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CARLOS GIMÉNEZ Y YO, por ROBERTO MOLL, Lima, 7 de febrero de 2023

  

Pedro Pineda, Carlos Giménez, Roberto Moll, Francisco Alfaro en Moscú, gira de Bolívar de José Antonio Rial, 1988. Fuente: Francisco José








Yo entré a Rajatabla en enero de 1977 pero conocí a Carlos Giménez en 1971, cuando  vino a Lima y  nos dirigió en una obra de teatro de Fernando de Arrabal que se llama El cementerio de automóviles,  y trajo de Argentina a un excelente escenógrafo, Rafael Reyeros, e hizo una puesta en escena maravillosa, porque Carlos era un gran puestista.

 Así nos conocimos.  Y él me avisó con tiempo  que, al terminar la temporada aquí en Lima, él quería formar un grupo de teatro con un actor de cada país de Latinoamérica, en Caracas. Y  me propuso si yo quería ser  el  representante de Perú.  Pero en ese  momento yo estaba estudiando en la Universidad Católica de Lima, estudiaba Comunicación Social y le dije que mi madre me pagaba la carrera y que no podía hacerle eso a mi madre, que tenía que terminar la carrera y después podía irme. Pero él me contestó:

 

- No, no, yo estoy muy apurado, así que decídete.

 

Y bueno, no pude acompañarlo. Pero Carlos mantuvo la oferta. Pasaron casi 7 años y me  fui a Caracas a finales del 76  e ingresé a Rajatabla, oficialmente,  en enero del 77.


 

Roberto Moll, Pilar Romero y María Brito en Bolívar. Foto: Miguel Gracia


Roberto Moll, José Antonio Rial y Carlos Giménez. Foto: Miguel Gracia.Fuente: Entrevista de Glenn Loney, Universidad de Cambridge, 1986




Carlos era una persona brillante, intelectual, preparado y muy claro en lo que ha querido en la vida, con un carácter muy fuerte. Y yo era un joven aburguesado, así que para mí Rajatabla y Carlos fueron como una Universidad. Yo estuve 8 años con ellos y  llevamos teatro a más de 32 países en todo el  mundo, obras como Bolívar de José Antonio Rial; La muerte de García Lorca, también de José Antonio Rial; Macbeth  de Shakespeare, etcétera, grandes puestas en escena y estupendos actores. Así que yo  estaba obnubilado, pues salía de mi Lima, de este país tan raro que es el Perú y llego a un lugar de mucha disciplina y donde había que espabilarse y ponerse alerta, los cinco, los 6 sentidos.

Carlos era sumamente exigente y aprendí mucho con él, me hizo un gran bien, porque yo cambié mucho después de esos 8 años de Rajatabla, realmente Carlos  me exprimió el cerebro de tal manera que me preparó para grandes retos.

 Y Carlos era un hombre sumamente inquieto, veloz, cuando tú estabas planteando algo, ya él había regresado 3 veces. Pero algo sucedía entre él y yo cuando empezaba a dirigirnos desde la platea y nosotros en el escenario, porque con una frase, con una metáfora, nos obligaba a rápidamente a solucionar, a pensar en ese espectro emocional que él quería. Y sus obras siempre eran  acerca del poder, sobre el manejo del poder y  cómo los seres humanos podemos cambiar y dejar tentarnos por las pasiones humanas.  Y todo eso en el escenario había que resolverlo.

 Yo le agradezco mucho, porque de verdad que yo llegué de Lima en un bajo nivel y él me lo hizo elevar año tras año. Y cada reto era más difícil que el anterior a nivel  histriónico, personajes complejos. Pero nos ayudaba mucho su puesta en escena. Era muy onírica, inteligente, sensible al máximo.  Y Carlos  era un gran iluminador también, manejaba   las luces magistralmente.  Y ese hecho de poder estrenar una obra 20 veces en diferentes países, era un estreno diferente en cada país.  Porque  cuando llegábamos a cada sala de teatro,  Carlos cambiaba un poco la puesta de acuerdo a la sala, así que siempre estamos activos, solucionando en el escenario, con nuestro sistema nervioso  hecho un cable pelado prácticamente.

Pero el público disfrutó mucho de su estética teatral. Del  lenguaje que  Carlos inventó y  que nosotros poco a poco con el tiempo  fuimos entendiendo. Tenía mucha poesía en sus puestas en escena. Y qué lástima que la vida nos lo arrebató muy temprano, se fue a los 46 añitos. Pero dejó mucha huella. Y en Caracas se le recuerda con mucho respeto, con mucho cariño. Y también en todos los países que fuimos, mencionarlos sería larguísimo. Fueron tantos teatros tan importante donde nos montamos con Rajatabla. Públicos de diversos lenguajes, idiosincrasias diversas. Se imprimía un tríptico para informarle al público, en su idioma, de que trataba cada escena. Y  el  público disfrutaba  del espectáculo. La  obsesión de Carlos era que el espectáculo despertara los 5 sentidos del espectador, así que en sus puestas había lluvia, había olores fuertes y prácticamente él pintaba la escena con sus luces, con sus movimientos grupales. En muchísimos  festivales en el mundo  los críticos felicitaron a este genio rosarino. Para nosotros era un gran orgullo ser miembros de Rajatabla.  Y ese público que no entendía español cuando se acababa la función aplaudía de pie. Y me acuerdo que él siempre decía:

 

- El teatro ha perdido la capacidad de conmocionar. Nosotros lo vamos a recuperar.

 Y de verdad sus espectáculos conmocionaban. Le agradezco mucho que me haya hecho crecer como actor y como ser humano, como persona. La disciplina, la puntualidad, el estudio, las propuestas, el te pedía siempre “a ver, ¿qué propones? Algo inteligente, algo brillante.” Y te hacía realmente esforzarte.

 Carlos marcó una época y hasta hoy no nos olvidamos de él. Y cuánto público que vio nuestras obras y que lo debe recordar con mucho respeto y cariño en el mundo entero.





Bolívar en Islandia, 1982




Bolívar en Buenos Aires, 1983

 

¿Una anécdota?  Yo me acuerdo que en el famoso Belgrado Internacional Theater Festival ocurrió algo. Teníamos el estreno al día siguiente   de Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, el premio Nobel, y uno de los actores, Carles Canut, catalán, tuvo un accidente automovilístico en la mañana saliendo del hotel y terminó en el hospital.

Él era gordo y Carlos dijo “yo lo cubro” y se puso su el uniforme, que  le quedaba bailando. El personaje era el auditor de guerra  y Carlos salió escena con el libreto en la mano, pero como parte del personaje el libreto estaba  en una tablilla especial de auditor. Y Cosme Cortázar, un actor vasco, le hizo una broma en escena que a mí me pareció muy mal, porque Carlos estaba haciendo un toro, estaba cubriendo de emergencia a un actor.

En el momento en que  Carlos se acerca  a la mesa del Señor Presidente, Cosme, que hacía uno de los mayordomos, le destapa un plato, la tapa era de metal plateado, muy linda  y al destaparle le había puesto ahí un pedazo de caca. Claro, no era de verdad, era imitación. Y por supuesto que Carlos soltó la carcajada en plena escena, pero después se  dio cuenta y lo acomodó al personaje.

Yo soy enemigo de esas bromas porque te desconcentran. Pero sí, fue muy, muy gracioso, muy gracioso.

 

© Roberto Moll

Lima, 7 de febrero de 2023

 Actor de teatro, televisión y cine. Fue actor del grupo Rajatabla de Carlos Giménez en Caracas, con el que actuó en más de 32 países.  Recibió números premios en diversos países.

 








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