Carlos
Giménez salía de una llamada telefónica y entraba en otra. No descansaba. Lo llamaban
desde todos los continentes. Para el Festival Internacional de Teatro había
invitado a Vanessa Redgrave, pero por inconvenientes en la política inglesa que
afectaban su agenda, ella no podría asistir a la reunión de Caracas en aquella
ocasión. Le comenté a Carlitos que me hubiese gustado entrevistarla. Y
Carlitos, sencillamente, levantó el teléfono y dijo: -Good afternoon, dear,
¿could you talk to a friend for a moment? ¿Yeah? thank you. I kiss you.
Y sin dejar de revisar carpetas me pasó el teléfono. Era Vanessa Redgrave.
Él siempre nos sorprendía con sus amistades. En una ocasión bebimos cerveza con integrantes del Citizen's Theatre de Glasgow (Escocia), entre quienes destacaba un actor y guionista inglés que todavía no había tenido el éxito que merecía y que mucho después se transformó en uno de los actores y directores fulgurantes del cine internacional: Gary Oldman.
Oldman actuaba en la obra Chinchilla, del Citizen's Theatre y once años después de estar en Caracas, protagonizó la película Drácula, dirigida por Francis Ford Coppola y acompañado por Anthony Hopkins, Keanu Reeves y Winona Ryder.
Gracias a Carlitos, hablé con Arthur Miller y con tantos otros seres del teatro, como Tamas Fodor quien llevó a Caracas la obra “Woyzeck”, con el grupo Studio
“K”
y la presentó en la sala Rajatabla. “Woyzeck” es una obra escrita por Georg
Büchner en 1836, y ha sido considerada como la primera pieza, realmente
moderna, del teatro.
Gracias a él entrevisté a Lindsay Kemp, un artista inspirado por el circo antiguo,
Isadora Duncan y el amor a Inglaterra que Lindsay manifiesta a través de Shakespeare
También me invitó a una reunión con Tadeusz Kantor, el genio creativo del Cricot 2. Recuerdo que Kantor estaba sentado en silla de utilería, cerca de una mesa de utilería y frente a un vaso de agua verdadero. Le acompañaban María Teresa Castillo, Carlos Giménez y Andrés Martínez.
Carlos Giménez era como una emanación del teatro y de la poesía que consolidó el universo de William Shakespeare. Su conversación era muy culta pero además poseía una especie de comprensión profunda de las cosas, de los comportamientos humanos y de la poesía. En especial: tenía la cualidad de captar lo que otros no veían, esa especial característica que a veces aparece en cualquier expresión artística y que han llamado duende. El duende. Carlos sabía reconocerlo antes de que sucediera.
Tal vez por eso descubría talentos. Y calaba hondamente en todos los seres que viven en el ámbito de la escena teatral y de la cinematografía. Hubo instantes en que su voz y el teatro eran lo mismo.
Por eso no era de extrañar que los mejores se acercaran a su persona tan carismática o permitieran que él se les acercara: Carlos Giménez era uno de los más grandes talentos que ha tenido el teatro en el siglo veinte.
ESTREMECÍA
Hace poco tiempo Carlos Giménez estremecía y emocionaba los escenarios montando obras de teatro que se convertían en acontecimientos de la cultura latinoamericana. Quienes fueron espectadores de aquella época teatral sienten que eso fue ayer nomás. Pero en realidad, los años pasaron como una angustiosa tromba, tan aprisa, que hoy, cuando se menciona el nombre de Carlos Giménez, muy pocos individuos de las nuevas generaciones saben de quién se está hablando y por qué. El olvido es una injusticia.
Sin embargo, la memoria que envuelve como una matriz a Carlos Giménez, está allí, consolidándose en hemerotecas y bibliotecas, en la historia del teatro mundial y latinoamericano. Y siempre habrá alguien transitando los ámbitos de los archivos y los recuerdos. Alguien que perennemente se encontrará con Carlitos y sus hazañas en el arte y lo mencionará y lo hará renacer.
Con su trabajo elaborado en un nivel que suscitaba admiración y asombro, Carlos Giménez logró que resultara imposible olvidar su obra y su carismática persona. El día que captó la atención de una creadora llamada Viviana Marcela Iriart, se puso en marcha la maravilla de incorporar la palabra del espectador al proceso mágico y emocional del teatro.
Transcurrieron los años sin ese teatrero portentoso y siguen transcurriendo con ese vacío, pero ahora Viviana se ha dedicado a buscar la opinión de muchos latinoamericanos sobre lo realizado por Carlos Giménez en el teatro, y muy particularmente en la escena venezolana.
Ella ha logrado que mucha gente saque a relucir sus recuerdos, sus vivencias con Giménez y eso enriquece esta memoria y ahuyenta el olvido. Porque cada persona escogida conoció a Carlitos, lo trató, lo vivió como una temporada dinámica, transformadora y muy especial del arte escénico.
Leonardo Azparren Jiménez dijo algo tan auténtico y sincero que vale la pena reproducirlo aquí:
"La muerte de Carlos Giménez significó para el teatro la pérdida de su dirigente más importante y más temido, incluso por las instancias gubernamentales. Porque más allá de su labor como director, que fue sumamente importante porque nadie pudo ser y nadie podrá ser indiferente a sus criterios sobre la puesta en escena y sobre la forma como él construía sus espectáculos, supo ser un gran dirigente con una marcada influencia social. De tal manera que el teatro venezolano no ha vuelto a tener una persona como él. Yo, que lo critiqué duro y que la gente en el mundo del teatro sabía que no había una sintonía buena entre nosotros dos, reconozco que su ausencia es una de las peores cosas que le ha ocurrido al teatro venezolano”.
En medio de sus reflexiones honestas y certeras, Marta Candia dijo “Hola Carlitos, no estoy recordándote porque siempre estás en el tiempo que pasa tan rápido...”. Y por su parte, Sonia Martin también le habló al hombre y su recuerdo: “Viniste a este mundo a hacer lo que tenías que hacer y lo has hecho perfecto. Te puedes ir con tranquilidad y los honores te los pondremos nosotros, los que te admiramos”.
Cada persona motivada por Viviana Marcela Iriart, fue haciendo un retrato de Giménez, un perfil revelador y eso se verá, más temprano que tarde, como un álbum valioso de la familia latinoamericana. No hay alabanzas inmerecidas ni descripciones exageradas: sólo reconocimientos de un espíritu y de una obra colocados en la justa balanza del arte.
Pilar Romero, una de las mejores amigas y compañeras de teatro de Carlos Giménez en Venezuela expresó: “Es el gran ausente de la escena venezolana. En la época de los festivales internacionales estaba en Caracas –sin muchos recursos- el mejor teatro del mundo y Carlos siempre con su voz de mando decía ¡Puerta libre! Era teatro del primer mundo sin tener que costearnos caros pasajes a tierras lejanas. Fueron banquetes artísticos…Tenía una generosidad que se perdía de vista”.
La actriz Norma Aleandro, cuyo talento es recordado siempre en Venezuela, comentó lo siguiente sobre Carlos Giménez:
“Es
imposible no sentir la ausencia de un ser semejante, que ha dejado una huella
imborrable en la cultura de un país y del mundo”.
Carlos era un ser humano tan individual que brillaba en cualquier oscuridad y bajo las luminarias del más intenso encandilar. Pero sabía unir a las personas en torno a una idea sin que se convirtiesen en masa amorfa, porque nada le gustaba más que la libertad de pensar por sí mismo.
Carlos Giménez hablaba con el sonido fascinante de la verdad, que en teatro se vuelve poesía y termina invocando al espíritu de Shakespeare. Su tono alcanzaba en los corazones la potencia y la belleza de una trompeta idónea para el juicio final.
Nadie podría explicar con certera justicia por
qué Carlos Giménez era tan creativo, inteligente y carismático, aunque la lectura constante y
profunda tuvo mucho que ver. Pero ese modo de ser que no se detenía en
obstáculos y que lograba despertar lo mejor de cada quién será siempre una
virtud misteriosa.
Cuando falleció tenía 46 años de edad y una trayectoria inimaginable: había estremecido los escenarios de varios continentes con el grupo Rajatabla del Ateneo de Caracas. Se dirá, con mucha razón, que un año de Carlos Giménez equivalía a una década. Pero esa sensación solo persiste en el ánimo de quienes tuvieron el privilegio de ver las obras que él dirigía.
En una entrevista con Viviana Marcela Iriart, Carlos Giménez dijo:
“…Invariablemente hay temas que me preocupan como el aspecto de la intemporalidad: el teatro no es un video, no es una película, sino algo absolutamente transitorio en su esencia. Sabemos que cuando baja el telón hemos visto una función que no volverá a repetirse nunca jamás”.
Caracas, febrero 2016 / agosto 2023
Poeta, escritor y periodista venezolano, nacido en Villa de Cura, el 1° de noviembre de 1945. En 2023 fue electo miembro de la Academia Venezolana de la Lengua. Actualmente vive en Génova, ciudad de Italia. Estuvo a cargo de la revista BCVCultural, del Banco Central de Venezuela hasta el año 2012. Y de la revista Circunvalación del Sur editada por el Círculo Metropolitano de poesía, 2008. Dirigió las páginas de arte de El Nacional (1981-1988), El Diario de Caracas (1991-1995) y El Universal (1996-98). Miembro fundador de los suplementos Bajo Palabra (Diario de Caracas-1995) y El otro cuerpo (Suplemento del Ateneo de Caracas, en El Nacional-1997-1998). Jefe de redacción, bajo la dirección de Salvador Garmendia, de la revista Imagen (1994-1996). Corresponsal de Agencia Venezolana de Noticias, Venpres en Perú, 1990. Corresponsal de la Organización de Estados Iberoamericanos, (Ciencia y Cultura)1992; y asesor del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber. 1996.
En el 2000 le fue otorgado el Premio Municipal de Literatura, Mención Poesía, por su poemario Los Poseídos.
Obtuvo el segundo premio Miguel Otero Silva de novela, que promueve la editorial Planeta, con su novela Una mazurkita en La mayor.
BIBLIOGRAFÍA
Poesía:
Esto, García Hijos, editores. 1971.
Paralelo Lelo, García Hijos, editores. 1971.
Los Poseídos, Ediciones Pavilo. 1999.
Peregrino de vidrieras. Ediciones Pavilo. 2001.
Duermevela. Ediciones Pavilo. 2004.
Es coautor de los poemarios: Linajes. 1994. Vecindario. 1994. Cortejos. 1995. Invocaciones, 1996, editados por Ediciones Pavilo.
Narrativa:
Muro de confesiones, entrevistas. Ediciones Academia de la Historia. 1985.
Pelo Blanco, novela, Editorial Planeta. 1987.
Una mazurkita en La Mayor, novela, Premio Otero Silva, de Planeta, 1989.
Vuelve al lugar que se te ha señalado, cuentos. Ediciones Contraloría General de la República.
Un cuento de este libro fue publicado en Narrativa venezolana attuale, Bulzoni Editore, Roma) (1995) (Consiglio Nazionale delle ricerche). A cura di Judit Gerendas e José Balza. Ulzoni Editore-Roma. 1995.
Los Mágicos, novela, Monte Ávila. 1999.
La canción del ciempiés, novela, Editorial Alfadil. 2004.
La sal de la tierra, entrevistas, Banco Central de Venezuela, 2004.
El bululú de las Ninfas, novela, Editorial Alfa, Colección Orinoco, 2007.
Dudamel, la sinfonía del barrio, biografía, Libros de El Nacional. 2011.
El requetemuerto, novela, Ediciones B. 2012.
Los héroes son villanos tímidos, cuentos, 2013 Otero Ediciones.
Forma parte de la Antología en homenaje a Miguel de Unamuno, XV Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Salamanca 2012
Luis Domínguez Salazar: El pintor de los misterios, biografía. 2013.
Ponzoña de paisaje, novela. 2015, Editorial Negro sobre Blanco.
Forma parte de la Antología Por ocho centurias, XXI Encuentro de Poetas Iberoamericanos. Antología en homenaje a las universidades de Salamanca y San Marcos de Lima, y a los poetas Diego de Torres Villarroel y Alejandro Romualdo) Salamanca 2018.
Invitado al Festival Internacional de Poesía de Génova en 2018.
Desde el 2018 el Papel Literario de El Nacional publica las entrevistas que ha realizado a creadores y artistas desde hace más de treinta años en Serie José Pulido pregunta.
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