"El teatro auténtico es una lectura de vida", mensaje por el Día Nacional del Teatro, por Carlos Giménez, Caracas, 28 de junio de 1989/ fragmento de la biografía "Carlos Giménez el genio irreverente" (2023) de Viviana Marcela Iriart



 


Mensaje por el Día Nacional del Teatro

 

Hoy, sobre todo hoy, la dinámica social nos lleva a convenir que nuestra relación con el teatro no puede ser estática.  El concepto absoluto tiende a aplastar más allá de las contingencias inmediatas, los propósitos y resultados más amplios. En estas circunstancias, difíciles para el mundo y críticas para nuestro país, la reflexión es una necesidad imperiosa. Si nos resulta complicado ser objetivos debemos, por lo menos, no perder de vista el OBJETO de nuestros esfuerzos. Un teatro auténtico siempre estará basado en una lectura de la vida que no se aleja de los problemas, sino que los enfrenta con pasión. Ese compromiso del teatro con la realidad, se valoriza y crece en momentos como éste.

La celebración del Día Nacional del Teatro no puede estar ausente en un propósito como el enunciado. Más que una celebración debe ser la reiteración de un compromiso. El teatro debe luchar por ganar espacios, imponer su lenguaje y defender su libertad.  Libertad de estética y de pensamiento que debe ejercer frente a funcionarios y estructuras, a modas y discriminaciones, pero por sobre todo entre sus propias filas. Un artista sólo inspirado en el talento de sus actos, puede penetrar y conmover el alma colectiva. He ahí tal vez un objetivo perentorio: conmover, agitar el espíritu y la conciencia del espectador contemporáneo, tratándolo como un compañero de camino, como un cómplice en la aventura de interpretar la vida y dejar testimonio luminoso del ser humano.

 Solo impulsando nuestro sentimiento de libertad asumiremos el compromiso de nuestra obra creadora; así aceptaremos la pluralidad de ideologías y de estéticas, incorporándolas al discurso de la “búsqueda”, que es la única constante posible en el sendero de la creación. En las escuelas, los escenarios, los talleres de investigación, los foros, las asociaciones, los sindicatos, las universidades, en la dirigencia o en la cátedra, huyamos del ABSOLUTO que aplasta los esfuerzos, estimula el resentimiento, dogmatiza la inspiración y cierra camino a los nuevos caminos. Celebremos la posibilidad de un teatro plural, capaz de transitar estéticas diversas, hacerles convivir en una sana competencia, sumando lecturas a la vida, haciéndola más rica y menos excluyente.

Esta defensa de la libertad ampliará horizontes, ganará espacios, nos alertará de la rutina, tumbará los viejos moldes de la frustración académica y hará de cada uno de nosotros, artistas de teatro, hombres y mujeres libres, capaces de crecer en la diferencia, dispuestos a volver sobre nuestros pasos en abierto reto al museo que congela.

El desafío es vivir la libertad creadora, no supeditarla jamás a otro interés que no sea el objeto final de nuestra causa: la interpretación del mundo con sus miserias y sus glorias. No es tarea fácil, en ella va el compromiso de la vida, la lucha permanente entre querer y poder. Como lo hemos venido haciendo entre aciertos y errores; como lo seguiremos haciendo para transitar hacia el teatro, el país y el mundo que queremos.

©Carlos Giménez

28 de junio de 1989

El Nacional, Caracas

 

 



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