Querida Teresa:
Cuando salga publicada
esta columna habrás levantado nuevamente telón para sumar, no lo dudo, otro
acierto a tu intensa trayectoria de actriz. Quiero, aprovechando la feliz
ocasión, escribirte estas líneas, más que como un reconocimiento de admiración,
como una muestra de afecto profundo, por lo mucho y grande que has dado el
teatro venezolano. Más allá de tus logros como intérprete en el teatro, el cine
o la TV, que son muchos y en constante plano ascendente, lo deslumbrante de tu
trabajo es la pasión que sientes por el mismo. Pasión que te ha permitido crear
una ética, que deja huella entre los que tienen el privilegio de conocerte en
el escenario o en el aula.
Como actriz o maestra (¡qué
lindo título!) dejas siempre bien en claro tu posición: no aceptas disociar la
condición humana de la artística. La tuya es una cruzada, pero no contra nadie,
sino a favor de una idea que busca espacios nuevos. Ejercer la profesión con
dignidad y alegría.
Recuerdo, con un poco
de nostalgia, cuando te conocimos triunfando en el Teatro Reforma de México. Protagonizabas “El cepillo de dientes”, de
Jorge Diaz, y el público y la crítica te premiaban por igual. Nosotros presentábamos Tu país está feliz y Venezuela Tuya, en lo que era la primera gira
latinoamericana del grupo.
Frente a la hostilidad
de la censura mexicana te cuadraste con Rajatabla y decidiste, por muchas cosas
más que forman parte de tu amplia y generosa forma de entender la vida,
regresar a Venezuela. Te siento desde entonces presente, dentro y fuera de la escena.
La vitalidad de tu Tatula valleinclanesca, la serenidad de la madre de Federico, o aquella extraordinaria gama de recursos con los que jugaste en la
Señora Yang, de La honesta persona de Shechuán, son parte del esplendor de vida
que enamora a tus alumnos y llena de respeto
a tus colegas.
Sube de nuevo el telón
para ti junto a una pionera del teatro: Lily Álvarez Sierra. La cita es
emocionante. Reafirmar que el teatro está vivo en las ideas que tú y yo compartimos
desde el primer día de nuestra amistad; es aliento nuevo en
estos días de confusión. Tu optimismo nunca ha sido complaciente. Eres implacable
con el servilismo. Ello te permite ser solidaria con lo esencial, con lo que no
tiene precio, con lo que no recibe recompensa.
Rajatabla y yo te
debemos un gran personaje en una gran obra. Pero te debemos algo mucho más
permanente: la fiesta de tu ejemplo como artista, la inmensa felicidad de
contar con tu amistad.
El Periódico del
Teatro, Caracas, 23 de febrero de 1991
Fuente: Teresa Selma
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