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CARLOS GIMÉNEZ POR ROLAND STREULI, Caracas, 29 de febrero de 2024

©Roland Streuli

 






 

Conocí a Carlos Giménez en el año 1981 en Caracas, en el Teatro Cadafe donde yo era el Director Técnico. Se estaba realizando el V Festival Internacional de Teatro de Caracas y estábamos presentando un espectáculo de la India que todo el mundo quería ver: el Kathakali. El entusiasmo era impresionante, la gente casi que tumba los vidrios del teatro por la cantidad de gente que había. Imagínate que ni siquiera había puesto para Carlos Giménez y él tuvo que ver el espectáculo desde la cabina de luces y sonido, donde yo estaba.

Carlos nunca fue abusador y  aunque él era el director del FITC siempre pedía permiso para entrar y llegó con un pequeño séquito integrado por José Tejera y Francisco Alfaro. En la cabina también estaba América Alonso, la gran actriz venezolana y Daniel Farías, su esposo y director de teatro.   Yo estaba con la actriz Flor Núñez, que en ese momento era mi secretaria,  y Luis Colmenares, que era el técnico de sonido. El aire acondicionado había fallado y todo el mundo sudaba como bestias.

Y ese fue el primer día que yo conocí a Carlos Giménez y él se interesó en mi trabajo de iluminación, porque el teatro había comprado en Estados Unidos una consola espectacular que yo había instalado, y también traducido los manuales de instrucción,  y Carlos tenía interés en comprar una consola igualita para Rajatabla, así que me contrató. Yo estaba muy emocionado pero trabajé apenas unos meses en  Rajatabla porque el encargado de luces era mi gran amigo David Blanco y yo no quería dejarlo sin trabajo ni competir con él. Pero fue así que comenzamos con Carlos una amistad que duró hasta el final de sus días.

Cuando lo conocí Carlos me pareció un hombre muy sencillo, accesible, no me intimidó para nada.  Su poder y su fama siguieron creciendo rápidamente, no sólo en Venezuela sino en el mundo,  pero para mí  él siempre siguió siendo el mismo. Por supuesto al tener más recursos económicos pudo hacer más cosas, eso fue como Red Bull, le dio alas y eso fue buenísimo porque pudo hacer más cosas por su arte y por el teatro venezolano.

Aunque  trabajé muy poco para  Carlos y su grupo Rajatabla vi todas sus obras, desde la primera, Tu país está feliz, hasta la última, y todas me fascinaron. Los primeros años yo no era fotógrafo pero cuando me convertí en uno tuve el placer de plasmar para la posteridad la majestuosidad de sus montajes. Tengo esas imágenes guardadas en mi memoria, además de en mi archivo fotográfico, y es como si tuviera un museo en mi cabeza, un museo al que entro gratis para encontrarme con las más hermosas imágenes jamás imaginadas.

Aunque todas sus obras me impactaron hay una en especial que me voló la cabeza: La Celestina, con Alexander Milic y Mariú Favaro, que la presentaron en la Anna Julia Rojas. Me acuerdo de ese puente que Carlos mandó a construir en el escenario, era impactante.

Carlos era, como dijo Rubén Monasterios, “un ángel furibundo” pero conmigo siempre fue un ángel, jamás de los jamás se puso bravo, al contrario, siempre fue correcto, agradecido, fue genial.

Aunque también lo vi endiablado, o como “Diablito Under Wood la mejor forma de comer jamón”  y te digo, no me hubiera gustado tener la llave para abrir esa lata y comerme ese jamón porque me hubiera caído muy mal en el estómago. Pero él era así. Y al mismo tiempo era oro puro.  Pero él no tenía mal carácter, no,  al contrario. Él se ponía muy bravo  pero no por cualquier cosa: no era una lunático ni un histérico. Él se enojaba cuando no seguían sus indicaciones, cuando un actor en un ensayo en vez de hacer lo que él le había marcado hacía otra cosa. Ahí se ponía bravísimo.


Ravi Shankar, Roland Streuli y Yehudi Menuhim, Caracas 1983. ©Roland Streuli


Carlos era un hombre muy generoso, ayudó a mucha gente, no sólo con trabajo sino con dinero, comida, tratamientos médicos, etc.  Y todo lo hacía en forma silenciosa, sin darse crédito.   Rescató al gran actor Alexander Milic, que debido a su adicción a las drogas había perdido los dientes, su dinero, su casa, había vivido hasta en la calle y nadie quería darle una mano y mucho menos trabajo. Alexander entró a un centro de rehabilitación y para dejarlo salir alguien tenía que hacerse responsable de él, y por supuesto nadie quería. Alexander pidió que contactaran a Carlos y Carlos aceptó esa responsabilidad, a pesar de que él odiaba las drogas, y no sólo le pagó la dentadura postiza sino que le dio el papel protagónico en La Celestina, donde hacía el papel de la mujer anciana, obra con la que Alexander se consagró a nivel internacional y con la que recorrió el mundo entero cosechando impresionantes críticas.  También le consiguió un lugar para vivir y comida a Panita, el muchacho desdentado que cuidaba los carros en la Plaza de  los Museos. ¡Y ayudó a tanta otra gente!

Carlos era homosexual, como todo el mundo sabía porque él nunca lo ocultó, y era tremendamente respetuoso con los hombres que no lo éramos. A mí jamás siquiera me guiñó un ojo. Él era muy seductor y siempre tenía un gentío detrás de él.

Yo trabajé en todos los festivales internacionales de teatro de Caracas, desde el primero en 1973, donde fui guía. También ayudé siempre con los directores extranjeros por mi facilidad con los idiomas. Y Carlos siempre me agradecía que yo hiciera tantas cosas al mismo tiempo y me encargaba a todas las personas que hablaban inglés y francés. Yo tuve el honor de trabajar con Kantor, el director de La Clase Muerta, un verdadero genio que incluso me regaló unos cuadros hechos por él, porque antes de ser director él era artista plástico.

Carlos era el FITC, su alma y su cuerpo.  

Carlos fue el  más grande artista y gerente cultural a nivel mundial, porque tenía una mente de sádico para llegarle a la psiquis de la gente a la que le podía interesar el mundo del teatro.

Carlos para mí es un genio como Dalí y Picasso, aunque prefiero Dalí que es mucho más perspicaz y definitivo que Picasso.

Y te voy a contar una anécdota magnífica. En 1992 estábamos juntos en la avenida Bolívar viendo el impresionante espectáculo de calle de la compañía francesa Royal de Luxe. Yo saqué una foto y Carlos me dijo admirado: “¡Qué fotaza que sacaste!”. Cuando la revelé me di cuenta que Carlos tenía razón. Carlos tenía ojo para todo, incluso para saber cuándo una foto era magnífica sin siquiera verla en papel. ¡Increíble!

Carlos, además de dirigir teatro,  creó muchas instituciones teatrales, festivales, premios, asociaciones. Y de  todas ellas para mí la más importante sin ninguna duda fue el Festival Internacional de Teatro de Caracas, que fue fabuloso en todas sus ediciones, desde 1973 hasta 1992 cuando él lo dirigió, poco antes de su muerte.

Pero también me parece importantísimo el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), que tenía sede en Caracas  y subsedes en el interior del país. La sede en Caracas estaba en un sótano abandonado  de Parque Central que Carlos convirtió, trabajando con las uñas,  en una sala de teatro magnífica donde se hacía muy buen teatro. ¿Qué es lo que no hizo Carlos? Todo. Carlos hizo todo.

Carlos me enseñó a tener paciencia y aguante. Y a amar al teatro, porque antes yo estaba dedicado a la danza, y hasta me enseñó a amar la ópera, que yo detestaba simplemente por desconocimiento. Porque los montajes de Carlos eran una unión de todas las artes: cine, artes plásticas, música, danza…

La muerte de Carlos fue, para mí, el principio del fin. Carlos era un ser irremplazable. Aunque se dice que nadie es irremplazable en este mundo yo digo que sí, que hay seres humanos que son imprescindibles, como dice Bertold Brecht, y Carlos fue uno de ellos.

Yo todos los años esperaba con ansiedad los montajes de Carlos para fotografiar esas imágenes maravillosas que él creaba, como la lluvia, los paraguas, las peleas de gallos, los puentes, el suelo del escenario que se rompía como si un terremoto hubiera ocurrido… Su muerte fue una tragedia para mí y lo extraño.

Y para mí la muerte de Carlos también significó parte de la muerte de la cultura venezolana.  Y para la cultura venezolana, una tragedia.

Si Carlos pudiera escucharme le diría: Carlitos, hermano mío, te fuiste antes de tiempo y nos dejaste jodidos aquí con esta gente, con el chavismo. Pero supongo que estás muy bien donde estás,  porque yo dudo que te hubieras aguantado todo lo que la gente se aguanta aquí de estos gobiernos nefastos. Por un lado estoy contento de que no hayas conocido esta faceta de Venezuela, porque tú conociste la faceta buena, cuando estaba la buena gente. Entonces te diría: tranquilo, hermano, tú hiciste lo tuyo, descansa en paz. Y gracias por todo lo que me dejaste a mí. Él lo sabe y yo lo sé.

 

 

©ROLAND STREULI

Fotógrafo, actor de cine, e bailarín y  traductor suizo radicado en Venezuela.

Como fotógrafo se ha especializado en danza,  teatro,  ópera,  artes escénicas, música, espectáculos.  Ha fotografiado al Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC)  desde su primera edición en 1973.  

En 2023 formó parte del libro María Teresa Castillo-Carlos Giménez-FITC 1973-1992, editado por Escritoras Unidas &  Cía. Editoras.

Publicó el libro “La Danza en Venezuela”,  A. Ermitano Editor, 1989.

Se formó como actor con José Ignacio Cabrujas. Fue Director Técnico del Teatro Cadafe (1979-81). Fue condecorado con la Orden Mérito al Trabajo por la Alcaldía de Caracas y con la Orden Francisco de Miranda, Segunda Clase, por el gobierno venezolano.

 

 

¡Bravo, Carlos Giménez! José Simón Escalona, fundadora del grupo Theja, escritor, director: “Carlos era un hombre lleno de una energía contagiosa. De palabras que emocionaban. Era un imán de emociones. Un hombre de acción y del arte. Una conjugación perfecta de negociador y artista” /entrevista de Viviana Marcela Iriart, Caracas, 27 de septiembre de 2023

 



 




 

“Carlos Giménez es un ser inolvidable para todos, pero en especial para mí”

 

 




¡Bravo, Carlos Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30 años de carrera dirigió más de 100 obras de teatro en Argentina, Venezuela, México, Perú, Nicaragua, España y Estados Unidos, donde fue invitado por el mítico productor Joseph Papp, y creó  -entre otras - nueve instituciones culturales de gran importancia en Venezuela y Argentina.

 

¡Bravo, Carlos Giménez! Porqué creó  el Festival Internacional de Teatro de Caracas, junto a la entrañable y talentosa María Teresa Castillo;  el Instituto Universitario de Teatro  (IUDET), el Grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro (TNT), el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Juventud, Capítulo Venezuela)  y, en Córdoba,  el Festival Latinoamericano de Teatro y el grupo El Juglar cuando todavía era adolescente.

 

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque cuando Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura,  vio El Coronel no tiene quien le escriba adaptada y dirigida por ti, dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi.”

 

¡Bravo, Carlos Giménez! Por haber llevado a Venezuela lo mejor del teatro del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios populares: Tadeusz Kantor, Berliner EnsemblePeter Brook, Giorgio StrehlerPeter SteinLindsay KempPina BauschNorma AleandroVanessa RedgraveKazuo OnoTomaz PandurEva BergmanEugenio BarbaYves LebretonPeter Schumann,   Antunes FilhoGilles MaheuSantiago GarcíaDarío FoEls JoglarsFranca RameEllen StewartJoseph Papp,  Andrezj WajdaDacia Mariani

 

¡Bravo, Carlos Giménez! Por hitos como Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias,  Bolívar y La Muerte de García Lorca de José Antonio Rial, Martí, La Palabra de Ethel Dahbar, La Honesta Persona de Sechuan de Brecht, Tu país está feliz de Antonio Miranda, El Campo de Griselda Gambaro, La señorita Julia de Strindberg, Peer Gynt de Ibsen, El Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez…  Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados Unidos y América Latina.  Porque su talento como director y gerente cultural fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.

 

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 19 años gana sus primeros premios internacionales en los festivales de teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), otorgados por el Instituto Internacional de Teatro-Unesco (ITI) y participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy (Francia).

 

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.

 

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de los seres humanos.

 

¡Bravo, Carlos Giménez! 

Porque fue un genio.

Y me haces mucha falta. 

 

 

 




 

José Simón, ¿en qué año, en qué ciudad y en qué circunstancias conociste a Carlos?


En el año 1974, cuando fue a ver nuestro primer montaje. Carlos desde siempre fue un amigo, cercano, atento. Disfruté de su amistad tanto como de su teatro.


¿Qué te pareció Carlos en ese momento?


Un hombre lleno de una energía contagiosa. De palabras que emocionaban. Era un imán de emociones. Un hombre de acción y del arte. Una conjugación perfecta de negociador y artista.


¿Se le notaba el poder?


Se le notaba sus enormes capacidades para crear y concretar empresas. Por supuesto que a veces podía ser intimidante.


¿Habías visto alguna obra suya?


Vi Tu país está feliz. Era un espectáculo de poesía, música, belleza, juventud, ideales. Me fascinó. Creo que influyó mucho en mí.


¿En qué obras o proyectos trabajaste con él?


En proyectos como la Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro; también en la creación de la Asamblea Nacional de Teatros Independientes. Viajamos por todo el país. Recuerdo las tantas veces que conversábamos en los autobuses, con la gente de teatro de todo el país. Como dije antes, contagiaba sus emociones y proyectos.


Carlos era un hombre muy generoso, de ayudar mucho a la gente tanto con dinero con trabajo. ¿Fue así contigo?


Fue un gran compañero. Influyó mucho con su prestigio y contactos para que llegáramos el Eugene O´Neill Theater Center de USA, donde presentamos por primera vez con Jav & Jos.


En general tenía un carácter apacible pero cuando se enojaba estallaba como un volcán.  Yo lo escuché gritar muchas veces, pero nunca sin motivo. ¿Cómo fue tu relación con él?


No trabajamos en montajes conjuntos. Alguna vez me invitó, pero yo temía perder a mi Grupo Theja. Siempre respetó ese hecho. Jamás lo escuché gritarle a nadie. Hubo un tiempo es que estuve muy cerca de él, cuando tuvo un accidente en el Teatro Teresa Carreño. Todos temimos por su vida. Verlo recuperarse de algo tan duro, fue una alegría inmensa. Creo que después de ese hecho me separé un poco, también por los constantes enfrentamiento entre él y mi compadre Javier Vidal. Traté de mantenerme alejado de esas discusiones. También sentí un poco de recelos cuando Pilar Romero no siguió trabajando con nosotros para irse a Rajatabla. Así sucedió también con otros artistas Theja como nuestro queridísimo Germán Mendieta; pero todo eso fue consiguiendo su serena comprensión y se convirtió en orgullo. Yo le escribí una carta en sus días finales, cuando ya no podíamos visitarlo por razones lógicas. Y sé que sonrió al escucharla. Yo le agradecí tanta vida, amor, aprendizaje, belleza, arte. Carlos Giménez es un ser inolvidable para todos, pero en especial para mí.


Hay muchas definiciones maravillosas sobre Carlos, pero no puedo citarlas a todas así que sólo citaré tres. Para Rubén Monasterios era “un ángel furibundo. Para Azparren Giménez “hubo una pasión por Carlos Giménez que siempre me recordó al personaje de Teorema, la película de Pasolini”. Y para la nominada al Oscar, Norma Aleandro, Carlos tenía un “ÁNGEL” impresionante”, y el “ángel” lo dijo en mayúsculas. ¿A qué Carlos conociste tú o conociste a los tres?


Él era un prisma de talentos y virtudes. Supongo, que de existir, no conocí sus defectos humanos.


¿Qué es lo que más valoras de él como persona?


Su manera de entusiasmar y ganar adeptos. Era un hombre guía.


¿Y cómo creador?


Me fascinaban sus montajes. Podía verlos varias veces.


¿Crees que el FITC que Carlos creó junto a María Teresa Castillo hizo aportes valiosos al teatro venezolano?


Quien piense lo contrario es mezquino e ingrato. Pero hay de todo en el mundo.


De todas las instituciones que creó, ¿cuál te parece más significativa?


Indiscutiblemente Rajatabla era su mayor orgullo. Nos enseñó a amar a los grupos de teatro. Mi vida es el Theja, y supongo que en mucho lo aprendí de Carlos, además de mis primeros maestros: Edgar Mejías e Ibrahim Guerra.


¿Crees que Carlos cambió cuando se convirtió en el hombre más poderoso del teatro venezolano?


No soy admirador del poder, prefiero hablar de sus realizaciones. En lo demás hay mucho de política, y como te dije antes de negociador. Admiré sus capacidades artísticas y ejecutivas, pero no creo que sea “el poder” lo que lo definió.


¿Quieres contarme alguna anécdota que hayas vivido con él? Puede ser más de una.


Cuando fue a ver nuestro “Jav y Jos”, teníamos una rutina de seleccionar a alguien del público. Yo estaba asombrado de que Carlos estuviera entre los espectadores, y siempre pensé que lo hizo por mí. Además, él había influido definitivamente para que esa obra se desarrollara en el increíble mundo del Centro O´Neill de New York. Pues, cuando abrimos una botella de champagne en escena, el corcho cayó en las piernas de Carlos. Así que tuvo que participar de las bromas que hacíamos a las personalidades presentes. Estuve a punto de pedirle que se abrazara con JAV. Pero no quise llegar tan lejos. Adoré su sonrisa siempre, pero en aquella oportunidad me hizo llorar de emoción. Era un niño jugando con nosotros en el teatro.


¿Hay algo que no te haya preguntado que quieras contar?


Es uno de los hombres  más maravillosos que conozco en mi vida. Por supuesto hay otros axen´pas de mi padre y mi hermano menor, también Chocrón, Cabrujas, Chalbaud y Elías Pérez Borjas, además de mis maestros entre los cuales cuento a mi cuñado Alberto Sánchez y mi compadre Javier Vidal. He tenido la suerte de vivir entre grandes artistas.


¿Qué significó para ti la muerte de Carlos?


Cuando murió, pasé años sin dirigir, ni siquiera a mi grupo. Pasé más de cinco años para recuperar mis deseos de seguir dirigiendo. Eso solo lo saben mis íntimos. Es la primera vez que lo menciono.


Gracias por contarmelo, José Simón. ¿Y  qué crees que significó para la cultura venezolana?


Se fue demasiado pronto.


Si Carlos pudiera escucharte, ¿qué le dirías?


Lo que le escribí en la  carta donde le pedí que no nos dejara huérfanos.


Muchas gracias, José Simón. Fue una entrevista estremecedora.

 

©Viviana Marcela Iriart

Caracas, 27 de septiembre de 2023

 

 

 



JOSÉ SIMÓN ESCALONA

 


 

 Nace en Ciudad Bolívar, Edo. Bolívar, Venezuela, el 17 de mayo de 1.954. Estudió Arquitectura en la Universidad Simón Bolívar y Artes en el Instituto Pedagógico de Caracas. Inicia su actividad artística como actor en 1.967 y funda el GRUPO THEJA en 1.973, agrupación cuyos éxitos han traspasado nuestras fronteras y en la cual se desempeña como Presidente Fundador y Director Principal. Página web: Theja

 

 

 

 


¡Bravo, Carlos Giménez! María José Alfaro, mandolinista, maestra de música: “Para mí Carlos era un ángel, un ángel que llegó para iluminar el teatro en Venezuela y lo logró y se lo mostró al mundo entero” / Conversación con Viviana Marcela Iriart, Orlando, Estados Unidos, 27 de agosto de 2023

 




Yo conocí a Carlos en los inicios del grupo Rajatabla en 1971. Mi hermano Paco no pudo entrar a la Universidad Central ese año porque había disturbios por motivos políticos y entonces cerraron la universidad. Y como él estaba estudiando con Xulio Formoso, se graduaron juntos de bachilleres, los dos estaban en la misma situación. Y Xulio que era músico, guitarrista, compositor, le dijo a Paco que había un joven director, Carlos Giménez, que estaba haciendo audiciones para formar un grupo de teatro. Y entonces fueron juntos y Carlos le dijo a Xulio que le interesaba su música para su obra de teatro. Y Paco no ingresó al grupo ese día porque tenía la formación española de nuestros padres, así que le dijo a Carlos que iba a consultar con nuestros padres. Así lo hizo y mi mamá le dijo que mientras esperaba que comenzara la universidad le parecía que estaba bien así no estaba sin hacer nada.

Y fue así como mi hermano se integró al elenco original de Tu país está feliz y yo, que era muy jovencita, tenía 16 años, conocí a Carlos después la primera función, el 28 de febrero, a la que fui con mi abuelita y fue un impacto enorme para  ella porque los actores estaban desnudos y entre ellos mi hermano Paco, entonces el impacto fue muy fuerte. Después de esa función conocí a Pepe Tejera, a Xulio -que tampoco lo conocía muy de cerca- y a Carlos. Y a partir de allí se formó una relación muy familiar. Carlos nunca dejó de ir a nuestra casa y los domingos se hacía una tertulia en mi casa con toda esta gente joven que hablaba de todas las cosas que querían hacer con el teatro. Y mi mamá les preparaba cena, como buena española, y siempre tenía algo distinto. A Carlos le gustaba mucho la comida española, las tortillas de mi mamá. Y pasábamos momentos muy agradables todos los domingos y esas tertulias duraron años.

Cuando conocí a Carlos no me pareció un hombre difícil ni intimidante. Era un hombre joven, muy joven, que asombraba por la seguridad que tenía en lo que estaba haciendo siendo tan joven. Para ser un director joven, que tenía un grupo de jóvenes en sus manos, tenía que tener ese porte de seriedad y en su manera de hablar tenía todo lo  que necesita un hombre que va a dirigir: tenía fortaleza, era asertivo, era sabio. Él era muy sabio en lo que hacía y se hacía respetar. Yo era músico y estaba acostumbrado a los maestros mayores, profesores viejos, de bastante edad, y para mí era impresionante ver a un hombre tan joven dirigir a otros jóvenes. ¿Y cómo podía hacerlo? Tenía que hacerse respetar y la única manera de lograr ese respeto era siendo serio, exigente, quizá incluso más exigente que otros directores por eso, por su juventud. Él era un hombre que veía muy a futuro, él tenía una visión de futuro muy grande, pues tenía las expectativas de hacer lo que otras personas no habían hecho. Y él tenía una labia para enamorar a la gente, en la claridad de lo que él  exigía, de lo que él quería crear en el país...Tenía una labia espectacularmente divina, cuando él hablaba todo el  mundo se callaba para escucharlo.

Cuando Carlos comenzó a adquirir fama ¡no cambió! Yo nunca lo vi cambiar, nunca sentí que cambiase. Él creció como hombre, como artista, como genio. Como genio de la creación artística porque él hizo cosas donde los demás directores nunca se atrevieron a llegar. Entonces hablar de Carlos es hablar de un gran cultor. Él no se creció, él era un hombre muy exigente y no se conformaban con lo que hacían otros. Él utilizaba la magia, la grandeza, las virtudes… era imposible tratar de que saliera algo “normal” porque él buscaba más allá de lo que hacía un artista normal. Él buscaba la belleza plena, lo inimaginable y eso le gustaba mucho a la gente que lo rodeaba.

Recuerdo que en 1972 Rajatabla se va de gira por Latinoamérica y se quedan mucho tiempo en Argentina. Y Paco fue con ellos porque la universidad estuvo más de un año cerrada pero finalmente Paco no volvió a la universidad porque se quedó en el mundo del teatro. Y te tengo la mejor anécdota de Paco en Argentina. Él era muy jovencito, de cabello corto, un muchacho que estaba creciendo en Rajatabla. Paco se estaba alojando en la casa de los padres de Carlos y un día Paco dice: “me voy a bañar” y se metió en el baño para bañarse. Pero Paco siempre tardaba  mucho para bañarse. Y entonces el papá de Carlos le dice a Carlos: “este amigo tuyo tarda mucho bañándose, ¿será normal?” Y Carlos le dice que sí, que Paco siempre se demora mucho en el baño. Y al rato el papá de Carlos le vuelve a decir a Carlos que Paco se tarda mucho. A Carlos le empezó a preocupar y empezó a tocar la puerta del baño pero Paco no contestaba. Y el papá de Carlos que era un hombre muy grande, muy fuerte, tumbó la puerta y cuando se abrió encuentran a Paco debajo de la regadera con el agua fría cayéndole encima del cuerpo, desmayado. El papá de Carlos lo saca y Paco no tenía signos vitales, estaba casi muerto. ¿Qué había pasado? La ducha funcionaba con gas, le daban vueltica a la llave y empezaba a salir el gas y se prendía la válvula de fuego y salía el agua caliente.  Y Paco hizo algo mal, la válvula nunca se abrió y empezó a salir gas y el gas lo desmayó. El papá de Carlos puso a Paco sobre una mesa y cuando llegó el médico le inyectó una medicina en el corazón y Paco revivió. Aquello fue un susto tremendo para la familia Giménez, para Carlos, aquello fue terrible. El grupo regresa a Venezuela después de casi un año de gira y Paco estaba irreconocible,  tenía el pelo afro, y entonces me dijo: “Es que me morí María José, volví a nacer”. Y yo siempre le agradecí la vida de mi hermano al papá de Carlos, y a Carlos también, pero sobre todo al papá que se preocupó tanto porque Paco se tardaba mucho en el baño. Y esa fue la primera vez que Paco casi se me va.


Carlos Giménez y Francisco "Paco" Alfaro


Carlos era muy familiar, muy familiar y los domingos mi mamá, que era española,  hacía comida como para un batallón, porque como ella vivió la guerra cocinaba para todo el mundo y regalaba comida e invitaba todo el tiempo a comer a casa. Y cuando Carlos conoció la comida de mi mamá no dejaba de ir los domingos. Y tomaban el vinito, tomaban el brandy, tomaban el cafecito  negro, hablaban de los planes y proyectos. Y además de Carlos y  Paco estaban Pepe Tejera, mi querido Pepe, cómo me respetaba y cómo lo respetaba yo; Xulio, Juan Pagés, no me recuerdo todos los nombres y también estaban mi mamá,  mi papá, mi abuelita y yo. Y allí se quedaban todo el día en mi casa hasta que Carlos decía: “vámonos chicos, que tenemos que hacer cosas.” Eran los domingos de tertulia en casa de mi mamá Carmen y eso era maravilloso y Paco siempre estaba emocionado y feliz por eso.

¿Cómo no hablar del accidente que tuvo Carlos Giménez? Estaban construyendo el teatro Teresa Carreño y Carlos estaba en la parte interior en donde había andamios y un hueco profundo. Y él estaba allí visualizando una obra, viendo todo, estaba con los muchachos del grupo. Y mi mamá trabajaba como enfermera en la Clínica Sanatrix con el Dr. Manuel Palacios, que era el dueño accionista de la clínica. Y entonces Paco llama a mi mamá y le dice:

-            -Mamá, Carlos Giménez acaba de tener una caída de más de 20 metros, creemos que no sobrevive, ¿para donde lo llevo?

Y mi mamá le dice que lo lleve para la clínica, que ella acababa de hablar con el Dr. Palacios y que lo estaba esperando junto con un equipo médico. Lo llevan en ambulancia y efectivamente en la puerta de la clínica están todos los médicos: terapia intensiva, sala de emergencias, quirófano, todo el mundo. Bueno, Carlos llegó prácticamente muerto, tenía el hígado roto, tenía todo roto y una mano completamente destruida, pulverizada prácticamente. Entraron los mejores médicos: el Dr. Palacios, la Dra. Magali Torrealba, el Dr. Bertolani y Carlos duró en terapia intensiva más de 20 días. Y luego vino la rehabilitación de su mano. Pero mira, él volvió a nacer, él no tenía que morir, él era un niño que vino con un ángel y se salvó de ese evento tan traumático que tuvieron ellos. Y digo ellos porque te podrás imaginar, puros jóvenes y su director se cae. Y esa fue otra de las cosas que vivimos en mi casa.




Yo entro a Rajatabla por pura casualidad en 1977 con la obra Señor Presidente. En la obra había 3 músicos: Luis Malavé, que era el cuatrista; Simón Andrade que era el mandolinista y luego estaba Roberto Castillo que era el guitarrista. Entonces invitan a la obra al Festival de Teatro de las Naciones en Nancy, Francia, más una gira por toda Europa. Y una semana antes de partir de gira Simón le avisa a Carlos que él no puede viajar. Y Señor Presidente tiene algo muy característico que es la música en vivo y es una música propia de la Venezuela de esa época. Yo era músico, profesora de música en los conservatorios, cantante clásica y mandolinista porque pasé mi infancia tocando la  mandolina al igual que mi hermana Carmen. Entonces Paco le dice a Carlos: “Está mi hermana María José, que es mandolinista y tiene 22 años.” Y Carlos le dice: “Dile que venga ya, ayer debería haber venido.” Voy para Rajatabla, me dan las piezas de oído y yo me pongo a sacar mis canciones, me consiguen un vestuario y me fui para el Festival de Nancy. Y por eso, porque entré a último momento, no está mi nombre en ninguna parte. Luego vino una gira nacional y tampoco está mi nombre porque mi hermana Carmen había hecho una gira por América Latina con Señor Presidente, porque yo no había podido ir y cuando viene la gira nacional es mi hermana la que no puede ir, pero ya los programas estaban impresos así que tampoco aparece allí mi nombre.

¿Qué pasó en Nancy? Mira, aquello fue espectacular, primero llegamos a París, y fue espectacular llegar a París y que Carlos nos llevara a pasear alrededor del río Senna, él adelante y todos nosotros detrás de él y Carlos decía “miren esto, miren lo otro” y Carlos alucinaba, ¡estaba tan feliz ese muchacho! Todos estábamos muy felices. Pasamos la noche allí y al día siguiente muy temprano partimos en tren para Nancy.

Todo el grupo usaba unas bragas azules, finitas,  como blue jean, y cada braga decía “Rajatabla” en el lado izquierdo, esa era la braga de trabajo de Rajatabla porque en el grupo todos teníamos que trabajar, montar y desmontar en cada sitio en el que nos presentásemos: montabamos en la mañana y en la noche teníamos la representación. Era comiquísimo, nosotros por todo Nancy pegando carteles anunciando la presentación de Rajatabla, con aquel frío impresionante, 1 grado bajo cero, y nosotros con esas braguitas, yo por suerte me había llevado unos chales de lana y me los ponía encima, porque nadie pensó que hacía tanto frío en esa época en Francia, ¡qué frío pasamos en Nancy! En esa gira fuimos a España, Italia, Bélgica, Suecia, no me recuerdo todos los países porque fueron muchísimos. Y en todos los lugares era lo mismo: el público hacía que Rajatabla y Carlos salieran más de 10 veces a saludar y el público parado aplaudiendo sin cesar. Aquello era un lujo. Vivir aquello fue muy emocionante para todos, porque todos eran jóvenes que habían triunfado en Venezuela con Tu País está Feliz, Venezuela Tuya, muchas obras, pero Señor Presidente marcó un récord. En París nos presentamos en el Espacio Cardin, y yo decía: “¡Dios mío, estamos aquí, no lo puedo creer!”. Y nos recibió Pierre Cardin, y yo alucinaba, y Cardin enamorado de la obra, de Carlos, de todos. No hubo lugar en Europa donde no nos trataran como reyes y reinas. Y el éxito fue muy grande, enorme.


María José Alfaro, atrás con bufanda, al lado de su hermano Paco. Foto Miguel Gracia

Cuando regresamos estábamos muy felices, Carlos estaba muy feliz. Ahora, ¿qué sucedió? Que cuando tienes éxito tienes depredadores. Y Carlos tenía muchos depredadores detrás de él. La obra la pararon… ¿cuántas veces no le pararon obras a Carlos en Venezuela con la policía?  Me acuerdo de Venezuela Tuya y  yo veo hoy a Venezuela tal como Carlos  la montó en 1972: aquel poco de buhoneros vendiendo leche, agua, “se vende este país”, y era la visión que él tenía de lo que venía. Porque el texto de Venezuela Tuya es una cosa pero el montaje que Carlos hizo fue impresionante. ¿Cuántas veces no quisieron parar Señor Presidente, y lograban pararlo a veces? Entonces ¿qué pasó? Bueno, que había director jovenes y directores mayores que no tenían la misma fama que Carlos Giménez, que no habían llegado a donde Carlos llegó, entonces empezaron a hablar mal de él: que si era extranjero, que si era un tipo que golpeaba. Y, sí, cómo no, yo una vez vi a Carlos Giménez patear una puerta  y la reventó porque venía con muchas cargas, pero jamás golpeó a una persona. Y golpeó la puerta para mostrarle a un actor que tenía que actuar con furia. Y las cargas eran la envidia de los directores y de la prensa. Yo hice mi examen de música con Vicente Emilio Sojo y él le decía a la gente: “mira, tú no sirves, vete a la esquina pa vender arepas” y mira, mucha gente se frustró. Pero era lógico que fueran así. Eran personalidades que habían logrado mucho éxito y tenían una responsabilidad muy grande entre sus manos. Y Carlos soportando aquellos ataques de los demás grupos que querían desprestigiarlo, que decían que el gobierno lo ayudaba, y claro que el gobierno lo ayudaba porque el gobierno sabía a quien ayudaba, igual que ayudaba al Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles de José Antonio Abreu. Entonces, para concluir, vinimos muy felices de Europa por el gran éxito obtenido y en vez de recibirnos con alegría, o por lo menos respeto, Carlos se tuvo que enfrentar a sus depredadores.

Cuando Carlos se enfermó mi hermano iba todos los días a verlo y me contaba: “ahora la única palabra que dice es zapato, porque se le olvidaron todas las palabras.” Y Carlos sufría y se atormentaba por lo que le estaba pasando y todos sufriendo viendo la destrucción de Carlos por esa enfermedad, fue terrible. Y te voy a decir, jamás vi que Carlos le faltara el respeto a alguien, o que él hiciese algo que estuviese lejos de la integridad de un ser humano. Porque mi hermana y yo que trabajamos con él siendo tan jóvenes y que no éramos de teatro, siempre fuimos tratadas con mucho respeto.

Yo amé mucho a Carlos como amaba a mi hermano Paco, como amaba a Pepe, a Ángel Acosta, como amaba a tantas personas de Rajatabla y los hice respetar por todo el mundo, delante mío nadie podía hablar mal de Carlos ni de Rajatabla, no lo permitía, ni a la gente de teatro ni a la prensa. Abreu respetaba a Carlos Giménez y el día que  mi hermano Paco murió, el Maestro Abreu fue a la funeraria a despedirlo y dijo: “Francisco Alfaro al lado de Carlos Giménez. Nunca podrán reemplazarlos.” Y eso para mí, dicho por el Maestro Abreu, valía todo. Para mí Rajatabla fue una gran institución, me dio muchas cosas que aprender y muchas cosas que conocer, sobre todo el empeño, el trabajo, el logro de una persona. Carlos Giménez me trató siempre con amor, con cariño, a mi hermana también y mi  hermano amaba Rajatabla, allí conoció a su esposa, su hijo trabajo de niño en una obra. Carlos siempre respetó a mi mamá, mi casa, nunca hubo algo que irrespetara o que dijese o que gritase o que le levantara la mano a alguien. Nunca jamás. Esa es mi experiencia con Carlos Giménez. Lo amo, lo quiero, lo adoro y sé que donde él esté, él también siente eso por mí.

Para  mí Carlos era un ángel, un ángel que llegó para iluminar el teatro en Venezuela y lo logró y se lo mostró al mundo entero. Con el Festival Internacional de Teatro de Caracas Carlos puso a Venezuela a valer, porque venían todos los grupos de teatro del mundo y por otro lado los grupos venezolanos que estaban escondidos debajo de una escalera y  los teatros como el de La Vega y el de Petare, todos fueron incorporados al Festival. Fue algo que nadie logró hacer. Lo logró Carlos Giménez. Con su juventud, con su ímpetu y con esa luz de ángel que él tenía. Porque para mí él era eso: un ángel iluminado que vino a hacer del teatro de Venezuela lo que llegó a ser.

© María José Alfaro

Texto que formará parte de la segunda edición del libro ¡Bravo, Carlos Giménez!, de próxima publicación. 







MARÍA JOSÉ ALFARO

Nací en Sao Paulo, Brasil, y crecí en la hermosa ciudad de Caracas, Venezuela. Mi infancia estuvo repleta de felicidad, compartida con mis queridos hermanos Francisco José y Carmen. Desde una edad temprana, encontré mi pasión en la música, lo que me llevó a una vida llena de notas y melodías.

 Mi educación primaria transcurrió en el Colegio Municipal Andrés Bello, mientras que la educación secundaria la cursé en el Liceo Núñez Ponte de Caracas. Aquí, además de mi amor por la música, compartí momentos especiales enfocándome en mis estudios musicales.

La elección de estudiar música en la educación superior fue una decisión natural para mí. Me sumergí en el mundo de la música estudiando en la Escuela de Música Lino Gallardo, el Conservatorio José Ángel Lamas, el Conservatorio Juan J. Landaeta y la Escuela de Música Juan Manuel Olivares. En cada uno de estos lugares, obtuve valiosas certificaciones que me impulsaron hacia adelante.

Mi carrera  profesional comenzó en la Escuela de Música Pedro Nolasco Colón y el Colegio María Auxiliadora.  Desde entonces, mi carrera ha evolucionado significativamente, llevándome a destacados conservatorios y roles influyentes. Trabajé en el Conservatorio Prudencia Esaá y el Conservatorio Nacional de Música J.J. Landaeta, donde pude contribuir y formar corales infantiles en diversas escuelas.

Los logros han sido muchos en mi trayectoria. Uno de los momentos más memorables fue tocar la mandolina en la obra Señor Presidente con el grupo Rajatabla, dirigido por Carlos Giménez. También participé como soprano en los Madrigalistas Vicente Emilio Sojo, recorriendo escenarios internacionales y teniendo el honor de cantar para el Papa Juan Pablo II en el Vaticano.

La vida no estuvo exenta de desafíos, y uno de los más significativos fue enfrentar y superar un cáncer de tiroides. Mi familia y mi fe fueron pilares fundamentales para superar este obstáculo.

En mi vida, la influencia de mi madre Carmen Cepero ha sido incalculable, brindándome apoyo incondicional. Además, el Maestro Leopoldo Billings dejó una huella profunda en mi camino.

Mi día a día está impulsado por una pasión constante por la superación y el amor por mis hijos. Además de la música, tuve la fortuna de dirigir mi empresa musical Arpegio y de fundar la Escuela de Música Aka Suena, en Caracas Venezuela, donde impartí clases de pintura, danzas y música. Aka suena sirvió de motor de propulsión para muchos artistas que hoy dejan en alto el nombre de sus países, de sus familias y de nuestra misma escuela Aka suena.

Mi tiempo libre lo dedico al canto y a reír con mis seres queridos. Siempre he sentido una responsabilidad hacia la comunidad y he estado involucrada en actividades de voluntariado, desde parrandas hasta eventos benéficos en hospitales.

La partida de mi hermano Francisco José dejó una profunda marca en mi vida.

Mi familia propia, compuesta por tres hijos y cinco nietos, ha sido mi mayor fuente de inspiración y apoyo. La música corre en nuestras venas, y esto ha fortalecido nuestros lazos familiares y nuestras actividades compartidas.

Hoy, mi enfoque se ha ampliado hacia mi crecimiento espiritual. Soy maestra en Reiki y brindo acompañamiento espiritual, todo ello en compañía de mis hijos. Espero continuar creciendo como ser humano y contribuyendo positivamente en la vida de quienes me rodean.

 

 

 

 


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