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FESTIVALES INTERNACIONALES por JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ, del libro "María Teresa Castillo-Carlos Giménez-FITC 1973-1992" (2023)

 


©Rolando Peña-Karla Gómez



 

        Cuando una ciudad se paraliza y de alguna manera se modifican sus hábitos y costumbres súbitamente, algo anormal tiene que estar sucediendo.

  Si tales hechos suceden en Francia, Albert Camus escribiría sobre la llegada de una peste, tal como lo narra en la novela que lleva ese título, y cuenta cómo un día amaneció en un pueblo la llegada de una rata, esta vez ya muerta, hecho que nunca antes había sucedido. Tres días después comenzó el desconcierto pues aparecieron 6.200 muertas y con extrañas laceraciones y al siguiente día las ratas muertas sumaban las 8.000

Conclusión: había llegado la peste.

      Pero en Carcas no abundan sucesos como este aunque a veces han ocurrido cosas más asombrosas pero no dentro de la categoría de una peste. Por eso, el inicio de esta historia tiene un cierto aire de Camus, pues una noche, en una conversación de esas que llaman “tormenta de ideas”, María Teresa Castillo y Carlos Giménez se debatían en cómo encontrar un asunto nuevo que hacer en el Ateneo, inventar algo innovador, poco conocido, por no decir una hazaña o un imposible. Y como a María Teresa le fascinaba eso de los “imposibles” le prestó más cuidado a la tertulia y a lo que Carlos sugería, pues  mucho tenía que ver con Camus. Súbitamente, Carlos lanzó la pregunta que tenía apresada desde hacía rato: “Por qué no hacemos un Festival Internacional de Teatro?”   La idea se le vino a cuento porque había vivido una experiencia muy tentativa  en Manizales, donde se celebraba  un evento similar y donde participó con un pequeño experimento sobre un trabajo de Ionesco que logró una aceptación inesperada, y por otra parte, conocía bien el movimiento que surgió aquí con motivo de la celebración del Tercer Festival de Teatro Venezolano  y que al igual que en sus primeras ediciones, había contado con un público masivo y al mismo tiempo había dejado buenos y exitosos resultados a los actores, actrices, dramaturgos y directores que participaron en  el mismo.

María Teresa, experta en deshacer imposibles, barrer dificultades y buena amiga de correr estos riesgos, comenzó a visualizar un suceso de esta magnitud en sus manos y para Caracas. La fantasía, como suerte de un cuento de hadas, pasó por su mente y Carlos aprovechó para encender más el fuego.

Ambos alucinaron. Comenzaron a ver los hoteles repletos de gente que llegaba de todas partes y sin capacidad para nuevos viandantes.  Helicópteros y ferrys  cargados de pesadas utilerías y pedazos escenográficos. Maniquíes cubiertos con los vestuarios, tarantines, candelabros, enormes butacas versallescas, pesados cortinajes de terciopelo, saltimbanquis. Mimos y elefantes, vestuarios fastuosos, escotes salpicados de relumbrantes lentejuelas, flautas y acordeones… en fin…

María  Teresa se trasladó años atrás cuando vivió algo similar, la primera de sus grandes utopías como fue la creación del Ateneo de Caracas en 1931 junto a otras soñadoras como fueron Lucila Palacios, Anna Julia Rojas y María Luisa Escobar, entre otros y cuya dirección presidió desde 1958. Y con la fatiga que dan los trasnochos, al amanecer del siguiente día llamó a Carlos y le dijo que comenzara a planificar la estructura del festival. Esa misma tarde le estaban poniendo fecha y comenzaron a convocar a un grupo que sería inicialmente compuesto por importantes integrantes tan desquiciados como ellos.  Al día siguiente estaba elaborada una guía de patrocinantes y los teléfonos comunicaban los asombros de quienes se enteraban de semejante disparate o de locura. Pocos meses después, en 1973, se levantaba el telón del Teatro Municipal para dar inicio a la apertura del Primer Festival Internacional de Teatro de Caracas con la puesta en escena de TORQUEMADA de Augusto Boal por el grupo CLETA-UNAM de México, la obra que Carlos estaba dirigiendo en ese país cuando fue deportado por problemas políticos. El grupo continuó ensayando según las directrices de Carlos y le dedicó la obra. 

 

    II.

Hay que hacer  notar que desde la década de los 60 se viene desarrollando un importante y sólido movimiento teatral como nunca antes se había pensado ni producido. Los Festivales Nacionales de Teatro a finales de los 50, el impulso y la aparición de una nueva y trascendente dramaturgia, directores y actores con la aparición de nuevas y completas instituciones dedicadas exclusivamente al estudio de las artes escénicas tanto en Caracas como en el interior, la llegada de nuevos maestros de otras latitudes y innovadoras ideas, la aparición permanente de nuevos grupos tanto en Caracas como en las más importantes ciudades del interior que  generan movimientos y estéticas vanguardistas, renovadas, crean el nacimiento de nuevas formas de expresión del teatro venezolano. Todo esto se ve reforzado con  el impulso que les brinda el estado que ofrece importantes aportes y apoyos, creándose así un importantísimo proyecto de subsidios y al unísono se abren nuevas salas y espacios para el teatro, reforzados con la fortaleza que esto motiva para nuevos emprendimientos creativos. Es fácil deducir que un nuevo impulso genera nuevas estéticas y formas de expresión. Venezuela vivía una de sus más productivas etapas en lo que al teatro se refiere, un impulso creador inusitado nunca antes visto.

Sucesos como el empuje y la potencia que el Ateneo de Caracas ofrece a la producción de proyectos teatrales de toda índole, la aparición de instituciones y proyectos independientes como fue el Nuevo Grupo, la creación de la Compañía Nacional de Teatro,   la suma de más de 20 agrupaciones profesionales privadas, el eje de talleres dictados de manera permanente  así como la creación del Instituto Universitario de Teatro y el esplendor de la Escuela de Arte de la UCV,  entre otros hitos, ofrecen un panorama acorde con una ciudad como Caracas y un país como Venezuela.. Hay impulso y apoyo para la creación, la aparición y seguimiento que se hace de las nuevas tendencias y los aportes y cambios de las mismas, nos llevaron a una cima alta y sólida que pocos imaginaban y lamentablemente no repetida en estos días cuando y casi todo ha desaparecido, incluyendo los Festivales Internacionales de Caracas.

Si a esto sumamos el inmenso aporte y la profesionalización  en el conocimiento, estudio y desarrollo de las nuevas tendencias, de la vanguardia que universalmente se viene produciendo con los trabajos de los grandes maestros y la nueva visión que se tiene actualmente del teatro, hay que reconocer que en mucho de estos cambios, los Festivales Internacionales de Teatro de Caracas fueron o tuvieron una fuerte cuota impulsora de los mismos para nuestros creadores.

 

 

III.-

        Cuando una ciudad se paraliza y se modifican sus hábitos y costumbres súbitamente, algo anormal debe estar ocurriendo.

Así sucedió tiempo después de la realización del primer festival, cuando se comenzó la producción del segundo. Caracas comenzó a cambiar y no solo en su fisonomía ni en su perfil. Una soterrada inquietud abría sus puertas, la gente se movía de otra forma, buscaba y preguntaba ciertos detalles sobre algo que estaba por venir. Se anunció la preventa de entradas y comenzamos a ver largas filas de gente, algunas con bolsos, mochilas, comida en envases plásticos y hasta cobijas. Pues casi todos dormían en los alrededores del Teatro Teresa Carreño, el Ateneo y en los otros espacios donde se daba inicio  a la venta y reservación de entradas y se nos mostraba la grilla con los datos de los grupos participantes, así como los horarios y las salas de teatro donde se presentarían.

Caracas mostraba otra cara, se la veía más pacífica y con otro tipo de inquietudes: se había atenuado el desesperante tránsito vehicular y todo se centraba ahora en sosegadas colas donde prevalecían los estudiantes, gente joven que contrastaban con médicos, ingenieros y también intelectuales y poetas inéditos. Completaban este mestizaje damas de diversos atuendos, estatus y profesiones. Algunas personas contemplaban este movimiento, este cambio repentino y se llenaban de dudas y a los pocos días del suceso se llegó unánimemente a la conclusión de que La Peste de Camus había reencarnado en Caracas. Lo que no sabían es que esta vez había regresado para quedarse por muchos años.  Treinta, cuarenta años.

Durante esos años y en cada una de sus ediciones, se presentaron espectáculos que podrían catalogarse de inclasificables o innovadores: música, dramaturgia del movimiento, circo, mimos en las calles, tragedias actualizadas, nuevas propuestas en el teatro de escenarios convencionales, textos sin palabras, la acción dramática por encima de la palabra, el texto convencional deshilachado y empadrinado con el movimiento y lo gestual, en fin, todas las vanguardias, bien originales, o bien partiendo de lo clásico. No se trató siempre de un vanguardismo mal disfrazado sino de nuevas propuestas que obedecían a una evolución que ya Artaud o  Ionesco habían superado, por darles alguna referencia. No se trataba de un una avanzada tradicional (que para muchos de nuestros creadores resultó ser una camisa de fuerza) por el hecho de hacerlo porque había que romper con “algo”. En los festivales pudimos ver una decidida afirmación de libertad creadora que no precisaba a veces del texto sino de la idea, así como tampoco de tarimas, luces y corpóreas escenografías, sino  solamente un racimo de posibilidades estéticas que aproximaban a la insólito, a veces a lo inimaginable.

Como negar  lo trabajos de agrupaciones y directores tales como Peter Brook, Giorgio Strehler, el Berliner Ensemble, Tomaz Pandur, Tadeusz Kantor, Lindsay Kemp, Els Joglar, el grupo Macunaíma de Brasil, Andrezj Wajda, Ushio Amagatsu, de Japón, Peter Stein, el Teatro Arte de Moscú, Gilles  Maheu (Carbone 14), Eva Bergman, José Limón, Santiago García y Álvaro Boadella de Els Joglars de España por solo dar una  pequeña muestra, o los maravillosos espectáculos  y teatro de calle como lo fue el Don Quijote del grupo Plasticiens Volants de Francia. Son sólo algunos, tal vez los más resonantes, y por acá estuvieron  acelerando el contagio de la peste.   

Experiencias que mezclaban la belleza visual, coraje, rebeldía, poesía, fuerza y pasión en una suerte de ritual que conducía a lo místico o al asombro. Símbolos inéditos y metáforas que se abrían en nuestros sentidos; pasión y violencia que retrataban y buscaban la libertad y la belleza. Resulta imposible, años después invalidar estos trabajos para atacar la realización de los festivales.

   Pudimos apreciar claramente a través de propuestas innovadora aunque distintas, que se contaba una historia y manejaban unos personajes en el sentido no tradicional con el que siempre habían jugado el dramaturgo y el director. Nos vimos con otros lenguajes que teatralizaron el pensamiento, la denuncia y las emociones de otra manera.

Particularmente viví múltiples sobresaltos y allí encontré claramente la fuerza transgresora del teatro desprendiéndose , olvidándose de representarlo  en honor a un hecho cultural, o peor, solo para entretener por un rato a un grupo de espectadores. Confieso que esta ruptura, y la metamorfosis que produjo en mi tuvo lugar una noche en New York, cuando tuve el privilegio de ver el montaje original del Marat/Sade de Weiss y Brook con Glenda Jackson.

Y la lección continuó años después con la aparición en diferentes Festivales Internacionales de Caracas de trabajos que me conmovieron y cambiaron en mucho mi visión del hecho teatral como “La  Clase Muerta” de Tadeusz Kantor, “La Orestíada” dirigida por Peter Stein en la Concha Acústica de Bello Monte, Peter Brook con su espectáculo “El Sueño” para el cual no exigió una sala de Teatro sino que prefirió hacerlo en los escombros del cine Alcázar en la Pastora; Giorgio Strehler con el Piccolo Teatro di Milano; el “Arturo Ui” y “La Ópera de tres Centavos” que trajo el Berliner Ensemble y que defraudó a algunos que adoraban a Brecht pues consideraron que la obra era lenta, casi fastidiosa, y no habían trabajado con la cuarta pared…que ese no era Brecht. Y Tomás Pandur con sus tres montajes de “La Divina Comedia”, o Els Joglars, y la “Doña Rosita” de García Lorca dirigida por Jorge Lavelli con Nuria Espert y el “Kinkan Shonen” de Japón y la “Nastasia Filippovna” de Andrezj Wajda, y El Teatro Arte de Moscú y, por qué no? la exquisita frivolidad parisina del grupo Caviar con “Cinema” de Jean François Casanovas.

 

IV.- Mi experiencia de más de cuarenta años como docente me permite decir que el aprendizaje y el desarrollo creativo del estudiante de teatro, es apenas una orientación para que dé inicio a un proceso realmente creativo desde su visión interior. Para llegar a eso es necesaria una entrega especial al hecho teatral, a tener que enfrentarse a realidades y visiones diferentes, encontradas, a veces terribles; vivencias que no solo lo lleven a pisar un escenario y declamar un texto memorizado con una pizca innovadora que a veces consiste solo en un cambio de luces o de vestir a un personaje masculino con trajes de mujer. Hay que adentrarse en los grandes trabajos que van surgiendo de los grandes maestros, sus respuestas evolutivas. Directores y dramaturgos que han bajado a los infiernos o al paraíso y que inducen a interrogantes permanentes, que se mueven por un camino de introspección en el que perciben cuestiones inadvertidas o fantasmas ocultos en su yo y que convierten en magia creadora, y nos obligan a pensar y actuar de otra manera ante el hecho social, la intolerancia, la libertad y a través de esa explosión, nos proponen desde el escenario, a  ver cuál es el reto, la transformación que precisamos y es por ello que nos obligan  a ver y hablar de callejones desérticos y oscuros, de pueblos destruidos, de cadáveres tendidos en la calle,  la casa materna abandonada o en ruinas,  caminos que no terminan de llevarnos a alguna parte basureros, podredumbre. Espacios que se nutren  con la soledad. Esto no se enseña en un aula. Hay que seguir los pasos de estos grandes maestros y descifrarlos para comprender por qué existe el teatro, cómo debemos hacerlo y transformarnos para transformar al espectador. Creo que los CUARENTA AÑOS DE FESTIVALES INTERNACIONALES DE CARACAS nos permitieron, en una buena proporción, hablar y conocer el lenguaje de esos creadores y obligarnos a pensar cual es nuestra responsabilidad, nuestra respuesta a ellos y lo que debemos asumir y transmitir.

HABER REALIZADO CAPÍTULOS INNOVADORES Y VANGUARDISTAS DE SEMEJANTE CATEGORÍA Y ALTURA NO ES COMO PARA PASAR LA PÁGINA INDIFERENTEMENTE Y DEDICARLE MÁS ESPACIO A CRÍTICAS Y RECHAZOS.

DESCALIFICARLOS NO APORTA ABSOLÚTAMENTE NADA. POR EL CONTRARIO, SON MUCHAS LAS COSAS POSITIVAS. EL HABER TENIDO DURANTE TANTOS AÑOS A LOS MAESTROS MÁS IMPORTANTES EN ESTA FASE DEL TEATRO UNIVERSAL NO SE HA REPETIDO Y DEJÓ UNA BRILLANTE ESTELA DE CONOCIMIENTO ACADÉMICO Y ARTÍSTICO PARA NUESTROS CREADORES.

 

CERRANDO.-

MARÍA TERESA CASTILLO

©Internet
























***A María Teresa la conocí cuando el Ateneo vivía uno de sus mejores momentos. Me la presentó Horacio en el célebre y bullicioso cafetín, reducto de intelectuales, artistas y gente de teatro. Yo acababa de estrenar “Los Peces del Acuario” en Marzo del 67 y ella me manifestó que, lamentablemente no pudo verla, pero que le habían hablado maravillas del texto. Me sugirió que le entregase una copia del libreto y de alguna otra obra que yo acabase de escribir y buscaba donde estrenarla para ver si mi siguiente éxito era para el Ateneo. Entre bromas me di cuenta de que estaba frente a un ser especial. Horacio remató el encuentro cuando se ofreció para dirigirla. Quedé sorprendido y con la duda de saber si la oferta era por cumplido, por salir del paso, pero no resultó así, fue el comienzo de una buena  relación, pues desde entonces nos encontrábamos a menudo y nos deteníamos a hablar por un minuto, siempre de teatro, de la obra que tenían en cartelera o de un proyecto nuevo que tenía en mente.. Para mi sorpresa, estábamos comenzando una particular amistad y al final de cada conversación me reclamaba en broma que no le había entregado el texto que le prometí. Pero no hubo necesidad de hacerlo pues en 1975 una de mis obras más recientes recibió una mención especial en el Premio Nacional de Dramaturgia que patrocinó el INCIBA y parte del premio consistía en el montaje de la pieza. No hubo tiempo que perder y de inmediato Antonio Costante, mi gran amigo, le propuso estrenarla en el Ateneo. Nos reunimos con ella y en medio de la euforia y  las bromas, me agradeció que “por fin” se montaría un texto prometido en el Ateneo y mejor aún si con este que no tenía que correr con los gastos de producción pues los mismos eran parte del premio. El Tigre se estrenó y fortaleció más la confianza y el tono alegre con que siempre me trataba y las breves tertulias en su oficina o en los pasillos del Ateneo.

Cuando comenzaron los Festivales Internacionales, me incluyó con el visto bueno de Carlos, en la coordinación de los Eventos Especiales, conferencias y conversatorios,  encuentros o clases magistrales, lo que abrió más la confianza que teníamos tanto en lo profesional como en lo personal, nuestros diálogos se hicieron más frecuentes y al mismo tiempo más amistosos. Hurgaba siempre de mi opinión acerca del Festival de turno o de la obra que estaba en cartelera en su escenario. La sonrisa, la capacidad de trabajo y su permanente optimismo, lograron atraparme y aumentaba el afecto y admiración que le tuve.

Esta historia tuvo su clímax cuando  se decidió hacerle una gran fiesta para celebrar los cincuenta años del Ateneo. La directiva y las personas más allegadas a ella propusieron escenificar un recuento de su vida, de su vínculo con el Ateneo, de su pasión por el teatro. Antonio Constante y yo armamos el libreto en donde ella era el personaje central, interpretado por María Cristina Lozada y con la intervención de Zapata, Soledad Bravo y los mejores artistas que habían pasado por el escenario del Ateneo.  El espectáculo fue una joya y recuerdo la ovación al final que le brindamos cuando ella subió al escenario sin poder lo que había visto y que ella hubiese hecho todo lo que allí se dijo. “Gracias por tanto amor” fue lo único que pudo decir, temblando como una niña pues no reaccionaba verse ella misma en el cuerpo de María Cristina,  hablando y dando órdenes en el Ateneo. Finalmente reaccionó, tomó el micrófono entre sus manos y pudo hablar un par de minutos para agradecer lo que ella misma desconocía que había dicho o hecho.

Esta historia tuvo su clímax pues ese mismo año 81 como parte de las celebraciones, me hizo un enorme regalo: programó el montaje de “Los Peces del Acuario” esta vez en la sala Rajatabla, dirigida por Ibrahim Guerra, con Carmen Mezutti, el debutante Javier Vidal, la debutante Pilar Romero y Mireya Hernández. El éxito (sin modestias de ningún tipo)  fue realmente estruendoso.

    Con el paso del tiempo continuamos viéndonos con la misma felicidad, ella con su maravillosa sonrisa que tanto quisimos. Para mi, María Teresa fue un ser excepcional. Una mujer admirable, culta, inteligente, intuitiva  y pujante en todo lo que se proponía y que tenía que ver con el  arte, particularmente con el teatro. Siempre firme, sin titubeos ante los más difíciles retos y proyectos.  La política fue también parte de su historia y la aproximaba a sus luchas por la cultura, particularmente por la parte teatral. Entrañable y sincera, incansable, hablábamos de libros, de cine, del teatro que estábamos haciendo, de los festivales, siempre con su sonrisa que borraba cualquier dejo de amargura o de resentimientos, y con su mirada, con sus grandes y brillantes ojos que parecían completar las frases que nos pronunciaba.

 Con el paso del tiempo  nos veíamos cada vez menos. Y un día…

 


CARLOS GIMÉNEZ

©Miguel Gracia























Fue la otra ala que puso a volar el festival.

Quién no lo conoció? Fui uno de los primeros amigos que tuvo pues él venía de Argentina, pasando por Ecuador, Perú y llegó hasta Colombia invitado para el festival de Manizales con un espectáculo con textos de Ionesco. Al terminar el festival no se devolvió sino que se vino a Venezuela, entrando primero por Barquisimeto para ponerle fin a la odisea en Caracas.  Esther Plaza, actriz argentina recién llegada me lo presentó la noche que estrenó su trabajo en el Ateneo y desde entonces comenzamos a vernos aprovechando de presentarle a algunos de mis amigos. Funcionamos muy bien en el trato personal, pero nunca pensé en entregarle un texto mío, no me explico por qué. Su éxito con Rajatabla, como bautizó su grupo, fue notable y nuestra relación fue casi siempre más personal que profesional, pero  él me preguntaba muy a fondo sobre nuestro teatro y quien era quien en el mismo.. Cuando hablábamos a solas siempre se tocaba el tema de la deuda pendiente de un montaje con uno de mis textos, pero eso nunca se dio. Todavía no lo comprendo. Tuvimos largas reuniones sobre la utopía de hacer un gran festival internacional y me di cuenta de que eso no era un proyecto de locos. María Teresa lo aupaba y un día me llamó para preguntarme si quería unirme a la locura (a la peste). Acepté y me pidió que lo ayudase con los eventos especiales y de hecho, cuando el festival se inició entre asombros y dudas, yo, junto con Carlos Miguel Suarez Radillo, estuve organizando, creo que por tres años, ese importante evento. Notorio el primero cuando todos los directores invitado se reunieron con los nuestros y algunos dramaturgos. La intervención de César Rengifo fue memorable al igual que el encuentro entre Isaac Chocrón y Gilberto Pinto. No me olvido tampoco de la aparición de Nuria Espert, Jorge Lavelli y… García Lorca con Doña Rosita. Pero no quise seguir, no era lo mío y ya se había sumado para el tercer festival, un buen grupo que había aprendido a manejar estos encuentros y eventos especiales sustentados en las exposiciones de los más prominente directores, dramaturgos, actores y actrices que asistían de los países participantes

En su locura, de vez en cuando volvía al tema de  dirigir una de mis obras, pero nunca se materializó. Solamente nos entendimos para llevar a la televisión “Las Troyanas” de Eurípides con una versión actualizada y con América Alonso, Lupita Ferrer, Eva Moreno y Carmen Julia Álvarez como actrices que él dirigió. Fue algo estremecedor que movió la prensa especializada y hasta intelectuales, nombres de nuestras letras y hasta políticos, escribieron sobre esa obra maestra que salió al aire por el canal 8.   Finalmente nos entendimos y me pidió que escribiese un texto fuera  de serie, “anormal”,  como me dijo, una locura en el medio de una autopista, algo parecido, en un basurero, en el callejón de un barrio. Así nació “Fango Negro”. Un texto irreverente, violento, que iniciaba una nueva tendencia en nuestro país como lo es el hiperrealismo. La acción se iniciaba en la calle y se desarrollaba en un autobús y un prostíbulo sin ningún artificio ni escenografía, excluyendo la sangre que se derramaba en el crimen pasional  que se derramaba en la agresiva historia. Los ensayos se iniciaron con enorme ánimo, hasta que una noche nos asomamos al balcón de su apartamento en Parque Central y vimos una enorme congestión de tránsito. Los automóviles y buses no se movían y Carlos me miró aterrado. “¿Y si nos pasa esto cuando el autobús esté en marcha? Qué van a hacer los actores, improvisar por media hora?”. El proyecto se suspendió y  un par de años después, Daniel Uribe encontró un libreto detrás de un archivo de gavetas metálicas, leyó la obra y la montó. El estreno fue, precisamente, para iniciar el Festival Internacional que se realizó del 13 al 29 de Junio de 1988. No esperábamos la locura que se produjo. Hubo que hacer funciones especiales para los grupos invitados al respectivo festival y se mantuvo durante cuatro ediciones más  provocando la misma tempestad. En varias oportunidades, cuando Carlos veía detenerse al autobús y se producía el crimen del soldado a la prostituta entre los gritos y aclamaciones de los espectadores, con algo de rabieta y estupor nos decía: "Cómo fue que yo no me atreví a dirigir esto?”

Fango Negro se ha llevado a escena en más de una docena de países. En Uruguay lleva 33 años ininterrumpidos llevándose a escena desde Enero hasta Diciembre y lo han declarado Patrimonio Cultural de Montevideo y Atractivo Turístico de la ciudad. Otra de las tantas extraordinarias historias del Festival  y Carlos.

   Tengo mil cosas que decir de María Teresa y Carlos. De sus festivales. De su pasión por el teatro, pero sería una tertulia interminable, como las que muchos de nosotros tuvimos el privilegio de disfrutar. Pero, como siempre en el teatro, la función se termina y baja el telón. Yo dejé de verlos poco a poco, casi sin darme cuenta, hasta que un día me descubrí a mí mismo que se habían ido y los festivales también con ellos.

     


JOSÉ GABRIEL NÚÑEZ

Caracas, 21 de noviembre de 2023

Dramaturgo venezolano. Docente y escritor de telenovelas.  Premio Nacional de Teatro 2002 – 2003.

Economista egresado de la Universidad Católica Andrés Bello. En 1965 inicia su carrera teatral con el grupo Experimental El Surco que dirigió Antonio Costante. Alumno de César Rengifo y Elizabeth Schön en el taller de dramaturgia dictado en el año 1976 en el CELARG.

Docente en diversas instituciones como la Escuela Superior de Artes Escénicas “Juana Sujo”, escuela “Porfirio Rodríguez”, Instituto Universitario de Teatro IUDET y en la Universidad Nacional Experimental de las Artes (UNEARTE), entre otras.

Miembro de la Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro (AVEPROTE), el Consejo Nacional de Teatro,  la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (SACVEN).

Director General del Teatro Nacional de Repertorio, con sede en la Casa del Artista; presidente del grupo Compás, que lleva sesenta años de actividad teatral en Venezuela.

Conferencista en múltiples foros, conversatorios y congresos literarios, tanto en Venezuela como el exterior: Puerto Rico, Cuba, Francia, Estados Unidos, Uruguay, Colombia, Hungría, etc,  en universidades e instituciones culturales.

Algunos premios y condecoraciones: premio Teatral de la Universidad del Zulia; Mención al Premio Nacional de Teatro del INCIBA;  Premio Juana Sujo;  Premio Municipal de Teatro;  Premio CRITVEN. Premio Águila de Oro, Teatro San Martín. Condecoración José Francisco Bermúdez, Carúpano;  Orden Antonio José de Sucre, Primera Clase, Cumaná; Orden Andrés Bello de la Presidencia de la República en su Tercera Clase; Orden del Mérito del Trabajo, Segunda Clase; Orden Andrés Bello de la Presidencia de la República en su Primera Clase;  Orden Francisco Fajardo; Condecoración del Instituto de Cultura de Miranda;  Diploma Especial de Reconocimiento del Museo Histórico de Carúpano por su trayectoria literaria, 1999. Homenaje Nacional, en diez ciudades del país con motivo de los cuarenta años del estreno de Los peces del acuario, 2007. Maestro Honorario de UNEARTE, 2009. Premio Luis Alfonso Larrain de SACVEN;  Premio Mejor Texto Original en el Tercer Festival de Teatro de Miami, 2013. Premio Isaac Chocrón; premio Fernando Gómez; premio Rafael Briceño.

 

 


 

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