Carlos
Giménez, el cordobés-venezolano más famoso del mundo, realizó su
primera gira teatral europea a los 17 años y los 19 ganó sus primeros
premios internacionales en Francia y Polonia.
Comenzó así una carrera
que, en apenas 29 años, lo convirtió en uno de los creadores más importantes del
mundo.
Un creador que usó su arte,
y su voz, para denunciar dictaduras, injusticias,
democracias corruptas, pobreza, discriminación, exigiendo libertad, una y otra
vez, libertad, y sin embargo nunca sus obras fueron panfletarias.
Carlos Giménez fue un
hombre que luchó para ser libre, al que castigaron por ser libre, al que no le
perdonaron su libertad, su irreverencia, su talento, su generosidad, su
humildad muchas veces disfrazada de prepotencia.
A Carlos lo tumbaron
muchas veces, dictaduras, exilio, falsas democracias, destierro, encarcelamientos,
torturas, envidias, prejuicios, xenofobia, homofobia, y de cada caída él
se levantó más fuerte, más libre, más hermoso, más generoso y más talentoso. No
se lo perdonaron. No se lo siguen perdonando hoy a pesar de que hace casi 27
años que murió.
Quienes le odiaron y
envidiaron, y la lista es larga, siguen ahí, rumiando su mediocridad, todavía en la oscuridad de la sombra que
proyecta el fantasma de Carlos.
Todavía reclamándole, exigiéndole, acusándolo, robándole. ¡Le robaron hasta la creación del Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC)! ¡Hasta la dirección y realización de NUEVE FITC desde 1973 a 1992!
Porque en 1973 Carlos Giménez y María Teresa Castillo crearon el Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC).
Y en 1992 el FITC celebró su edición número IX, nueve, 9.
Pero en 2019 el mismo Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC), secuestrado por el chavismo, celebró su edición número VIII, ocho, 8, pretendiendo desaparecer todo el trabajo de Carlos y María Teresa.
La dictadura es el único sistema de gobierno que avanza para atrás y que, en vez de crear, expropia.
Pero quienes le amamos
también estamos ahí y aquí y en todas partes, porque la diáspora es grande, amándole, admirándole y recordándole cada día
más, para que el olvido, la envidia y la injusticia no le entierren jamás. Y
vamos ganando.
Carlos Giménez (Córdoba
1946-Caracas 1993) no era sólo un director de teatro, Carlos era un genio. Un genio irreverente, burlón y
socarrón, un genio de sonrisa encantadora y labia cautivante (a veces
lapidaria), un tímido disfrazado de conquistador, un conquistador que llegaba
no para arrasar sino para aprender y compartir.
Un genio que creó y vivió
como si supiera que moriría joven, muy joven. En apenas 29 años Carlos creó lo
que cualquier mortal no podría crear ni en 200 años.
Porque además del FTIC creó
más de diez instituciones teatrales en Venezuela y Argentina, dirigió 100 obras
de teatro y 80 unitarios de televisión en Europa y las Américas, recorrió varias
veces los 5 continentes mostrando sus obras y dando conferencias; fue director,
productor, gerente cultural, escritor, dramaturgo, iluminador, escenógrafo,
actor, musicalizador, guionista. Y todo lo hacía bien. Espectacularmente bien. Incluso
sus fracasos, que los tuvo, estaban desbordados por su talento.
Carlos Giménez fue un
creador sin techo y sin fronteras. Sin mordaza y sin miedo. Abrió puertas y ventanas y tumbó paredes para
él y para sus colegas.
Un genio irreverente con
un corazón muy venezolano que, sin embargo, nunca olvidó que su cuna también era muy argentina.
El próximo 28 de marzo se
cumplirán 27 años de su partida.
Pero los genios no mueren.
Por eso Carlos está más
vivo que nunca.
5 de enero de 2020