Aura Rivas y Lito Mateu |
No
puedo decir que me faltaron indicaciones y cuidados en el momento de asumir el
personaje principal de El
Coronel no tiene quien le escriba en la brillante y magnífica puesta de
Carlos
Giménez.
Durante
mis vacaciones en Córdoba, después de dos años de trabajo incansable con
Rajatabla, estudiaba el texto y seguía la puesta por el video que Paco Alfaro
me había dado, teniendo en cuanta las indicaciones de Carlos y las
recomendaciones de Pepe
Tejera, que yo había podido medir mientras hacía el personaje de El Abogado
en la
gira por Alemania. Además me habían asesorado hasta los momentos en que
podía permitirme relajar el personaje y darle un pequeño toque de humor, sin
quitarle lo trágico de su esencia.
En
Córdoba me encontré con Rafael Reyeros, un escenógrafo maravilloso que había
diseñado la escenografía de El
Coronel, con la que había ganado muchos premios, y con otras tantas
escenografías estupendas realizadas por él tanto para teatro como para opera,
además de ser el escenógrafo de la Comedia Cordobesa durante muchos años.
Rafael me pidió que me integrase a su elenco para asistir al Festival
Internacional de las Artes’93 en Costa Rica interpretando el personaje
protagónico de “Tío Vania” de Anton Chejov, reemplazando a Jorge Arán quien
había estrenado la obra. O sea que si el objetivo era descansar, no fue
posible, ya que también se hicieron funciones en Córdoba.
Antes
de aceptar el trabajo me comuniqué con Francisco Alfaro y Daniel López para
saber cómo seguía la salud de Carlos y pedir autorización para llegar a Caracas
a fines de febrero´93. Fui autorizado y pude hacer el reemplazo en la obra de
Chejov.
Reyeros
había realizado una puesta muy dinámica y actual que gustó mucho en Costa Rica,
ya que el espectáculo distaba mucho de lo tradicional y el público se
encontraba involucrado en la propia historia que propone Chejov en esta
preciosa obra. Los actores guiábamos al público y los invitábamos a participar. De alguna manera,
al ingresar la gente se encontraba con los personajes deambulando por el
espacio iluminados por luces de velas, como anunciando el drama que vivirían y
con una cantante en vivo que creaba el clima de cada escena. En Córdoba el
espectáculo se montó en el patio interno de una casa histórica, la Casa de
España, y en Costa Rica se adaptó la puesta a una escuela que también era un
lugar muy particular, una escuela cuya estructura había sido diseñada por Alexandre
Eiffel. Finalizado el compromiso con
este elenco, viajé directamente a Caracas para integrarme a los ensayos de El
Coronel. Llegué a fines de febrero.
Carlos
estaba grave. Visité a Doña Carmen, su mamá, y a sus hermanas Anita y Norma y
ellas me pusieron al tanto del estado de Carlos. Era irreversible.
No
obstante, Rajatabla decidió que se hicieran los ensayos de El
Coronel con mi incorporación en ese personaje; había poco tiempo, mucho
dolor, pero también muchos compromisos asumidos. Daniel López se hizo cargo de
la dirección de la reposición y el elenco en pleno me sostenía con su solvencia
y manifiesto cariño y respeto.
Aquí
debo agradecer infinitamente la colaboración y el profesionalismo de la Sra. Aura
Rivas, quién interpretaba a la esposa de
El
Coronel, apoyando mi esfuerzo por mantener las premisas de Carlos y
sostener la calidad del espectáculo sin que él estuviera presente.
Adela Costantini y Lito Mateu en Tío Vania |
El
28 de marzo de 1993 Carlos
nos dejó.
En
el elenco quedó la premisa de ese amor y respecto incondicional hacia Carlos
más allá del dolor que sentíamos, y en mí la promesa de ser “su Coronel” y
responder a su generosidad con mi agradecimiento tanto hacia él como hacia Pepe
Tejera, porque me hicieron el honor que jamás he recibido: confiar ese tesoro
en mis posibilidades profesionales.
Despedimos
a Carlos con un inmenso dolor cantado su canción favorita “Te quiero” de Mario Benedetti
que en sus estrofas finales dice “Te quiero en mi paraíso, es decir que en mi
país, la gente viva feliz aunque no tenga permiso. Si te quiero es porque sos
mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que
dos”.
Era
hora de respirar hondo y asumir los compromisos. Rajatabla modificó la gira
prevista y estrenamos en Caracas en la Sala Anna Julia Rojas del Ateneo como
homenaje a ese incuestionable creador que había puesto a Rajatabla y al teatro
venezolano en la mira internacional como
un referente de calidad indiscutida.
El
estreno de la reposición estuvo lleno de lágrimas y dolor, en cada escena, en
cada movimiento, en cada texto nos sonaban las palabras de Carlos… “no se
emocionen ustedes, tienen que emocionar al púbico…” El aplauso final no fue
para nosotros, y estoy seguro que llegó tan alto que ellos estaban orgullosos.
Las
críticas fueron muy generosas conmigo y no tuvieron el mal gusto de comparar.
Por el contrario, me alentaron y felicitaron por la valentía de ponerme en esos
zapatos.
Luego
vino la gira a Colombia. El Festival de Manizales, estupendo y con críticas muy
elogiosas, y finalmente un sueño que Carlos tenía: llevar la obra a la Calle
Corrientes en la Ciudad de Buenos Aires. ”Corrientes… la calle que nunca duerme..!”
Con la incorporación a la producción de Percy
Llanos, esposo de Ana Giménez, desembarcamos en el majestuoso Teatro Astral, un
ícono del teatro porteño.
El
pudor me impide hablar de
los resultados, pero custodiados por ese querido amigo Percy, hicimos una
temporada hermosa y nos dimos el gusto de tener una enorme cartelera a todo lo
alto del teatro con la foto de Carlos.
Público,
periodistas y actores argentinos nos esperaban a la salida de las funciones
para saludarnos, abrazarnos y darnos las condolencias por la ausencia de
Carlos.
Hicimos
funciones a la tarde para adolescentes porque García Márquez es material de
estudio en las escuelas secundarias de Argentina, además de las funciones
nocturnas para todo público.
Esta
anécdota es preciosa: luego de una función para colegios nos esperaban en el
hall del teatro muchos estudiantes que nos abrazaban y daban las gracias. Una
niña de unos diez años se acercó a mí con los ojos llenos de lágrimas, me dio
un beso y con sus manitas me acarició,
preguntándome: “¿Y el gallito? Con quién se queda el gallito? No me gusta que
se muera el coronel..!” Solo le devolví
el beso porque no tenía palabras y sí un nudo en la garganta, pero otra
nena que estaba en el grupo, supongo que de la misma edad, comentó: “¿Quién te
dijo que el coronel se muere? Lo que muere es la esperanza, la ilusión por las
promesas que no le cumplieron. Él no puede morir porque nunca estuvo vivo, solo
fue una pesadilla horrible..!” Una vez más mis compañeros me salvaron del
naufragio intelectual, ella había entendido el mensaje de García Márquez y de
Carlos más que yo. “Gracias muchachos –dijo Germán Mendieta- disculpen
pero tenemos que descansar porque luego tenemos otra función”.
Me
fui a descansar, pero no pude cerrar los ojos porque esas palabras me daban
vuelta por la cabeza, eso me dio la dimensión exacta de lo que el público
receptaba de esa grandiosa puesta y de nuestro trabajo. Solo voy a rescatar una
crítica de las que salieron por la televisión nacional donde dijeron: “Vea esta versión de El
Coronel no tiene quien le escriba por el Grupo Venezolano Rajatabla, esto es teatro, pero
teatro de verdad, del bueno. Si Ud. Cree que no le gusta el teatro lo desafiamos
a que vea a este grupo, que conozca a este excelente director, Carlos Giménez, este trabajo de
equipo, estos primerísimos actores y recién después podrá opinar sobre teatro,
pero teatro con mayúscula..”
Casi
sobre el final de la temporada en el Astral se nos informó que haríamos tres
funciones en el Teatro del Libertador de Córdoba, miren como uno sale de un
punto de partida y el destino te trae de regreso al mismo punto: en ese teatro
yo había comenzado mi
carrera de actor en el año 1967 dirigido por Carlos
Giménez, cuanta vida en el medio..! Y volvía protagonizando una obra maravillosa
y dirigida por el mejor…!
No
retorné a Caracas con el elenco sino que me quedé en Córdoba para ver a mi
familia y por pedido de Percy avanzar con la promoción del espectáculo.
En
Córdoba estaban programadas tres funciones, pero debido a la gran demanda de
entradas (en los primeros días se habían agotado todas las localidades) programaron un total de diez presentaciones
más, las que también se agotaron enseguida, pero no hubo chance de otras funciones debido a la
programación del teatro.
Ya
en Córdoba, y en mi casa hice tiempo de repensar mi situación personal y hablé
con la Junta Directiva de Rajatabla para informarles que no me quedaría a vivir
en Caracas pero que estaba dispuesto a cumplir mi promesa y viajar cuando
hubiese funciones de esa obra, y así lo hice.
Como
broma, mis amigos venezolanos me solían preguntar “¿a que no sabes para qué
sube un argentino al Ávila?...Para ver cómo se ve Caracas sin él…” Y nos
reíamos mucho porque en realidad me decían que yo era un argentino raro, porque
no era soberbio como otros compatriotas míos.
Broma
aparte, Rajatabla sin Carlos se veía distinta y sin embargo el Ávila seguía
siendo hermoso y mi paseo favorito. Pero comenzaron los avatares políticos que
todos conocemos y no tuve la valentía o las ganas de reiterar lo que ya había
vivido en Argentina; además debía
reintegrarme a la Comedia Cordobesa donde tenía aún el cargo ganado por
concurso y podía perder la estabilidad si persistía en mi ausencia. Mi papá
estaba grave, mi familia también me necesitaba.
Y
pasaron varios años, pasaron varias puestas, pasaron muchas críticas, buenas y
de las otras, y solo regresé a Caracas muchos años después a poner en escena
con la Comedia Cordobesa “El veneno del Teatro” (Rodolf Sirera) . Cuando entré
a la Sala Rajatabla tuve la sensación
que nunca me había ido de allí aunque en Venezuela había cambios perceptibles a
simple vista.
Hace
unos meses, invierno de 2019, fui a dar un paseo por el centro comercial de
Córdoba, a tomar un café en el tradicional bar Sorocabana y luego una recorrida
por la Plaza Colón, frente a la Catedral, como siempre, distraído, pensando en
nada, disfrutando ya de mi jubilación como actor después de cincuenta años
sobre el escenario, cuando un señor me gritó “Adiós, Coronel…! Cuando nos vemos
compadre?” Sorprendido saludé y agradecí y seguí mi camino pensando en una
frase que decía ese personaje que, de alguna manera, graficaba la sensación que me dejó ese momento: “Veo
pasar mi vida como en una pantalla de cine…” En realidad nadie sabe el
valor de lo vivido hasta que todo se convierte en recuerdo.
Córdoba,
4 de marzo de 2020
Fuente
material gráfico: Lito Mateu
ÁNGEL LITO FERNÁNDEZ MATEU