UN COMPROMISO ASUMIDO por Lito Mateu, Córdoba, 22 de marzo de 2020








Aura Rivas y Lito Mateu





No puedo decir que me faltaron indicaciones y cuidados en el momento de asumir el personaje principal de El Coronel no tiene quien le escriba en la brillante y magnífica puesta de Carlos Giménez.

Durante mis vacaciones en Córdoba, después de dos años de trabajo incansable con Rajatabla, estudiaba el texto y seguía la puesta por el video que Paco Alfaro me había dado, teniendo en cuanta las indicaciones de Carlos y las recomendaciones de Pepe Tejera, que yo había podido medir mientras hacía el personaje de El Abogado en la gira por Alemania. Además me habían asesorado hasta los momentos en que podía permitirme relajar el personaje y darle un pequeño toque de humor, sin quitarle lo trágico de su esencia.

En Córdoba me encontré con Rafael Reyeros, un escenógrafo maravilloso que había diseñado la escenografía de El Coronel, con la que había ganado muchos premios, y con otras tantas escenografías estupendas realizadas por él tanto para teatro como para opera, además de ser el escenógrafo de la Comedia Cordobesa durante muchos años. Rafael me pidió que me integrase a su elenco para asistir al Festival Internacional de las Artes’93 en Costa Rica interpretando el personaje protagónico de “Tío Vania” de Anton Chejov, reemplazando a Jorge Arán quien había estrenado la obra. O sea que si el objetivo era descansar, no fue posible, ya que también se hicieron funciones en Córdoba.

Antes de aceptar el trabajo me comuniqué con Francisco Alfaro y Daniel López para saber cómo seguía la salud de Carlos y pedir autorización para llegar a Caracas a fines de febrero´93. Fui autorizado y pude hacer el reemplazo en la obra de Chejov.

Reyeros había realizado una puesta muy dinámica y actual que gustó mucho en Costa Rica, ya que el espectáculo distaba mucho de lo tradicional y el público se encontraba involucrado en la propia historia que propone Chejov en esta preciosa obra. Los actores guiábamos al público y los  invitábamos a participar. De alguna manera, al ingresar la gente se encontraba con los personajes deambulando por el espacio iluminados por luces de velas, como anunciando el drama que vivirían y con una cantante en vivo que creaba el clima de cada escena. En Córdoba el espectáculo se montó en el patio interno de una casa histórica, la Casa de España, y en Costa Rica se adaptó la puesta a una escuela que también era un lugar muy particular, una escuela cuya estructura había sido diseñada por Alexandre Eiffel.  Finalizado el compromiso con este elenco, viajé directamente a Caracas para integrarme a los ensayos de El Coronel. Llegué a fines de febrero.

Carlos estaba grave. Visité a Doña Carmen, su mamá, y a sus hermanas Anita y Norma y ellas me pusieron al tanto del estado de Carlos. Era irreversible.

No obstante, Rajatabla decidió que se hicieran los ensayos de El Coronel con mi incorporación en ese personaje; había poco tiempo, mucho dolor, pero también muchos compromisos asumidos. Daniel López se hizo cargo de la dirección de la reposición y el elenco en pleno me sostenía con su solvencia y manifiesto cariño y respeto.

Aquí debo agradecer infinitamente la colaboración y el profesionalismo de la Sra. Aura Rivas, quién interpretaba a  la esposa de El Coronel, apoyando mi esfuerzo por mantener las premisas de Carlos y sostener la calidad del espectáculo sin que él estuviera presente.




Adela Costantini y Lito Mateu en Tío Vania




El 28 de marzo de 1993 Carlos nos dejó.


En el elenco quedó la premisa de ese amor y respecto incondicional hacia Carlos más allá del dolor que sentíamos, y en mí la promesa de ser “su Coronel” y responder a su generosidad con mi agradecimiento tanto hacia él como hacia Pepe Tejera, porque me hicieron el honor que jamás he recibido: confiar ese tesoro en mis posibilidades profesionales.

Despedimos a Carlos con un inmenso dolor cantado su canción favorita “Te quiero” de Mario Benedetti que en sus estrofas finales dice “Te quiero en mi paraíso, es decir que en mi país, la gente viva feliz aunque no tenga permiso. Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo, y en la calle codo a codo somos mucho más que dos”.

Era hora de respirar hondo y asumir los compromisos. Rajatabla modificó la gira prevista y estrenamos en Caracas en la Sala Anna Julia Rojas del Ateneo como homenaje a ese incuestionable creador que había puesto a Rajatabla y al teatro venezolano en la mira internacional como  un referente de calidad indiscutida.

El estreno de la reposición estuvo lleno de lágrimas y dolor, en cada escena, en cada movimiento, en cada texto nos sonaban las palabras de Carlos… “no se emocionen ustedes, tienen que emocionar al púbico…” El aplauso final no fue para nosotros, y estoy seguro que llegó tan alto que ellos estaban orgullosos.

Las críticas fueron muy generosas conmigo y no tuvieron el mal gusto de comparar. Por el contrario, me alentaron y felicitaron por la valentía de ponerme en esos zapatos.

Luego vino la gira a Colombia. El Festival de Manizales, estupendo y con críticas muy elogiosas, y finalmente un sueño que Carlos tenía: llevar la obra a la Calle Corrientes en la Ciudad de Buenos Aires. ”Corrientes… la calle que nunca duerme..!”

 Con la incorporación a la producción de Percy Llanos, esposo de Ana Giménez, desembarcamos en el majestuoso Teatro Astral, un ícono del teatro porteño.

El pudor me impide hablar de los resultados, pero custodiados por ese querido amigo Percy, hicimos una temporada hermosa y nos dimos el gusto de tener una enorme cartelera a todo lo alto del teatro con la foto de Carlos.

Público, periodistas y actores argentinos nos esperaban a la salida de las funciones para saludarnos, abrazarnos y darnos las condolencias por la ausencia de Carlos.

Hicimos funciones a la tarde para adolescentes porque García Márquez es material de estudio en las escuelas secundarias de Argentina, además de las funciones nocturnas  para todo público.

Esta anécdota es preciosa: luego de una función para colegios nos esperaban en el hall del teatro muchos estudiantes que nos abrazaban y daban las gracias. Una niña de unos diez años se acercó a mí con los ojos llenos de lágrimas, me dio un beso y con sus  manitas me acarició, preguntándome: “¿Y el gallito? Con quién se queda el gallito? No me gusta que se muera el coronel..!” Solo le devolví  el beso porque no tenía palabras y sí un nudo en la garganta, pero otra nena que estaba en el grupo, supongo que de la misma edad, comentó: “¿Quién te dijo que el coronel se muere? Lo que muere es la esperanza, la ilusión por las promesas que no le cumplieron. Él no puede morir porque nunca estuvo vivo, solo fue una pesadilla horrible..!” Una vez más mis compañeros me salvaron del naufragio intelectual, ella había entendido el mensaje de García Márquez  y de  Carlos más que yo. “Gracias muchachos –dijo Germán Mendieta- disculpen pero tenemos que descansar porque luego tenemos otra función”.  

Me fui a descansar, pero no pude cerrar los ojos porque esas palabras me daban vuelta por la cabeza, eso me dio la dimensión exacta de lo que el público receptaba de esa grandiosa puesta y de nuestro trabajo. Solo voy a rescatar una crítica de las que salieron por la televisión nacional donde dijeron: “Vea esta versión de El Coronel no tiene quien le escriba por el Grupo  Venezolano Rajatabla, esto es teatro, pero teatro de verdad, del bueno. Si Ud. Cree que no le gusta el teatro lo desafiamos a que vea a este grupo, que conozca a este excelente  director, Carlos Giménez, este trabajo de equipo, estos primerísimos actores y recién después podrá opinar sobre teatro, pero teatro con mayúscula..”







Casi sobre el final de la temporada en el Astral se nos informó que haríamos tres funciones en el Teatro del Libertador de Córdoba, miren como uno sale de un punto de partida y el destino te trae de regreso al mismo punto: en ese teatro yo había comenzado mi carrera de actor en el año 1967 dirigido por Carlos Giménez, cuanta vida en el medio..! Y volvía protagonizando una obra maravillosa y dirigida por el mejor…!

No retorné a Caracas con el elenco sino que me quedé en Córdoba para ver a mi familia y por pedido de Percy avanzar con la promoción del espectáculo.

En Córdoba estaban programadas tres funciones, pero debido a la gran demanda de entradas (en los primeros días se habían agotado todas las localidades)  programaron un total de diez presentaciones más, las que también se agotaron enseguida, pero no  hubo chance de otras funciones debido a la programación del teatro.

Ya en Córdoba, y en mi casa hice tiempo de repensar mi situación personal y hablé con la Junta Directiva de Rajatabla para informarles que no me quedaría a vivir en Caracas pero que estaba dispuesto a cumplir mi promesa y viajar cuando hubiese funciones de esa obra, y así lo hice.

Como broma, mis amigos venezolanos me solían preguntar “¿a que no sabes para qué sube un argentino al Ávila?...Para ver cómo se ve Caracas sin él…” Y nos reíamos mucho porque en realidad me decían que yo era un argentino raro, porque no era soberbio como otros compatriotas míos.

Broma aparte, Rajatabla sin Carlos se veía distinta y sin embargo el Ávila seguía siendo hermoso y mi paseo favorito. Pero comenzaron los avatares políticos que todos conocemos y no tuve la valentía o las ganas de reiterar lo que ya había vivido en Argentina; además  debía reintegrarme a la Comedia Cordobesa donde tenía aún el cargo ganado por concurso y podía perder la estabilidad si persistía en mi ausencia. Mi papá estaba grave, mi familia también me necesitaba.

Y pasaron varios años, pasaron varias puestas, pasaron muchas críticas, buenas y de las otras, y solo regresé a Caracas muchos años después a poner en escena con la Comedia Cordobesa “El veneno del Teatro” (Rodolf Sirera) . Cuando entré a la Sala Rajatabla  tuve la sensación que nunca me había ido de allí aunque en Venezuela había cambios perceptibles a simple vista.

Hace unos meses, invierno de 2019, fui a dar un paseo por el centro comercial de Córdoba, a tomar un café en el tradicional bar Sorocabana y luego una recorrida por la Plaza Colón, frente a la Catedral, como siempre, distraído, pensando en nada, disfrutando ya de mi jubilación como actor después de cincuenta años sobre el escenario, cuando un señor me gritó “Adiós, Coronel…! Cuando nos vemos compadre?” Sorprendido saludé y agradecí y seguí mi camino pensando en una frase que decía ese personaje que, de alguna manera, graficaba  la sensación que me dejó ese momento: “Veo pasar mi vida como en una pantalla de cine…” En realidad nadie sabe el valor de lo vivido hasta que todo se convierte en recuerdo.



Córdoba, 4 de marzo de 2020

Fuente material gráfico: Lito Mateu





 ÁNGEL LITO FERNÁNDEZ MATEU

Actor cordobés. Perteneció al elenco oficial de la Comedia Cordobesa y fue integrante del grupo El Juglar de Carlos Giménez. Ha transitado todos los géneros artísticos, desde el circo (donde nació), el radioteatro, el teatro, el café-concert, el music-hall, la televisión y el cine. Con la obra El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez y dirigida por Carlos Giménez, recorrió los principales teatros de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Ha recibido numerosos premios en Argentina y Venezuela.