©Rolando Peña-Karla Gómez |
¿En qué FITC trabajaste y
cuál fue su tarea en él?
Trabajé en todos los FITC y en el Primero, inclusive, yo era guía de tres grupos y tenía que hacer la cola para obtener las entradas para ellos en donde estaba la Cervecería Zulia y tenía que llegar a las 6, 7 de la mañana. Las entradas me las daban Eduardo Bolívar y David Blanco, encargados de esa tarea. Al mismo tiempo trabajaba como fotógrafo. También ayudaba mucho a los directores extranjeros por mi facilidad con los idiomas. Y Carlos siempre me agradecía que yo hiciera tantas cosas al mismo tiempo. Carlos me encargaba a todas las personas que hablaban inglés y francés. Yo tuve el honor de trabajar con Kantor, el director de La Clase Muerta, un verdadero genio que incluso me regaló unos cuadros hechos por él, porque antes de ser director él era artista plástico.
Trabajé con el grupo de Islandia, con el de
Brasil (Macunaíma). La verdad yo gocé muchísimo, la pasaba muy bien en los
festivales. Trabajaba gente maravillosa como Pilar Romero, mi novia
putativa, Gisela Pérez Guzmán y
Bernadette Chaudé y gente como el italiano Giorgio Ursini, que nunca me cayó
bien porque era muy engreído y por culpa de él hay un montón de cosas que no
funcionaron.
¿Qué
importancia personal tuvo para ti el FITC?
Yo venía del mundo de la
danza y el FITC me abrió la cabeza de bruto suizo que tenía y me mostró un
mundo teatral alucinante, de todo lo que se puede hacer para compartir el arte,
la creatividad, las loqueras (Lindsay Kemp masturbándose en el Teatro Nacional
con Robin) de verdad me transformó muchísimo. Es ahí que yo empecé a amar el
teatro. Me abrió a un mundo nuevo, esférico, multicolor y le estaré agradecido
toda mi vida al FITC y a Carlos por haber trabajado con él en el festival.
Y también a Anita y Percy
Llanos que trajeron maravillosos espectáculos a Venezuela. Y a María Gómez, una
mujer con un carácter insoportable, pero una gran profesional, que también
trajo artistas espectaculares al país.
¿Qué
importancia cultural y económica crees que tuvo el FITC para Venezuela?
A mí, suizo, supuestamente culto, el FITC me voló el coco e
imagino que al público venezolano le pasó lo mismo. Sobre todo para las niñas y niños cuyos
padres tuvieron la inteligencia de llevarles a ver espectáculos de calle y
obras realizadas exclusivamente para el público infantil, que también era parte
de esa fiesta. A nivel económico,
descontando el pago de los artistas, creo que fue muy bueno para toda Venezuela
porque el FITC movió toda la economía del país. Para mí no fue un gasto
superfluo y creo que ese dinero no se hubiera podido utilizar para otra cosa.
No creo que nadie dijera “ay, pasé hambre por culpa del FITC”, porque además el
festival le dio trabajo a mucha gente, en muchas cosas, los luminitos, los
tramoyistas, los camioneros, las personas que trasladaban a los grupos de un
lado al otro, los utileros que casi nunca tenían nada en el festival tenían
mucho. Porque el FITC siempre pagó muy bien, nunca fue pichirre. Entonces yo
digo que fue muy pero muy bien utilizado ese dinero.
¿Crees que el público venezolano se volvió más exigente con
las obras nacionales a partir del FITC?
Yo creo que el público,
después de haber visto tantas cosas maravillosas, se puso más exigente. Aunque
en esa época se hacía muy buen teatro venezolano, mucho mejor que el que se
hace actualmente, que da tristeza, mucho
teatro comercial. Actualmente la gente
se queja de que no hay buenos espectáculos y añora la época de los festivales y
de la década de los 70, 80 y 90 cuando hubo tan buen teatro venezolano. Y yo soy uno de ellos. Yo casi no voy al
teatro, a no ser que me invite Basilio Alvarez, Luigi Sciamanna, la gente del
GA80, el Trasnocho Cultural, algunas
excepciones hay por suerte. La Compañía Nacional, lamentablemente, está en
declive.
Hace falta otro Carlos
Giménez pero el molde se rompió y nunca
más habrá otro Carlos. Ni otra loca como Anita, su hermana, un día estaba con
ella en su oficina y confundía la máquina
de calcular con el celular y le daba golpes a la máquina de calcular y gritaba: “¡Mariana! ¡Esta mierda no
funciona!”. Y llegaba Mariana: “Ay mamá, no es el celular, es la máquina
calculadora”. Y nos echamos a reír. Tú
sabes que eso era típico de Anita, ¡cómo
nos hacía reír!
¿Alguna anécdota?
Sí, en 1981 el FITC se inauguró en el Teatro Cadafe con un espectáculo de la India que todo el mundo quería ver: el Kathakali. El entusiasmo era impresionante, la gente casi que tumba los vidrios del teatro por la cantidad de gente que había. Imaginate que ni siquiera había puesto para Carlos Giménez y él tuvo que ver el espectáculo desde la cabina de luces y sonido, donde yo estaba como Director Técnico. Carlos nunca fue abusador, aunque él era el director del FITC siempre pedía permiso para entrar y llegó con un pequeño séquito integrado por José Tejera y Francisco Alfaro. En la cabina también estaba América Alonso, la gran actriz venezolana y Daniel Farías, su esposo y director de teatro. Yo estaba con la actriz Flor Núñez, que en ese momento era mi secretaria y Luis Colmenares, que era el técnico de sonido. El aire acondicionado había fallado y todo el mundo sudaba como bestias. Y ese fue el primer día que yo conocí a Carlos Giménez y él se interesó en mi trabajo de fotógrafo y me empezó a contratar para Rajatabla y comenzamos una amistad que duró hasta el final de sus días.
¿Qué significó María Teresa
Castillo para el FITC?
Para mí María Teresa era como la Madre Teresa de Calcuta. Porque ella dio un apoyo ciego a Carlos y creía en el festival y cómo gozaba, cómo gozaba. Varias veces la tuve al lado mío viendo espectáculos y ella era como una niña a la que le daban un regalito de Navidad. Y de verdad, era divina. Me gustó mucho más ella que Carmen Ramia. Yo le presenté a Carmen Ramia un libro de cuero hecho por mí sobre un FITC, con 3 fotos de cada grupo participante, en 30 x 40, un libro precioso, a la gente le encantaba, pero mira, ella ni siquiera lo abrió para mirarlo, qué arrechera, por eso yo con ella nada que ver. En cambio con María Teresa, todo. Inclusive yo le hice un afiche con cartas que ella tenía, cartas de amor de Pablo Neruda y le hice un afiche hermoso mezclando fotos de la obra de teatro y fotos de los archivos que yo conseguí por ahí y ella lo tenía colgado en su oficina. Ahora, dónde quedó esa maravilla de cuadro…ni idea, pero ojalá que alguien lo tenga y que sepa el valor de esa obra de arte que le entregué.
“Derives”, grupo Philippe Genty,
Francia, 1992 ©Roland Streuli
¿Qué significó Carlos Giménez para el FITC?
Carlos era el FITC, su alma y su cuerpo.
Carlos para mí, desde que lo conocí en el teatro Cadafe,
donde yo era el Director Técnico, teatro
que se inauguró con uno de los FITC, y que me contrató para hacer las
luces en su teatro, que era el Rajatabla, es un ser especial. Al final no hice
las luces en Rajatabla, porque allí estaba David Blanco, que era el iluminador
y Eduardo Bolívar, que hacía el sonido, y los dos eran una pareja hermosa y yo
no iba a sabotearlas su trabajo. Yo amé a Carlos y amé a la familia
Giménez-Llanos.
Carlos fue el más
grande artista y gerente cultural a nivel mundial, porque tenía una mente de
sádico para llegarle a la psiquis de la gente a la que le podía interesar el
mundo del teatro.
Carlos para mí es un genio como Dalí y Picasso, aunque
prefiero Dalí que es mucho más perspicaz y definitivo que Picasso.
Y te voy a contar una anécdota magnífica. En 1992 estábamos
juntos en la avenida Bolívar viendo el impresionante espectáculo de calle de la
compañía francesa Royal de Luxe. Yo saqué una foto y Carlos me dijo admirado:
“¡Qué fotaza que sacaste!”. Cuando la revelé me di cuenta que Carlos tenía
razón. Carlos tenía ojo para todo, incluso para saber cuándo una foto era
magnífica sin siquiera verla en papel. ¡Increible!
Fotógrafo,
actor de cine, ex bailarín y traductor
suizo radicado en Venezuela. Como fotógrafo se ha especializado en la danza y
el teatro. Ha fotografiado al Festival
Internacional de Teatro de Caracas desde su primera edición en 1973.
Publicó
el libro “La Danza en Venezuela”, A.
Ermitano Editor, 1989.
Se
formó como actor con José Ignacio Cabrujas.
Fue
Director Técnico del Teatro Cadafe (1979-81).
Fue
condecorado con la Orden Mérito al Trabajo por la Alcaldía de Caracas y con la
Orden Francisco de Miranda, Segunda Clase, por el gobierno venezolano.
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MARÍA TERESA-CARLOS-FITC