QUINTO APUNTE por Lito Mateu, Córdoba, 4 de marzo de 2020



Francis Rueda y Ángel Fernández Mateu







ALGO QUE NUNCA HE CONTADO



Estando en Caracas, en marzo de 1992 yo cumplía mis cuarenta y cuatro años,  no dije nada a nadie, pero hubo un llamado de mi mamá desde Córdoba que quedó en la grabadora de mensajes de Rajatabla, o sea que todos se enteraron. Algunos me saludaron cordialmente y nada más. Ensayamos como todos los días y Carlos decidió terminar antes el ensayo porque tenía una reunión. Regresé al departamento que compartía con Roberto Stopello y tomamos una merienda sin que tocáramos el tema del cumpleaños. Al cabo de un rato sonó el teléfono y Roberto me dijo que era Carlos quién quería hablar conmigo: Mira Lito, prepárate que luego te pasan a buscar y cenaremos juntos por tu cumpleaños, me dijo. No podemos salir mañana? le contesté. No, me dijo, mañana no puedo, así que es mejor que salgamos hoy. Evidentemente Roberto también estaba invitado porque en menos de lo que canta un gallo estaba vestido, y al cabo de una media hora nos pasaron a buscar. Fuimos a un restaurante muy hermoso en El Hatillo, cenamos rico y a los postres Carlos dijo: “Esto no termina aquí, vamos todos a Mata de Coco”, un lugar bailable muy divertido en Caracas, pero todo me parecía una locura, nada previsto, y de pronto en Mata de Coco estaban todos mis compañeros de Rajatabla y amigos que había hecho en Venezuela. No lo podía creer! Andresito Vásquez me dijo: Y ahora prepárate que viene lo mejor!!

En el escenario de aquel lugar apareció nada menos que Mirtha Pérez cantando La Nave del Olvido, una de las canciones favoritas de mi juventud, cuando finalizó la canción, la gran artista dijo que era un día especial y que todo era un festejo para una persona especial: entraron una mesa con rueditas y con una enorme torta de cumpleaños con las velitas encendidas, tuve que ir al centro de la pista a recibirla y ella… Mirtha Pérez me cantó el feliz cumpleaños junto con todos mis compañeros.  Comimos la torta, bailamos, nos divertimos hasta muy tarde y luego me llevaron hasta mi departamento.  Al cerrar la puerta creí que por fin estaba despertando de un sueño cuando al entrar al dormitorio mi cama parecía una góndola de navidad  llena de regalos de todos, otra sorpresa confabulada,  lo único que se me ocurrió fue acostarme entre los paquetes y abrazarlos a todos y cada uno y dormirme entre ellos. Creo que esta fue  la fiesta de cumpleaños más hermosa que he tenido. Al otro día, más calmo, fui abriendo uno a uno los paquetes, regalos que aún conservo.

Solo lo cuento por mostrar otra cara de Carlos y del Grupo Rajatabla:  tramaron en silencio toda esa puesta en escena para que no me diera cuenta y sorprenderme con tanto afecto! ¿Y después me preguntan por qué quiero tanto a Venezuela y su gente? Debo añadir que Ana Giménez se enteró al día siguiente y me llamó por teléfono para invitarme a cenar esa noche. Comida deliciosa, buen vino, muchos tangos con historias contadas por Percy Llanos que era fanático y lo sabía todo..!  Para el final la nostalgia: la mágica voz de Mercedes Sosa. ¿Algo más?


Iz. a derecha: Roberto Stopello, Carlos Giménez,
Lito Mateu y Jorge Arán, Nueva York









“UN  ABRAZO  INCONCLUSO”

Entre tantos proyectos que se presentaban tuve acceso a uno que me dio la dimensión exacta de las aspiraciones artísticas de Carlos, las otras, las personales, creo que estaban supeditadas a las anteriores y no se dejaban ver con facilidad.

Aprovechando la llegada de Raúl Brambilla a Venezuela, Carlos consideró que era una oportunidad precisa para idear un proyecto que involucrara a varios países: LA COMEDIA LATINOAMERICANA. Citó entonces a un excelente autor venezolano, Marcos Purroy, y les encomendó a ambos la realización de un libro teatral que diera inicio a ese proyecto. El tema sería el histórico encuentro entre José de San Martín y Simón Bolívar en Guayaquil, sin necesidad de que fuera un texto épico, sino que basado en ese momento histórico se pudiera tratar el tema de los anhelos, los éxitos y fracasos de los próceres de la emancipación americana, y su discutido abrazo en esa ciudad ecuatoriana.

El proyecto sería financiado por el productor Joseph Papp y los propios estados involucrados en el mismo, contando en el elenco con la presencia de actores y técnicos de todos los países.

En una de las primeras reuniones surgió el posible título del espectáculo: “Volver a Guayaquil”, y ambos próceres no se verían como tales sino como dos jóvenes periodistas que llegaban a esa ciudad para escribir sobre el acontecimiento histórico, el supuesto abrazo entre ambos. Pero como en un sueño, ambos personajes llegaban a identificarse  tanto con ellos que en sus discusiones ideológicas y políticas se podían desentrañar las relaciones entre ambos próceres. El dueño del hotelito donde los periodistas se alojaban también entraba en el sueño de los jóvenes identificándoselo como Giuseppe Garibaldi, el prócer italiano que más luchó por la unidad y la libertad en su país, para mediar en las discusiones y atenuar la euforia de los jóvenes próceres cuando cada uno exponía sus ansias de libertad, y en esos casos el italiano anteponía su amplia experiencia en esos temas apaciguando la euforia de los periodistas y devolviéndolos a la realidad. Obviamente también estarían presentes en el sueño Manuela Sáenz y Rosa Campuzano para hacer presente la visión femenina en aquellas jornadas decisivas para la época en esas dos mujeres que comprometieron su vida en pos de la emancipación.

Al iniciar las primeras lecturas, Carlos me invitó a participar, junto a Diego Balaguer, actor de destacada trayectoria en televisión que leería el personaje de José de San Martín; Germán Mendieta, excelente actor venezolano leería las partes de Simón Bolívar  y yo leería a Giuseppe Garibaldi, creo que por mi conocimiento del idioma italiano, mi lengua materna. Sé que en otros roles participarían actores de diferentes países conforme donde transcurriera cada episodio o escena. Carlos escuchaba las lecturas y hacía sus propuestas y sugerencias de las que los autores tomaban nota para seguir elaborando el libro y proceder a modificar o ampliar la temática abordada.

Pero el tiempo era algo que atormentaba a Carlos y este proyecto fue uno de los que quedó en el camino, al menos mientras yo estuve en Caracas. En realidad no sé las razones pero inmediatamente se nos comunicó otra propuesta: la puesta en escena de la segunda parte de Casas Muertas novela de Miguel Otero Silva, adaptada y guionada por Larry Herrera  titulada Oficina Numero Uno.



DE LA EMANCIPACION AMERICANA A  EL TIGRE







Rajatabla había llevado a escena la primera de las novelas de Miguel Otero Silva, Casas Muertas, años anteriores a mi llegada y con mucho éxito, ahora le tocaba a la segunda parte. Carlos viajó con un grupo de asistentes más directivos de Rajatabla al pueblo de El Tigre, donde acontecía esta segunda parte de la historia, a fin de recoger anécdotas y vivencias contadas por los propios pobladores, algunos todavía vivos, de cómo se trasladaron del primer caserío a El Tigre, donde en 1933 se había abierto el primer pozo petrolífero de Venezuela. Carlos aprovechaba estas historias para darle el clima y el color a su puesta, que en la primera lectura me supo a un Amarcord venezolano. Una realidad muy “fellinesca”, y eso se vería luego en la increíble puesta de Carlos.

Antes de comenzar los ensayos me citaron a una reunión con Francisco (Paco) Alfaro y Carlos quienes me propusieron dos cosas: primero me ofrecieron participar en Oficina Numero Uno como reemplazo de Pepe Tejera en el caso de que este no pudiera hacer alguna función. Lo acepté sin titubeos. La segunda, más comprometida fue integrarme al elenco de El Coronel no tiene quien le escriba porque la compañía debía viajar al Festival Movimientos’92 de Alemania visitando varias ciudades con una gira ya programada (Frankfurt, Düserldorf, Colonia y Hamburgo). La idea de Carlos era que yo me integrara haciendo el personaje de “El abogado”, personaje que hacía Pedro Pineda quien también estaba en Oficina Número Uno y debía quedarse en Caracas para el montaje de esa obra. Además, como yo venía teniendo reuniones con Pepe y Carlos respecto al personaje de “El Coronel”, creyeron oportuno este reemplazo para que yo tomara el “pulso” de la obra. Por supuesto que acepté.

De manera que al mismo tiempo que ensayaba Oficina Número Uno, ensayaba el personaje de “El abogado” de El Coronel, asistido por Carlos, Daniel López y el mismo Pedro Pineda.

Pero como si todo esto fuera poco, Carlos decidió hacer otra puesta con el elenco del Teatro Nacional de Repertorio en La casa del Artista y eligió El Campo, una obra estupenda de la autora argentina Griselda Gambaro. Los actores, como siempre, un lujo: Francis Rueda, Karl Hoffman, Vito Lonardo, Irabé Seguias, actores del Taller Nacional de teatro y yo.

Obra de arte aparte fueron la escenografía, el vestuario y la  iluminación.  Augusto González y Marcelo Pont Vergés se hicieron cargo de lo primero y el diseño lumínico fue del excelente diseñador mexicano Ángel Ancona. Asistente de producción, como siempre, mi querido Andresito Vásquez, entre otros.



UN NUEVO DESAFIO INTERPRETATIVO


Ángel Fernández Mateu


Mi personaje en El Campo fue Franco, una víctima-victimario que oscilaba entre Hitler, Franco y Mussolini, que destruía física y moralmente a sus víctimas en un supuesto campo de concentración donde la autora denunciaba magistralmente las cárceles del pueblo que existieron durante la dictadura militar en Argentina. Y digo “magistralmente” porque la Gambaro tuvo la valentía de estrenarla en Buenos Aires en pleno proceso militar, y no pudieron prohibirla porque está tan bien escrita que todos creyeron que se hablaba de un campo de concentración nazi.

El personaje me costó mucho, no por desconocimiento de la temática, sino precisamente por haber vivido en el horror de ese contexto en mi país. Es bueno aclarar que la autora de El Campo, Griselda Gambaro, junto a María Elena Walsh, Mercedes Sosa, Susana Rinaldi y Nacha Guevara fueron algunas de las mujeres que abiertamente se manifestaron en contra de la dictadura militar en el ambiente artístico, ellas fueron las que alentaron y apoyaron los movimientos de los emblemáticos pañuelos blancos de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, desde su poder intelectual y popular.

Con la gente de Rajatabla y del TNT yo era uno más entre ellos, pero mi suerte me jugaba una vez más una buena pasada: Karl Hoffman fue un compañero estupendo, un actor de fuerte presencia escénica y  un carisma especial con quién jugábamos escenas muy difíciles apoyándonos mutuamente y Francis Rueda dio vida al personaje de Emma, logrando un trabajo que jamás olvidaré, el horror que transmitía desde ese texto maravillosamente interpretado me hicieron admirarla función tras función, además de refugiarme en su ternura y su capacidad de protección e intuición femenina cuando me veía llegar a  límites de compromiso para un actor que me afectaban personalmente.

La obra se estrenó en junio de 1992 en la sala de la Casa del Artista, las críticas fueron estupendas y el público se quedaba a esperarnos a la salida del teatro y me preguntaba horrorizado si eso había ocurrido así, el espanto que provocaba  los asustaba.

Una vez más Carlos sorprendía al público con una puesta que los dejaba por momentos sin respiración por la violencia y la paranoia denunciadas.

Francis recibió por ese trabajo el Premio Mejor Actriz de Venezuela y tuvo la  altísima humildad- la de los grandes-  de agradecer al elenco y compartir ese premio con todos nosotros.







EL CORONEL EN ALEMANIA






Hubo dos reemplazos para esta gira: yo reemplazaría a Pedro Pineda en el personaje de El Abogado y Karl Hoffman a Daniel López en El Médico ya que ambos estaban en Oficina Numero Uno, obra que se estaba representando en el Ateneo de Caracas con mucho éxito. O sea que los últimos días nos la pasamos corriendo de ensayos a funciones, pero todo estuvo listo en tiempo y forma para el viaje y el proyecto se cumplió en su totalidad: se estrenó El Campo, Oficina Número Uno y viajamos a Alemania.

En realidad debí reemplazar a Pepe en algunas funciones de Oficina Numero Uno y tuve el placer de trabajar con dos actrices estupendas: la Sra. Elba Escobar y compartir escenario por primera vez con Teresa Selma, a quién conocía del cuerpo de profesores del Taller Nacional de Teatro. Como verán, puedo decir que he tenido el honor de trabajar con un grupo de excelentes actrices y actores venezolanos.

Volviendo a El Coronel, mi ingreso a esa maravillosa puesta de Carlos Giménez sobre el libro de Gabriel García Márquez fue muy cuidada desde lo estético, lo interpretativo y sobre todo lo afectivo. Todos los días, Carlos, se hacía un tiempo en sus múltiples actividades (charlas, conferencias, prensa) para hablar conmigo sobre el personaje de El Coronel, en el reemplazo que yo debía hacer del personaje principal, lo mismo que Pepe Tejera quién cada día me daba más pautas sobre el trabajo. Con nosotros viajó mi querida y admirada amiga, la actriz Pilar Romero quién me ayudó mucho para limar un poco mi acento argentino y hacer que se escuchara más neutro. De manera que mis posibilidades de conocer algo de Alemania, de pasear,  estaban muy acotadas con tanto trabajo.

Hay una anécdota preciosa de esa gira que quiero destacar y que ocurrió en Hamburgo. Al finalizar cada función, todos los actores dejábamos la ropa sucia del barro del escenario en un canasto que a la mañana siguiente la gente de producción llevaba a lavandería para que estuviera limpia para la próxima función, o sea que allí iban camisas, pantalones, toallas, pañuelos, etc. Una mañana estábamos desayunando y aparecieron José Sánchez y Rolando Jiménez –ambos encargados de la lavandería además de actores- pálidos y con un gesto inolvidable… la ropa había desaparecido y el canasto estaba vacío..! Preguntaron, y traductor mediante, se enteraron que las señoras que limpiaban la sala creyeron que era ropa que ya no se usaría y la botaron con la basura…! No encontramos nada, y Paco Alfaro decidió salir de compras con nosotros para reponer lo perdido y poder actuar esa noche.
La gira terminó un poco antes de lo previsto debido a la salud de  Pepe y de Carlos.



Al llegar a Caracas, Paco Alfaro me dio un video con la puesta completa  de El Coronel para que yo terminara de afinar el personaje.

En esta vorágine de emociones y trabajo yo necesitaba un descanso, quería viajar a Córdoba para ver  mi familia, ya que mientras estábamos en Colonia recibí la noticia de que mi papá había enfermado. Lo hablé con la Junta Directiva, quienes me pidieron que viajara recién a fines de diciembre porque Oficina Numero Uno seguía llevando mucho público y era necesario reemplazar a Pepe, y que la Institución se ocuparía de  mi pasaje a Córdoba por lo complicado de las reservas en esa época del año. Así lo hice. Se me otorgó una licencia de todo enero y febrero, con el compromiso de regresar a Venezuela a fines de febrero´93 para iniciar los ensayos finales y comenzar la gira que estaba prevista por toda Suramérica con El Coronel.

Lamentablemente Pepe Tejera falleció cuando yo estaba por partir.
Antes de viajar fui a visitar a Carlos, ya había llegado su mamá, doña Carmen y al despedirme él me hizo que le prometiera que volvería en febrero porque quería que fuese “su Coronel”.

El viaje a Argentina fue de lo más complicado y cuando ahora lo  pienso hasta divertido. El día antes de partir con mi pasaje debidamente chequeado, las líneas aéreas Viasa y Aerolíneas Argentinas se pusieron en huelga y no tenía chance alguna, era 30 de diciembre, por mediación de Rajatabla me permitieron abordar (a escondidas)  un avión de Alitalia en un asiento de azafata, que me llevó hasta Bogotá, de allí en más en cada aeropuerto tenía que suplicar mostrando mis pasajes en las ventanillas de Aerolíneas Argentinas para que me permitieran viajar, así llegué a Perú, luego a Bolivia, a Chile, y de allí pude viajar a Mendoza, una provincia argentina, desde la que llegué a Córdoba en un avión ambulancia que trasladaba una persona accidentada y la familia me permitió que ocupara un asiento libre. Llegué a mi casa en Córdoba el 31 de diciembre´92 a las 11 p.m. justo para el brindis. Una odisea, pero con final feliz porque encontré a toda la familia sentada a la mesa de fin de año.

Un brindis lleno de emociones y anécdotas para contar entre abrazos y lágrimas, en fin, estaba viviendo un sueño y quería compartirlo con mi familia, además de darles la noticia de que Carlos me proponía quedarme en Caracas para seguir trabajando con él en Rajatabla pero esta vez no iría solo, sino con mis padres quienes por su edad, también me necesitaban cerca.

Córdoba, 4 de marzo de 2020

Fuente material gráfico: Lito Mateu








 ÁNGEL LITO FERNÁNDEZ MATEU

Actor cordobés. Perteneció al elenco oficial de la Comedia Cordobesa y fue integrante del grupo El Juglar de Carlos Giménez. Ha transitado todos los géneros artísticos, desde el circo (donde nació), el radioteatro, el teatro, el café-concert, el music-hall, la televisión y el cine. Con la obra El Coronel no tiene quien le escriba, de García Márquez y dirigida por Carlos Giménez, recorrió los principales teatros de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Ha recibido numerosos premios en Argentina y Venezuela.







 

 



 

Foto: Marcelo Pont