Rafael Alberti
interviene también como actor, en el papel de un poeta que presenta al autor
Francisco Delicado, incorporado como personaje de la obra. Así culmina el
proceso de su identificación con la obra y el montaje, ya que, según declaró
ayer el director Carlos Giménez. «Alberti ha acabado haciendo una obra
original, ha profundizado en la época del Renacimiento y ha dado el sentido del
espectáculo». Ha modificado gran parte de su primer su primera versión, escrita
en 1963 y publicada en 1975 en la revista Primer Acto.
Al comienzo de los años setenta, la censura no
autorizó el proyecto de Nuria Espert de estrenar la obra con dirección del
italiano Laca Ronconi. El presbítero Francisco Delicado, natural de Peña de
Martos (Córdoba), escribió La lozana andaluza en Roma, en
1524, publicado sin su nombre, en Venecia, cuatro años más tarde. Alberti
señala que sometió a su Lozana andaluza a «diversas operaciones
quirúrgicas», con nuevas escenas y relaciones entre los personajes, acentuando
el amor entre Rampín y la «Lozana», el poder misterioso, mágico, y el final
violento de Rampín. «El personaje creado por María José Goyanes, su
"Lozana", mujer real y no de Ficción, que habitó en Roma desde el
pontificado de León X hasta los días del saqueo de la ciudad, no coincide
con tal físico tópico de una bronceada hembra andaluza. La creación del
personaje corresponde a su interpretación de actriz y logra una nueva visión
física de la "Lozana"».
Carlos Giménez,
director del grupo Rajatabla, de
Caracas, ha planteado el montaje de La lozana andaluza desde una
perspectiva ideológica y de rigor estético. «El texto de La
lozana andaluza parece ingenuo, la historia de una puta que se
hace rica, cuando en realidad se trata de la historia de una marginada que
tiene que elegir una vez instalada en el poder. Un poeta con la dimensión
política de Alberti acentúa estos rasgos, con el planteamiento de la lucha de
clases, la época del Renacimiento y la postura de la Iglesia. En el montaje
aparece este destino social de la "Lozana" y la situación miserable
del pueblo, con una Iglesia convertida en instrumento político».
«En el aspecto
teatral», añade, «mi lenguaje como director pasa por la unidad del espacio y el
tiempo, una interpretación sincera, no solemne, pero intelectualmente comprometida,
con personajes que tengan un sentido social. Creo haber conseguido un
equilibrio entre la emoción y mi estilo más distanciado, con objeto de que se
ofrezca un hecho vital, un personaje bondadoso y maligno, y el entorno
histórico, sin ser una obra historicista. La escenografía parte de un elemento
cotidiano, un cesto de ropa, que se multiplica en diversos tamaños hasta rodear
el escenario. Es un elemento útil y dinámico para el actor y el espectáculo».
©Fernando
Samaniego
20 de
septiembre de 1980
Fuente:El País