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Carlos Giménez y Rajatabla escenifican "El señor presidente", de Miguel Angel Asturias /El País, España, 20 de octubre de 1978





 Carlos Giménez: «El propio presidente determina el rito sobre la violencia, la muerte y la miseria. Con ello queremos recordar el sentido de la libertad y desenmascarar la represión sofísticada.»



El grupo venezolano Rajatabla (Taller de Teatro del Ateneo de Caracas) presentó anoche, en el Centro Cultural de la Villa de Madrid, su trabajo colectivo El señor presidente, basado en la novela del mismo nombre de Miguel Angel Asturias y la versión dramática realizada por Hugo Carrillo. A partir del 1 de noviembre alternarán las representaciones de esta obra con el estreno de El candidato, una versión de Larry Herrera, y el Taller de Dramaturgia del grupo sobre la obra El menú, de Enrique Buenaventura.
Estas dos obras forman parte de una trilogía sobre el tema del Poder.En El señor presidente es el Poder analizado a través de una dictadura militar; El candidato se sitúa en la etapa de la democracia burguesa, donde la defensa de los privilegios se realiza a través del juego electoral. El tercer espectáculo, en fase de gestación, planteará el tema de la degradación y corrupción de los valores democráticos.Rajatablafunciona, desde su creacion en 1971, como compañía estable. Sus propuestas escénicas se siguen con interés en Latinoamérica y se han dado a conocer en festivales internacionales. El primer contacto con el público español fue hace tres años, con el montaje en el desaparecido TEI de la obra Magnus e hijos, de Ricardo Monti. Con la obra presentada ayer en Madrid han participado el año pasado en el Festival de Sitges y realizaron una corta temporada en Barcelona. Dentro de su gira europea tienen la intención de llevar estas dos obras por distintas ciudades españolas.
El director del grupo, Carlos Giménez, explicó a EL PAIS el carácter profesional y creativo de Rajatabla. «En una situación general de paro en el teatro, el tener el grupo un carácter institucional y profesional asegura el trabajo y el desarrollo de la propia capacidad creadora, permite tener una clara conciencia del papel de la cultura popular y la continuidad de una tarea como destino colectivo. Aspiramos a que el actor desarrolle íntegramente su capacidad de investigación y creo que somos una alternativa válida en el teatro de nuestro país. Queremos realizar un teatro que tenga un lenguaje nacional,y expresar elementos culturales a través de un discurso estético.»
«Entre nuestras preocupaciones fundamentales -añade- están la creación de textos, la exigencia de solidaridad entre los distintos elementos del espectáculo y el trabajo en el espacio teatral para adecuar los medios técnicos a todo tipo de locales; llegar a una comunicación directa sin tener actitudes rígidas y dogmáticas en nuestros postulados estéticos.»
En la adaptación libre de El señor presidente, de Miguel Angel Asturias, el grupo ha trasladado los personajes y anécdotas de la novela al espacio real de un salón de banquetes y el servicio doméstico del palacio presidencial. «El propio presidente determina el rito sobre la violencia, la muerte y la miseria. Con ello queremos recordar el sentido de la libertad y desenmascarar la represión sofísticada.»
Los miembros del grupo y la viuda de Miguel Angel Asturias participarán el próximo lunes, en el Ateneo, a las siete y media de la tarde, en un coloquio sobre el montaje de la obra.

El País, España, 20 de octubre de 1978
Fuente: El País


Admirables venezolanos: Carlos Giménez y “El Señor Presidente” / crítica de Enrique Llovet, 25 de octubre de 1978, El País, Madrid




"la Venezuela impresionante y magnífica, le debe a este grupo algo vital: una contribución clara, muy clara, a la creación de signos de identidad. No es tan importante la calidad de este espectáculo como su filiación, tan venezolana: es rico, es sólido, es imaginativo, es noble, es viril, es apasionado, es doliente, es crítico y está lleno de esperanza. Es muy, muy venezolano." 







Durante años, y salvo escasísimas excepciones, he tenido que entender por «teatro latinoamericano » o un teatro de mímesis europea que venía del cono sur o un teatro radical. guerrillero, pobre, voluntarioso y muy mal expresado. Y ahora eso se acabó. Rajatabla ha liquidado con este solo montaje de El señor presidente tanta bien intencionada torpeza y tanta mala copia habitual. Lo digo porque Venezuela, la Venezuela impresionante y magnífica, le debe a este grupo algo vital: una contribución clara, muy clara, a la creación de signos de identidad. No es tan importante la calidad de este espectáculo como su filiación, tan venezolana: es rico, es sólido, es imaginativo, es noble, es viril, es apasionado, es doliente, es crítico y está lleno de esperanza. Es muy, muy venezolano. Ya me gustaría que sirviese, además, de modelo a los quehaceres dramáticos latinoamericanos, enseñándoles cómo se universaliza la anécdota local y cómo se añade al dolorido escalofrío la base técnica que lo transmite.
Carlos Giménez ha partido de la muy conocida novela de Miguel Ángel Asturias, ilustre y grotesco cuadro ambiental de la endemia patética de las tiranías. (Influido o no. Asturias queda lejos de la caricatura impresionante de Tirano Banderas.) En una etapa intermedia un gran escritor, Hugo Carrillo, ha sustituido la estructura narrativa por una forma dramática contundente y circular. Y Rajatabla ha tomado estos materiales para ilustrar y, a la vez comprometer a los espectadores rehuyendo el enorme peligro del dictador abstracto y las víctimas sin rostro para alcanzar una especie de forma épica, de balada del horror, organizada casi como un ballet. Lo que Carlos Giménez ha montado es todo un penoso y dolido sistema solar de personajes que parecen crecer, sufrir y ser destruidos para el mejor entendimiento de la figura del señor presidente. Como esos trabajos de Matisse con el contorno brutalmente remarcado por un trazo de negrura, todo el trabajo de Rajatabla toma un aire como de sueño. El grupo tiene el valor de luchar contra la vieja y muy discutible idea de que este cuidado estético encierra un formalismo próximo al arte irracional. La respuesta de Carlos Giménez está en la escalofriante vinculación que su análisis del Señor presidente guarda con cierto mundo latinoamericano tristemente real. ¿Cómo negar el valor objetivo de ese mundo? Carlos Giménez no lo niega. Lo que hace es reconocerlo como un enorme factor problemático que impone carácter a la realidad, un carácter obsesivo, de horror frío, de coral lúgubre, de sinfonía patética.
Es el principio de los caricaturistas. Y de las pantomimas. Y del cine mudo.
Los actores de Rajatabla son como esculturas en movimiento bajo los proyectores. Esta renovación de la arquitectura escénica se corresponde perfectamente con uno de los colores de la civilización venezolana. Sabemos -es la gran lección de los teatros orientales- que toda expresión física perfecta se carga de contenido emotivo. Como Rajatabla, además, da al texto un comportamiento sonoro peculiar, el todo se carga de un cierto humor siniestro y el protagonista parece doblarse y desdoblarse mágicamente. Ya se sabe el resultado de este fenómeno: angustia. Angustia patológica. Otra nota del montaje.
En definitiva, una gran noche de teatro por algo claro: el gran acierto de renovar una forma expresiva sin caer ni en la belleza gratuita ni en la abstracción pretenciosa, sino más bien buscando una variante hipertensa del realismo crítico que no excluya la presencia de acentos poéticos. Y todo ello articulado de tal forma que los elementos de la realidad queden organizados con disciplina teatral para evitar que la simple tentación de la denuncia y el compromiso empobrezca la visión de esa realidad y la prive de importantes datos sobre intensidad, sueño, imaginación e incluso, naturalmente, emociones. Hay que ver El señor presidente. Vayan, por favor. Es un espectáculo hermosísimo. Ilumina. Informa. Y consuela. Las razones por las que se va al teatro desde hace miles de años.


25 de octubre de 1978
El País, Madrid

Fuente: El País, Madrid




El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias.
Versión dramática: Hugo Carrillo.
Adaptación libre: Rajatabla.
Dirección: Carlos Giménez
Vestuario y muñecos: Cosme Cortázar.
Principales intérpretes: Francia Orozco, Teresa Selma, Francisco Alfaro, Carlos Canut, Cosme Cortázar, Roberto Moll, Juan Manuel Montesinos.
En el Centro Cultural de la Villa de Madrid


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