Entrevista en Córdoba al regreso de la gira latinoamericana con Carlos y El Juglar, 1968. Fuente: Miguel Bazano |
Tenía un verdadero
espíritu de artista. Porque no es lo mismo autodefinirse artista porque estás
en la televisión o trabajas en el cine o lo que sea, a tener el espíritu real
de artista. Él fue un arquitecto, un
ingeniero del arte escénico. Fue inapelable e inobjetablemente para mí tal cual
lo defino. Fue valiente. Fue una persona que cuando se proponía algo, ya sea a
nivel sociedad o a nivel escénico
teatral o a nivel del arte en general,
él lo lograba.
Fue un rebelde con
causa. Porque todo lo que hizo en Córdoba desde que comenzó con su grupo de
teatro El
Juglar, dirigiendo la Comedia Cordobesa, fue impactante, fue algo que
siempre sorprendía a todos aquellos que estaban alrededor del arte o haciendo
arte escénico.
Recibió, por supuesto,
ataques, por celos, envidia, de gente en la que él confiaba, que no voy a
mencionar porque algunos están vivos. No recibió la compensación del colega
hacia el colega, aprobándolo, demostrándoselo en los hechos sino todo lo
contrario. Recibió traiciones y demás y él supo vencer todas esas situaciones
en contra con una jerarquía ¡y una manera de trabajar!… porque para él el
trabajo creativo era lo que más le importaba. Hacer, hacer, hacer, con una
disciplina tan estricta y un sentido incluso de organización personal sumamente
estricto, aunque hubiese parecido en aquel momento que era una persona
improvisada. No lo fue. Supo ser un buen administrador de su sentido
organizacional y también de su sentido disciplinario.
Carlos para mí fue como
mi padre del alma desde prácticamente cuando yo tenía 15 años.
Yo conocí personalmente a Carlos en el año 1967, porque su
trabajo lo conocía de años atrás.
En el año 60, aproximadamente, prácticamente el 90% de los
integrantes de quiénes éramos la Comedia
Cordobesa fundadora, nos fuimos con nuestro primer director, Eugenio Filippelli
y alquilamos una casa antigua en el
centro de Córdoba y al frente estaba Carlos con su teatro El Juglar, que también él había
alquilado allí un local grande. Entonces se desarrollaban nuestras actividades
teatrales de diferentes formas.
Mientras Carlos trabajaba con grandes montajes de grandes
autores universales, donde el ambiente del público era sumamente, intelectual,
elitesco muy especial. Nosotros trabajábamos
con obras de carácter popular, como por ejemplo El hombre y la bestia, La
bestia y la virtud de Luigi Pirandello, siempre dirigidos por nuestro director
Eugenio Filippelli, que fue mi primer director teatral.
Y ahí fue que yo empecé a hacer contacto con él. Pero un
día me fui a Salta para trabajar como extra en la película Taras Bulba con Yul
Brynner, porque yo era muy inquieta y quería hacer una carrera internacional en
el cine. Pero Juan Pagés me fue a buscar porque Carlos quería hacer un collage
de Eugenio Ionesco, La querida Familia. Y de alguna manera Juan me salvó la
vida al irme a buscar, porque si no me hubiera quedado allí y no hubiera tenido un destino como el que
tuve, que fue magistral.
Carlos me habló, me explicó lo del montaje y yo acepté como
loca. Por supuesto que ya el teatro Arlequín, el grupo de Eugenio Filippelli había desaparecido. Juan
también era parte del elenco y comenzamos a estudiar los textos y fue muy
hermoso todo lo que empecé a vivir allí,
porque el proyecto era hacer una gira latinoamericana y la hicimos como ya te
conté y con mucho éxito.
Yo calculo que Carlos ya tenía una evaluación de mí como
actriz cuando me llamó por haberme visto actuar en obras de teatro, porque yo
había comenzado cuando tenía 11 años en la Comedia Cordobesa y era la niña mimada y todo eso.
Bueno, la cuestión es que Carlos decidió integrarme a su teatro
universitario El Juglar y cuando estrenamos la obra en Córdoba, el periodista Luis Maza, del
diario Córdoba, me bautizó como “La Voz”, porque yo tenía un vozarrón increíble.
En definitiva, es de esa forma cómo se consolidó mi relación con Carlos. Y descubro en él unas facetas extraordinarias y nunca le vi los defectos. Siempre le vi todas sus virtudes, nunca le vi defectos y si los tenía yo los omití. Carlos me daba mis gustos, no los de él sino los míos. Yo era como su niña mimada, y eso siempre generó mucho celos y envidia a nuestro alrededor.
Carlos escribió una
obra de teatro llamada El
Golpe. En esa obra trabajamos dos artistas: éramos Héctor Veronesse y mi
persona. Y estrenamos en un café-concert que en aquel momento se llamaba
Bestiario, estaba en la Av. Vélez Sarsfield, en el centro de la ciudad de
Córdoba. Eso fue para mí rotundo en cuanto a experiencia porque había un
semidesnudo que teníamos que hacer ambos en escena y realmente lo hice porque
yo ya valoraba muchísimo a Carlos y también porque era una manera de
enfrentarme a mi propio medio escénico y liberarme internamente de prejuicios
que todavía existían bastante en nuestra sociedad.
Posteriormente hicimos Picnic en el campo de batalla, yo fui una de las enfermeras. No recuerdo a todo el elenco pero sí a Juan Pagés. Y recuerdo una anécdota muy especial en aquella época, no recuerdo exactamente el año, pero fue cuando Julio Orstein estaba de director de cultura, era excelente y fue despedido por su tendencia hacia el comunismo, eso era lo que decían. Y fue reemplazo por Fernández Ordoñez. Y Carlos se propuso sacarlo de ese cargo, ¡y lo logró!
Eso fue algo que a mí
me marcó sobre la valoración que tenía sobre Carlos. Y siempre lo vi como
mi papá del alma porque fue el único ser
humano en el mundo que me dio mis gustos, no los gustos de él, mis gustos y sin
preguntármelo. Eso fue algo increíble que jamás he podido olvidar hasta el día
de hoy.
En 1968 hicimos una
gira por Latinoamérica con La
Querida Familia, versión y dirección de Carlos.
En Bolivia estábamos a
punto de empezar una función y Carlos y yo fuimos al escenario, porque mi
costumbre era hacer un relevamiento del campo escénico antes de comenzar la
función. Y de repente Carlos cayó, quedó como morado y entonces yo, sin tener
la experiencia de cómo salvar a un ser humano, le abrí la boca, le hice
respiración artificial y le traje la lengua hacia adelante porque se le había
ido hacia atrás. Eso fue de locos. Y Carlos volvió en sí. Y él me hizo prometer que nunca jamás
comentaría lo que había ocurrido y me confesó que él tenía problemas de
carácter cardíaco. Y yo mantuve el secreto para siempre. En este momento lo
cuento porque él ya no está para rescatar que, a pesar de tener esas variables
en cuanto a la salud, jamás demostró cobardía ni inhibiciones para enfrentar
tales retos. Siempre fue prominente en ese sentido también. Su fuerza emocional
y su fuerza mental fue superior a todo.
La gira siguió y nos
fuimos a Perú. Viajábamos como grupo universitario de teatro El Juglar. El día
que normalmente no se hacía teatro en Perú, Carlos decidió hacerla. Bueno, ese
día tuvimos diez personas en el público nada más. En ese momento El Juglar
necesitaba reemplazar a un actor y a una actriz, que eran Marcelo Urquidi y
María Rosa Grotti, que tenían que regresar a Argentina. En el público estaba
Anadela Arzón, que era una actriz argentina; Mario Delgado, un actor peruano;
Atahualpa Del Cioppo, maestro y director del Teatro El Galpón de Uruguay; Luis
Alfonso Diez, un español que vivía en Londres compartiendo con Vargas Llosa y
que estaba en Lima dictando conferencias sobre el escritor; y también estaban
dos negras hermosísimas que tenían un kiosko a donde nosotros íbamos a desayunar.
La obra era un collage
de Ionesco que había hecho Carlos que se llamaba La
Querida Familia. Éramos dos actores y dos actrices, Jorge Magaldi era el
escenógrafo y Carlos además de actuar era el director.
En una escena donde
Carlos compartía con María Rosa Grotti, que hacía de madre y Carlos de su hijo,
y yo hacía de novia, Carlos se equivoca y le
dice a María Rosa: “La madre de mi mano tiembla en la mía”. El texto era:
“La mano de mi madre tiembla en la mía”. Esta escena transcurre con ambos
arrodillados en el piso. A María Rosa le agarró un ataque de risa tan fuerte
que se levantó, dejó a Carlos con la mano extendida y salió de escena riéndose
porque no aguantó. Y encima se hizo pipí en el escenario. Y encima el escenario era en declive, y ellos
estaban muy cerca del proscenio. Carlos
se levanta para no dar la impresión de que se había cometido un error y
comienza a gritar: “¡Madre, madre, madre!”. Y sale de escena y me dice: “Sal ya
Mariel, que tienes que reemplazar a María Rosa que tuvo un ataque, rápido,
rápido, rápido. Y ten cuidado que se orinó en el escenario.” Yo tenía un vestido largo de novia con un
tocado gigante. Yo, riéndome a carcajadas, salgo por detrás del escenario y
aparezco por platea pensando: ¿dónde estará el orín? Bueno, subo al escenario,
comienzo mi texto y tenía que arrodillarme ¡y me arrodillo justo delante del
orín! Bueno, me tragué la risa y seguí con el texto.
Esa fue una grata
experiencia porque al final de la obra vino Anadela Arzón y dijo: “cómo me
encantaría viajar con ustedes, integrarme al grupo”. Y Mario Delgado dijo lo
mismo. Así que ahí teníamos el reemplazo de María Rosa y Marcelo. Después se acercó Atahualpa del Cioppo y nos
dijo: “Yo voy al primer festival latinoamericano universitario de Manizales en
Colombia y voy a hablar de ustedes para que sean invitados. Así que, Carlos,
vas a tener que estar muy atento a mi llamada telefónica.” Y Luis Alfonso Diez
subió también a saludarnos y nos dijo que le encantaría que viajásemos para
Londres. Y después las dos hermosas negras divinas nos invitaron una semana
gratis los desayunos.
Al final se concretó la
invitación al Festival de Manizales gracias a Atahualpa del Cioppo y seguimos
rumbo a Colombia. Ese festival fue
increíble. Pero nosotros llevábamos una obra de autor europeo, La Querida
Familia de Ionesco, y el festival exigía
obras de autores latinoamericanos. Pero Enrique Buenaventura, que era el
presidente del festival, el día de la entrega de premios en el teatro dijo:
“Realmente el grupo argentino merece tener un primer premio pero
lamentablemente tienen obra de autor europeo. Pero le vamos a dar una Mención
Especial.” Y Carlos en el festival hizo
contacto con gente de Venezuela.
Fuente: Festival de Manizales |
Fuente: Miguel Bazano |
Así que regresamos a Argentina
con ese reconocimiento y Carlos entusiasmadísimo, porque él quería llegar a
Caracas. Cuando regresamos me entrevistó el periodista Luis Mazas, del diario
La Voz, un hombre al que no voy a olvidar porque fue uno de los grandes
estímulos en mi vida a nivel de prensa y era muy amigo de Carlos.
Entonces empezamos a
ensayar Los
amores de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. Yo estreno la obra pero
como tenía que finalizar mis estudios no pude realizar la segunda gira con
Carlos. Y le dije: “cuando yo le dé el
título a mis padres me voy contigo, Carlos.” Porque se iba mi papá del alma,
primero y principal. Y segundo porque se iba uno de mis grandes maestros, uno
de mis mejores directores.
Yo termino mi carrera y Carlos, en un viaje que hace a Córdoba para
visitar a sus padres, me entrega un contrato del Ateneo de Caracas por dos años.
Yo me voy después que él pero no le avisé porque quería darle una sorpresa. Así
que llegué a Caracas y le dije al taxista que me llevara al hotel que estuviera más cerca del Ateneo de Caracas y
me llevó al Caracas Hilton, enfrente del
Ateneo, y como yo tenía dinero me hospedé ahí por dos noches. Y esa primera noche había una
cena con show con Tom Jones y The Supremes, así que compré mi tarjeta y
disfruté del espectáculo.
Al día siguiente en la
tarde voy al Ateneo, que en aquella época era una casa, con palmeras, y su sala
de teatro por supuesto, y una fuente de soda. Cuando entro había un mono perezoso en la puerta y comenzó
a seguirme así que le dije: “Voy a llamarte Encuentro”. Me encuentro con Juan
Pagés, a quien yo había elegido mi hermano del alma, y nos damos besos y
abrazos. Le dije que no le dijera nada a Carlos porque quería darle una
sorpresa. Carlos estaba en el área técnica en la sala, de espaldas a mí. Lo
toqué y cuando se da vuelta y me ve pega un grito: “¡Mariel, masita, querida! y
nos abrazamos arduo. Y ahí comenzamos toda una historia.
El Ateneo en ese
momento estaba respaldado por dos familias muy trascendentes de Caracas, los
Otero Silva y los Palacios.
Cuando llego Carlos
estaba dirigiendo a nivel profesional una obra llamada La venganza de Don Mendo
de Muñoz Seca. La obra había sido
elegida por Miguel Otero Silvia, quien le había pedido los derechos de autor a
los nietos de la obra, que se los negaron. Entonces Otero Silva decidió hacer
una versión libre y le puso Don
Mendo 71.
Carlos estaba
dirigiendo a un grupo de grandes profesionales de la escena caraqueña, como por
ejemplo América Alonso, que tenía una trascendencia importantísima en
televisión, cine y teatro; Rafael Briceño igual, Enrique Benshimol, Daniel
Farias… eran personalidades muy importantes, como si fueran Alfredo Alcón en
Argentina.
Entonces Carlos me
dice: “Yo te voy a dar el libreto de esta obra. Te lo vas a estudiar. Vas a ser
la reina dentro de la obra porque una de las actrices se enfermó así que tú vas
a reemplazarla. Pero mañana, cuando vengas al ensayo, tú tienes que saber tu
texto al pie de la letra y te voy a explicar cómo es la dinámica de la puesta
en escena que estoy haciendo, los movimientos que te corresponden para que
mañana impactes a todo este grupo de profesionales y actúes como si ya estuvieras hace tiempo ensayando
con ellos. Y sé que tú eres capaz.”
Esa noche no dormí.
Al día siguiente llego
a la noche al ensayo y soy presentada como la argentina que acaba de llegar y
comenzamos a ensayar. Y todo el mundo se quedó sorprendido porque me sabía el
texto y los movimientos. Pero yo lo hice porque sentía que no debía defraudar a
Carlos, que debía hacerlo quedar muy bien, no quería decepcionarlo.
Estrenamos con un lleno
total, incluso estaba el presidente de la República, que era el Dr. Rafael
Caldera. Y Carlos pasó a ser el niño
mimado de María Teresa Castillo, esposa de Miguel Otero Silva. Fue increíble lo
que se logró con esta obra, una trascendencia, un furor todos los días.
En esos días un grupo
de jóvenes que quería hacer teatro se acercó a Carlos, venían acompañados por
un escritor brasilero, Antonio Miranda, que le entregó a Carlos su poemario Tu
país está feliz y le pidió que lo dirigiera. Carlos aceptó y comenzamos a ensayar.
El grupo estaba integrado por varones y una sola mujer, yo. No teníamos nombre
todavía, éramos el Grupo de Teatro del Ateneo de Caracas.
Mientras actuábamos en
Don Mendo 71, que alguna ganancia nos dejaba pero mi mamá y mi papá tenían que
mandarme dinero desde Argentina, ensayábamos Tu país está feliz. Estrenamos Tu país... con un full total de
juventud, hacían largas colas para entrar afuera del Ateneo, nos pedían
autógrafos, fue de locos. Así fue nuestra inauguración oficial como grupo de
teatro del Ateneo de Caracas, porque Don Mendo había sido presentada como el grupo de grandes artistas
profesionales. En Argentina a Carlos lo llamaba el “enfant terrible” y acá
comenzaron a llamarlo de la misma manera. En el elenco sólo había dos
profesionales: Juan Pagés y yo. Estaban José Pepe Tejera, Enrique Serrano,
Gustavo Gutiérrez, José Ramón Ortiz, Francisco Alfaro, Xulio Formoso que era el
músico que musicalizó los poemas y tocaba la guitarra en escena.
Continuamos con gran
éxito, funciones mañana, tarde y noche, teníamos las dos obras en cartelera y
las dos full de público. Así que hacíamos dos obras diferentes cada día y
estuvimos conectados con el éxito durante muchísimo tiempo.
Carlos, a todas esta, ya estaba poniendo en evidencia su mundo histriónico, su capacidad creativa, su calidad en resoluciones, tenía una fortaleza realmente extraordinaria y los principales periódicos de Caracas estaban permanente detrás de él buscándolo para entrevistarlo.
El día que estrenamos la segunda obra de teatro de Rajatabla, Venezuela tuya, estaba, como en todos nuestros estrenos, Rafael Caldera, el presidente de Venezuela. Porque Carlos era también un poco el niño mimado de Alicia Pietri, la esposa de Caldera.
Ese día estábamos con telón abierto en el Ateneo,
arrodillados en el escenario como beisbolistas, y antes de que comenzáramos a
actuar apareció un grupo tipo matones, se pararon
delante nuestro y empezaron a decir cosas horribles en contra de las personas del Sur,
que éramos Juan Pagés, Carlos y yo, declaraciones xenófobas y acusaron a Carlos de ser homosexual.
Mientras, nosotros seguíamos ahí arrodillados, sin mover ni
una pestaña. Al finalizar bajaron por la
platea, se fueron y comenzamos a actuar.
Cuando la obra terminó, Carlos subió al escenario y habló
ante el público. Habló sobre la importancia de la cultura latinoamericana
teatral y sobre el hecho de hacer teatro en Venezuela con un estilo diferente,
que él había despertado al teatro venezolano que estaba como en un letargo. Y
dijo al final:
-¿A quién daño
señores? Sí, soy homosexual. ¿Y a quién
daño con eso?
Y las declaraciones de Carlos sirvieron como un despertar hacia nuevas metas, despertar y motivar a unos
cuantos grupos de teatros, y hasta a la misma gente del Teatro Nacional de
Caracas, que era uno de los teatros más importantes de la ciudad.
Mariel Jaime Maza y Xulio Formoso (adelante). Juan Pagés, izquierda; elenco; José Tejera y Francisco Alfaro. Tu País está feliz. |
Así es que para la cultura latinoamericana Carlos fue un
eje, él fue alguien que realmente dio vida también a muchísimos grupos del
mundo latinoamericano teatral, que han seguido parte de su historia y parte de
su escuela también. Movilizador permanente, inductor permanente, creador
permanente, no hablemos de innovador si no de creador. Cargador alrededor de
envidias, de celos, de traiciones, y por encima de todo eso, sabiéndolo Carlos
porque una vez me lo dijo, él lograba vencer todo eso de una manera tan genial
que no le tocaba internamente y seguía adelante.
Él dejó un legado y ese
legado sigue actualmente vigente en muchas mentes y en muchos cuerpos que hoy
están tanto en Latinoamérica, en Venezuela, como en diversas partes del mundo
incluyendo España, para seguir su escuela y ser él motivación definitiva así
como lo es para Ángel Acosta
En cuanto a la partida
de Carlos, queda un Rajatabla
cubierto de toda esa energía, con motivaciones tremendamente fuertes, que le
sigue de alguna manera un poco, un poco, pero de manera firme y decidida, le
sigue dando vida a Carlos: Francisco Alfaro, que también fue fundador de Rajatabla,
que en paz descanse. Y Rajatabla siguió vigente por momentos.
Luego la Dirección General y la presidencia de Rajatabla quedan en manos de Williams Lopez, una persona
extraordinaria como gerente, como dinámico laboral permanente, que fue uno de
los grandes que llevó a Rajatabla al orbe, hacia mundos extraordinariamente
exquisitos: festivales, premios, reconocimientos. Williams supo hacer muy bien su tarea de
relacionista público, de productor y
también de representante, fue extraordinario, por eso Rajatabla todavía
sigue vigente, gracias a que Williams está de presidente.
Han pasado directores. Tanto locales venezolanos como del
exterior. Y Carlos, en cada paso que da cada director, sea del exterior o local,
Carlos sigue allí vigente, con su manera de realizar puestas en escena, con su
manera de seleccionar textos. con su manera dinámica de aunar e incrementar
calidades actorales.
Es por ello que Rajatabla no ha muerto y que muchos de los
que han estado estudiando en el taller de teatro de Rajatabla, hoy son muy buenos actores, hoy son
actores excelentes, generaciones de relevo que han trascendido más allá de una
lógica convencional o elemental, y muchos de ellos ya están en el Mundo,
protagonizando también con sus diferentes especialidades.
Acá viene un tema duro para mí, demasiado duro, todavía
tengo un llanto estrangulado cada vez que me toca hablar de la partida de
Carlos.
Un día viene Juan Pagés al
apartamento que yo alquilaba y me dice:
-Carlos
acaba de morir.
Juan me preguntó si yo iba a ir al velorio y le dije que no, porque yo lo iba a dejar vivo por dentro, en mi ser, yo no quería verle en total decadencia, porque ya sabía lo que estaba aconteciendo con su vida, con el sida.
Sin embargo, ¿qué me transmitió la muerte de Carlos? Una
gran firmeza interior, en el alma, y mentalmente le dije: yo voy a ser tu
seguidora para siempre, tú vas a ser mi fuerza, mi temperamento, mi potestad
indeclinable para siempre y más allá de esta vida.
Y continúe prácticamente la escuela que asimilé de
Carlos. Entonces ¿qué significó para mí
su muerte? La trascendencia. La
trascendencia al más allá. Visualizándolo permanentemente como un visionario,
como alguien interminablemente infinito. Como alguien cuyo ser ha seguido y
sigue vibrando a través de su energía en muchísimas mentes brillantes, que hoy
están esparcidas por el mundo.
Carlos sigue vibrando con su forma temperamental, creativa,
estética, cargada de rebeldía, irrespetuosidad ante lo mediocre y lo elemental,
para poder desarrollar en su propia personalidad un temple más fuerte que el de
los templarios; una forma estética, como el
gran esteta que fue, inolvidable, que superó hasta las grandes
esculturas y pinturas de muchísimos personajes conocidos en cada puesta en
escena que ha hecho.
Entonces, ¿qué significó para mí la partida de Carlos? Todo
lo que te acabo de decir, que aún sigue vigente y que seguirá vigente para
siempre, duela al que le duela, le cueste a quien le cueste. Pero en
definitiva, a ese que duela que le duela o cueste que le cueste, también tiene
en su haber la marca gimeniana.
Todavía sigo con un poco de llanto estrangulado. Pero me
permito el lujo de dejarlo en paz, tranquilo, dónde está, para poder recibir
siempre su contacto energético y que me induzca y me abra los caminos claros de
cómo seguir trascendiendo por encima de todas las utopías creando arte teatral.
Y digo esto le duela a quien le duela, porque hoy todavía
hay gente que quisiera que no se hablara
más de ese gran artista llamado Giménez, porque anteponen sus propio
egos. Pero yo, aun teniendo una gran trayectoria profesional en mi vida, no
tengo ningún inconveniente en destacar los verdaderos talentos en el mundo,
aunque pertenezcan a la misma especialidad en la cual yo estoy involucrada.
Yo conocí parte de del mundo, especialmente de América,
gracias a que viajé con Carlos. Y esta marca definitiva de viajero a nivel
mundial por parte de Carlos, nos trasladó también como viajeros con él y pudimos comprobar, en cada país, que
Carlos era un verdadero señor del teatro, incomparable, imposible comparar con
otros grupos existentes en aquellas épocas. Estamos hablando, digamos del año
1967 hasta 1974, aunque los años en que
más trabajé con él fueron del 70 al 72.
Entonces, para mí fue Carlos un viajero del mundo, un gran
puestista teatral en el mundo, nadie en ese momento podía competir con él en
cuanto a su calidad imaginativa, por ende creativa, por ende también de manera
digamos, subjetiva y objetiva, un poderío analítico, reflexivo pero muy propio
dentro de su propio estilo creador.
Realmente Carlos fue un creador que se pudo conectar con los
más grandes entre los grandes creadores de teatro de generaciones anteriores a
la suya, creadores mucho mayores que él, que lo veían como a un niño prodigio.
Por algo lo llamaron en Argentina y Venezuela
le enfant terrible, y en muchos otros países también.
COMPARTIENDO APARTAMENTO CON CARLOS
Con Carlos alquilábamos un apartamento en Los Caobos, junto
con Héctor Clotet, que era su pareja; Juan Pagés y Pepe Tejera, en 1971. Yo tenía una habitación para mí sola.
Carlos tenía un carácter estupendo al despertarse, se
levantaba cantando. Él era una sonrisa permanente. Se ponía el gorro de baño en la cabeza antes de ducharse porque
no quería mojarse el pelo.
A la mañana íbamos al
Ateneo a recibir clases de expresión corporal, de fonoaudiología, de historia
del arte, por parte de profesores que había contratado el Ateneo.
Al mediodía terminábamos la parte pedagógica y nos íbamos
con Juan, Pepe Tejera y a veces con Héctor, sin Carlos, a almorzar pescado a
una playa solitaria en Los Caracas, porque nos gustaba estar solos, sin gente.
Almorzábamos y luego tomábamos nuestra cocada, bueno, cuando yo tomé mi primer
cocada nunca me imaginé lo exquisita que
era. Al regresar, Carlos ya estaba en el departamento y nos íbamos
todos juntos, con Carlos, a ver una telenovela mexicana llamada Magdalena. Nos
encantaba.
Después, a las dos o tres de la tarde, regresábamos al Ateneo para hacer improvisaciones de lo que después fue Venezuela Tuya. Porque el texto no estaba escrito. Así que Carlos invitó a Luis Britto García a vernos porque el objetivo de Britto García era escribir Venezuela Tuya a partir de nuestras improvisaciones. Así que él se sentaba solito en platea y nosotros desarrollando todo lo que nos nacía espontáneamente y usando algunos textos de ya estipulados de algunos autores.
Un día Britto García dijo: “tenemos que ponerle un nombre al
grupo, traigan 10 nombres para mañana.” Así lo hicimos, los metimos en una
bolsa y no me acuerdo quién fue el que sacó de la bolsa un papel con un
nombre. Y ese nombre era Rajatabla.
Después me enteré que quien había escrito ese nombre fue Enrique Porte. Y así
fue como nació el nombre de Rajatabla, en el proceso de los encuentros que
teníamos con Luis Britto García hasta que él consolidó definitivamente el
argumento literario de la obra.
ANÉCDOTAS DE PUERTO RICO Y ARGENTINA
Francisco Alfaro, Mariel Jaime Maza, Francis Rueda y elenco. Venezuela Tuya. Foto Miguel Gracia |
Al terminar la temporada de Don Mendo 71 y Tu país está
feliz, nos fuimos de gira a Puerto Rico.
La última función en Caracas
la terminamos a las 12 de la noche y nos
pusimos diestros para preparar todo. Carlos hizo hacer unos baúles
extraordinarios, dorados, bellísimos, para montar toda la ropa. Cada uno
tenía un rol complementario dentro del
grupo y a mí me tocaba el vestuario:
organizarlo, colocarlo dentro de bolsas muy hermosas, grandes, gigantes
que estuvieran bien resguardadas, Siempre Carlos y yo
fuimos los que más trabajábamos, y luego Enrique Porte cuando se integró
al grupo.
Cuando terminamos nos fuimos directo al aeropuerto, a
Maiquetía, en un autobús que siempre teníamos para cuando salíamos de
gira. Llegamos como a la una de la
mañana y estuvimos ahí esperando el vuelo hasta las cinco aproximadamente de la
mañana. Llegamos a Puerto Rico y allí nos hospedaron en hotel Capitol. Los chicos
pidieron tequila pero Carlos no bebía y yo tampoco, así que él me dijo:
“vente conmigo.” Y nos fuimos al teatro, nos encargamos del traslado de las
cosas.
El festival era por países y
esa semana le tocaba Venezuela y las funciones eran sólo para los
portorriqueños y los venezolanos, es decir, los integrantes de los otros grupos
no podían ver las otras funciones. Entonces nos pidieron actuar paralelamente,
después de la función en el festival, en una ciudad que se llama Ponce.
Y resulta que esa noche de la presentación cinco integrantes
del grupo no se presentaron. Eran actrices, actores y un técnico que habían
sido de El Nuevo Grupo y que Carlos los había integrado a Rajatabla. Carlos
obviamente se desesperó. Al día siguiente salimos a buscarlos en el autobús que
nos había facilitado el festival y los
encontramos en la calle, caminando, totalmente moradas las caras, totalmente drogados y venían con
el hijo del embajador de Estados Unidos en Puerto Rico. Y resulta que se habían ido a una fiesta en la isla privada de un potentado y por eso
faltaron a la función. Los cargamos en el autobús y Carlos neurótico,
con toda esta situación, igual los perdonó.
Porque Carlos siempre fue contemplativo, pero eso sí, hasta un punto.
Después hicimos una gira latinoamericana que terminó en
Argentina, para actuar en Córdoba y Buenos Aires con Tu país está feliz y
Venezuela Tuya.
Estábamos en Buenos Aires, en el teatro Olympia, por hacer
el ensayo general cuando Carlos llama
por teléfono a su hermana Anita
en Caracas y le cuenta que esa noche es
el estreno. Y Anita le dice:
-Pero cómo ¿no es que ustedes viajan hoy a Caracas? ¿que llegan mañana en la mañana temprano?
Carlos le dice que no, que esa noche es el estreno. Y Anita:
- No puede ser. Porque fulana y fulano y sultano - los cinco ex del Nuevo Grupo- han sacado pasaje por Air France y están llegando mañana.
- ¡¿Cómo?! contestó Carlos- ¡No puede ser!
- Sí,
su regreso ya está pautado - le contestó Anita.
Entonces Carlos antes del ensayo se sube al escenario, nosotros estábamos todos sentados en la platea, y dijo:
-A partir de este momento quedan exonerados de Rajatabla, fulano, sultana, mengano, perengano y blabla. Y no cobraran absolutamente nada por traición.
Y Carlos nos dijo:
-¿Están ustedes dispuestos a quedarse hasta que las velas no ardan, si es posible hasta mañana, para ensayar y reemplazar a esa gente?
Y por supuesto todos dijimos que sí y al día siguiente
tuvimos un estreno magnífico.
EL PRINCIPIO DEL FIN
“Y la dirección de Carlos Giménez hace que la complicada trama sea admirablemente clara medida que la historia se mueve dentro y fuera de los recuerdos de los diferentes personajes.”
Te voy a contar otra vivencia muy importante sobre la manera
de compartir que tuvimos Carlos y yo. En el año 1989 yo me vine a vivir Ciudad
Guayana para compartir con Juan Pagés en La Barraca y le dije a Carlos que yo
seguía siendo Rajatabla, que iba a representar al grupo en esta ciudad.
Al año siguiente voy a Caracas y, como Rajatabla tenía un
convenio con el Hotel Caracas Hilton, yo siempre me quedaba ahí. Pero esa vez Carlos me dijo:
-¿Qué prefieres tú?
¿Ir a parar al Hilton y yo me quedo acá en el departamento o tú prefieres
quedarte acá y yo me voy al Hilton?
Yo preferí quedarme en el departamento de Carlos y dormir en su dormitorio, cómodamente, y sentir que estaba durmiendo en la cama de mi papá, porque como ya te dije, Carlos para mí era como un padre. Para mí eso era un honor
Siempre que yo iba nosotros teníamos la costumbre de
almorzar o cenar en el Hilton. Pero esa vez no fue así. Él iba todos los días a
comer al departamento, donde tenía una
señora como empleada de servicio, un asistente y una gata bellísima, muy bien
cuidada.
Una mañana suena el teléfono que estaba al lado de la cama de Carlos. Atiendo y digo:
- Aló,
buenos días.
-Buenos
días. ¿Está Carlos?
-No,
él no se encuentra ¿de parte de quién?
-De
Carlos Andrés. Ah, bueno, dígale entonces que se comunique urgente conmigo.
Y colgó. Llamo a
Carlos y le doy el recado. Y me dice:
-Ah,
es el presidente de la República. Yo soy su asesor de cultura. Bueno, que me
espere.
Yo no sabía que era el presidente de la república. Al día siguiente en la mañana vuelve a sonar el teléfono.
-Aló,
buenos días. ¿Quién habla por favor?
-Carlos
Andrés Pérez. Dígale urgente que se comunique conmigo.
Y cortó. Ni siquiera me dio chance para decirle que ya se lo había comunicado.
En ese momento yo no sabía que Carlos tenía sida. No lo sabía.
En ese lapso vino la Comedia Cordobesa de Argentina,
invitada por Carlos, y Carlos hizo una reunión bellísima para ellos en su departamento en Parque Central. E invitó también a gente de teatro de
Venezuela, como Elba Escobar. Y a los de la Comedia se les salió el ego
argentino y empezaron a echarse flores sin reconocer nunca todo lo que Carlos
había apoyado a la Comedia, todo
lo que él había aportado para darle movimiento,
para traerlos a Venezuela,
llevarlos a Estados Unidos y México,
darles proyección internacional; tienen una magnífica crítica en The NewYork Times gracias a Carlos, cuando dirigió a la Comedia y logró que Joseph Papp, el zar del teatro de Broadway, los invitara a actuar en Nueva
York.
Entonces en un momento Carlos interrumpió la charla y los echó a todos.
- ¡Se me van todos, desagradecidos! ¡Jamás van a valorar a
nadie! ¡Se van de acá! ¡Se van de mi vida! ¡No los quiero ver más!
Pero yo estaba
viviendo ahí y me puse a llorar. Entonces se me acerca la empleada y me
dice:
-Es
que él no se siente bien. No, no, tranquila, que tú no te vas a ir ni tampoco
tú - le dice al asistente que estaba noqueado por el hecho de que Carlos lo
había echado también, por poco no echó a la gata.
Pero la empleada no me dice que Carlos tiene sida. Pero yo había notado que el sistema de alimentación de Carlos había cambiado totalmente. Nada de condimentos fuertes, todo muy al natural, o sea, poca azúcar, casi nada. Bueno, un sistema de comida muy extraño para mí, pero yo nunca le pregunté por qué. Y posteriormente me enteré que tenía sida.
Bueno, te conté esta
anécdota para decirte qué poco
valoramos los latinoamericanos a quien nos ayuda, a quienes nos han dado una
mano fuerte, a quienes nos han abierto la puerta para poder uno proyectarse. Y
a Carlos, que ayudó tanto a tanta gente, a tantos grupos, nunca le
agradecieron nada. La soberbia, la
envidia, los celos, las traiciones, eso fue lo que recibió Carlos mayormente en
su vida.
Y para mí, esa noche fue el comienzo del fin de Carlos.
CARLOS POR ENCIMA DEL BIEN Y DEL MAL
Carlos estuvo siempre por encima del bien y del mal. Este
bien y mal condicionados a la educación, instrucción psico-cultural-religiosa,
entre otras cosas, para poder enfrentar las circunstancias en el mundo entero
con la dignidad que le ameritaba como extraordinario artista en el mundo del
teatro, como extraordinario director puestista, Con la inducción psicológica,
intelectual de cómo componer los personajes, fue un gran puestista a nivel
mundial.
Por eso la proyección de Carlos al día de hoy dentro de la
historia del teatro universal tiene un peso increíble.
Es inevitable que Carlos va a trascender a nivel de la historia del teatro universal en este siglo veintiuno mucho más, mucho más. Y se van a aprender muchísimas cosas de él.
Puerto Ordaz,
enero-febrero de 2023
Nota: Recordando
a Carlos Giménez por sus 30 años de su partida al infinito divino. Mis textos
aquí han sido muy bien redactados por una trascendente personalidad
latinoamericana: Viviana
Marcela Iriart, enero 2023
Recibí este material
desde Argentina. Súper agradecida por tan excelente redacción, casi con estilo
versión libre, de vuestra excelsa calidad analítica e intelectual,
respetabilísima Viviana. Siempre incondicional desde mi ser a nuestro grande
gran, Carlos Giménez. Él, desde el más allá, envió su energía para que nos
permitiéramos compartir tú, Viviana, mi persona y Carlos, irrefutable, mágica
como mística, gloriosa y honorable vivencia inolvidable como todo lo realizado
por Carlos, nuestro Carlos Giménez, más allá de esta vida. Siempre. Por siempre
y para siempre. Carlos, lenfant terrible.
Desde Puerto Ordaz,
ciudad Guayana, estado Bolívar, Venezuela. Mi valoración, respeto y alta
estima, con reiterado agradecimiento para ti, Viviana, de esta ermitaña artista
Mariel Jaime Maza.
Mariel Jaime Maza:
actriz, directora teatral, pedagoga argentina-venezolana. Fue fundadora de la Comedia Cordobesa en
Argentina, parte del grupo El Juglar de Carlos Giménez y junto con él
cofundadora del grupo Rajatabla en Caracas. Desde hace varias décadas vive en
Puerto Ordaz, donde se unió al grupo La Barraca de Juan Pagés. Ha actuado en numerosos países
y recibido numerosos premios.