¡Bravo, Carlos Giménez! Xiomara Moreno, directora y dramaturga: “Carlos fue el Diaguilev del ballet ruso para el teatro Rajatabla” /entrevista de Viviana Marcela Iriart, Caracas, 10 de octubre de 2023

 





 


¡Bravo, Carlos Giménez! Porque Carlos (Argentina 1946-Venezuela 1993) en apenas 30 años de carrera dirigió más de 100 obras de teatro en Argentina, Venezuela, México, Perú, Nicaragua, España y Estados Unidos, donde fue invitado por el mítico productor Joseph Papp, y creó  -entre otras - nueve instituciones culturales de gran importancia en Venezuela y Argentina.

¡Bravo,Carlos Giménez! Porqué creó  el Festival Internacional de Teatro de Caracas, junto a la entrañable y talentosa María Teresa Castillo;  el Instituto Universitario de Teatro  (IUDET), el Grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro (TNT), el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela (TNJV), el Centro de Directores para el Nuevo Teatro (CDNT), ASITEJ (Asociación Internacional de Teatro para la Juventud, Capítulo Venezuela)  y, en Córdoba,  el Festival Latinoamericano de Teatro y el grupo El Juglar cuando todavía era adolescente.

 ¡Bravo, Carlos Giménez! Porque cuando Gabriel García Márquez, Premio Nobel de Literatura,  vio El Coronel no tiene quien le escriba adaptada y dirigida por ti, dijo de sus personajes: “No los reconozco, los conozco. No los había conocido, los conocí ahora. Yo me imaginaba cómo eran, pero nunca los había visto. Ahora los vi.”

¡Bravo, Carlos Giménez! Por haber llevado a Venezuela lo mejor del teatro del mundo, permitiendo que tomáramos talleres con los grandes Maestros y Maestras y ver sus espectáculos a precios populares: Tadeusz Kantor, Berliner EnsemblePeter Brook, Giorgio StrehlerPeter SteinLindsay KempPina BauschNorma AleandroVanessa RedgraveKazuo OnoTomaz PandurEva BergmanEugenio BarbaYves LebretonPeter Schumann,   Antunes FilhoGilles MaheuSantiago GarcíaDarío FoEls JoglarsFranca RameEllen StewartJoseph Papp,  Andrezj WajdaDacia Mariani

¡Bravo, Carlos Giménez! Por hitos como Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias,  Bolívar y La Muerte de García Lorca de José Antonio Rial, Martí, La Palabra de Ethel Dahbar, La Honesta Persona de Sechuan de Brecht, Tu país está feliz de Antonio Miranda, El Campo de Griselda Gambaro, La señorita Julia de Strindberg, Peer Gynt de Ibsen, El Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez…  Porque sus obras fueron ovacionadas en Europa, Estados Unidos y América Latina.  Porque su talento como director y gerente cultural fue único, extraordinario, irrepetible en la escena latinoamericana.

 ¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 19 años gana sus primeros premios internacionales en los festivales de teatro de Cracovia y Varsovia (Polonia), otorgados por el Instituto Internacional de Teatro-Unesco (ITI) y participa en el Primer Festival de Teatro de Nancy (Francia).

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque a los 22 años recorre América Latina por tierra haciendo teatro para las hijas y los hijos de los mineros, los pescadores, las campesinas, los olvidados y olvidadas de la tierra y nunca dejó de hacerlo.

¡Bravo, Carlos Giménez! Porque fue generoso, amable, humilde y agradecido, aunque a veces la leyenda diga lo contrario. Un ser humano con todas las virtudes, defectos y contradicciones de los seres humanos.

 ¡Bravo, Carlos Giménez! 

Porque fue un genio.

Y me haces mucha falta. 

 

 


 

¿En qué año y en qué ciudad conociste a Carlos Giménez?

En Caracas, en 1977 o 1978. Yo era estudiante de bachillerato. Mi hermano y yo pertenecíamos al Grupo de Teatro del Liceo Rafael Vegas, el TEIO dirigido por José Simón Escalona y como el Grupo Theja se presentaba en el Festival Internacional de Teatro de Caracas, nos dieron pases de cortesía para ver obras de teatro. Vi La Revolución de Isaac Chocrón, actuaban José Ignacio Cabrujas y Rafael Briceño, y entre otras, y la gente que se hacía alrededor del festival, lo conocí.

Ya yo sabía quién era, porque cuando era estudiante del segundo año de bachillerato, habíamos ido a ver Fiebre del Grupo Rajatabla en el antigua sala del Ateneo, y nos había impresionado tanto que nació el deseo de hacer teatro, y en lo personal, de hacer luces de teatro.   Ver esa obra marcó mi vocación porque fue a partir de allí que quise hacer teatro. Lo que me movía era el espectáculo tan perfecto y sincronizado. Yo quería ser directora como ese director que montaba una obra sobre la dictadura de Gómez, donde los protagonistas eran los estudiantes y donde estaba magistral en su actuación Lucio Bueno. Yo quería ser la creadora de un espectáculo tan bueno como ese y emocionar a la gente sin necesidad del melodrama. Yo quería repetir esa emoción en el público.

¿Qué te pareció Carlos? ¿Intimidaba?

Carlos Giménez era un hombre muy buen mozo y además con mucho carisma y con un gran don de palabra que lo hacía encantador. ¿Intimidar? No. Todo lo contrario, era “divertido”, igual te hablaba de algo muy serio, casi de inmediato te hacía reír con una ocurrencia. De cualquier manera, siempre guardé las distancias con los maestros, como una forma de respeto y por esa manera mía de no sobrepasar los límites tampoco trascendí en su vida personal. Para mí era uno de los muy importantes directores de teatro del mundo en ese momento y yo era una estudiante o una iniciante del teatro. En la escala, él estaba en lo más alto y yo apenas en el primer peldaño. 

 ¿Carlos ya era famoso y poderoso?

Desde que yo era estudiante de bachillerato, Carlos Giménez era famoso y poderoso. Salía en los periódicos, sobretodo en “El Nacional” donde aparecía en páginas completas, y yo tendría unos trece o catorce años cuando  su grupo Rajatabla hacía representaciones esporádicas de teatro en una cancha de básquetbol en el INCA frente al Cuartel de Catia, a la cual mi mamá nos llevaba porque quedaba cerca de la casa.  Y lo hacían con luces y todas las de la ley del espectáculo. Así que yo sabía que era una persona importante del mundo de la cultura al igual que Román Chalbaud. Pienso ¿qué entendíamos por una persona importante?  Primero que nada que conociéramos sus nombres y los ubicáramos en sus áreas de trabajo, teatro o cine, siendo apenas unos adolescentes que estudiábamos en un liceo público.

¿Crees que Carlos cambió cuando se convirtió casi en el hombre más poderoso de la cultura venezolana?

No. Él era un triunfador y un excelente relacionista público para poder acceder a esas alturas que le proporcionaban el suficiente poder para mantener su sala y su elenco, hacer sus montajes, moverlos por el mundo y para invitar grandes artistas internacionales al FITC. Él tenía ese mismo manejo que hemos visto en José Antonio Abreu, el don de la constancia y el trabajo para hacer realidad sus sueños y eso es encomiable, él fue el Diaguilev del ballet ruso para el teatro Rajatabla.

¿En qué obras, festivales o instituciones trabajaste con él?

Él vio una función de mi obra Geranio (1989) con el Grupo Theja en la Sala Horacio Peterson y nos invitó a presentarla en el FITC. Luego, me invitó a hacer una versión de la obra Peer Gynt de Henrik Ibsen para montarla con el Grupo Rajatabla, pero él tenía varios proyectos a la vez y no se pudo concretar mi participación aunque tuvimos varias reuniones y llegué a hacer un primer papel de trabajo que no llegó a leer porque la vida era de otra manera: no existían todavía las computadoras, mucho menos el Internet para enviar copias ni el celular y las copias se hacían con stencil, así que la distribución del primer material escrito por alguien era muy resguardado y solo se le leía en voz alta al interesado; y esto no se pudo llegar a hacer.

Después se buscó crear una “Asociación de Grupos de Teatro” y yo fui en representación del Grupo Theja, nos reunimos Carlos Giménez, Dita Cohen y yo, y armamos una propuesta, pero tampoco  terminó “cuajando” por distintos y largos motivos ajenos a los interesados.

También está mi trabajo con el TNJV (Teatro Nacional Juvenil de Venezuela), donde ya mi hermano Javier había fungido como dramaturgo estable en Caracas y en Valencia, y  Carlos Giménez me invitó a dirigir. Tenía un gran elenco de jóvenes del TNJV: Antonio Delli, Rolando Felizola, entre otros, además de la asistencia de dirección de Roberto Stopello. El proceso fue muy bueno y yo estuve muy orgullosa de mi trabajo y del resultado artístico que se logró.

Pero como nunca falta un diablo en la fiesta del Señor: En el estreno de la obra hubo un impase durante el brindis, y del cual no fui testigo porque ya me había ido a celebrar a una tasca con “tablao flamenco” con mis amigos (el actor Luis Fernández y la escritora Abigail Trousser), pero sé que Carlos arremetió en gritos contra el Grupo Theja por culpa de un artículo malicioso que había publicado Javier Vidal en El Universal.

Por último está la primera entrega del Premio “Marco Antonio Ettedgui” en la Sala Ríos Reyna del Teatro Teresa Carreño, donde él me escoltó por toda la escalera para recibir la Mención Especial, porque yo ya había sobrepasado la edad requerida para optar al premio. (En esa época se entregaba un solo premio y no como ahora).

¿En cuál te gustó participar más y por qué?

Bueno… Lo de Peer Gynt, porque además de que la obra me encantaba desde que era estudiante de la universidad y recibía clases de Teatro Contemporáneo con Juan Carlos Gené y quería hacerla, cuando Carlos Giménez me preguntó qué obras del teatro universal me gustaban para ser montadas, le dije: Peer Gynt de Ibsen y El Mayor Monstruo del Mundo de Calderón de la Barca. Él escogió la primera. Así que hacer esa versión generó varios encuentros con Carlos Giménez, en su oficina o en la Sala Anna Julia Rojas donde supervisaba un montaje y pude conocerlo mejor, saber cuál era su imaginario como director y como artista. Eso fue una buena experiencia. En realidad todas fueron buenas, no me decantaría por ninguna en especial. Lo cierto es cuando veo hacia atrás, me doy cuenta que se vivía la vida tan apresuradamente que no había cabida para regodearse en lo que se hacía. Se hacía y se pasaba a otra cosa.

¿Cuál de sus obras de teatro te impactó más y por qué?

Hay varias y por distintas razones: Está Fiebre por ser la que determinó que yo quisiera hacer teatro. Eso fue contundente.

El montaje de La Orgía y su maravilloso trabajo del esperpento. Fue algo importante en lo estético, igual que Señor Presidente.

Historia de un caballo que era un musical y se hizo en el Teatro Las Palmas. Bellísimo y muy empático con el público.

Pero creo que la que más me gustó fue La muerte de García Lorca. Eso fue extraordinario y Roberto Moll estaba estupendo en su rol, con su traje blanco, sufriendo los embates de sus enemigos ficcionales.

Son muchas porque me siento mal si no nombro: Casas muertas y por supuesto la más famosa: El Coronel no tiene quien le escriba o Cipango. Con todas estas yo sentía que estaba frente al teatro y no frente a un texto. Todo funcionaba perfectamente.

Pero no puedo dejar por fuera sus dos montajes con la Compañía Nacional de Teatro  que fueron extraordinarios: Fuenteovejuna y La Tempestad.

No sé por cuál montaje decidirme. Lo siento.  

Carlos tenía fama de tener mal carácter, de estallar de ira por cualquier cosa. ¿Cómo era contigo?

Era famoso por sus estridentes gritos durante los ensayos en las salas de teatro. Se apasionaba mucho y rugía como un león. Era un modelo de director visceral y los que trabajaban con él ya lo conocían y sabían que en cualquier momento explotaría en un ensayo porque se le agotaba la paciencia ante un actor que no se aprendiera la letra o no respetara la puesta en escena, o unas luces no bien dirigidas, etc., etc. Conmigo no se dio la oportunidad de gritos aunque, como ya dije, en el estreno de mi dirección en el TNJV y bajo los efectos del alcohol  arremetió a gritos contra el Grupo Theja, que por cierto ningún integrante había ido al estreno, y yo ya me había ido. Siempre tuve una relación cordial y afectuosa con él.

Hay muchas definiciones maravillosas sobre Carlos, pero no puedo citarlas a todas así que sólo citaré tres. Para Rubén Monasterios era “un ángel furibundo. Para Azparren Giménez: “hubo una pasión por Carlos Giménez que siempre me recordó al personaje de Teorema, la película de Pasolini”. Y para la nominada al Oscar, Norma Aleandro, Carlos tenía un “ÁNGEL” impresionante”, y el “ángel” lo dijo en mayúsculas.  ¿A qué Carlos conociste tú o conociste a los tres? 

Considero que las tres imágenes son en realidad una sola. Porque el personaje de Teorema es un ángel del que todos se enamoran. Carlos Giménez era un ser con un gran carisma, apasionado y talentosísimo.

¿Qué es lo que más valoras de su trabajo y de su persona?

Lo que más valoro es su propuesta como director y su capacidad para lograr que se pudiera hacer lo que él quería y como él lo quería. Para lograr eso hay que tener mucha voluntad (A la manera de Nietzsche). Él sabía lo que tenía que hacer para no dar paso en falso en las relaciones de poder del país y del mundo teatral internacional. Eso es encomiable y eso le permitió tener el protagonismo de su agrupación gracias a su capacidad de trabajo, su talento y su visión del teatro como lo único importante de ser vivido. Eso lo hizo la persona que era un apasionado del teatro.

De todas las instituciones que Carlos creó, ¿cuál o cuáles te parecen las más importantes?

El Grupo Rajatabla, sin duda alguna. Porque allí pudo ser el director que quería ser y producir el teatro que quería hacer.

¿Qué es lo mejor que aprendiste con él?

Aprendí que el teatro debía ser asumido como lo más importante para aquellos que se dedicaban a él, de lo contrario perdía todo su sentido. Que el teatro era todo o nada. Sin medias tintas. Y en consecuencia debía profesionalizarse, y crearse las condiciones para que los profesionales del teatro vivieran de su trabajo. 

¿Alguna anécdota?  Puede ser más de una.

Voy a hablar de una sola anécdota: Un día me encontró Carlos Giménez en los alrededores del teatro y como era su costumbre te tomaba por el brazo y te hacía caminar a su paso mientras hablaba de lo que se le ocurriera a él y sin esperar ninguna respuesta. Eras como su excusa para decir en voz alta lo que tenía en la cabeza. En esta oportunidad me llevó hasta su oficina en el edificio del Rajatabla, haciéndome comentarios de la naturaleza intrínseca de cada uno de los miembros que conformaban la Junta Directiva de su agrupación y eran parte de su elenco en el montaje que estaba por estrenar. Estaba molesto con ellos y, por supuesto, los comentarios no eran nada halagadores. Los describía específicamente en ese defecto de personalidad o de la esencia de cada uno y yo me reía a carcajadas por lo insólito y lo rebuscado de sus comentarios. Su monólogo era buenísimo y aunque él estaba en un tono dramático, todo lo que iba soltando lo hacía más gracioso. Era como para grabarlo, transcribirlo y montárselo a un actor como un monólogo tragicómico. Cuando llegamos, pidió que me dieran café y me dijo:

§                           -¿Por qué no escribes una obra sobre esto “coños-e-madre”?.

§                             -Yo le respondí: Pero… ¿qué quieres? ¿Qué me odien por retratarlos como tú los ves?

§                         -Y él, a su vez: Ellos no tienen que saber que son ellos. Nadie tiene que saber que te estás inspirando en ellos. Escríbela que yo la monto.

Y me puse a escribir una obra que con el pasar del tiempo, mucho tiempo después de eso, se llamó Cofradía. Al principio la llamé "El encargo", pero nadie lo iba a entender y busqué otro título.

¿Qué significó para ti la muerte de Carlos?

Realmente fue una sorpresa. Yo sabía que estaba enfermo, pero no me pasó nunca por la cabeza que se fuera a morir tan joven y casi de repente, al menos para mí. Yo estaba viendo una función de teatro en el CELARG cuando al finalizar la obra, lo dijeron, era un día Internacional del Teatro. Me cayó como un rayo. Me sentí que había terminado una época y en serio fue así.

¿Y para la cultura venezolana?

La debacle. En lo referente al teatro, con su desaparición, también se fueron instituciones y proyectos. Se perdieron los subsidios del Estado, desapareció el FITC y todo el piso de la profesionalización que se había construido de su mano, se hundió en la nada.

 Si Carlos pudiera escucharte, ¿qué le dirías?

Primero que nada le diría que se le extraña y que espero que esté bien donde esté. Que ya nada en el Teatro fue igual sin él. Que lo nombro mucho y que escribí la obra que me encargó, que la llamé Cofradía y que está dedicada a él porque es sobre el teatro y el director tiene su misma pasión por la perfección del arte escénico. Y que nadie lo ha sustituido en el sitial de haber sido el mejor director de teatro de nuestro país.

 

©Viviana Marcela Iriart

Caracas, 10 de octubre de 2023

 

 



XIOMARA MORENO

Licenciada en Artes y Magister Scientiarum en Teatro Latinoamericano (UCV). Maestría en Gestión Cultural (U de Barcelona, España) y Doctorado en Derecho de la Cultura (UC3M- UNED en España). Miembro de la Sociedad General de Autores Españoles (SGAE); es autora de las obras: Gárgolas, Perlita Blanca como Sortija de Señorita, Obituario, Geranio, Manivela, , Último Piso en Babilonia, El Caballero Verde, Hay que mantener el fuego, Mínimas, El Popol Vuh, De especies, Cofradía, Arrecife y las obras breves: Motel 11, Ante tu Alma, Preciosas, además de las versiones para puestas en escenas de obras clásicas tales como: Cyrano de Rostand, El Mayor Monstruo del Mundo de Calderón de la Barca, Danza Macabra y La Casa Quemada de Strindberg, El Motor de Rómulo Gallegos, La Misión de Heiner Müller y El Labrador de Bohemia, entre otras. Ha incursionado en la escritura de la ópera con la versión del cuento La Mujer de espaldas y La Libreta de California de José Balza (2011 y 2018), y Gertrudis (2016). Sus obras se han representado en festivales de teatros nacionales e internacionales y cuenta con dos Premios Municipales en Dramaturgia y uno en Producción, además de otros muchos premios y reconocimientos nacionales como el Premio Rafael Briceño en el 2019 y el Homenaje de la edición 2023 de Creadora,, mujeres en escena 2023”.Ha sido publicada en Venezuela por Fundarte en cuatro oportunidades: Perlita Blanca como sortija de señorita, Geranio y Manivela (1989), Último piso en babilonia (1993) y Obras completas 1982-1992 (2013), Aveprote (Gárgolas en 1982), Arte Atid (Obituario en 1990) y ediciones D&B y Seguros Banesco (Antología del teatro Clásico venezolano en 2015); en España por Casa de América (Último piso en Babilonia, en 2000) y por la Asociación de Directores Españoles (Hay que mantener el fuego, en 2000); en Argentina por el Instituto Nacional del Teatro de Argentina en la Antología de Teatro Latinoamericano Último piso en Babilonia, en 2008; en Cuba por la Revista Conjunto de la Casa de las Américas (De una mujer, en 2010);  en N.Y. por la Revista Ollantay (Entrevista, 2013), en la UCV (Arte, cultura e historia. Cinco artículos, 2014) y en México por la revista “Paso de Gato” (Arrecife, en 2015). Además de haber sido Directora de la Escuela de Artes, y profesora del Departamento de Artes Escénicas y de la Maestría en Teatro Latinoamericano de la U.C.V, también es directora y productora de teatro  de la Asociación Civil Xiomara Moreno Producciones, desde 1992.