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“Carlos
no figura en el libro aniversario de la Comedia Cordobesa como director, y él
dirigió dos veces a la Comedia: primero con El
Hueco de la Tristeza en 1968 y segundo con El
Reñidero en 1986. ¡Y no figura!”
¡Bravo, Carlos
Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30
años de carrera dirigió más de 80 obras de teatro en Argentina, Venezuela,
México, Perú, Nicaragua, España y Estados Unidos, donde fue invitado por el
mítico productor Joseph
Papp, y creó -entre otras - nueve
instituciones culturales de gran importancia en Venezuela y Argentina.
¡Bravo, Carlos Giménez! Porqué
creó el Festival
Internacional de Teatro de Caracas, junto a la
entrañable y talentosa María
Teresa Castillo; el Instituto
Universitario de Teatro (IUDET), el Grupo
Rajatabla, el Taller
Nacional de Teatro (TNT), el Teatro
Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro
de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ
(Asociación Internacional de Teatro para la Juventud, Capítulo Venezuela)
y, en Córdoba, el Festival
Latinoamericano de Teatro y el grupo El
Juglar cuando todavía era adolescente.
¡Bravo, Carlos Giménez! Porque
cuando Gabriel
García Márquez, Premio Nobel de Literatura,
vio El
Coronel no tiene quien le escriba adaptada y
dirigida por ti, dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No
los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los
había visto. Ahora los vi.”
¡Bravo, Carlos
Giménez! Por haber llevado a
Venezuela lo mejor del teatro
del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con
los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios
populares: Tadeusz Kantor, Berliner Ensemble, Peter Brook, Giorgio
Strehler, Peter Stein, Lindsay
Kemp, Pina
Bausch, Norma
Aleandro, Vanessa
Redgrave, Kazuo Ohno, Tomaz Pandur, Eva
Bergman, Eugenio
Barba, Yves
Lebreton, Peter
Schumann, Antunes
Filho, Gilles
Maheu, Santiago García, Darío Fo, Els Joglars, Franca
Rame, Ellen Stewart, Joseph Papp, Andrezj Wajda, Dacia Mariani…
¡Bravo, Carlos
Giménez! Por hitos como Señor
Presidente de Miguel Ángel Asturias,
Bolívar y La
Muerte de García Lorca de José Antonio
Rial, Martí,
La Palabra de Ethel Dahbar, La
Honesta Persona de Sechuan de Brecht, Tu
país está feliz de Antonio
Miranda, El
Campo de Griselda Gambaro, La
señorita Julia de Strindberg, Peer
Gynt de Ibsen, El
Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel
García Márquez… Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados
Unidos y América Latina. Porque su talento como director y gerente cultural
fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.
¡Bravo, Carlos Giménez! Porque
a los 19 años gana sus primeros
premios internacionales en los festivales de
teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), otorgados por el Instituto
Internacional de Teatro-Unesco (ITI) y participa en el Primer
Festival de Teatro de Nancy (Francia).
¡Bravo, Carlos Giménez! Porque
a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas
y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y
olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.
¡Bravo, Carlos Giménez! Porque
fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo
contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de
los seres humanos.
¡Bravo, Carlos Giménez!
Porque fue un genio.
“Después
de regresar de Colombia tuve la satisfacción de montar Fuenteovejuna.
Pero pasó que entró la policía y a los golpes me sacaron del teatro y me
encerraron en el Cabildo por 48 horas. Fue mi padre a sacarme. Entonces no
tenía más remedio que partir." Carlos
Giménez, entrevista, La Voz del
Interior, Córdoba, 22 de octubre de 1990.
Carta de Carlos Giménez a Gladys Reale, protagonista de Fuenteovejuna, escrita en el aeropuerto momentos antes de partir de Argentina para siempre, 1970. Fuente: Miguel Bazano |
“Pero la gravitación de Anita sobre Carlos fue espectacular y fundamental, no se puede separar a Carlos de Anita (…) Y Anita era una productora formidable.”
Enrique Introini, Carlos y Anita Giménez en el campo de concentración nazi Auschwitz. Gira de El Juglar por Europa, 1965. Fuente: Jorge Arán |
Miguel,
¿cuándo conociste a Carlos?
Yo conocí a Carlos a
mediados de los años 60, 1963 o 64, cuando él ya tenía con su hermana Anita
el grupo El
Juglar. Yo no era parte del grupo El Juglar no porque no quisiera sino
porque Anita militaba en el Reformismo Universitario y yo, cosa de chicos, militaba
en el Integralismo, entonces estábamos un poco enfrentados, pero de todas
maneras siempre me gustó la habilidad de Carlos para dirigir. Yo tenía 17 o 18
años y ya era actor.
¿Cómo
te llevabas con él?
Chocábamos muchísimo porque
él me decía la verdad y yo me enojaba. Mi señora en cambio se llevaba muy bien
con él, porque ella era tan arbitraria como lo era Carlos. Porque te voy a
decir: Carlos era arbitrario. Vos podías hacer el mejor trabajo del mundo pero
si Carlos te tenía atravesado decía “es una porquería, no funciona”. Pero a
pesar de eso yo sentía por él una gran admiración y respeto.
¿Dónde
lo conociste?
En el Seminario, aunque yo
no terminé los estudios, me fui con un chico alemán que tenía un grupo llamado
Teatro Fénix y hacíamos sainetes criollos por los barrios. El Seminario lo
habían cerrado pero en el año 68 la Dirección de Cultura dispone reabrirlo,
para eso arman un cursillo de teatro que lo lleva adelante un director polaco,
Boris, un hombre muy capaz intelectualmente que había estudiado teatro en
Alemania y cine en Francia. Él inicia ese cursillo con la intención de que
después continuara el Seminario. Y aquí sucede algo que va más allá de la
política, y hago mal en decírtelo, pero a mi edad ya puedo decirlo. Carlos
tenía mucho ímpetu, muchos compromisos, sociales e ideológicos, pero la contra
acá en Córdoba era mezquina, de entrecasa. Carlos acá no estaba tan cómodo por
el tema político específicamente sino más bien por la mezquindad y la envidia
de mucha gente, entre ellos una gran
actriz que hoy le da su nombre al Seminario: Jolie Libois. Jolie no quería a
Carlos y Carlos no quería a Jolie, había una especie de encontronazo entre
ellos, esa enemistad perduró.
Y aquí viene lo interesante
para mí, porque yo hago el cursillo y allí conozco a una niña que era del
interior, separada, con un niño y la conocí demasiado, al punto que en 1968 yo
ya convivía con ella y hace 60 años no era como ahora, una mujer separada con
un hijo y un pavote como yo de 22 años no era tan potable, fue muy duro. Te
puedo advertir: duró muy poco tiempo la relación, desde 1968 a 2018 que se me
murió. No voy a hablar de eso porque me duele mucho. Esa niña se llamaba Beba Rosales, quien luego
se llamó Gladys
Reale.
Cuando se termina el
cursillo el director hace una selección, porque ya le habían dicho que él no
iba a formar parte del Seminario porque alguien, y ese alguien ya imaginas
quién es, se iba a hacer cargo. Cae Boris
y arma el grupo Teatro de Cámara y se lleva a mi señora, a otros actores y a mí
también. Y comenzamos a ensayar El Malentendido de Albert Camus. Mientras,
Carlos había hecho la gira con El
Otro Judas, montaje que a mí me deslumbró, y había regresado. Me
deslumbró por dos razones: porque estaba Mario Mezzacapo que es un gran actor y
porque era de Abelardo Castillo, un autor al que yo seguía más que como
dramaturgo como pensador, era nuestro Sartre. Y Carlos hace ese montaje
formidable y consigue, después de tener un gran
éxito en Cracovia y Varsovia, una
invitación para el año siguiente actuar en Nancy, Francia, una invitación de
Jack Lange, el organizador del festival, para llevar un elenco oficial de
Argentina para participar del Festival de Teatro de Nancy. Con esa invitación Carlos consigue que la
Directora de Cultura le de la dirección de la Comedia
Cordobesa para viajar a Nancy. Carlos versiona un cuento de Bradbury, El
Hueco de la Tristeza, y arma un
elenco con Mezzacapo, con Introini, con Marlene, Esther Plaza, Miriam Perazzolo
y el papel protagónico, el de La Preñada, era para Jolie. Pero Jolie no aceptó
trabajar con Carlos e hizo lo imposible para que la Comedia no fuera a Nancy, y
no fue. Esto te lo digo porque conozco
esta historia de cerca y a raíz de la decisión de Jolie, a Carlos le recomiendan a mi señora, Gladys Reale, pero
Carlos no la conocía y no quería, pero como necesitaba una actriz, la convocó y
cuando la vio actuar se quedó fascinado y la integró al elenco. Se ensayó la obra y vino Monsieur Dupevillon,
el veedor de Nancy, vio la obra, ¡se estrenó en verano! ¡un calor infernal! y
salvo algunas modificaciones que él propone, porque era arquitecto también y
las modificaciones que propone eran de tipo físico-escenográfico, no es que
corrigiera la obra, la aceptó para que
la Comedia viaje a Nancy. Y ahí se armó un revuelo, lo podés ver en los recortes
de prensa, “la Comedia va a Nancy”, “la Comedia no va a Nancy”, una
vergüenza, y la Comedia finalmente no fue a Nancy. A todas estas yo, que no
estaba en la obra, me encuentro en la calle con Boris y él me dice: “Dile a
Beba (mi señora) que no se ponga en
trabajo, ¡no viajan!”. Y yo, “¿cómo que no viajan?” Yo ya estaba a punto de
comprar el pasaje, regalo de un primo mío, para irme a Francia junto con mi señora. Pero no se viajó a
Francia y se armó un revuelo: renunció la Directora de Cultura, el director del
teatro, unos renunciando, otros enojados. Y Carlos y mi señora se fueron al
diablo.
¿Carlos
se fue para Venezuela?
No, no, todavía no, renunció
a la Comedia. Le habían propuesto dirigir otra obra, “Así es la vida” de
Malfatti y Llanderas, una pieza argentina, un clásico del teatro bonaerense
digamos, pero Carlos y mi señora renunciaron.
Esther e Introini se quedan en la Comedia, todos se quedan menos Carlos
y mi señora. En eso estaban cuando Anita toma contacto con un señor que era
visitador médico y había instalado un bar muy lindo en un subsuelo y tenía
intención de hacer un café-concert, era la época en que empezaban los café-concert,
estoy hablando de la época del Di Tella en Buenos Aires. Y Anita dice: “¿Vos te
animás a hacer algo, Carlos?” Y Carlos dice sí y decide hacer una pieza de
Lorca. Mi señora y yo nos encontramos con Carlos y nos dice: “Che, yo quiero
hacer algo fuerte porque ya que no vamos a Nancy quiero ir a Manizales,
Colombia”. García Márquez todavía no había escrito “Cien años de soledad” pero
estaba en auge el latinoamericanismo, digamos.
Y Carlos dice: “mientras yo preparo esa pieza podemos hacer algo más liviano
para el café-concert” y como mi señora hacía poquito había hecho un trabajo con
poesías de Lorca y Carlos había hecho Federico
en persona, también con textos de Lorca, Carlos decide hacer Don
Perlimplín con Belisa en su jardín. Y en ese montaje paso yo a trabajar
como actor.
¿Anita
trabajaba en la obra?
No, no, Anita ya no estaba
en el grupo. Como ya te dije, yo a Anita la conocí cuando ella militaba en el
Reformismo y era novia de un personaje de Córdoba que era Abraham Kozak, un
abogado. Abraham era simpático pero yo no me llevaba con él. No porque fuera
judío ni porque fuera PC (comunista), sino porque era contradictorio, era
comunista, tremendamente solidario, pero vivía yendo al Casino de Ojo de Agua.
Sus inicios Abraham los hace en el estudio del Dr. Fernández Ordoñez, y a
través de él es que El Juglar consigue el apoyo del presidente de la república,
el Dr. Illia, para ir de gira a Francia
y Polonia
en 1965. Y como Anita era estudiante y militante universitaria, El Juglar viaja
como “teatro universitario”, pero no era el
teatro de la universidad, era el grupo de teatro de la Federación
Universitaria de Córdoba, la FUC. Y después de ese viaje Anita desaparece de la
vida pública. Pero la gravitación de Anita sobre Carlos fue espectacular y
fundamental, no se puede separar a Carlos de Anita, un poco era el hijo de
Anita, Doña Carmen era la madre pero la forma en que Anita cuidaba e
influenciaba a Carlos era enorme. Y Anita era una productora formidable.
Entonces
hacen el espectáculo de Lorca mientras se preparaban para Medellín.
Sí, hacemos el espectáculo
de Lorca mientras Carlos preparara al mismo tiempo la obra con la que iba a
Manizales, La
Orgía de Enrique Buenaventura, una obra que Carlos finalmente no pudo
hacer aquí y que después se da el gusto de hacer en Venezuela. Durante todo
1969 giramos por el interior del país y de Córdoba con la pieza de Lorca,
también hicimos un espectáculo que se llama El
Golpe, con autoría y dirección de Carlos e hicimos el famoso Encuentro
para una sola voz con Norma Aleandro, que hicimos en la Sala Grande de
la Ciudad Universitaria. El espectáculo se hace para juntar fondos para que El
Juglar pudiera viajar a Manizales y contactamos también a Alfredo Alcón, que se
disculpó diciendo que no podía porque estaba leyendo el libreto de San Martín
para hacer la película “El santo de la espada”, no sabíamos si era verdad pero
creíamos que no. Norma en cambio vino, fue solidaria y tuvimos un gran éxito:
el lugar se llenó. Y ella recitó tres poemas y al final cantó con todos
nosotros, porque el espectáculo era organizado por El Juglar y el grupo
Chocolate y participaron los dos elencos junto a Norma Aleandro. Ella no quiso
cobrar nada y nosotros le pagamos un camarote en el tren, porque ella no
viajaba en avión en esa época. La llevamos a Canal 12 y allí el que se encargó
de estar con ella fui yo. La llevamos a un programa que se llamaba “Espectáculo
Cero”, que era de un amigo nuestro, para promocionar el espectáculo y su
venida, y mientras esperábamos que empezara el programa recuerdo que ella me
contó que en Buenos Aires los actores y actrices estaban enojados, porque los
futbolistas y boxeadores habían empezado a cobrar por las entrevistas y ellos
no. Yo le dije: “acá es al revés, no es que no cobramos las entrevistas, pagamos
para que nos hagan una entrevista, les tenemos que dar una cena para que nos
hagan un reportaje”. Eso recuerdo de Norma Aleandro. Hicimos el espectáculo y
ya estaba la plata para ir a Manizales, lo que no estaba era la obra. Y ahí es
cuando Carlos me dice: “mirá, vamos a romper el compromiso”, que era que El
Juglar se iba con La Orgía a Manizales y nosotros nos quedábamos con la obra de
Lorca acá. Entonces en el 69 Carlos va a Manizales
pero participa fuera del festival, no compitiendo, y lleva la obra de Lorca y
nosotros nos quedamos sin la obra.
¿Tú
no podías viajar?
No, porque en aquella época
no había divorcio y mi señora no podía salir del país con su hijo y si ella no
viajaba yo tampoco. A mí me hizo mucho mal el cambio de obra, a mi señora no le
importó. Esther Plaza sustituyó a mi señora y Hugo Arneodo me sustituyó a mí.
En Manizales le va muy bien a Carlos, a tal punto que, ya Carlos en Venezuela,
se hizo un tape para televisión y se quedaron girando con gran éxito por allí.
Pero a pesar del éxito y de que la puesta era muy linda, eso no era lo que
ideológicamente quería Carlos. Cuando Carlos regresa de la gira, me busca y me
dice: “Vos que querías Belisa y Perlimplín…andá a la terminal de ómnibus que
allá está el vestuario de la obra, andá a buscarlo y háganla de nuevo”. Después me dice que lo acompañe a ver al
director del Rivera Indarte para pedirle la sala, nos juntamos en un bar y
fuimos, hablamos con el director y nos dijo que sí pero que “La Orgía” allí no
se podía presentar, que si hacíamos un clásico él nos abría las puertas.
Entonces Carlos le dijo: “¿Lope o Calderón pueden ser?” “¡Por supuesto!” Fuimos a ver el teatro y como estaba fuera de
temporada, no tenía telones ni las patas, nada, se veía el fondo del escenario.
Yo digo: “¡uy qué desastre!” y Carlos me contesta: “¡está divino!”. “Estás
loco”, le digo, “parece un conventillo allá atrás” y Carlos: “eso es
precisamente lo que me gusta. Vamos a hacer un clásico”. Y yo: “con la plata
que tenemos no compramos ni un sombrero”. “Quedate tranquilo”, me dice él,
“hablale a Beba y decíle que vamos a hacer Fuenteovejuna”.
Cuando nos estamos separando
me pide que le consiga papel para máquina de escribir, la portátil, la
Olivetti, ahí escribía Carlos, me pide que le consiga 200 hojas. Y cuando me
estoy yendo me dice riéndose: “Aunque sea un sobre”. Yo lo dejo a él y por
casualidad me encuentro con un compañero de Luz y Fuerza (un sindicato) que
estaba repartiendo volantes y le digo: “deme un paquete compañero, que yo
también voy a repartir” (risas) y ahí tomé el ómnibus y me fui al barrio (urbanización) Jardín, donde vivía Carlos, y
le dije: “tomá, ahí tenés el papel”. Y él escribió la versión de Fuenteovejuna
en ese papel, que no era blanco sino celeste y era tamaño oficio pero no era
papel de máquina de escribir sino papel de volante.
¡Qué
linda anécdota! ¿Y qué pasó con Fuenteovejuna?
La empezamos a armar y él le
dijo a mi señora que ella iba a ser Laurencia y que la obra iba a girar en
torno a ella, el protagónico femenino de Fuenteovejuna lo hizo ella. Y Carlos y
yo comenzamos a buscar gente para hacer la obra y armamos un elenco. Reyeros,
el escenógrafo y vestuarista, nos dice que para la puesta que Carlos quería él
tenía todo, todo lo que le sobraba del teatro lo puso en esa puesta en escena.
Entonces había que resolver el tema del vestuario y a Carlos se le ocurrió que
los hombres podían estar vestidos de overol y entonces se los pedimos a Agustín
Tosco de Luz y Fuerza, y nos dio los overoles, overoles viejos que ya nadie
usaba.
Carlos deja el escenario tal
como estaba, con un alambrado que está abierto y después se cierra y atrapa a
todo el pueblo detrás, una puerta vieja que se levanta y se convierte en un
aparato de tortura. Y estaba el poder, que había que vestirlo. Y Carlos dice:
“el poder tiene que ser la policía”. Como te dije, Carlos mandaba, tenía una
gran capacidad de mando, y me mandó a mí a que fuera a la policía a pedir
prestados los uniformes. Yo fui y me recibió el Jefe de la Policía y le
expliqué lo que quería, le dije: “mire, cuando actores como Hugo del Carril
necesitan uniformes de la policía, la policía va y se los presta”. Pero resulta
que el policía no era tan tonto, conocía Fuenteovejuna, y le digo: “el poder lo
va a hacer…”. No me dejó terminar y me dijo: “gringuito, tenés un minuto para
desaparecer de acá. Si no te rompo el culo a patadas”. Y yo que era un
“guerrillero fuerte”, tomé la advertencia en serio… ¡y desaparecí! (risas).
¡Qué
fuerte, Miguel! ¿Y al final cómo resolvieron el tema de ese vestuario?
Un utilero que había en el
teatro conocí a un militar que estaba en la parte de entregas de uniformes del
ejército y en el ejército vos entregás la bota vieja y te dan la bota nueva. Y
la bota vieja se inventarea y después se da de baja, se quema o se vende para
trapos viejos. Entonces este utilero consiguió todas las bombachas de fajina de
los soldados y los borceguís y la parte de arriba la hizo doña Carmen, la mamá
de Carlos, que lo hizo con cuerina negra y al primer ensayo las chaquetas
perdieron las mangas, y así quedaron, el poder tenía las chaquetas sin mangas. El
tema es que al personaje del Comendador lo mataban en la platea, no en el
escenario. Y segundo, al final, cuando el pueblo está matando al Comendador y
lleva el cuerpo arrastrándolo hasta el escenario, llega la policía. Era un
espectáculo magnífico. Estuvimos 10 días en función, con lleno completo todos
los días y eso fue algo inaudito, porque nunca antes un grupo independiente
había estado tanto tiempo en cartelera. Fue en Semana Santa en 1970. El primer
día el teatro estaba lleno de monjas, como la obra se llamaba Fuenteovejuna,
las monjitas venían y ¿sabés cómo salían corriendo cuando se daban cuenta lo
que era la obra? Pobrecitas, ellas no tenían la culpa, porque las monjas nunca
van al teatro.
Gladys Reale en "Fuenteovejuna". Fuente: Miguel Bazano |
Sí, porque él decide irse,
antes de hacer Fuenteovejuna él ya estaba pensando en irse, hay un reportaje
que le hacen en donde él habla de eso, ya te voy a pasar el recorte. Cuando
terminamos la obra Carlos nos dice: “yo me voy, acá no da para más”. Y mi
señora y yo íbamos a ir a despedirlo pero en ese interín mi señora tuvo un
accidente, se cayó del ómnibus, entonces ella no pudo ir. Y Carlos en el
aeropuerto me escribe una nota muy linda para ella. Después nos vimos cuando él
regresó de visita, pero ya no hicimos más nada juntos porque cuando él se fue
mi señora hizo el primer y único culebrón que se hizo en Córdoba.
No hubo persecución pero sí,
perdonáme la palabra, puterío interno en el teatro. Y Carlos ya estaba cansado
y tenía en vista irse del país. Y se fue. Pero se quería ir porque
fundamentalmente el medio teatral cordobés lo ahogaba, no tanto la política
como el medio teatral. Pero mucha gente que hoy se raja las vestiduras por
Carlos le dio la espalda en ese momento. Carlos no figura en el libro
aniversario de la Comedia Cordobesa como director, y él dirigió dos veces a la
Comedia: primero con El
Hueco de la Tristeza en 1968 y segundo con el El
Reñidero en 1986. ¡Y no figura!
Hay
mucha envidia todavía, ¿no?
¿Qué te parece? No le
perdonan su talento ni aunque está muerto.
Córdoba, 27 de junio de 2022
Carlos Giménez: Blog / Facebook / You Tube