas mostraba otra
cara, se la veía más pacífica y con otro tipo de inquietudes: se había atenuado
el desesperante tránsito vehicular y todo se centraba ahora en sosegadas colas
donde prevalecían los estudiantes, gente joven que contrastaban con médicos,
ingenieros y también intelectuales y poetas inéditos. Completaban este
mestizaje damas de diversos atuendos, estatus y profesiones. Algunas personas
contemplaban este movimiento, este cambio repentino y se llenaban de dudas y a
los pocos días del suceso se llegó unánimemente a la conclusión de que La Peste
de Camus había reencarnado en Caracas. Lo que no sabían es que esta vez había
regresado para quedarse por muchos años.
Treinta, cuarenta años.
Durante esos años y en
cada una de sus ediciones, se presentaron espectáculos que podrían catalogarse
de inclasificables o innovadores: música, dramaturgia del movimiento, circo,
mimos en las calles, tragedias actualizadas, nuevas propuestas en el teatro de
escenarios convencionales, textos sin palabras, la acción dramática por encima
de la palabra, el texto convencional deshilachado y empadrinado con el
movimiento y lo gestual, en fin, todas las vanguardias, bien originales, o bien
partiendo de lo clásico. No se trató siempre de un vanguardismo mal disfrazado
sino de nuevas propuestas que obedecían a una evolución que ya Artaud o Ionesco habían superado, por darles alguna
referencia. No se trataba de un una avanzada tradicional (que para muchos de
nuestros creadores resultó ser una camisa de fuerza) por el hecho de hacerlo
porque había que romper con “algo”. En los festivales pudimos ver una decidida
afirmación de libertad creadora que no precisaba a veces del texto sino de la
idea, así como tampoco de tarimas, luces y corpóreas escenografías, sino solamente un racimo de posibilidades
estéticas que aproximaban a la insólito, a veces a lo inimaginable.
Como negar lo trabajos de agrupaciones y directores
tales como Peter Brook, Giorgio Strehler, el Berliner Ensemble, Tomaz Pandur,
Tadeusz Kantor, Lindsay Kemp, Els Joglar, el grupo Macunaíma de Brasil, Andrezj
Wajda, Ushio Amagatsu, de Japón, Peter Stein, el Teatro Arte de Moscú,
Gilles Maheu (Carbone 14), Eva Bergman,
José Limón, Santiago García y Álvaro Boadella de Els Joglars de España por solo
dar una pequeña muestra, o los
maravillosos espectáculos y teatro de
calle como lo fue el Don Quijote del grupo Plasticiens Volants de Francia. Son
sólo algunos, tal vez los más resonantes, y por acá estuvieron acelerando el contagio de la peste.
Experiencias que
mezclaban la belleza visual, coraje, rebeldía, poesía, fuerza y pasión en una
suerte de ritual que conducía a lo místico o al asombro. Símbolos inéditos y
metáforas que se abrían en nuestros sentidos; pasión y violencia que retrataban
y buscaban la libertad y la belleza. Resulta imposible, años después invalidar
estos trabajos para atacar la realización de los festivales.
Pudimos apreciar claramente a través de
propuestas innovadora aunque distintas, que se contaba una historia y manejaban
unos personajes en el sentido no tradicional con el que siempre habían jugado
el dramaturgo y el director. Nos vimos con otros lenguajes que teatralizaron el
pensamiento, la denuncia y las emociones de otra manera.
Particularmente viví
múltiples sobresaltos y allí encontré claramente la fuerza transgresora del
teatro desprendiéndose , olvidándose de representarlo en honor a un hecho cultural, o peor, solo
para entretener por un rato a un grupo de espectadores. Confieso que esta
ruptura, y la metamorfosis que produjo en mi tuvo lugar una noche en New York,
cuando tuve el privilegio de ver el montaje original del Marat/Sade de Weiss y
Brook con Glenda Jackson.
Y la lección continuó
años después con la aparición en diferentes Festivales Internacionales de
Caracas de trabajos que me conmovieron y cambiaron en mucho mi visión del hecho
teatral como “La Clase Muerta” de Tadeusz
Kantor, “La Orestíada” dirigida por Peter Stein en la Concha Acústica de Bello
Monte, Peter Brook con su espectáculo “El Sueño” para el cual no exigió una
sala de Teatro sino que prefirió hacerlo en los escombros del cine Alcázar en
la Pastora; Giorgio Strehler con el Piccolo Teatro di Milano; el “Arturo Ui” y
“La Ópera de tres Centavos” que trajo el Berliner Ensemble y que defraudó a
algunos que adoraban a Brecht pues consideraron que la obra era lenta, casi
fastidiosa, y no habían trabajado con la cuarta pared…que ese no era Brecht. Y
Tomás Pandur con sus tres montajes de “La Divina Comedia”, o Els Joglars, y la
“Doña Rosita” de García Lorca dirigida por Jorge Lavelli con Nuria Espert y el
“Kinkan Shonen” de Japón y la “Nastasia Filippovna” de Andrezj Wajda, y El
Teatro Arte de Moscú y, por qué no? la exquisita frivolidad parisina del grupo
Caviar con “Cinema” de Jean François Casanovas.
IV.- Mi experiencia de
más de cuarenta años como docente me permite decir que el aprendizaje y el
desarrollo creativo del estudiante de teatro, es apenas una orientación para
que dé inicio a un proceso realmente creativo desde su visión interior. Para llegar
a eso es necesaria una entrega especial al hecho teatral, a tener que
enfrentarse a realidades y visiones diferentes, encontradas, a veces terribles;
vivencias que no solo lo lleven a pisar un escenario y declamar un texto
memorizado con una pizca innovadora que a veces consiste solo en un cambio de
luces o de vestir a un personaje masculino con trajes de mujer. Hay que
adentrarse en los grandes trabajos que van surgiendo de los grandes maestros,
sus respuestas evolutivas. Directores y dramaturgos que han bajado a los
infiernos o al paraíso y que inducen a interrogantes permanentes, que se mueven
por un camino de introspección en el que perciben cuestiones inadvertidas o
fantasmas ocultos en su yo y que convierten en magia creadora, y nos obligan a
pensar y actuar de otra manera ante el hecho social, la intolerancia, la
libertad y a través de esa explosión, nos proponen desde el escenario, a ver cuál es el reto, la transformación que
precisamos y es por ello que nos obligan
a ver y hablar de callejones desérticos y oscuros, de pueblos
destruidos, de cadáveres tendidos en la calle,
la casa materna abandonada o en ruinas,
caminos que no terminan de llevarnos a alguna parte basureros,
podredumbre. Espacios que se nutren con
la soledad. Esto no se enseña en un aula. Hay que seguir los pasos de estos
grandes maestros y descifrarlos para comprender por qué existe el teatro, cómo
debemos hacerlo y transformarnos para transformar al espectador. Creo que los
CUARENTA AÑOS DE FESTIVALES INTERNACIONALES DE CARACAS nos permitieron, en una
buena proporción, hablar y conocer el lenguaje de esos creadores y obligarnos a
pensar cual es nuestra responsabilidad, nuestra respuesta a ellos y lo que
debemos asumir y transmitir.
HABER REALIZADO CAPÍTULOS
INNOVADORES Y VANGUARDISTAS DE SEMEJANTE CATEGORÍA Y ALTURA NO ES COMO PARA
PASAR LA PÁGINA INDIFERENTEMENTE Y DEDICARLE MÁS ESPACIO A CRÍTICAS Y RECHAZOS.
DESCALIFICARLOS NO
APORTA ABSOLÚTAMENTE NADA. POR EL CONTRARIO, SON MUCHAS LAS COSAS POSITIVAS. EL
HABER TENIDO DURANTE TANTOS AÑOS A LOS MAESTROS MÁS IMPORTANTES EN ESTA FASE
DEL TEATRO UNIVERSAL NO SE HA REPETIDO Y DEJÓ UNA BRILLANTE ESTELA DE CONOCIMIENTO
ACADÉMICO Y ARTÍSTICO PARA NUESTROS CREADORES.
CERRANDO.-
MARÍA TERESA CASTILLO
©Internet |
***A María Teresa la
conocí cuando el Ateneo vivía uno de sus mejores momentos. Me la presentó
Horacio en el célebre y bullicioso cafetín, reducto de intelectuales, artistas
y gente de teatro. Yo acababa de estrenar “Los Peces del Acuario” en Marzo del
67 y ella me manifestó que, lamentablemente no pudo verla, pero que le habían
hablado maravillas del texto. Me sugirió que le entregase una copia del libreto
y de alguna otra obra que yo acabase de escribir y buscaba donde estrenarla
para ver si mi siguiente éxito era para el Ateneo. Entre bromas me di cuenta de
que estaba frente a un ser especial. Horacio remató el encuentro cuando se
ofreció para dirigirla. Quedé sorprendido y con la duda de saber si la oferta
era por cumplido, por salir del paso, pero no resultó así, fue el comienzo de
una buena relación, pues desde entonces
nos encontrábamos a menudo y nos deteníamos a hablar por un minuto, siempre de
teatro, de la obra que tenían en cartelera o de un proyecto nuevo que tenía en
mente.. Para mi sorpresa, estábamos comenzando una particular amistad y al
final de cada conversación me reclamaba en broma que no le había entregado el
texto que le prometí. Pero no hubo necesidad de hacerlo pues en 1975 una de mis
obras más recientes recibió una mención especial en el Premio Nacional de
Dramaturgia que patrocinó el INCIBA y parte del premio consistía en el montaje
de la pieza. No hubo tiempo que perder y de inmediato Antonio Costante, mi gran
amigo, le propuso estrenarla en el Ateneo. Nos reunimos con ella y en medio de
la euforia y las bromas, me agradeció
que “por fin” se montaría un texto prometido en el Ateneo y mejor aún si con
este que no tenía que correr con los gastos de producción pues los mismos eran
parte del premio. El Tigre se estrenó y fortaleció más la confianza y el tono
alegre con que siempre me trataba y las breves tertulias en su oficina o en los
pasillos del Ateneo.
Cuando comenzaron los
Festivales Internacionales, me incluyó con el visto bueno de Carlos, en la
coordinación de los Eventos Especiales, conferencias y conversatorios, encuentros o clases magistrales, lo que abrió
más la confianza que teníamos tanto en lo profesional como en lo personal,
nuestros diálogos se hicieron más frecuentes y al mismo tiempo más amistosos.
Hurgaba siempre de mi opinión acerca del Festival de turno o de la obra que
estaba en cartelera en su escenario. La sonrisa, la capacidad de trabajo y su
permanente optimismo, lograron atraparme y aumentaba el afecto y admiración que
le tuve.
Esta historia tuvo su
clímax cuando se decidió hacerle una
gran fiesta para celebrar los cincuenta años del Ateneo. La directiva y las
personas más allegadas a ella propusieron escenificar un recuento de su vida,
de su vínculo con el Ateneo, de su pasión por el teatro. Antonio Constante y yo
armamos el libreto en donde ella era el personaje central, interpretado por
María Cristina Lozada y con la intervención de Zapata, Soledad Bravo y los
mejores artistas que habían pasado por el escenario del Ateneo. El espectáculo fue una joya y recuerdo la
ovación al final que le brindamos cuando ella subió al escenario sin poder lo
que había visto y que ella hubiese hecho todo lo que allí se dijo. “Gracias por
tanto amor” fue lo único que pudo decir, temblando como una niña pues no
reaccionaba verse ella misma en el cuerpo de María Cristina, hablando y dando órdenes en el Ateneo.
Finalmente reaccionó, tomó el micrófono entre sus manos y pudo hablar un par de
minutos para agradecer lo que ella misma desconocía que había dicho o hecho.
Esta historia tuvo su
clímax pues ese mismo año 81 como parte de las celebraciones, me hizo un enorme
regalo: programó el montaje de “Los Peces del Acuario” esta vez en la sala
Rajatabla, dirigida por Ibrahim Guerra, con Carmen Mezutti, el debutante Javier
Vidal, la debutante Pilar Romero y Mireya Hernández. El éxito (sin modestias de
ningún tipo) fue realmente estruendoso.
Con el paso del tiempo continuamos
viéndonos con la misma felicidad, ella con su maravillosa sonrisa que tanto
quisimos. Para mi, María Teresa fue un ser excepcional. Una mujer admirable,
culta, inteligente, intuitiva y pujante
en todo lo que se proponía y que tenía que ver con el arte, particularmente con el teatro. Siempre
firme, sin titubeos ante los más difíciles retos y proyectos. La política fue también parte de su historia
y la aproximaba a sus luchas por la cultura, particularmente por la parte
teatral. Entrañable y sincera, incansable, hablábamos de libros, de cine, del
teatro que estábamos haciendo, de los festivales, siempre con su sonrisa que
borraba cualquier dejo de amargura o de resentimientos, y con su mirada, con
sus grandes y brillantes ojos que parecían completar las frases que nos
pronunciaba.
Con el paso del tiempo nos veíamos cada vez menos. Y un día…
CARLOS GIMÉNEZ
©Miguel Gracia |
Fue la otra ala que puso a volar el festival.
Quién no lo conoció?
Fui uno de los primeros amigos que tuvo pues él venía de Argentina, pasando por
Ecuador, Perú y llegó hasta Colombia invitado para el festival de Manizales con
un espectáculo con textos de Ionesco. Al terminar el festival no se devolvió
sino que se vino a Venezuela, entrando primero por Barquisimeto para ponerle
fin a la odisea en Caracas. Esther
Plaza, actriz argentina recién llegada me lo presentó la noche que estrenó su
trabajo en el Ateneo y desde entonces comenzamos a vernos aprovechando de
presentarle a algunos de mis amigos. Funcionamos muy bien en el trato personal,
pero nunca pensé en entregarle un texto mío, no me explico por qué. Su éxito
con Rajatabla, como bautizó su grupo, fue notable y nuestra relación fue casi
siempre más personal que profesional, pero
él me preguntaba muy a fondo sobre nuestro teatro y quien era quien en
el mismo.. Cuando hablábamos a solas siempre se tocaba el tema de la deuda
pendiente de un montaje con uno de mis textos, pero eso nunca se dio. Todavía
no lo comprendo. Tuvimos largas reuniones sobre la utopía de hacer un gran
festival internacional y me di cuenta de que eso no era un proyecto de locos.
María Teresa lo aupaba y un día me llamó para preguntarme si quería unirme a la
locura (a la peste). Acepté y me pidió que lo ayudase con los eventos
especiales y de hecho, cuando el festival se inició entre asombros y dudas, yo,
junto con Carlos Miguel Suarez Radillo, estuve organizando, creo que por tres
años, ese importante evento. Notorio el primero cuando todos los directores
invitado se reunieron con los nuestros y algunos dramaturgos. La intervención
de César Rengifo fue memorable al igual que el encuentro entre Isaac Chocrón y
Gilberto Pinto. No me olvido tampoco de la aparición de Nuria Espert, Jorge Lavelli
y… García Lorca con Doña Rosita. Pero no quise seguir, no era lo mío y ya se
había sumado para el tercer festival, un buen grupo que había aprendido a
manejar estos encuentros y eventos especiales sustentados en las exposiciones
de los más prominente directores, dramaturgos, actores y actrices que asistían
de los países participantes
En su locura, de vez en
cuando volvía al tema de dirigir una de
mis obras, pero nunca se materializó. Solamente nos entendimos para llevar a la
televisión “Las Troyanas” de Eurípides con una versión actualizada y con
América Alonso, Lupita Ferrer, Eva Moreno y Carmen Julia Álvarez como actrices
que él dirigió. Fue algo estremecedor que movió la prensa especializada y hasta
intelectuales, nombres de nuestras letras y hasta políticos, escribieron sobre
esa obra maestra que salió al aire por el canal 8. Finalmente nos entendimos y me pidió que
escribiese un texto fuera de serie,
“anormal”, como me dijo, una locura en
el medio de una autopista, algo parecido, en un basurero, en el callejón de un
barrio. Así nació “Fango Negro”. Un texto irreverente, violento, que iniciaba
una nueva tendencia en nuestro país como lo es el hiperrealismo. La acción se
iniciaba en la calle y se desarrollaba en un autobús y un prostíbulo sin ningún
artificio ni escenografía, excluyendo la sangre que se derramaba en el crimen
pasional que se derramaba en la agresiva
historia. Los ensayos se iniciaron con enorme ánimo, hasta que una noche nos
asomamos al balcón de su apartamento en Parque Central y vimos una enorme
congestión de tránsito. Los automóviles y buses no se movían y Carlos me miró
aterrado. “¿Y si nos pasa esto cuando el autobús esté en marcha? Qué van a
hacer los actores, improvisar por media hora?”. El proyecto se suspendió y un par de años después, Daniel Uribe encontró
un libreto detrás de un archivo de gavetas metálicas, leyó la obra y la montó.
El estreno fue, precisamente, para iniciar el Festival Internacional que se
realizó del 13 al 29 de Junio de 1988. No esperábamos la locura que se produjo.
Hubo que hacer funciones especiales para los grupos invitados al respectivo
festival y se mantuvo durante cuatro ediciones más provocando la misma tempestad. En varias
oportunidades, cuando Carlos veía detenerse al autobús y se producía el crimen
del soldado a la prostituta entre los gritos y aclamaciones de los espectadores,
con algo de rabieta y estupor nos decía: "Cómo fue que yo no me atreví a
dirigir esto?”
Fango
Negro se ha llevado a escena en más de una docena de
países. En Uruguay lleva 33 años ininterrumpidos llevándose a escena desde
Enero hasta Diciembre y lo han declarado Patrimonio Cultural de Montevideo y
Atractivo Turístico de la ciudad. Otra de las tantas extraordinarias historias
del Festival y Carlos.
Tengo mil cosas que decir de María Teresa y
Carlos. De sus festivales. De su pasión por el teatro, pero sería una tertulia
interminable, como las que muchos de nosotros tuvimos el privilegio de
disfrutar. Pero, como siempre en el teatro, la función se termina y baja el
telón. Yo dejé de verlos poco a poco, casi sin darme cuenta, hasta que un día
me descubrí a mí mismo que se habían ido y los festivales también con ellos.
JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ
Caracas, 21 de noviembre de 2023
Dramaturgo
venezolano. Docente y escritor de telenovelas. Premio Nacional de Teatro 2002 – 2003.
Economista
egresado de la Universidad Católica Andrés Bello. En 1965 inicia su carrera teatral con el grupo Experimental El Surco que dirigió
Antonio Costante. Alumno de César Rengifo y Elizabeth Schön en el taller de dramaturgia
dictado en el año 1976 en el CELARG.
Docente
en diversas instituciones como la Escuela Superior de Artes Escénicas “Juana
Sujo”, escuela “Porfirio Rodríguez”, Instituto Universitario de Teatro IUDET y
en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE), entre otras.
Miembro
de la Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro (AVEPROTE), el Consejo
Nacional de Teatro, la Sociedad de
Autores y Compositores de Venezuela (SACVEN).
Director
General del Teatro Nacional de Repertorio, con sede en la Casa del
Artista; presidente del grupo Compás, que lleva sesenta años de
actividad teatral en Venezuela.
Conferencista
en múltiples foros, conversatorios y congresos literarios, tanto en Venezuela
como el exterior: Puerto Rico, Cuba, Francia, Estados Unidos, Uruguay, Colombia,
Hungría, etc, en universidades e
instituciones culturales.
Algunos
premios y condecoraciones: premio Teatral de la Universidad del Zulia; Mención
al Premio Nacional de Teatro del INCIBA;
Premio Juana Sujo; Premio
Municipal de Teatro; Premio CRITVEN.
Premio Águila de Oro, Teatro San Martín. Condecoración José Francisco Bermúdez,
Carúpano; Orden Antonio José de Sucre,
Primera Clase, Cumaná; Orden Andrés Bello de la Presidencia de la República en
su Tercera Clase; Orden del Mérito del Trabajo, Segunda Clase; Orden Andrés
Bello de la Presidencia de la República en su Primera Clase; Orden Francisco Fajardo; Condecoración del
Instituto de Cultura de Miranda; Diploma
Especial de Reconocimiento del Museo Histórico de Carúpano por su trayectoria
literaria, 1999. Homenaje Nacional, en diez ciudades del país con motivo de los
cuarenta años del estreno de Los peces del acuario, 2007. Maestro
Honorario de UNEARTE, 2009. Premio Luis Alfonso Larrain de SACVEN; Premio Mejor Texto Original en el Tercer Festival
de Teatro de Miami, 2013. Premio Isaac Chocrón; premio Fernando Gómez; premio
Rafael Briceño.
LEE GRATIS EL LIBRO HACIENDO CLIK ABAJO
MARÍA TERESA-CARLOS-FITC