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Generosidad y talento a corazón abierto: CARLOS GIMÉNEZ / por Lito Mateu, Córdoba, 15 de enero de 2020








Quizá nada es como uno quiere o se lo propone, pero todo llega a su debido tiempo y Dios sabrá por qué. Este relato debió haberse escrito antes del que escribí sobre la grandiosa puesta de Carlos Giménez de Peer  Gynt  y es probable que lo próximo que escriba tampoco lleve una correlación en el tiempo,  pero creo que no es cuestión de orden, las prioridades me la van dando los sentimientos, la necesidad de expresar mi agradecimiento por haber conocido y trabajado junto a alguien tan generoso que fue capaz de romper las barreras del orden establecido para establecer sus propias reglas y así trascender: CARLOS GIMENEZ.







COMENZAR POR EL PRINCIPIO

Carlos Giménez, Ángel Fernández Mateu (centro), Anita Giménez.
Fuente: Ángel Fernández Mateu

Carlos Giménez  y  la actriz Beatriz Martinovsky ensayando "Ardele o la
Margarita" de Anouilh, en Córdoba. Carlos le  está marcando la escena a
Lito Mateu. Fuente: Jorge Arán,  Beatriz Martinovsky, Rajatabla


Programa de mano. Fuente: Lito Fernández Mateu



Mi primer trabajo como actor de teatro, puesto que yo provenía del radioteatro al igual que mis padres, fue Ardele o la Margarita del autor Jean Anouilh, estrenada el 29 de setiembre de 1967 en la Sala Luis de Tejeda del Teatro Rivera Indarte (hoy Teatro del Libertador Gral. San Martín) en la Ciudad de Córdoba, cuando aún yo no había cumplido los diecinueve años y los demás integrantes, incluso Carlos, no llegaban a los veinticinco. Carlos tenía apenas 21.  Esta puesta marcó mi ingreso al elenco del Teatro El Juglar, elenco independiente de autogestión que coordinaba y dirigía Carlos Giménez. En esta época se forjó nuestra amistad, los actores de El Juglar íbamos a la casa de la familia Giménez en Barrio Jardín, donde Doña Carmen (mamá de Ana y  Carlos) cosía los vestuarios que diseñaban los arquitectos Magaldi y Tillard  y nosotros colaborábamos cosiendo botones, levantando ruedos o cebando mates para amenizar la tarea.

Participé con ellos en otros montajes como El Gran Circo Aracarta de Madelaine Barbouleé, donde Carlos actuaba  además de dirigirnos y Remedio Para Melancólicos de Ray Bradboury, donde contamos con la actuación de la primera actriz Milagros de la Vega, historia del teatro argentino, e integraban el elenco Ana Giménez y Jorge Arán, además de numerosos actores. Con esta última puesta, El Juglar decide emprender una gira latinoamericana reemplazando a Milagros de la Vega con la excelente actriz cordobesa Esther Plaza. Gira a la que yo estaba invitado naturalmente, pero no obtuve el permiso de mis padres porque aún estaba estudiando y no pude viajar.

Por un lado el espíritu de Carlos de conseguir tierra fértil para desarrollar sus proyectos, que cuando nos los contaba  parecía que nos elevaba a una dimensión que desconocíamos. Y por otro lado la cada vez más asfixiante realidad política de aquellos años en Argentina: golpes de estado, gobiernos de facto, prohibiciones, persecuciones en contra de lo que se consideraba “subversivo”… etc., colaboraron para que Carlos decidiera afincarse en tierras caribeñas y desde allí desarrollara una tarea insuperable hasta hoy para todo el teatro suramericano y él lograra llegar a los más importantes escenarios mundiales junto al Grupo Rajatabla.

Lo cierto es que cada vez que Carlos regresaba a Córdoba para visitar a Doña Carmen (su mamá) nos encontrábamos,  porque nos teníamos un cariño y un respeto mutuo que nos unió siempre. En esas ocasiones Carlos solía decirme: “¿Cuándo te vienes conmigo a Caracas?”, pero yo estaba desarrollando en Córdoba una intensa labor tanto en teatros independientes como en café-concert y music hall y me preparaba para dar el salto profesional que se vislumbraba en nuestra ciudad.  




CARLOS GIMÉNEZ DIRIGE LA COMEDIA CORDOBESA


The New York Times, 4 de agosto de 1987




Hacia 1984, con el advenimiento de la democracia en Argentina, se abrieron los concursos para actores en la Comedia Cordobesa e ingresé al elenco estable, oficial,  como actor de primera categoría. En 1987, en el mes de marzo, se nos informó que vendría Carlos Giménez a poner en escena con ese elenco dos obras: El Reñidero del autor argentino Sergio de Cecco y “La Celestina” de Fernando de Rojas.

Por razones presupuestarias solo se llevó a escena la primera de las obras mencionadas con una puesta de Giménez que asombró no solo  a nosotros sino al público y a la crítica, tanto, que fue seleccionada para representar a Argentina en el Festival Latino de Nueva York por el hijo de Joseph Papp (productor general del Festival) quien había viajado especialmente para elegir una obra de este país. Todos estos antecedentes, que luego extenderé ya que la obra tuvo una repercusión extraordinaria tanto en Estados Unidos como en México, sirven como introducción para contar mi experiencia maravillosa en Venezuela.

En El Reñidero yo interpretaba al Trapero (ropavejero), que trasladado de  la tragedia griega era algo así como Tiresias o el Oráculo que, ciego y sentado en el reñidero o apareciendo en cualquier lugar de la escenografía (sobre todo detrás de los espejos) predecía la tragedia que se avecinaba. Mi personaje, que tenía dos monólogos importantes, fue muy aplaudido por el público y destacado por la crítica cordobesa, es entonces que Carlos me hizo una apuesta: “si en Nueva York te aplauden uno de los dos monólogos te invito a que vengas a Caracas a trabajar conmigo”, apuesta que yo tomé a broma y como incentivo al desafío que significaba para el elenco semejante gira. Nunca ignoramos que toda esa movida era producto de la proyección que Carlos ya tenía en Estados Unidos.

El Reñidero, en versión de la Comedia Cordobesa, se estrenó en la Sala Luesther Hall del Public Theater de Nueva York el 1 de agosto de 1987, con un éxito total de público y críticas tanto para el elenco así como los más destacados elogios para la sorprendente puesta en escena de Carlos Giménez  la magnífica escenografía de Rafael Reyeros y la iluminación de Francisco Sarmiento que acompañaba la puesta como un “réquiem” perfecto.

En una función, al finalizar el primer monólogo noté que se había largado a llover torrencialmente por el ruido que se sentía en la sala. Al salir de escena vi que estaban Carlos y Roberto Stopello entre cajas  y el pasar junto a ellos dije, “¡se largó a llover..!” y Carlos me contestó: “No boludo, te están aplaudiendo”.

La gira siguió con todo éxito tanto en Ciudad de México (D.F.), donde nos presentamos en la Sala del Instituto Nacional de Bellas Artes (agosto del 87), como en Villahermosa de Tabasco, en el Teatro Esperanza Iris, a fines de ese mismo mes.

La Comedia Cordobesa regresó a Córdoba a cumplir con los compromisos que tenía en Argentina y Carlos a Caracas.  Durante los años 88 y 89 nuestra actividad  fue intensa y en 1990 fuimos al Teatro Cervantes de Buenos Aires a poner en escena “Príncipe Azul” del autor Eugenio Griffero, interpretada por Jorge Aran  y yo, con dirección de Omar Viale. Otro gran acierto de la Comedia Cordobesa. Es en esta estadía en Bs.As. cuando me informan de mi casa (mi mamá) que me había llegado una invitación del Gobierno de Venezuela para formar parte del Proyecto Pedagógico Teatral, invitación que obviamente gestionó Carlos cumpliendo su parte de la “apuesta” que él mismo había propuesto. ¡Mi locura fue total…!



Izquierda: Roberto Stopello, Carlos Giménez,
Lito Fernández Mateu, Jorge Arán, New York, 1987.
Fuente: Lito Fernández Mateu,


Carlos y elenco de El Reñidero. Fuente: Alvin Astorga





SIETE HORAS DE VUELO HACIA UN SUEÑO



Llegué a Caracas en enero de 1991, estrenando un “Reconocimiento” que recientemente me habían otorgado los medios de prensa de Córdoba por mi trabajo con la “Comedia Cordobesa en la obra Cabaret Bijou”, del autor argentino Alfredo Zemma y dirigido por el mismo autor. Ya en el aeropuerto, donde fue a recibirme, Carlos me dijo que necesitaba que me integrara inmediatamente al Taller Nacional de Teatro (TNT), en calidad de docente. Al día siguiente se formalizó una reunión con la Junta Directiva de ese organismo y una bella mujer poseedora de una voz muy teatral, que por momentos me hacía recordar a nuestra querida actriz Jolie Libois, me indicó que se esperaba de mí la transmisión de mis conocimientos a los alumnos del TNT: era la Sra. América Alonso, Directora Académica de esa Institución, una  la más grandes actrices de Venezuela.






Este era un seminario de formación actoral, creado por Carlos Giménez, que funcionaba en el edificio de Rajatabla, que estaba ubicado entre el sorprendente Teatro Teresa Carreño y el Ateneo de Caracas, frente a Parque Central. El objetivo era primordialmente ser el semillero de actores para Rajatabla y el teatro venezolano, Dirigía el TNT mi querido amigo Aníbal Grunn. Además de ser el instructor en interpretación, mi trabajo consistía en dar clases de dicción, vocalización y análisis de texto, ya que la instrucción era integral, inclusive se procuraba a  los alumnos clases de producción artística y asistencia de dirección. Aníbal, además de su responsabilidad con el TNT, era un importante actor dentro de la estructura de Rajatabla, colaborador con Carlos en la selección de textos y miembro fundador de la Junta Directiva.

Al ingresar tuve a mi cargo veintisiete alumnos (promoción 1991 – 92) de los que aun guardo la nómina de nombres y recuerdos maravillosos de cada uno de ellos, ya que además de darles las materias asignadas nos tomábamos un tiempo para responder a las preguntas que me hacían sobre Argentina, incógnitas que tenían sobre nuestra situación política, la censura, los exiliados  o el mito sobre Eva Perón, por ejemplo, y yo aprovechaba para darles a conocer pormenores de importantes hitos en la historia del teatro argentino, como lo fue el Instituto Di Tella clausurado por el gobierno militar en 1970, autores como María Elena Walsh, Griselda Gambaro y  Eduardo Pavlovsky,  y lo que significó el ciclo de Teatro Abierto en mi país, movimiento cultural en contra de la dictadura cívico militar iniciado en 1981   donde dieron a conocer sus obras grandes autores argentinos. Siempre tuve la precaución de consultar esta temática con Carlos y Aníbal, jamás ejercieron ningún tipo de objeción sobre el tema.

Todos los alumnos del TNT trabajaban en las puestas de Rajatabla, ya sea como actores, asistentes o ayudantes de producción,  que es una forma activa de proporcionales conocimientos y herramientas que luego usarían profesionalmente, además de hacer sus propios montajes dentro del Taller. Creo que abonaban una cuota mínima a la cooperadora del Seminario, que duraba dos años y contaba con instructores tales como Aníbal Grunn, Daniel López, Teresa Selma, América Alonso y Andreina Womutt, entre otros.

En una reunión, Carlos, América y Aníbal me propusieron que hiciera un relevamiento del proceso de formación actoral y sugiriera cambios que redundaran en beneficio del crecimiento de los actores. Propuse entonces elegir los diez mejores promedios finales de cada ciclo y otorgarles una beca con un sueldo “incentivo”, en calidad de post graduados, que aportara un año más de formación, ahondando en materias como interpretación, puesta en escena, escenografía, vestuario y sobre todo literatura teatral clásica internacional. Hicimos una prueba piloto donde participaron todos los alumnos, la que fue interrumpida por mi designación como Director Artístico en el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), Núcleo Táchira.








Este fue otro extraordinario aporte de Carlos Giménez al teatro de Venezuela, la creación de elencos regionales de carácter profesional, auspiciados por el Consejo Nacional de la Cultura de ese país. En estas agrupaciones participaban jóvenes actores de ciudades del interior donde estos núcleos de trabajo tenían su sede propia. Los actores ingresaban mediante audiciones, castings o concursos según las necesidades de puesta en escena en las que podían converger actores de todo el país, ya que los concursos eran abiertos, pero con prioridad de los locales. Todos recibían un pago por sus prestaciones actorales. La Junta Directiva del TNJV designaba y contrataba un director artístico, encargado de la puesta en escena y talleres de capacitación y elegía la obra a montar en franca discusión con el director asignado.

La Junta Directiva del TNJV estaba integrada por: Presidente: Carlos Giménez; Suplente: Carmen Ramia; Vicepresidente: José Ignacio Cabrujas; Suplente: Francisco Alfaro; Directores Generales: América Alonso, Pilar Romero y Paul Desene y, Suplentes: Federico Ruiz, Adriana Urdaneta y Javier Zapata.

Los distintos Núcleos  (creo que eran ocho en total) estaban en: Valera, Maracaibo, Valencia, Puerto Ordaz, Guayana, Trujillo, San Cristóbal y Caracas, estaban coordinados por el Sr. Carlos Mayorga y la Coordinación Nacional  Académica y Artística de la Sra. América Alonso.

En mi caso fui designado en el Núcleo Táchira, en la bella ciudad de San Cristóbal, tan parecida a mi Córdoba en su fisonomía, en sus calles, en sus montañas, pero con una bondad y cordialidad únicas y propias de su gente, que por momentos me parecía que  mi irrupción modificaba su bucólico y placentero movimiento. Logré integrarme sin inconvenientes gracias a eso: su gente, su bonhomía, sus ganas de trabajar, de hacer teatro y la entrega total a un proyecto que les proponía una pertenencia profesional a un elenco que les era propio.  Su admiración y respeto por la figura de Carlos y la Junta Directiva eran, totales.

La obra seleccionada fue Los noventa son nuestros basada en la novela de la autora española Ana Diosdado, dialogada y adaptada por el Sr. Miguel Angel Capinel con quién tuve el gusto de colaborar, además contaría con la valiosa colaboración del Sr. Carlos Arellana a quién se le encomendó la música original para esta puesta.

La primera etapa, la más dura para mí, fue seleccionar el elenco, ya que todos los inscriptos demostraban no solo una capacidad admirable, sino una disponibilidad que enternecía. La obra solo requería un grupo reducido, y tuve que optar. Hoy volvería a elegir al mismo grupo, porque no solo encontré actores hermosos, estudiosos, colaboradores, con un empuje que me incentivaba cada día, cada ensayo, cada hallazgo, y aún en cada error. La verdad es que hubo que integrar dos actores del Núcleo Caracas debido a las características de los personajes y a la preparación actoral que tenían los actores capitalinos. Pero no hubo fricciones, sino todo lo contrario.

El resultado fue un hermoso trabajo de un equipo fenomenal  que contó con la escenografía de Augusto González y Marcelo Pont Vergés, escenógrafos argentinos que recientemente habían llegado a Venezuela en busca de un lugar donde desarrollar su actividad, y como siempre, ahí estaba la generosidad de Carlos Giménez, extendiendo su mano para procurar  trabajo a todo aquel que lo requería sin anteponer nacionalidades.

Habitualmente viajaba a San Cristóbal el Sr. Carlos Mayorga, Coordinador de todos los núcleos en lo referente a la producción artística y logística y, mediante evaluaciones o requerimientos de la puesta en escena, yo debía viajar a Caracas a reunirme con América Alonso, Coordinadora Académica de los elencos.
Más allá de que el hecho de designar directores, elegir obras y seleccionar el elenco que las representaría, pueda haber herido susceptibilidades entre los teatristas del interior, que los había, muchos y buenos, el proyecto apuntaba justamente a eso: “intercambiar” conocimientos con directores que provenían de otra escuela, con otra experiencia distinta a la local y con otra visión, pero esto no anulaba la posibilidad  que luego se integraran sugiriendo obras a la Junta Directiva.

Este maravilloso mega-proyecto de Carlos Giménez, de procurarle a los actores del interior acrecentar y consolidar sus conocimientos en esta profesión, de participar en montajes con diferentes directores, de cobrar un sueldo (o beca) por su trabajo, nos habla del compromiso por una clara aplicación del federalismo cultural, no declamado sino realizado a nivel profesional, aportando la infraestructura necesaria para las puestas y otorgando la posibilidad de expresar su propia identidad teatral, a la par que los dotaba de mayores conocimientos culturales, meta irrenunciable de Carlos Giménez.

Esto se vio reflejado en los resultados: una puesta que el público agradeció, que la crítica elogió y que todo el grupo disfrutó, hasta nos dimos el lujo de ser invitados al Festival Binacional de Colombia que se realizó en la ciudad de Cúcuta y en la participación de la Muestra del Teatro Nacional Juvenil de Venezuela en Caracas, junto a todos los Núcleos del proyecto.



Córdoba, 7 de enero de 2020
Fuente fotos: Lito Fernández Mateu








ÁNGEL LITO FERNÁNDEZ MATEU

Actor cordobés. Perteneció al elenco oficial de la Comedia Cordobesa y fue integrante del grupo El Juglar de Carlos Giménez. Ha transitado todos los géneros artísticos, desde el circo (donde nació), el radioteatro, el teatro, el café-concert, el music-hall, la televisión y el cine. Con la obra El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez y dirigida por Carlos Giménez, recorrió los principales teatros de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Ha recibido numerosos premios en Argentina y Venezuela.








Archivo fotográfico de Lito
















Ángel Fernández Mateu en El Reñidero.















Diseño escenográfico







Links relacionados


Carlos Giménez y Peter Brook










"Los Noventa son nuestros" de Ana Diosdado, dirección Ángel Fernández Mateu, obra realizada por el TNJV creado por Carlos Giménez, San Cristóbal, 1991



















Diseño escenográfico


Fuente: Ángel Fernández Mateu




Carlos Giménez y la creación del Festival Latinoamericano de Teatro de Córdoba, Argentina: 1984-1991 / Verónica del Valle Heredia y María Verónica Basile, Revista Afuera; Fundación Proa; La Voz del Interior










"(...) El I Festival se desarrolló del 18 al 28 de octubre de 1984 y buscó enmarcarse dentro de la euforia democrática que se vivía en el país, haciendo visible características asociadas con la libertad: ocupación de lugares públicos, funciones en los barrios marginales, la participación de aquellos que volvían del exilio y la gran difusión del mismo a través de los medios de comunicación.

Es de destacar el papel que se le otorgó a Carlos Giménez (4), una especie de niño prodigio del teatro independiente cordobés que se había exiliado en los años setenta (Moll, Pinus, Flores, 1996: 58). Radicado en Venezuela, formó el grupo Rajatabla y se convirtió en uno de los directores latinoamericanos más reconocidos. Allí crea en 1973 el Festival Internacional de Teatro de Caracas, que aún permanece vigente como uno de los festivales más relevante de la región latinoamericana. Por su reconocimiento y trayectoria en el extranjero y su condición de artista exiliado, es convocado por el gobierno de Córdoba y él mismo acepta la propuesta para ser parte y Coordinador en la organización de IFLT, admitiendo la magnitud que el evento adquiría desde la restauración de la democracia al país.



Otras de las figuras representativas del teatro cordobés que regresaron al país para participar del festival fueron María Escudero, Jorge de la Vega y Graciela Ferrari, integrantes del mítico grupo Libre Teatro Libre (5).

Es la idea de democracia lo que quería reflejar el festival, iniciar el nuevo periodo político de la provincia haciendo manifiestas características propias del sistema: participación popular, obras con fuerte contenido político, la gente masivamente ocupando la calle provocando así un clima de fiesta permanente.







El  IFLT estaba conformado por una muestra oficial con representaciones de Brasil, Ecuador, España, Colombia, México, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela. La delegación local la componían   La Comedia Cordobesa - elenco estable de la provincia - y el grupo La Banda Trama surgido del circuito del teatro independiente local, además de grupos de Buenos Aires y Entre Ríos. El resto de los participantes que integraron la muestra paralela del festival eran grupos teatrales provenientes de distintos puntos del país además de Chile, Italia y Canadá. Esta sección generó un significativo impacto a partir de la participación del público, constituyéndose en lo distintivo  del festival. Se destacaba el uso del espacio público a través del teatro callejero. Su difusión en plazas, calles, escuelas, barrios y lugares marginales fue la imagen que quedó como recuerdo del festival, asociada a una fiesta por la libertad recuperada. En los balances sobre los resultados del festival se le asignó un lugar especial a la gran participación de la gente en la calle: Los espectáculos callejeros que siempre fueron recibidos por mucho público (…) supera cualquier posibilidad de estimación (LVI 28/10/1984). Esto nos conduce a preguntarnos si parte de esos espectadores eran un público frecuente en las salas teatrales o fueron atraídos eventualmente por las características festivas de los grupos callejeros.


Por otra parte, desde el lado de los grupos, la muestra paralela funcionó como la sección de la grilla que buscaba asegurar el apoyo y la difusión de los grupos independientes de Córdoba (LVI 06/02/1984). En gran medida, el IFLT contribuyó a un proceso de renacimiento del teatro callejero clausurado bajo los regímenes autoritarios. (...)


El FLT comenzaría a ser parte del circuito internacional de festivales de teatro, integrado por el de Manizales, Colombia (1968), el Cervantino de Guanajuato, México (1972), Festival Internacional de Teatro de Caracas, Venezuela (1973) el Festival Internacional de Teatro Latino de Nueva York de la mano de Joseph Papp (1984) y luego vendría el de Bogotá (1988). Los grupos locales habían sido invitados además a participar en festivales europeos como el de Nancy (1963)  (...)



Por otra parte, pese a que aún no hemos profundizado, es preciso realizar una breve referencia acerca de cómo los medios de comunicación destacaron la participación de los jóvenes: El público predominante del IFLT fueron los jóvenes, que asistieron a todas las funciones y desde cualquier ubicación, por insólita que fuese, y derribando todo los obstáculos previos (LVI 11/11/1984). En principio, consideramos habría dos posibles lecturas sobre esta operación. Por un lado, en relación al pasado reciente, en el cual – si bien desde la década de los sesenta algunos autores comienzan a hablar sobre la idea de una cultura juvenil (Hobsbawn, 2007:322-345) en el contexto particular de la Argentina cobrarán visibilización definitiva desde fines de los sesenta. En una primera instancia como problema social pasaron a formar parte más importante de la agenda de investigación de las ciencias sociales a fines de 1970 (Chaves,2010:32) en tanto, siguiendo a González (2002-2003: 58-70) durante el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional los jóvenes fueron sospechados como enemigos- subversivos siendo los destinatarios de biopoliticas represivas, para finalmente destacar la actuación de sectores sociales “jóvenes” tanto en la apertura como en la institucionalización democrática(..) comenzaron a constituirse protagonistas sociales de diverso tipo que empezaron a movilizarse (..)

Luego del primer Festival hubo cinco más de carácter bianual (1984-1986-1988-1990-1992-1994). Sin embargo el que quedará en la memoria colectiva de los cordobeses será su primera edición. Esto se debió a varios factores: el despliegue alcanzado en la primera edición, la gran participación de los ciudadanos y los múltiples problemas económicos y organizativos que se irán sucediendo en las siguientes ediciones que harán que el mismo pierda convocatoria, calidad y relevancia para los cordobeses."


Verónica del Valle Heredia y  María Verónica Basile



(4) Con 19 años participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy con su grupo El Juglar. Posteriormente viajan a Polonia donde obtienen una mención de honor. De vuelta a Córdoba crea el Primer Festival Nacional de Teatro. Sin embargo en 1967, luego de poner en escena la obra Fuenteovejuna, recibe amenazas por lo que decide abandonar el país y radicarse de manera definitiva en Venezuela. (Volver)

(5) Surgió en el año 1969 como grupo de creación colectiva a partir de la iniciativa de María Escudero con un grupo de estudiantes de la licenciatura en teatro de la Universidad Nacional de Córdoba. En términos de Osvaldo Pelletieri esta agrupación trascendió el mundo cultural nacional y latinoamericano (2007:562)(Volver)

Fuentes
Catálogo del I Festival Latinoamericano de Teatro.1984, Gobierno de la Provincia Córdoba, Córdoba.
Periódico La Voz del Interior. 1983, 1984, 1985, 1986. (Abreviado con las siglas LVI)
Catalogo en línea muestra Escenas de los ’80, Teatro: introducción. Consultado en línea




Primer Festival,  teatro de calle, 1984.




FUNDACIÓN PROA

“1984 fue un año de extrema apertura para el teatro argentino a nivel internacional. En ese año se realiza el Primer Festival Latinoamericano de Teatro cuya convocatoria fue liderada por Carlos Giménez y apoyado por el Gobernador radical de la provincia de Córdoba, Eduardo Angeloz. El Periodista titulaba ‘Cordobazo Teatral' una nota de octubre del ‘84 y Cossa escribía en el mismo medio: ‘En definitiva en Córdoba estalló la democracia y el teatro tomó la apariencia de un hecho vivo. Más vivo que nunca'.










“Un pueblo que en los últimos tiempos sólo ha capitalizado errores y frustraciones no puede ni debe desperdiciar este acierto. Porque el festival no terminó… El festival puede y debe seguir produciendo hechos, no sólo para dentro de dos años, sino para dentro de dos días, para nosotros los cordobeses y las otras provincias”, de esta forma se expresa una nota periodística publicada en el diario La Voz del Interior el 4 de noviembre del año 1984, a raíz del Primer Festival Latinoamericano de Teatro realizado del 18 al 28 de octubre en Córdoba y en las sedes de Carlos Paz y Alta Gracia.

El festival continúa produciéndose cada dos años. Pero de 1995 a 2000 está ausente de la escena. En 2000, el Gobierno de la Provincia de Córdoba toma la firme decisión de restituirlo con el nuevo nombre de Festival Internacional de Teatro del Mercosur. De esta forma, el encuentro teatral volvía a sus legítimos propietarios: la comunidad teatral y el pueblo de Córdoba.

El teatro parece ser un vehículo para la unidad latinoamericana, buscada de tantas maneras desde que las naciones del “nuevo continente” se declararan independientes en el siglo 19. Cesar Vieira, cabeza de la compañía brasileña Uniao e Olho Vivo, sintetiza ese espíritu de hermandad continental cuando dice: “Argentina está a travesando un período importante, ha vuelto a la democracia. Por eso venimos aquí”.

El primer festival dura 10 días y lleva espectáculos a salas teatrales, asociaciones civiles que prestan sus auditorios para la función, también en la peatonal cordobesa y en las plazas, con un mandato claro y decidido: “Que el teatro invada la ciudad”, según su consigna.

Los memoriosos recuerdan la impactante actuación de La fura del baus, la compañía española que dirige Andrés Marten. En su carta de presentación, el elenco dice: “No es un fenómeno social, no es un grupo, no es un colectivo político, no es un círculo de amistades afines, no es una organización pro-alguna causa. Es una organización delictiva dentro del panorama actual del teatro”.

Otra de las grandes presentaciones que iluminan los pasillos de la memoria es la del elenco Rajatabla, que crea el destacado director Carlos Giménez (1946-1993), hacedor teatral que nace en Córdoba y fija residencia en Venezuela. Junto con su hermana Ana y el destacado escenógrafo, Rafael Reyeros, crea en Córdoba el grupo teatral El juglar y La casa del teatro. Hacedor de una imaginación portentosa, Giménez se radicó en Venezuela en el año 1969."

Córdoba, 31 de agosto de 2017







EL CEMENTERIO DE AUTOMÓVILES, de Fernando Arrabal. Dirección Carlos Giménez: Perú, 1971










Cementerio de Automóviles
Autor
Fernando Arrabal

Elenco (incompleto)
Roberto Moll

Escenografía
Rafael Reyeros

Producción
Mario Delgado Vásquez

Productor General
Carlos Ruibal

Dirección General
Carlos Giménez

Teatro Universitario   y Asociación Cultural Arena
Lima, Perú
1971


Mario Delgado Vásquez: “El trato que las autoridades militares de Lima, con su censura y mil obstáculos más, le dieron a Cementerio de automóviles, que Giménez dirigió con el auspicio de Arena para su sesión inaugural; más la falta de solidaridad de la sociedad limeña para con un proyecto que adelantándose a su tiempo quería propiciar el desarrollo del teatro en la ciudad, hicieron que Arena sucumbiera en su primer intento.” 


Mario Delgado Vásquez"Juntar veinte años de “Festivales de Caracas” a las expresiones mas modernas del teatro del mundo y a las más antiguas tradiciones del teatro de Oriente y Occidente en el teatro latinoamericano fue el más generoso y moderno acto teatral de Carlos Giménez, y del país que lo acogió como hijo y ciudadano: Venezuela.

Desde 1969 hasta 1993, fecha de su trágica partida, Giménez fue el protagonista más polémico del teatro Venezolano; amado y odiado por cientos de teatreros del mundo, logro como en un acto único e inédito, una suerte de “Performance” de su propio final: no solo Carlos Andrés Pérez, presidente del país, declaró ante su prematura y lamentable muerte, tres días de duelo nacional , sino que además el mismo Pérez lo acompaño con el cortejo fúnebre, a su ultima morada. 

Giménez nos dio a las gentes de teatro de Latinoamérica y a sus amigos, los que lo acompañamos desde sus inicios en esta gran batalla de sacar al teatro latinoamericano de su ostracismo provinciano y de su estado colonial, el mayor y mas significativo banquete de teatro moderno jamás ofrecido.

Giménez juntó a los pobres teatros de América Latina con los más grandes del mundo. Grupos marginados de la cultura oficial que veníamos a su vez de sociedades marginadas culturalmente de los centros hegemónicos del poder. Sin ningún tipo de apoyo estatal, parias, para ellos Carlos Giménez hizo ese gran banquete. (...)

Me puse entonces a preparar todo para el montaje de El cementerio de automóviles. Hice el casting y escogí el elenco para que Giménez venga a dirigir. Entonces me llama él y me dice:" Tu País está Feliz es el éxito más grande de la historia del teatro venezolano. Once de la mañana, doce de la noche, a la hora que se dé las muchedumbres de jóvenes y adolescentes rompen las puertas del Ateneo para entrar." "¿Qué has hecho?" le pregunté. Simplemente había hecho un resumen de todo lo que habíamos realizado con él en El Juglar, solo que interpretado por unos jovencillos maravillosos. Estaban además el texto de Antonio Miranda, la frescura de los chicos, la música tan contagiosa. Un montaje realmente extraordinario. Giménez me trae la cinta de la grabación que me mandó Antonio, yo la escucho y sigo con la idea de que va ser el próximo espectáculo de Arena, en Lima. 

Giménez vino y monto El cementerio de automóviles. Entonces yo sentí la lucha de este maestro, este amigo, ese hermano realmente audaz, y su ambición por el poder, su deseo de epatar y provocar. (...)

Yo me fuí con Giménez porque en él encontré entonces el espíritu grupal que no había hallado en el Instituto Nacional Superior de Arte Dramático, donde había estudiado de 1966 a 1968. En la escuela, por el contrario, había mucho individualismo, mucha competencia. Todos querían ser divos, todos querían tener su compañía, era la moda en el teatro nacional."

Lima, Perú
Fundador del grupo Cuatrotablas
Integrante del grupo El Juglar, primero grupo creado por Carlos Giménez.


CASTA DIVA, de Ethel Dahbar, Carlos Giménez Diseño de Iluminación: 1984










CASTA DIVA
Autora: Ethel Dahbar

Actriz: Alma Ingianni

Vestuario: Eva Ivanyi
Escenografía: Martín Lopez

Diseño Iluminación: Carlos Giménez

Dirección: Rubén Rega
Sala de Conciertos, Ateneo de Caracas
1984





                   
                    



Fuente: viviana marcela iriart

LOS AMORES DE DON PERLIMPLÍN Y BELISA EN SU JARDÍN, de Federico García Lorca. Dirección Carlos Giménez: Córdoba 1969




Hector Varonese y Gladys Reale





















María Rosa Grotti, Esther Plaza,  Graciela Castro, Mario Delgado, Héctor Veronesi, Hugo Arneodo, Juan Pagés. Los amores de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, dirección de Carlos Giménez. Elenco de la gira latinoamericana. Fuente: Juan Pagés









Presentada en el II Festival Latinoamericano de Teatro Universitario, Manizales, Colombia, octubre de 1969.



Fuente:Viviana Marcela Iriart / Miguel Bazano/ Juan Pagés





PICNIC EN EL CAMPO DE BATALLA, de Fernando Arrabal. Dirección Carlos Giménez: Córdoba 1969




Juan Pagés, Mario Delgado, Carlos Giménez, María Rosa Grotti.
Fuente: Juan Pagés






PICNIC EN EL CAMPO DE BATALLA
Autor:  Fernando Arrabal
Dirección Carlos Giménez

Elenco:
Juan Pagés
Mario Delgado
 Carlos Giménez
 María Rosa Grotti.


1969
Córdoba capital, Argentina

El Teatro Nacional Juvenil (creado por Carlos Giménez) revive con duende lorquiano/ por Indira Rojas, Caracas, 14 de noviembre de 2015, El Universal






En 1990, el director de teatro Carlos Giménez (1946-1993) fundó el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (Tnjv), con el propósito de que fuera una institución de producción escénica y a la vez una escuela, y como abreboca la agrupación se estrenó con Comedia sin título del poeta y dramaturgo español Federico García Lorca. Además, Giménez y el dramaturgo y director Aníbal Grunn concibieron el proyecto como un sistema: pretendían instalar 24 módulos regionales. "Llegamos a tener 14 núcleos", dice Héctor Becerra, miembro del Tnjv desde sus inicios y quien lleva ahora la jefatura del grupo.


Han pasado 25 años de estas aspiraciones, engendradas en un apartamento de Parque Central, y en el recorrido Giménez falleció. Para homenajear los inicios de la compañía, así como su primera inspiración (Federico García Lorca), la agrupación presentará hasta el 29 de noviembre en el Celarg Yo Federico, una pieza escrita por Jan Thomas Mora Rujano y dirigida por Dairo Piñeres.


Bajo las luces tenues del teatro, el escritor andaluz (interpretado por Theylor Plaza) se encuentra en lo que parece ser un limbo. En el lugar (¿o no lugar?) alucinaciones y recuerdos comparten espacio y se abalanzan sobre su inventor. Lorca también les interpela y expresa lo que siente. "Yerma está viva y le habla. Bernarda Alba está viva y le habla", expone Becerra, productor del montaje, sobre los personajes creados por Lorca que se manifiestan en la pieza. "Él murió tan joven que no pudo ver el derrotero de sus creaciones. Es como si hubieran quedado cosas que resolver con ellas".


El Tnjv comparte con Yo Federico ese estado de tiempo suspendido, ese limbo, pero eso no le detiene para celebrar sus 25 años. Prevalecen las memorias de un tiempo mejor (la única de las 14 sedes que sostiene el nombre jurídico como Tnjv es la de Caracas, otras cerraron sus puertas) así como el espíritu para continuar como una fábrica teatral.


"Por cuestiones financieras los núcleos fueron desapareciendo. Pero la semilla quedó sembrada, y eso es lo más importante. Aún encuentras quienes dicen 'yo sigo siendo Tnjv porque allí formé'. Gloriosos fueron los 90 y principios del 2000, y apelamos al patrimonio que queda de esa época", declara Becerra. "Ahora trabajamos por proyectos, aunque hay una familia permanente como de 8 personas que siguen trabajando en el grupo. Se mantiene también el espíritu de escuela, aunque ha cambiado un poco porque ahora se dictan talleres específicos para cada montaje". El productor aprovecha la oportunidad para contar que la bailarina Angélica Escalona impartió clases "intensísimas a los actores para que se expresaran a través de la danza contemporánea" en Yo Federico.


A los personajes lorquianos que danzan alrededor del autor español se suman Mariana Pineda, La Vieja Pagana, y La Poncia, así como aquellos que no forman parte de la ficción y que fueron propios de su época y de su vida, como el torero Ignacio Sánchez Mejía, Francisco Franco, el artista Salvador Dalí, y su hermana Concha.


En el libreto original, todos menos Lorca pertenecen al mundo inanimado: son muñecos estáticos cuyos pensamientos se reflejan en el monólogo que sostiene el poeta. Pero Piñeres prefirió darles voz propia. "Se me ocurrió que fueran otros actores. Así podía armar el recorrido a nivel físico, con el cuerpo, y emocional a través de la actuación".


Becerra describe la pieza como "un mega performance teatral, con música en vivo y coreografías", y ahora que estará en el Celarg, espera que sea recibida con igual entusiasmo por un público nuevo. "Nos fue muy bien con las funciones piloto en la Unearte".


Yo Federico se presenta en la sala 2 del Celarg con funciones viernes y sábados a las 7:30 p.m. y domingos a las 7:00 p.m.


irojas@eluniversal.com


Caracas, 14 de noviembre de 2015,
Fuente: El Universal









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