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¡Bravo, Carlos Giménez! Rodolfo Molina, director teatral y pedagogo: “Parecía un ser de otro mundo con un espíritu indomable” / entrevista de viviana marcela iriart, Mérida, 18 de octubre de 2018


 
Rodolfo Molina y su hija Robby



Su más grande poder radicaba esencialmente
 en su identidad como artista auténtico”





¡Bravo, Carlos Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30 años de carrera dirigió más de 60 obras de teatro en Argentina, Venezuela, México, Perú, España y Estados Unidos, donde fue invitado por el mítico productor Joseph Papp, y creó  -entre otras - nueve instituciones culturales de gran importancia en Venezuela y Argentina.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porqué creó  el Festival Internacional de Teatro de Caracas, junto a la entrañable y talentosa María Teresa Castillo;  el Instituto Universitario de Teatro  (IUDET), el Grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro (TNT), el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Juventud, Capítulo Venezuela)  y, en Córdoba,  el Festival Latinoamericano de Teatro y el grupo El Juglar cuando todavía era adolescente.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque cuando Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura,  vio el “El Coronel no tiene quien le escriba” adaptada y dirigida por ti dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi.”

¡Bravo, Carlos Giménez! Por haber llevado a Venezuela lo mejor del teatro del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios populares: Tadeusz Kantor, Berliner EnsemblePeter Brook, Giorgio StrehlerPeter SteinLindsay KempPina BauschNorma AleandroVanessa RedgraveKazuo OhnoTomaz PandurEva BergmanEugenio BarbaYves LebretonPeter Schumann,   Antunes FilhoGilles MaheuSantiago GarcíaDarío FoEls JoglarsFranca RameEllen StewartJoseph Papp,  Andrezj WajdaDacia Mariani

¡Bravo, Carlos Giménez! Por hitos como Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias,  Bolívar y La Muerte de García Lorca de José Antonio Rial, Martí, La Palabra de Ethel Dahbar, La Honesta Persona de Sechuan de Brecht, Tu país está feliz de Antonio Miranda, El Campo de Griselda Gambaro, La señorita Julia de Strindberg, Peer Gynt de Ibsen, El Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez…  Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados Unidos y América Latina.  Porque su talento como director y gerente cultural fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 19 años gana sus primeros premios internacionales en los festivales de teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), uno de ellos otorgado por el 
Instituto Internacional de Teatro-Unesco (ITI)  y participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy (Francia).

¡Bravo, Carlos Giménez! 
Porque a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de los seres humanos.

¡Bravo, Carlos Giménez! 
Porque fue un genio.
Y me haces mucha falta.









Rodolfo
, ¿en qué año, en qué ciudad y en qué circunstancias conociste a Carlos Giménez?
Conocí a Carlos Giménez en un afortunado día de 1975, en una de las casas del casco viejo de Petare en donde yo hacía teatro.  Una noche llegó Carlos invitado y acompañado por la dramaturga Mariela Romero, quien ya conocía nuestro trabajo.  El lugar no era nada cómodo, por lo reducido del espacio cedido al grupo en una de las casas coloniales y estaba iluminado por un simple bombillo casero. Mariela y Carlos se sentaron en el piso y observaron con detenimiento el ensayo de la obra Tiránicus de Rodolfo Santana. Intercambiamos impresiones en torno al trabajo y a la trayectoria del grupo en una amena conversación, en la que él mostró gran interés, esa misma noche, y me invitó al  Ateneo de Caracas para formalizar nuestra participación en el  Festival Internacional de Teatro de Caracas  con la obra en cuestión.

¿Cómo era Carlos entonces?
Que oportuna esta entrevista, me agrada de sobremanera. Me permite hablar de uno de los hombres más extraordinarios que he conocido en mi vida. Cuando Carlos aparecía en los ambientes en donde yo me encontraba, aun sin hablar, era de un impacto impresionante. Su personalidad era avasallante. Tenía una firmeza en todo lo que hacía. Al hablar, su estatura humana crecía aún más poderosamente. Su léxico rápido pero diáfano, era absolutamente comprensible. No le sobraban las palabras, era justo y preciso con sus ideas.

¿Crees que Carlos cambió cuando se hizo famoso y se convirtió casi en el hombre más poderoso de la cultura venezolana?
Carlos no se transformó en nada que no fuera Carlos Giménez, era un ser especialísimo, único. Parecía un ser de otro mundo con un espíritu indomable. No sé quién lo dijo alguna vez, me parece… mejor no me aventuro a decir quien lo dijo: “Con el Rajatabla la historia del teatro venezolano se dividió en dos partes, el antes y el después”.  Yo corrijo la expresión, aunque es buena en gran parte: No fue el Rajatabla quien merecía este calificativo, fue Carlos Giménez y su incuestionable proceso creador, que le dio una dimensión distinta al fenómeno teatral nacional. En los grupos y/o compañías teatrales, los que marcan su destino, su estilo y su desarrollo, son sus directores o conductores con su personalidad artística.
Ciertamente, Carlos se convirtió en el hombre más poderoso de la cultura y en lo particular, en el mundo teatral nacional e internacional. Su más grande poder radicaba esencialmente en su identidad como artista auténtico. Veía al teatro en su más estricto sentido de cómo es: un arte.

Carlos era un hombre muy generoso, de ayudar mucho a la gente tanto con dinero como con trabajo.  En general tenía un carácter muy apacible pero cuando se enojaba estallaba como un volcán. Yo, que trabajé con él, lo escuché gritar muchas veces pero nunca sin motivo. ¿Cómo fue tu relación con él?
A Carlos no lo conocí en una jornada grande de trabajo, fueron momentos, instantes, en  que presencié algunos ensayos con su grupo. Supe de algunas subidas de tono, que son naturales en un director que valora el tiempo. Por cierto, creo que él entendía muy bien aquello, que lo único que no se debe perder en la vida es el tiempo, es irrecuperable. Yo mismo ensayando he sacudido con gran energía el irrespeto por la creación y el valor del teatro como arte. 

Como director de teatro, ¿qué era lo que más te impactaba de su trabajo como director?
Pienso que Carlos fue más un director de escena, del diseño del espectáculo que director de actores. Tengo entendido que él le concedía particular importancia al trabajo personal de sus actores al asumir sus respectivos personajes y luego, en la dimensión de la escena, emprendía la creación de la obra con inusitada pasión. Yo he visto muy pocos directores, en mi vida en el teatro, que lleven con tanto rigor las puestas en escenas como él. De Carlos aprendí llevar el Cuaderno de Dirección, los planos, los dibujos, las líneas de acción de los actores.  Recibí un buen día y de sus manos el Cuaderno de Dirección de la obra  Bolívar de Antonio Rial.

¡Qué maravilla! Cuéntame cómo fue que te lo entregó, ¿dónde estaban?
Él siempre tenía un gesto amable conmigo, me llamaba por un diminutivo o apodo muy singular que no reproduciré ((risas). Yo creo que le recordaba a alguien en particular de Argentina o en sus comienzos de sí mismo a través de mi persona, no sé (risas). El día que me entregó el Cuaderno de Dirección estábamos en su oficina, en el edificio del Rajatabla, me dijo (por el apodo): “Este trabajo de dirección lo voy a reproducir muy pronto, pero llévate estos apuntes, te pueden ayudar en tu trabajo”. Después, publicó una especie de revistas con el Cuaderno de Dirección.

¿Cuál de sus obras te impactó más? 
Casi todas me impactaron de sobremanera, me refiero a las que tuve ocasión de ver.  El Señor Presidente fue determinante en su brillante carrera. Otras tantas como El candidato, El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez El Héroe Nacional, Agua linda, Divinas Palabras, Macbeth y la inolvidable y su primera producción en Venezuela: Tu país está feliz.
En su larga producción teatral, algunos críticos consideraron que el montaje de la obra Las Lanzas Coloradas de Arturo Uslar Pietri fue un desacierto. Yo la vi en el Teatro Municipal de Caracas y de verdad, para mí fue una propuesta digna de un diagnóstico más cuidadoso de la crítica local. Fue un momento difícil en su asentamiento en el teatro venezolano. Los celos y la mezquindad en el medio teatral caraqueño de entonces, prevalecieron al evaluar la valía de la puesta en escena. Yo creo que la incorporación de actores del medio televisivo y su modismo al actuar, no alcanzaron al nivel teatral exigido y la propuesta declinó un tanto, solo eso.

¿Qué crees que generaba esos celos? Muchas veces escuché decir que Carlos acaparaba todos los recursos económicos del Estado y por eso los demás grupos no podían producir grandes obras. La muerte de Carlos demostró que esa aseveración era falsa: todos los grupos siguieron haciendo el mismo teatro de siempre.
Carlos era un gerente cultural muy calificado, si bien es cierto que recibió recursos institucionales, estos no iban más allá de lo que otros se adjudicaban. Ejemplo claro de esto fue lo ocurrido en AVEPROTE (Asociación Venezolana de Profesionales del Teatro). Esta institución gremial cometió, a mi entender, un grave error al recibir recursos económicos del estado para distribuirlos entre los grupos miembros e implementaron un desagradable tabulador de mediciones discriminatorias.
Lo que sí es claro que, con  lo que recibía Carlos por este concepto no hubiera podido, en modo alguno, emprender las producciones de gran factura llevadas adelante por el Rajatabla. Por tanto, su mayor fuerza financiera provenía de las empresas privadas en donde él se movía con enorme facilidad. Era muy diligente y perseverante. Todo lo que pudo lograr en apoyo financiero fue bien retribuido con su trabajo teatral, profesionalidad, tenacidad y gran calidad artística demostrada tanto a nivel nacional como internacional, lo que permitió que se le abrieran muchas puertas. Seguramente fue su capacidad innata lo que muchos  envidiaron, provocando reacciones hostiles.

¿Crees que Carlos sufrió más que otros creadores los “celos y mezquindad” del medio artístico?
Sí, fue muy duro para él, terrible fueron las envestidas. La fiereza egoísta no tenía contemplaciones con su trabajo y gestión. Pero te diré algo, él nunca me refirió sobre estos asuntos, prefería avanzar sobre lo que había que hacer y no perder el tiempo en estos vergonzosos comportamientos.   
Nosotros, desde la distancia, en el interior del país, vivimos y sufrimos estos momentos críticos del medio teatral, al grado de ser desconocidos como hecho histórico. La historia del teatro venezolano sólo se ha escrito desde y en la capital y lo segundo, el financiamiento era tan exiguo que había que hacer grandes esfuerzos para acercarnos a la capital, mucho menos para mostrar nuestras producciones.   


¿Qué es lo que más valoras de su trabajo y de su persona?
Su garra, su pasión, su capacidad de riesgo, su emprendimiento. No le temía a la equivocación y sí le molestaba la falta de decisión de sus allegados. Le escuché alguna vez decir: “Una de las cosas que padece nuestro teatro es la falta de asumir el riesgo, así se  equivoquen”.
Carlos daba la sensación que manejaba el futuro en sus manos y lidiaba con él, en nuestro tiempo presente. Este hombre parecía saber que su tiempo le era corto. Todo era para ahora, ya, sin pérdida de tiempo y bien pensado.



Izquierda a derecha:  José Simón Escalona, Carlos Giménez de frente
a la cámara, Juan Pagés y de espaldas Rodolfo Molina, en la Extensión
Universitaria de la ULA, Tovar, Mérida. Fuente: Rodolfo Molina

Carlos Giménez , a la izquierda, en un encuentro teatral en Mérida, 1978.
.Fuente: Rodolfo Molina



En tu artículo Los diversos caminos de Carlos cuentas que Carlos organizó la Asamblea Venezolana de Teatros Independientes. ¿Fue idea de él? ¿Cuáles eran los objetivos?
Efectivamente, la idea fue de Carlos, con el  que compartí en Tovar a finales del año 1977, aproximadamente. Veníamos, en cada encuentro, examinando los procesos de trabajo de los grupos en Latinoamérica y la viabilidad de estrechar los vínculos de forma organizada con todos ellos. Miramos el Festival de Manizales y su forma de presentar el evento. Era un gran acto de comunión, como una gran mesa de trabajo en donde los grupos participantes se reunían a mostrar sus hallazgos artísticos y lo más singular de todo, era que en la discusión de las obras participaba el público con los actores y realizadores en general. Era fantástico. Esta era la finalidad central de la Asamblea en gestación.
En Tovar, finalmente suscribimos un documento que llamamos: La declaración de Tovar. En este acto estuvieron presentes un significativo grupo de directores entre ellos: Juan Pagés, José Simón Escalona, Lientur Carranza, Ciro Medina, Félix Salazar, Juan Carlos de Petre, Jacinto Cruz, Winston Rosales, Rómulo Rivas y otros tantos creadores solidarios que no pudieron llegar a tiempo y por supuesto, Carlos Giménez y mi persona.  
A continuación Carlos organiza en Caracas la Muestra Nacional de Teatro de la Asamblea Venezolana de Teatros Independientes  en el marco de IV Sesión Mundial del Teatro de las Naciones (Caracas, 6 de Mayo de 1978). Los grupos presentes fueron: Teatro Universitario de Mérida, Altosf de Cumaná, Teatro Móvil Campesino de Mérida (mi grupo de entonces), Pequeño Teatro de Maracaibo, Pequeño Grupo de Mérida, La Barraca de Ciudad Guayana, Trenzas Teatro de San Felipe; Grupo Theja, Teatro El Triángulo, Los Comediantes y el Grupo Rajatabla de Caracas. Más tarde organiza, apropiadamente, la Primera Muestra Nacional de la Asamblea Venezolana de Teatros Independientes en el mes de junio del mismo año, 1978, en la Sala Rajatabla.






           
Fuente: Rodolfo Molina


Fuente: Rodolfo Molina




En el mismo artículo dices que esa Primera Muestra terminó siendo una especie de festival de cultura de provincia. ¿Por qué crees que Carlos la organizó?
En algún momento te dije que Carlos era un visionario y si no lo era, sabía muy bien el curso que debían tomar las cosas en nuestro teatro en el futuro.
Él  buscaba vincular el trabajo de los teatros independientes del país con los del teatro colombiano, había que seguir las pisadas de ellos y los del teatro latinoamericano. Hay necesidad de revisar cómo Carlos, junto a Fanny Mickey, Presidenta del Festival Iberoamericano de Bogotá, logran establecer un correaje de vínculos fraternos y operacional con el Festival Internacional de Teatro de Caracas. Esto es una gran historia pendiente por desarrollar en algún momento.
Carlos visualizó con claridad que el verdadero teatro venezolano estaba naciendo en el interior del país y mostraba las posibilidades de establecer un vínculo magnífico con el nuevo teatro y el movimiento teatral independiente del resto de Latinoamérica.
Sin embargo, a esta aurora de crecimiento del incipiente teatro nuevo venezolano, se le cruzó la desventura. La implementación de un símil de la experiencia de las Orquestas Juveniles Nacionales, promovidas por el maestro José Antonio Abreu desde el Ministerio de la Cultura, produjo un quiebre significativo. A alguien, desde la Dirección de Teatro del organismo de entonces, se le ocurrió, quizás con muy buenas intenciones, crear las Compañías Regionales de Teatro, una suerte de reproducción del plan de las Orquestas, las cuales o algunas de ellas, se convirtieron en pequeños feudos y centros de privilegios personales.
El efecto mayor y el más nocivo de esta iniciativa lo constituyó la separación de gran parte del personal artístico de los grupos independientes, que buscaban la  estabilidad económica ofrecida en las Compañías y con ello, desde luego, arrastró al desastre a ese gran movimiento teatral independiente en desarrollo. No así los grupos latinoamericanos, quienes siguieron su rumbo y hoy son los grandes centros de creación. Y Colombia, en particular, es el ejemplo de este fenómeno creador en donde se reúne, hoy día, el mejor teatro del mundo.
Todo esto reúne la gran idea de Carlos con la Muestra. La duración iba de acuerdo a una programación extendida y de acuerdo a las facilidades de los grupos, era más bien un trabajo de organización, de captación e integración a este gran movimiento. Deberá existir, en algún momento, un retorno al rumbo perdido.




Fuente: Rodolfo Molina


Fuente: Rodolfo Molina

Fuente: Rodolfo Molina



En tu artículo también dices que gracias a Carlos Giménez conseguiste que tu grupo recibiera subsidio. ¿Qué hizo Carlos para que eso sucediera?
Esto fue un verdadero acto de fe y devoción por el teatro. El comportamiento de la jefatura del CONAC en Tovar, para ese tiempo, se asentó tercamente en descalificar mi iniciativa de llevar a Caracas, con el patrocinio de Carlos y el CELCIT, de numerosos grupos de artistas plásticos, artesanales y ceramistas. Hoy día, algunos de ellos han trascendidos de manera notable en las más importantes galerías del mundo. El efecto consiguiente fue mi destitución como instructor de teatro.
Carlos motorizó rápidamente  la realización de un acto de desagravio en la Sala Rajatabla, con la presencia de directores, actores, profesores de teatro y otras tantas personalidades del mundo artístico y lo difundió de modo masivo. Solicitó personalmente una cita con el Presidente del CONAC, Dr. José Luis Alvarenga, quien la aceptó de inmediato. Yo no admití mi retorno al cargo, preferí el subsidio al grupo. Debí pedir ambas cosas, ¿no te parece? (risas). Opte por la atención al grupo.   

Deberías haber pedido las dos, claro (risas). ¿Sabes si Carlos ayudó a otros grupos a conseguir subsidio?
No estoy enterado, pero no lo dudaría que lo haya hecho con algún otro grupo, sé que era un gran devoto de la actividad teatral en el interior del país y de sus realizadores.

¿Crees que Carlos hizo algo a favor del teatro de provincia?
¡Muchísimo! Pero esto se queda corto para lo que realmente quería alcanzar. No era un asunto de dinero y egos inflados, era básicamente educación, solidaridad, hermandad, pasión, riesgo, entrega, vocación, compartir y el servicio por amor al arte teatral. A mi amigo y colega no le alcanzó el tiempo para el inmenso propósito que tenía. Hay historias que la miseria humana quiere ocultar, pero por alguna rendija fluirá al conocimiento del mundo y lo que hacen ustedes, justo ahora, sea en definitiva ese el camino.


Gracias, Rodolfo. ¿Quieres contarme alguna anécdota que hayas vivido con él? Puede ser más de una.
Hay una en particular. Se preparaba Carlos, en la Sala Rajatabla, con la obra Agua Linda, del autor venezolano Ricardo Acosta, para mostrarla durante el VI Festival Nacional de Teatro en el año 83, y en unos de los ensayos generales me invitó a verla. Al término del ensayo, en un recodo de la sala, me preguntó calladamente: “Rodolfo, ¿qué te pareció la obra?”. Yo le miré por un momento, crucé mis ojos por el piso buscando una respuesta acorde con la pregunta y le dije sin más ni más: “Me pereció empalagosa”“¿Cómo es eso?” me apuntó y le dije enseguida: “Tu obra está tan rica en hallazgos escénicos, hay tantos, muchísimos valores visuales, que la escena está saturada de belleza que llegó a empalagarme. Es como quien come gran cantidad de caramelos y llega al punto de la saturación que los rechazas”. Carlos lo recibió con mucho agrado mostrando su sonrisa y agradeció el comentario. No sé qué pasó con la obra después de esto. Me dijeron que tuvo gran éxito en el evento nacional. Yo regresé a Tovar, mi centro de trabajo y el de mi grupo para ese momento.



¿Hay  algo que no te haya preguntado que quieras contar?


Sí, su amor por el teatro de provincia, le gustaban las localidades apartadas de las grandes ciudades. Caminaba en silencio por las poblaciones del interior del país. En nuestro caso, eran muy frecuentes sus visitas a Tovar y Bailadores, en el estado Mérida, en donde platicábamos sobre el teatro nacional aprovechando de comer helados con fresas.   


¿Qué significó para ti la muerte de Carlos?
Un rudo y fuerte golpe personal. Me dolió mucho su desaparición. Nuestros vínculos fueron estrictamente artísticos. No conocí su familia y vida personal y él apenas logró conocer a mi esposa Leida y a mis hijas Roddy y Romy Molina, actrices las tres.
Han pasado muchos años de su partida y no ha surgido, aún, una sola figura de tan alta estatura como la de Carlos Giménez en nuestro teatro.

¿Y para la cultura venezolana?
Tremenda su ausencia. Nuestro teatro alternativo empezó a desquebrajarse severamente, al punto que se liquidó toda iniciativa de los teatros independientes y se desmembró el incipiente movimiento de la Asamblea Venezolana de Teatros Independientes. Doloroso. A nuestro teatro se lo tragó la oscuridad mientras otros, como el colombiano, creció en demasía.


Si Carlos pudiera escucharte, ¿qué le dirías?
Carlos, me hubiese gustado compartir más tiempo contigo y haber tenido la ocasión de realizar algunas experiencias artísticas conjuntas. Fue un enorme placer haber tenido la oportunidad de conocerte querido e inolvidable hermano, amigo y colega.


18 de octubre de 2018




Nació en Caracas, Venezuela en 1942.

Director, productor, actor, diseñador de vestuario y escenografía, docente, gerente cultural, pedagogo teatral, dramaturgo, guionista cine.

Fundador del Festival Internacional de Teatro de Los Andes, Teatro Móvil Campesino y El Theatrón Centro Dramático (Mérida). Ex Presidente del Consejo Regional de Teatro del Estado Mérida.

Algunos Premios:
Gran Medallón de Honor del Festival Internacional de Teatro de Expresión Ibérica (Porto-Portugal);  Ciudadano Meritorio de la Ciudad de Mérida; Premio Juana Sujo; Subsidio Honor de la Casa del Artista.


Festivales en los que participó: Festival Internacional de Teatro de Expresión Ibérica (Portugal, seis veces entre 1978 y 2009); Festival de Teatro Popular (Nueva York, 1978); Festival Internacional de Teatro de Caracas (1975); Festival Chicano y Latinoamericano (México, 1974); Festival Mundial de Teatro en Nancy (Francia, 1973).

Trabajó con César Rengifo, Márquez Páez, Gilberto Pinto, Rodolfo Santana. Tomó talleres con Augusto Boal (Brasil), Enrique Buenaventura (Colombia) y Ruggiero Jacobi (Italia).

Ha dirigido más de 45 obras de teatro y realizado giras por varios países, entre ellos  España, Francia, Colombia, Portugal y México.

Contacto: Rodolfo Molina



Otras entrevistas sobre Carlos Giménez en el libro: ¡Bravo, Carlos Giménez!










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