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Retrato Barroco de Carlos Giménez, poema de Antonio Miranda








Como un muro
o una pared
(que puede ser trespasada)
como una cueva
como una ciudadela.
Detrás de la melena dos ojos escrutadores.
Como un cuchillo
como una lanza
(que se tiene reservada)
como un dardo
o un petardo.
Cuando nació le leyeron el horóscopo
su oráculo el camino
y antes de aprender a hablar
y antes de aprender a caminar
y antes de
y durante
y siempre
daba forma a su propio mundo
-escultor en el espacio
 músico en el tiempo-
y antes
y durante
y después.
“Carlito,
véte a joder más adelante”.
Reunió sus instrumentos
-improvisaba instrumentos
herrero de improviso-
se vistió un potro imaginario
y con arcilla
y con clavos
y alambres
le fue dando forma al paisaje
modelando modelando
rescatando imágenes
construyendo construyendo.
No cuestiona en cuanto
con sus manos de artesano
y ojos arquitectos:
no cuestiona su trabajo
su trabajo es su cuestionamiento.
Con este dedo mueve una palanca
con aquel otro una llave bizarra
y con estas manos
y con estos dedos
(argamasa
trapos “collages”
saltimbanquis)
pone de pie esta palabra
con este brazo alza esta oración
con este dedo
y con esta mano
construyendo y desmoronando
y reconstruyendo su mundo
con estas manos.
Y con estos ojos escrutadores
y con estos oídos que ven
con este olfato que apalpa
con estas manos, pálpebras
y con estos dedos y con estos ojos.
Lo que falta, inventa.
lo que necesita, improvisa
recapacita
en su manierismo barroco
su cultismo plástico
su gongorismo sonoro.
Cincel
artífice y orfebre
ojos, manos.
Una sílaba proyectada en el estómago del universo
un sonido, una onomatopeya
una carcajada sideral
un pozo
y una gaviota en pleno vuelo sorprendida.
Un paso,
de prisa
con fuerza.
Detrás del miedo está la confianza
detrás de la crónica inseguridad
su intuición de niño orfebre
cincel, ojos, manos.
Que es como detener el tiempo
y retener la esencia
plasmar la forma del tiempo
en ese espacio
poblado de mitos
símbolos
pesarlos
medirlos
lapidarlos.
E inaugurar en el aquí
el más allá.
Una corona que se convierte en un Imperio
y un Imperio que se desploma
corona
ojos y manos y pies.
Un cuadrado se convierte en ventana
un círculo en una plaza
que es como ir de la abstracción
a la realidad.
a la realidad.


Caracas, noviembre de  1971.


"Tu país está feliz" (versão 1984) por Antonio Miranda


Carlos Gimenez fez muitas e sucessivas montagens de Tu País está Feliz, desde a primeira de 1971. Muitas vezes para acomodar novos atores, para atender a convites de viagens ao interior do país e a paises vizinhos.

A última foi, em verdade, uma nova montagem, comemorativa dos 13 anos de Rajatabla, no ano de 1984. Bem diferente das anteriores, uma espécie de “releitura”, atualizando textos, figurinos, linguagens. Uma versão mais “pop”, mais espetacular, com mais artistas, com versões musicais mais sofisticadas. Os atores vestidos com jeans e bonés, como os da rua, de toda parte, como para encaixá-los em cena.

Esteve em cartaz no Teatro Ateneo, depois no Teatro Las Palmas, não sei mais onde... Para os padrões de Rajatabla, acostumados que estavam a temporadas infinitas com o espetáculo, não foi considerada “exitosa”...

Dizem por aí que eu participei da montagem, discutindo, mudando textos. Não é verdade. Nem fui avisado, fazia anos que eu perdera contato com Carlos e com o grupo teatral. Por coincidência, fui a Caracas a convite da Oficina de la Unesco e me hospedei no Hilton Flat, de frente para o Ateneo, e descobri que a peça estava em cartaz...

Confesso que gostei muito da versão, mesmo sem a autenticidade e a espontaneidade da primeira. Sinceramente, estou seguro de que jamais conseguiremos repetir o êxito da primeira versão, em tempo algum, a menos que aconteça um fato auspicioso, um milagre... O fenômeno de Tu País está Feliz em 1971/1973 extrapolou qualquer lógica, saiu das dimensões teatrais para converter-se em um acontecimento sociológico, cultural, movido por forças que não residiam mais na qualidade do texto, das músicas ou da encenação.


Eu escrevi, na ocasião, sobre a versão 1984:

 “La pieza ya no es la misma: es otra cosa. Antes era un pretexto para gritar consignas existencialistas. Hoy es la constatación de que los problemas continúan siendo los mismos, que no fuimos capaces de superarlos… Solamente de denunciarlos…

Nuevos personajes pueblan las tablas. Voces más refinadas. Arreglos musicales más elaborados. Interpretaciones más apuradas. Iluminación esmerada. Más espectacular, más teatral. Y el público con mejor comportamiento…

Los nombres ya son otros: Benigno Acuña, Fanny Arjona, Cecilia Bellorín, Maria Brito, Mildred Chirinos, Luis Garbán, Gonzalo Vellutini, Amado Zambrano, Eduardo Bolivar, Sonia López, Vilma Otazo, Costa Palmides, Mira Parra, Juan Rodríguez e Daniel Uribe.

En el Ateneo encuentro a Rafael Daboin, que me informa que hizo otra versión de Tu País está Feliz, con otra música, en la Universidad del Táchira…
Termino la noche en un bar del Boulevard de Sabana Grande, con amigos. Oscar Alfonso Marquez recita unos versos míos que yo había olvidado. ¡Mi ego está para explotar!”

E arrisquei um último testemunho:

“Carlos Giménez continúa con su talentosa arte de osquestar piezas teatrales con una concepción plástica que lo lleva a mezclar la grandiosidad y elocuencia operística de un Wagner con la visión orgiástica y onírica de un Fellini. Él moldea aquellas figuras humanas que pueblan su escenario  en acciones que superan la realidad y la fantasía y las coloca entre lo profano y lo divino para los sentidos estupefactos de su público cautivo.”

Já não temos mais Carlos Gimenez conosco, “se fue de gira” como eufemisticamente preferimos dizer... Mas seu estilo de trabalho continua de pé, com seguidores e admiradores.





Fuente: Antonio Miranda



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