El montaje fue bandera de Venezuela en el mundo.
Giménez logró apoyo y respeto para el sector teatral por parte del sector público y privado |
Aura Rivas (1933) formaba parte de la Compañía Nacional de Isaac Chocrón
cuando la llamó otro grande del teatro, Carlos Giménez, para sumarse a
Rajatabla. ¿Su primera responsabilidad? Interpretar a la Mujer del protagonista
en El coronel no tiene quién le escriba de Gabriel
García Márquez.
"Carlos me dijo que íbamos a viajar mucho por festivales que ya estaban pautados. No había hecho nada antes para Rajatabla", recuerda la veterana actriz, quien 25 años después regresa con el mismo papel.
Rajatabla, fundada en 1971, ya tenía renombre nacional e internacional. El crítico Rubén Monasterios calificaba a la compañía en 1989 como "un auténtico hecho clave del teatro venezolano".
Rivas recuerda que a Carlos Giménez le costó bastante trabajo hacer la adaptación. "Él tomó elementos de La hojarasca, La mala hora, Los funerales de la Mama Grande y Cien años de soledad. Hicimos una primera versión pero no le gustó y se fue con Daniel López y Aníbal Grunn, a un lugar de Mérida para reescribirla", cuenta.
El coronel fue una coproducción del Festival Latino de Nueva York y el festival de Dos Mundos de Spoletto. Antes, en junio de 1989 tendría funciones en el Teatro de la Ópera de Maracay.
"Eso fue para probar antes de irnos a la gira. El público respondió muy bien, fue una prueba de fuego", recuerda la actriz, quien compartiría créditos con los ya desaparecidos José Tejera y Francisco Alfaro, así como con Aníbal Grunn, Daniel López y un jovencísimo Erich Wildpret.
Tras el estreno en Estados Unidos e Italia, la obra viajó a México donde fue vista por García Márquez, quien venía algo decepcionado por las versiones de sus obras. William López, en aquel momento productor, fue uno de los que pudo estrechar la mano del Nobel.
"Allá fue donde declaró sobre los personajes, 'no los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora...'. Y después nos confesó que volvió a leer El coronel", narra López, hoy encargado de la dirección de Rajatabla.
En medio de paredes y mobiliario que se mueven en escena, lluvia, arena y hasta gallos de pelea, transcurre la historia de un viejo militar que aguarda junto a su mujer una pensión que nunca llega, mientras es inminente la pérdida de su casa por una hipoteca, al tiempo que la muerte le ha arrancado a su único hijo. Un gallo lo mantiene aferrado a una posibilidad.
"El coronel habla de la desesperanza. Afortunadamente, hoy en día en nuestra Latinoamérica ya no sucede; esto ocurrió en una época en la que nadie escuchaba a nadie. Hoy han cambiado las cosas, aunque hay vicios todavía como la burocracia", dice Aura Rivas.
El coronel no tiene quién le escriba viajó a más de 28 países, tuvo más de 300 funciones, fue literalmente bandera del arte venezolano por mucho tiempo. 25 años después de su estreno regresa a las tablas para recordar lo que fue el teatro venezolano y lo que puede volver a ser.
"Carlos me dijo que íbamos a viajar mucho por festivales que ya estaban pautados. No había hecho nada antes para Rajatabla", recuerda la veterana actriz, quien 25 años después regresa con el mismo papel.
Rajatabla, fundada en 1971, ya tenía renombre nacional e internacional. El crítico Rubén Monasterios calificaba a la compañía en 1989 como "un auténtico hecho clave del teatro venezolano".
Rivas recuerda que a Carlos Giménez le costó bastante trabajo hacer la adaptación. "Él tomó elementos de La hojarasca, La mala hora, Los funerales de la Mama Grande y Cien años de soledad. Hicimos una primera versión pero no le gustó y se fue con Daniel López y Aníbal Grunn, a un lugar de Mérida para reescribirla", cuenta.
El coronel fue una coproducción del Festival Latino de Nueva York y el festival de Dos Mundos de Spoletto. Antes, en junio de 1989 tendría funciones en el Teatro de la Ópera de Maracay.
"Eso fue para probar antes de irnos a la gira. El público respondió muy bien, fue una prueba de fuego", recuerda la actriz, quien compartiría créditos con los ya desaparecidos José Tejera y Francisco Alfaro, así como con Aníbal Grunn, Daniel López y un jovencísimo Erich Wildpret.
Tras el estreno en Estados Unidos e Italia, la obra viajó a México donde fue vista por García Márquez, quien venía algo decepcionado por las versiones de sus obras. William López, en aquel momento productor, fue uno de los que pudo estrechar la mano del Nobel.
"Allá fue donde declaró sobre los personajes, 'no los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora...'. Y después nos confesó que volvió a leer El coronel", narra López, hoy encargado de la dirección de Rajatabla.
En medio de paredes y mobiliario que se mueven en escena, lluvia, arena y hasta gallos de pelea, transcurre la historia de un viejo militar que aguarda junto a su mujer una pensión que nunca llega, mientras es inminente la pérdida de su casa por una hipoteca, al tiempo que la muerte le ha arrancado a su único hijo. Un gallo lo mantiene aferrado a una posibilidad.
"El coronel habla de la desesperanza. Afortunadamente, hoy en día en nuestra Latinoamérica ya no sucede; esto ocurrió en una época en la que nadie escuchaba a nadie. Hoy han cambiado las cosas, aunque hay vicios todavía como la burocracia", dice Aura Rivas.
El coronel no tiene quién le escriba viajó a más de 28 países, tuvo más de 300 funciones, fue literalmente bandera del arte venezolano por mucho tiempo. 25 años después de su estreno regresa a las tablas para recordar lo que fue el teatro venezolano y lo que puede volver a ser.
Caracas 18 de mayo de 2014
Fuente: El Universal