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Las sucesivas vidas de María Teresa Castillo: una entrañable líder cultural, por Elisa Lerner, Caracas, 24 de octubre de 2023

 


©Efrén Hernández

María Teresa por Guayasamín

©Rolando Peña-Karla Gómez


La muerte del General Gómez que había gobernado al país con mano de hierro e, inclemente crueldad a sus opositores, a un país que, mayormente, no tenía conciencia de la abrumadora riqueza petrolera que atesoraban los hondos sótanos de la tierra, permitió  a los venezolanos respirar con más afabilidad. Ya no se castigaba, por ejemplo, porque hubiera algún periódico con humor.  Y, hubo otro milagro, entre un pueblo pobre que apenas cubría sus pies con unas toscas alpargatas, negras, la aparición en la vida pública de jóvenes mujeres admirables que, casi en un santiamén, con su pujanza, su inteligente entusiasmo, quisieron lavar de sufrimientos y de ignorancias el rostro, recientemente, tan ofendido y humillado del país. En gran parte, comenzaron a lograrlo.  Una de ellas, María Luisa Escobar, compositora de canciones preciosas, hacia 1.932, todavía el General Gómez bien despierto en medio de su zoológico de Maracay, se había atrevido a fundar el Ateneo de Caracas donde se reunían escritores, poetas para tertulias de fuste. Y, acaso, un murmullo en el corazón contra una tiranía que llevaba muchos años.  Ante ese estado de cosas, María Teresa Castillo, una joven venezolana, de muy abierto talante, comenzó a interesarse en la política y, desde temprano, supo admirar como verdaderas las ficciones de los escritores.

María Teresa era una chica guapa, de ojos grandes y expresivos. Fue mujer regalada por dones. Siempre firme, sin titubeos,  para lo que se propuso. Hubo en ella, una virtud que la hizo fluida y convincente para la comunicación con los otros.  Tenía lo que los venezolanos llamamos “labia”. En un tiempo donde las mujeres solo secreteaban dentro de la casa, acaso María Teresa al escuchar la discusión de los hombres en torno a política, conversar sobre libros, supo ganarse un propio discurso, una voz protegida de un tono familiar y cercano. Lo desplegaría en el momento oportuno. Le sería de utilidad. Ese acento estaba iluminado por una sonrisa amistosa.  Además, a su labia, a su buen hacer en la conversación la acompañó, pese a una innata seguridad en sí misma, la simpatía y, el pragmatismo. Nunca se fue por las ramas. Fue cálida y, al unísono, lacónica. Siendo de buena presencia, un revés sentimental la hizo viajar, un rasgo de la valentía que fue una de sus razones de ser, a marcharse a Nueva York. No fue en balde. Aprendió a ser costurera.  De regreso al país, estuvo detenida un año en una jefatura civil.  Naturalmente, por razones ideológicas.  Para ella, en ese entonces, sus amigos de la izquierda fueron una Academia.  Tampoco en balde. Al fundarse el tabloide “Últimas noticias”, una lección de periodismo en sus años inaugurales, es una de las primeras mujeres que sale a la calle porque es reportera. En “Últimas noticias” conoce a una Ida Gramcko muy jovencita, bella, iniciándose en el periodismo y entrevista a Margot Benacerraf, cuando aún faltan muchos años para que filme “Araya”.  En el popular tabloide conoce a fondo las tripas del diarismo.  No solo eso.  Con su amiga Anita Massanet funda para “Radio Continente” el primer programa radial a cargo de mujeres.  Ahí María Teresa pone a prueba, un espíritu para la empresa y, la vocación para llegarle a la gente.   A veces va al Bar Windsor, de Los Caobos, la búsqueda de Miguel Otero Silva, quien entre chanzas y tragos con los amigos, recoge material e inspiración que, de seguro, le servirán para llenar columnas del próximo ejemplar de “El morrocoy azul”, exitosísimo semanario humorístico de ese tiempo.  El amor, el gran afecto surgido entre María Teresa y Miguel, acaso, no es una novedad. Ambos son de la misma generación, han sido impertérritos antigomecistas, son de un momento en que la ideología es primordial, los dos guapos. Sin embargo, los años treinta, tan movidos, tan azarosos, no les había dado ocasión para el intervalo del amor.  Siendo “El Nacional”, una felicísima realidad, no tardan en casarse. El matrimonio tiene lugar hacia 1.948 en el apartamento primoroso de dos destacadísimos periodistas de “El Nacional”, Ida Gramcko y José D. Benavides.  María Teresa, la andariega reportera, una dinámica mujer que no conoce treguas se toma diez años de vida casera, para la crianza de sus dos hijos, Miguel Henrique y Mariana.  Eso no quiere decir que María Teresa se haya despedido del arte. Hacia 1.952, a la salida de una función privada de  “Antoine et Antoinette”, encantadora película de Jacques Becker, oigo a María Teresa discutiendo vivamente sobre la película con la escritora Antonia Palacios, su amiga del alma, su amiga de toda la vida, su hermana del corazón.

Es imperioso en mujer tan inquieta que vuelva a la actividad. Ya sus dos niños no son unos críos.  Puede hacerlo. Le viene una oportunidad de oro cuando es elegida Presidenta del Ateneo de Caracas. Y, es oro lo que María Teresa cosecha.  La llamada antigua Casa de los Ramia, casi al frente del Museo de Bellas Artes, ahora domicilio del Ateneo de Caracas, es también refugio maravilloso para gran parte de la intelectualidad de entonces. En el teatro del Ateneo, se presenta cine de vanguardia. Y, un joven argentino, Carlos Giménez, tiene un éxito espectacular con el montaje de un musical llamado “Tu país está feliz”. Será también el cerebro para los ciclos admirables de Teatro Internacional que habrán de darse en Caracas. Gracias al necesario apoyo de nuestra democracia y, del entrañable liderazgo cultural de María Teresa Castillo. Forjado, junto a las primeras luchas por la libertad, a finales de los años treinta del pasado siglo.

 

María Teresa adoraba y, admiraba con fervor a Miguel Otero. Pudo, cómodamente, ser solo la señora Otero Silva, que no era cualquier cosa.  Sin embargo, en su “almacén de memorias”, no habría perecido el recuerdo que, quizá, tuvo por Rosa Luxemburgo, la gran líder socialista judía, implacable en su lucha, pero tierna como ninguna en sus cartas de amor.  María Teresa Castillo, con un Ateneo abierto para todos, con una casa unánime, anfitriona sin ambages, se construyó como entrañable luchadora cultural democrática. Emociona recordarla. Al unísono, recordamos tiempos felices para nuestro país. 

 


ELISA LERNER 

Narradora, dramaturga, ensayista, cronista y diplomática venezolana. 

Fue fundadora del grupo literario Sardio. 

En 1999 fue galardonada con el Premio Nacional de Literatura.​ 

En 2018 fue elegida Miembro Honorario de la Academia de la Lengua Venezolana. 

En 2019 fue investida como Doctora Honoris Causa por la Universidad Metropolitana de Caracas. 

Una de sus obras teatrales más famosas es Vida con Mamá, ganadora de varios premios. 

Su libro Crónicas Ginecológicas  ha sido un gran éxito en Argentina, donde se ha reeditado varias veces por la editorial "Los cuadernos del destierro"

 

 





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