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Pedro Pineda, Carlos Giménez, Roberto Moll, Francisco Alfaro en Moscú, gira de Bolívar de José Antonio Rial, 1988. Fuente: Francisco José
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Yo entré a Rajatabla en enero de 1977 pero conocí a Carlos Giménez en
1971, cuando vino a Lima y nos dirigió en una obra de
teatro de Fernando de Arrabal que se llama El cementerio de
automóviles, y trajo de Argentina a un excelente escenógrafo, Rafael
Reyeros, e hizo una puesta en escena maravillosa, porque Carlos era un gran
puestista.
Así nos conocimos. Y él me avisó con tiempo que,
al terminar la temporada aquí en Lima, él quería formar un grupo de teatro con
un actor de cada país de Latinoamérica, en Caracas. Y me propuso si
yo quería ser el representante de Perú. Pero
en ese momento yo estaba estudiando en la Universidad Católica de
Lima, estudiaba Comunicación Social y le dije que mi madre me pagaba la carrera
y que no podía hacerle eso a mi madre, que tenía que terminar la carrera y
después podía irme. Pero él me contestó:
- No, no,
yo estoy muy apurado, así que decídete.
Y bueno, no pude acompañarlo. Pero Carlos mantuvo la oferta. Pasaron
casi 7 años y me fui a Caracas a finales del 76 e ingresé
a Rajatabla, oficialmente, en enero del 77.
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Roberto Moll, Pilar Romero y María Brito en Bolívar. Foto: Miguel Gracia |
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Roberto Moll, José Antonio Rial y Carlos Giménez. Foto: Miguel Gracia.Fuente: Entrevista de Glenn Loney, Universidad de Cambridge, 1986 |
Carlos era una persona brillante, intelectual, preparado y muy claro en
lo que ha querido en la vida, con un carácter muy fuerte. Y yo era un joven
aburguesado, así que para mí Rajatabla y Carlos fueron como una Universidad. Yo
estuve 8 años con ellos y llevamos teatro a más de 32 países en todo
el mundo, obras como Bolívar de José Antonio
Rial; La muerte de García
Lorca, también de José Antonio Rial; Macbeth de
Shakespeare, etcétera, grandes puestas en escena y estupendos actores. Así que
yo estaba obnubilado, pues salía de mi Lima, de este país tan raro
que es el Perú y llego a un lugar de mucha disciplina y donde había que
espabilarse y ponerse alerta, los cinco, los 6 sentidos.
Carlos era sumamente exigente y aprendí mucho con él, me hizo un gran
bien, porque yo cambié mucho después de esos 8 años de Rajatabla, realmente
Carlos me exprimió el cerebro de tal manera que me preparó para
grandes retos.
Y Carlos era un hombre sumamente inquieto, veloz, cuando tú estabas
planteando algo, ya él había regresado 3 veces. Pero algo sucedía entre él y yo
cuando empezaba a dirigirnos desde la platea y nosotros en el escenario, porque
con una frase, con una metáfora, nos obligaba a rápidamente a solucionar, a
pensar en ese espectro emocional que él quería. Y sus obras siempre
eran acerca del poder, sobre el manejo del poder y cómo
los seres humanos podemos cambiar y dejar tentarnos por las pasiones
humanas. Y todo eso en el escenario había que resolverlo.
Yo le agradezco mucho, porque de verdad que yo llegué de Lima en
un bajo nivel y él me lo hizo elevar año tras año. Y cada reto era más difícil
que el anterior a nivel histriónico, personajes complejos. Pero nos
ayudaba mucho su puesta en escena. Era muy onírica, inteligente, sensible al
máximo. Y Carlos era un gran iluminador también,
manejaba las luces magistralmente. Y ese hecho de
poder estrenar una obra 20 veces en diferentes países, era un estreno diferente
en cada país. Porque cuando llegábamos a cada sala de
teatro, Carlos cambiaba un poco la puesta de acuerdo a la sala, así
que siempre estamos activos, solucionando en el escenario, con nuestro sistema
nervioso hecho un cable pelado prácticamente.
Pero el público disfrutó mucho de su estética teatral.
Del lenguaje que Carlos inventó y que nosotros
poco a poco con el tiempo fuimos entendiendo. Tenía mucha poesía en
sus puestas en escena. Y qué lástima que la vida nos lo arrebató muy temprano,
se fue a los 46 añitos. Pero dejó mucha huella. Y en Caracas se le recuerda con
mucho respeto, con mucho cariño. Y también en todos los países que fuimos,
mencionarlos sería larguísimo. Fueron tantos teatros tan importante donde nos
montamos con Rajatabla. Públicos de diversos lenguajes, idiosincrasias
diversas. Se imprimía un tríptico para informarle al público, en su idioma, de
que trataba cada escena. Y el público
disfrutaba del espectáculo. La obsesión de Carlos era que
el espectáculo despertara los 5 sentidos del espectador, así que en sus puestas
había lluvia, había olores fuertes y prácticamente él pintaba la escena con sus
luces, con sus movimientos grupales. En muchísimos festivales en el
mundo los críticos felicitaron a este genio rosarino. Para nosotros
era un gran orgullo ser miembros de Rajatabla. Y ese público que no
entendía español cuando se acababa la función aplaudía de pie. Y me acuerdo que
él siempre decía:
- El teatro ha perdido
la capacidad de conmocionar. Nosotros lo vamos a recuperar.
Y de verdad sus espectáculos conmocionaban. Le agradezco mucho que me
haya hecho crecer como actor y como ser humano, como persona. La disciplina, la
puntualidad, el estudio, las propuestas, el te pedía siempre “a ver, ¿qué
propones? Algo inteligente, algo brillante.” Y te hacía realmente esforzarte.
Carlos marcó una época y hasta hoy no nos olvidamos de él. Y cuánto
público que vio nuestras obras y que lo debe recordar con mucho respeto y
cariño en el mundo entero.
¿Una anécdota? Yo me acuerdo que en el famoso Belgrado
Internacional Theater Festival ocurrió algo. Teníamos el estreno al día
siguiente de Señor Presidente de Miguel Ángel
Asturias, el premio Nobel, y uno de los actores, Carles Canut, catalán, tuvo un
accidente automovilístico en la mañana saliendo del hotel y terminó en el
hospital.
Él era gordo y Carlos dijo “yo lo cubro” y se puso su el uniforme, que le
quedaba bailando. El personaje era el auditor de guerra y Carlos
salió escena con el libreto en la mano, pero como parte del personaje el
libreto estaba en una tablilla especial de auditor. Y Cosme
Cortázar, un actor vasco, le hizo una broma en escena que a mí me pareció muy
mal, porque Carlos estaba haciendo un toro, estaba cubriendo de emergencia a un
actor.
En el momento en que Carlos se acerca a la mesa
del Señor Presidente, Cosme, que hacía
uno de los mayordomos, le destapa un plato, la tapa era de metal plateado, muy
linda y al destaparle le había puesto ahí un pedazo de caca. Claro,
no era de verdad, era imitación. Y por supuesto que Carlos soltó la carcajada
en plena escena, pero después se dio cuenta y lo acomodó al
personaje.
Yo soy enemigo de esas bromas porque te desconcentran. Pero sí, fue muy,
muy gracioso, muy gracioso.
© Roberto Moll
Lima, 7 de febrero de 2023
Actor de teatro, televisión y cine. Fue actor del grupo Rajatabla de
Carlos Giménez en Caracas, con el que actuó en más de 32
países. Recibió números premios en diversos países.