Rapsodia
III
Saulo
tenía que caerse del caballo otra vez…
La
inestable geografía de mis juveniles años procuraba cataclismos cotidianos en
los grados más altos de la escala Richter de mis asombros. El mundo era cofre
de sortilegios y, aunque suene cursi, estudiar siempre fue una aventura para mi
en todos los ámbitos que alcanzaba a descubrir. Estallé al mundo del dibujo y
la pintura con gran precocidad; después, en mi adolescencia, los estros armónicos,
el olor de las librerías, los libros la eterna aventura. Todos esos asombros
construyeron una sólida cámara negra de la memoria que considero mi mayor
bendición. De acuerdo totalmente con Jorge Luis Borges que no se vanagloriaba
de su literatura sino de lo que había leído. Todavía mis alumnos de la
Universidad de la Comunicación de la Ciudad de México se ríen de mi aserto en
una clase de Estética:
¡Si
te vas a meter una línea que sea de poesía!
Toda
esa pasión devino en crisis vocacional de un laureado bachiller en ciencias.
Todos apostaron que terminaría en la NASA. En primera intención entré a la
Universidad Simón Bolívar para estudiar Química. Cambié para Arquitectura. La
facultad estaba muy cerca de uno de sus teatros provisionales. Casi pierdo un
examen de Geometría Descriptiva en una representación de Acto Cultural
de José Ignacio Cabrujas con el Nuevo Grupo de Caracas. Cátedra del mejor
teatro venezolano donde me convencí del exactísimo concepto de nuestro crítico
y científico del drama Leonardo Azparren Giménez: EL TEATRO, ESA PALABRA
VISUAL.
En
paralelo mis estudios musicales en el Conservatorio Juan José Landaeta a donde
me escapaba con regla T, escalímetro y planos en desarrollo. Era inminente
después de 4 años de estudios universitarios un nuevo cataclismo.
Siempre
el aire límpido de Caracas rezumaba en medios impresos, audiovisuales y chismes
de Radio Bemba los triunfos y hazañas estéticas de Carlos Giménez y su
más bella proeza: la consolidación de la Compañía de Teatro adscrita al Ateneo
de Caracas: Rajatabla, la del nombre atronador de aplausos y ovaciones
de pie. La itinerancia de Carlos Giménez y Rajatabla por Venezuela, nos
recuerda La Barraca de García Lorca y su meteórica carrera de éxitos teatrales
desde la precocidad nos transportan de la vida musical del niño austríaco
llamado Wolfgang Amadeus Mozart a la de este niño cordobés de nacimiento. El
tsunami de representaciones se expandió rápidamente al continente y su fama en
Venezuela eclipsaba la Beatlemanía.
Que Tu
país está feliz de Antonio Miranda
causó un cataclismo que comenzó la construcción de un público voraz y de
enormes amplitudes mentales; La Orgía
de Enrique Buenaventura fue
prohibida por la testa coronada de la decencia venezolana : el Presidente
Rafael Caldera, quien al perdonar a Chávez y traicionar a su partido
fundacional COPEI nos metió el caballo de Troya del comunismo habanorréico causante
de la destrucción de mi país; Venezuela Tuya de Luis Britto García Ortiz
también está en pico´e zamuro y peor Jesucristo astronauta del mismo
Antonio Miranda; que toca el turno a Fiebre de Miguel Otero Silva y Las
Lanzas Coloradas de Arturo Uslar Pietri; que Valle Inclán dirigido por
Carlos presenta sus Divinas Palabras, ahora viene Miguel Ángel Asturias
y su Señor Presidente escatología de los tiranos del continente ¡qué
arrecho Carlos Giménez ya en el Espacio Cardin de Paris extendida su
gira por quince días de ovaciones en principio de tres!; que la sátira de
Enrique Buenaventura El Candidato nos restregará en la cara nuestra
realidad de repúblicas bananeras eternas y como colofón inevitable La Muerte
de García Lorca de José Antonio Rial dónde todavía lloramos la pérdida del
bardo universal y de toda la furia
poética del duende gitano nacido en
Fuentevaqueros para gloria del universo. ¡Todos esos registros llegaban a mis
oídos producidos y dirigidos por un cuasi adolescente argentino prodigiosamente
incrustado en nuestra cultura nacional!
El
nuevo cataclismo se produjo a los 4 años. Espantosa crisis vocacional. Abandoné
los estudios, me enrumbé con beca de estudios del gobierno de la entonces
República Popular de Polonia. Nuevo binomio de intereses: música y cultura
cinematográfica. Mi memoria de asombros me facilitó el aprendizaje del idioma
haciéndome orgánico y cotidiano con la cultura y el gentilicio del país. Iba
tarde, mal y nunca a clases al Instituto de Lengua Polaca para Extranjeros en
Lódz. La vida crepitaba en las calles lejos de cualquier guetto de
nostálgicos latinoamericanos. Me incrusté en todo y más aún en teatros, cines,
salas de concierto, operas. Voracidad inaudita con 20 años. Mi organicidad fue
laureada con las más altas calificaciones y ramos de claveles rojos en los
exámenes finales de una lengua con nueve casos de declinaciones. Y hasta allá
el rumor egeo de los triunfos de Carlos Giménez, su Rajatabla en Wroclaw,
Varsovia, Cracovia. Tales noticias encendían mi orgullo y trocaban el rudo
invierno en la eterna primavera de Caracas, lejana y más presente todavía.
Durante
mi residencia polaca se sucedieron el colosal repiqueteo de campanas en toda la
nación anunciando: ¡Mamy Papiezem, on jezst polakiem y Karol Wojtyła al trono
de Roma; los funerales del Cardenal Wiszynski en la Plaza del Triunfo de
Varsovia; visitas a Oswiencin (Auschwitz) y otros “campos”, Encuentros Internacionales
de Ballet donde vivencié la compañía principal del Bolshoi con todo su convoy
de 500 personas: ¡250 gentes de la KGB!; el surgimiento de Solidaridad, Lech
Walesa, la hambruna hasta la triste ley marcial del tirano Wojiech Jaruzelski.
El
día que Saulo se volvió a caer del caballo sigue muy presente en mi vida. Salía
del Conservatorio de soplar un oboe. Hambre y frío me acompañaban. Los
adoquines azules húmedos. Súbito, los tanques rusos apostados frente a un KINO
(cine). Diatriba: si llamo a mi madre a Venezuela todo cagado y con 22 años le
da un infarto. ¿Qué hago? ¿Para donde apuntan los tanques? Respuesta: al KINO.
Y como en “Balada para un loco” de Astor Piazzola me dije: ¡Coraje, Che,
volá que duro el oficio de vivir! ¡Si voy a morir que sea de un solo coñazo
nojoda! Entré a la gélida sala de sillas rudísimas de madera. En la pantalla: Stalker
de Andrei Tarkovsky. Versión íntegra de 4 horas. Al develarse la joya
cinematográfica mi hambre y terrores mermaron. Los tanques jamás dispararon. ¡Tarkovsky
sí, una bazooka a mi corazón! Encontré finalmente el sentido de mis afanes
estéticos en su depuradísima mística: ¡me caí del caballo! Fui Saulo
enceguecido por tan portentosa luz. Lo que siguió es apostolado, evangelios que
busco en los poetas del mundo desde ese día.
José Augusto Paradisi Rangel
Ciudad de México, 3 de septiembre de 2021.