JOSÉ DOMÍNGUEZ-BUENO: “Muchos sectores políticos y artísticos intentaron hacer lo imposible para que el Festival no se realizara o fuera un fracaso... Carlos Giménez les demostraría que él era el verdadero creador de imposibles”, entrevista de Viviana Marcela Iriart, Galicia, octubre 2023 / del libro “María Teresa Castillo-Carlos Giménez-FITC 1973-1992” (2023)

 


©Rolando Peña-Karla Gómez

 


¿En qué FITC trabajaste y cual fue tu tarea en él?

Directamente en el 7 Festival como Productor Ejecutivo y en el 8 Festival como Productor de Proyectos Especiales, pero también indirectamente en el 5 y en el 6, como periodista en Fundarte cubriendo los espectáculos del Teatro Nacional, Teatro Municipal, y Cristo Rey, y algunos eventos especiales.

 ¿Qué importancia personal tuvo para ti el FITC?

Quizás la más importante y definitiva, fue la existencia del FITC en sí mismo, concretamente el Festival de las Naciones (4to. Festival) del 78. Yo por aquel entonces estudiaba Administración de Empresas en la UCAB y una compañera me invitó a ver una obra del Festival. Mi relación con el teatro por aquel entonces era nula (alguna que otra pieza en el teatro Chacaíto, y por compromisos familiares), y no estaba muy entusiasmado, pero accedí; a partir de ese momento me convertiría en un amante perpetuo y activo de la escena teatral. Culpables: Don Ramón María del Valle Inclán con “La Hija del Capitán” y las “Galas del Difunto” (Compañía María José Goyanes de España) y “Luces de Bohémia”  (Compañía Nacional de Teatro de México); Fernando Arrabal con “El arquitecto y el emperador de Asiria” (La Mama ETC Y The Nelly Vivas Company); Alfred Jarry y Peter Brook con “Ubu Rey” (Grupo C.I.C.T. de Francia); Tadeusz Kantor y “La Clase Muerta” (Cricot II); José Ignacio Cabrujas y “Acto Cultural” (Nuevo Grupo); Enrique Buenaventura y Carlos Giménez con “El Candidato” (Rajatabla); Rodolfo Santana y “El Animador(Grupo Cobre); y muy especialmente  Jean Genet y Lindsay Kemp por “Flowers” (Inglaterra). Aparte de los espectáculos internacionales nunca había sido invitado a una fiesta tan especial: el Teatro Permanente; exposiciones, talleres,  cine, charlas en cafés, encuentros con personas de diferentes países, hablando de nombres que desconocía hasta entonces: un tal Stanislavski, un tal Brecht, Grotowski, Barba, Chejov, García Lorca, Lecoq…, una tal Cipe Lincovsky. Me sentía como Alicia en el País de las Maravillas.

 Ese mismo año cambié de carrera, me fui para Comunicación Social; me monté al año siguiente por primera vez en un escenario y hasta hoy, el teatro y yo dormimos con la cabeza sobre la misma almohada.

 ¿Qué importancia cultural y económica crees que tuvo el FITC para Venezuela?

 En primer lugar tengamos en cuenta que  el arte y la cultura son aspectos determinantes en la educación de un país, como señalara alguna vez María Teresa Castillo y que la cultura es el acceso al disfrute de pensamientos, constituyendo la manifestación más vital del espíritu democrático de un sistema político. Su misión consiste en buscar la revolución del cuerpo social, su transformación y la elevación de la condición humana. Sólo con ello la existencia del FITC y la muestra multicultural de su significación echaría por tierra a cualquier detractor que lo descalifique. El FITC fue en sí un museo de cultura mundial, un museo vanguardista, que no funcionó como una poltrona sino como una rampa de lanzamiento. A este particular Carlos Giménez diría: “Pensamos que al festival no le corresponde enfrentar las deficiencias de la política teatral asumida por el Estado, pero sí aportar y contribuir a la evolución del mismo, permitiendo una confrontación viable y un intercambio fructuoso entre los distintos grupos participantes, ampliando una referencia teatral importante tanto para los teatreros como para el público con respecto a los grandes planteamientos escénicos en el mundo y estimulando en lo referente a formación e información de los mismos…” En lo económico,  fue una fuente de trabajo e ingresos para mucha gente que participó activamente dentro del festival, para teatros y otros espacios culturales, grupos nacionales, la empresa privada e instituciones oficiales, hoteles, negocios abarrotados, artesanos, y todos aquellos que siempre se pueden beneficiar de un acontecimiento masivo como el festival

 ¿Crees que el FITC benefició o perjudicó a los grupos de teatro nacionales?

 Benefició sin duda y de muchas maneras, no sólo por lo que significaba participar en un marco internacional, sino que aprovechaba el empujón de curiosidad de mucho público asistente con poca regularidad al teatro y luego quedaba hambriento de más espectáculo para incrementar las taquillas. Así mismo se mostraba el talento nacional ante los visitantes extranjeros, muchos de ellos promotores culturales que luego solicitaban su participación en sus respectivos países. Los dramaturgos vieron como se exportaba su producto y era interpretado en otros idiomas. Al confrontarse con lo mejor del teatro mundial eran capaces de nutrirse y medir su propio desarrollo artístico, aprovechando además la experiencia de participar en talleres, simposios, y encuentros con lo más selectos maestros de todo el mundo. Con cátedras de los mejores exponentes como Atahualpa del Cioppo,   Lindsay Kemp,  Peter Brook, Arthur Miller, Nuria Espert, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Manuel Puig, Alfonso Sastre, Augusto Boal, Edward Albee, Griselda Gambaro, Enrique Buenaventura, Eugenio Barba, Bob Wilson, Joseph Papp, Adolfo Marsillach, María Escudero, José Monleón, Juan Margallo, Kive Staiff, Jorge Lavelli, Cipe Lincovsky, Melina Mercuri, Peter Stein, Federico Fellini, por citar sólo a algunos que a lo largo de eso años nos visitaron.

 El FITC, además de acondicionar teatros y permitirnos acceder a ver y participar en talleres dictados por maestras y maestros de la escena mundial ¿crees que sirvió para algo más? ¿o que el dinero que se usó en financiarlo se podría haber usado para necesidades más urgentes?

 Hay que señalar que el aporte del Estado al Festival nunca cubrió el presupuesto, y que a veces como en el caso del 7 Festival fue paupérrimo (apenas tres millones de los cuarenta necesarios) y que estos se cubrieron con los aportes internacionales, la empresa privada y por la taquilla generada por los espectáculos y otros eventos. Y como señalamos anteriormente, la cultura no debe ser algo rentable sino el  reflejo de lo que pasa en un país, y en el caso de los festivales lo que sucede en el mundo.  El teatro llega a un grupo de privilegiados que son los que mueven a la sociedad y generan motores de muchas otras actividades. Como dijo García Lorca:  Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo” pues éste recoge el latido social, el latido histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risas o con lágrimas.

 ¿Crees que el público venezolano se volvió más exigente con las obras nacionales a partir de FITC?

 Lo primero en señalar es que la producción nacional nunca fue cuestionada por el público asiduo al teatro. En los años setenta y ochenta, la calidad del producto nacional era indiscutible. El Nuevo grupo llevaba a escena obras donde la dramaturgia, a través de sus integrantes (Román, Isaac, y José Ignacio), estaba consolidad y admirada, no solo a nivel nacional sino internacional, y ellos mismos se encargaban de montar piezas de dramaturgos de fama mundial con los mejores directores y actores del país. Tenían un público asiduo y fiel. De Rajatabla, ¡qué podemos decir!, era por ese entonces el mejor grupo latinoamericano y sus espectáculos maravillaban dentro y fuera del país. El TET, tenía su sello particular y también sus devotos. El Grupo Cobre destacaba por su compromiso social y las piezas de Rodolfo Santana atravesaban  las fronteras y se montaban en innumerables países, muchas de las cuales fueron traídas por grupos extranjeros a los festivales. El grupo Theja y Autoteatro, revolucionaban la escena con sus propuestas de Vanguardia. La Sociedad Dramática de Maracaibo, hacía un teatro muy puro ligado a sus raíces, o directores como Ugo Ulive o Juan Carlos Gené, que nunca dejaron de sorprender con sus propuestas. La dramaturgia nacional cada vez se volvió más prolífica  e fueron emergiendo  autores como Gustavo Ott, Javier Vidal, José Simón Escalona, Xiomara Moreno, Mariela Romero, Néstor Caballero, Elio Palencia, Romano Rodríguez, Gennys Pérez por citar algunos, con nuevas propuestas que siguen calando muy hondo atrayendo a nuevos espectadores representándose con éxitos en otros países. Existía un teatro de mucha calidad en nuestro país y el público que era asiduo no entraba en comparaciones. Por supuesto había quien hablaba de crisis en el teatro nacional, pero la crisis en el teatro siempre existió, tanto aquí como afuera. El teatro, como decía Giménez, estaba en crisis desde que nació:  “El teatro es la crisis, el caos, refleja con una inmediatez absoluta lo que pasa en un país.  El teatro nunca fue popular, nunca llegó a las grandes masas, sino a un grupo de privilegiados.  Pero ocurre que ahora más que nunca la gente tiene acceso al teatro.  La televisión es el arte de la inmediatez.  El teatro no, el teatro queda, está ahí, persevera, sigue…” Pero no fue el público quien se volvió más exigente con el producto nacional; fueron los propios creadores que no sólo se nutrieron de las experiencia obtenidas, sino que se fueron exigiendo más y más, para escapar de cualquier comodidad vegetativa.

 ¿Qué significó María Teresa Castillo para el FITC?

 Más que hablar de lo que significó María Teresa Castillo para el FITC (ella y Carlos coexistían juntos. Sin María Teresa, Carlos nunca se había consolidado en Venezuela, posiblemente lo hiciera en otro país, pero nunca en Venezuela; y sin Giménez, el Ateneo jamás lograría el impacto mediático de sus producciones teatrales), habría que mencionar lo que significó para la cultura nacional y eso no se puede resumir en líneas o párrafos, y se necesitaría más que un libro para explicar lo que esta gran dama hizo por Venezuela, y como de su mano se realizaron los más singulares proyectos artísticos y tantos y tantos creadores lograron manifestar su poder creativo, guiados por su amor a las artes. Decía Lorca que hay seres con ángel, gracia y duende; Giménez tenía duende, María Teresa la gracia y el ángel. Contaba Carlos que cuando propuso la idea de crear el Festival de Teatro, durante una comida, con importantes personalidades del medio cultural, un silencio inundó la mesa ante lo inaudito de la propuesta. Luego de unos segundos en los que María Teresa observó la cara aterrada de los comensales, ante aquella “locura”, dijo: “Hagámoslo”. Es que ella era una clarividente capaz de ver lo que otros no podían. Tenía el don mágico para descubrir los talentos y luego apoyarlos  con fe ciega, en muchos casos con la reticencia  de sus allegados, pero cuando creía en algo se mantenía firme hasta el final y si alguno de los suyos, o algún creador que admirase se encontraba en problemas era ella quien se colocaba al frente para defenderlo; no por casualidad fue la primera mujer venezolana que fue a parar a la cárcel por sus ideas políticas. Todos amaban a María Teresa, todos la respetaban; no era un huracán como Giménez, ella siempre sonreía, se mostraba tranquila pero firme y nadie se atrevía a negarse a sus “divinos” encantos. Por donde iba dejaba amigos y admiradores, desde políticos, empresarios, literatos, artistas plásticos, músicos… con la humildad que la caracterizaba; siempre  fue humilde, nunca renegó de sus raíces, porque no naciera en cuna de oro, ya que los Castillo se fueron levantando con la venta callejera de dulces criollos; la dulzura que reflejaba su rostro, su manera de mirar a la gente, de hablarles, de darles cariño, pero con la bravura  que también mostraba cuando tenía que luchar y defender cualquier injusticia.

 ¿Qué significó Carlos Giménez para el FITC?

 Carlos era el FITC, lo demás es inefable. El Festival siguió después de la desaparición de su creador, al igual que su hijo más querido Rajatabla, y tantos otros de sus proyectos; pero ya no fue igual. Algunos luchamos por mantener su legado y extenderlos en el tiempo, otros abandonaron y siguieron sus propios caminos. Unos y otros acertamos en la decisión con errores y virtudes, pero siempre sintiendo la ausencia, porque hay seres que vienen a este mundo con poderes sobrenaturales y, aunque se siga su ejemplo y por más tenacidad que mostremos, esa ausencia poco a poco va corroyendo los cimientos; la energía vital que los sustentaba es imposible de igualar, ni digamos de superar. Intentamos aproximarnos, mantener su legado, pero poco a poco la distancia en vez de acortarse se fue haciendo más y más lejana. Hoy en día sólo queda una pequeña llama en Rajatabla de unos cuatro o cinco negados a que se apague, del Taller Nacional de Teatro, y  de quienes sacan adelante este proyecto para que la memoria de las hazañas de  ese gran provocador y creador de imposibles, pueda servir de inspiración  para que muchos  sigan su ejemplo y se aventuren en el maravilloso mundo de la creación; quién nos dice que en alguno o alguna reencarne su espíritu.

 ¿Alguna Anécdota?

 Hay muchas. Fueron muchas y significativas las vivencias con Carlos y María Teresa, pero siempre que vuelvo sobre mis recuerdos , hay una que siempre me viene a la cabeza ya que de ella aprendí la fuerza y la inteligencia con la que Carlos Giménez se manejaba en el contexto más crítico, y como salía adelante fuera cual fuera la dificultad. Hasta que no trabajé a su lado,  no me había dado cuenta que él no sólo era un creador de espectáculos maravillosos; él en sí era un espectáculo.

Al otro día sería la inauguración del 7 Festival Internacional de Teatro y el estado venezolano había prometido tres millones de bolívares. El presupuesto superaba los cuarenta millones; algunos países cubrían los costos de sus participantes, la empresa privada aportó unos cinco millones, casi todo en publicidad, y otras instituciones algo más, pero la burocracia retrasaba y retrasaba el ingreso de ese dinero y era indispensable  contar con liquidez para pagar a los técnicos que amenazaban con abandonar sus puestos. Carlos y William López se turnaban a hacer llamadas y más llamadas.  La puerta de la oficina de Carlos era golpeada a cada minuto; en una de esas Carlos la abre y grita: “si alguien vuelve a tocar quemo el edificio”; y de nuevo al teléfono. William me señalaba y le preguntaba a Giménez qué hacía un florero en la oficina; el florero supuestamente era yo (la verdad no tenía la menor idea que hacía allí en ese momento; luego lo supe). Carlos luego de una llamada, me entrega unos papeles y me dice: “Ve donde María Teresa y dale esto”, William se ofreció, pero Carlos le dice que no, que la presidenta estaba reunida con una importante personalidad del Ministerio de Cultura Español, y había orden de no molestarla…, que a él no lo dejarían entrar. Al llegar al Ateneo Rubén Rega, adjunto a la presidencia me atajó; “nadie puede entrar”  pero luego añadiría “conociéndote sé que lo harás”, lo hice, como tantas otras veces (María Teresa siempre disfrutó de mis impertinencia en ese sentido, como alguna vez me comentó). Le entregué los documentos  y ésta se disculpó con el embajador, me presentó como Productor de El Ateneo y le dijo que yo debía informarle de algo importante; lo único que se me ocurrió fue hablarle del clima; el hombre me veía con cara de “y este loco de donde salió”; María Teresa firmó los papeles y se los llevé a Carlos. Carlos se los entregó a William y este se puso el casco de motorizado y salió de la oficina. Giménez fue al Banco Central y logró que abrieran sus puertas —a pesar de ser viernes y casi de noche— y obtener el dinero necesario para cumplir con lo técnicos y otros  gastos para que el motor del 7 Festival Internacional de Teatro de Caracas pudiera arranca.

El 7 Festival fue quizás uno de los más exitosos, no sólo por las propuestas nacionales e internacionales; no sólo porque se firmó un acuerdo de colaboración con el Festival de Bogotá; no sólo por la transcendencia de las subsedes y que el festival se extendiera a todo el país; no sólo porque la empresa privada se comprometiera como nunca lo hiciera con un evento de ese calibre; no sólo porque fue gracias a la taquilla de los teatros y a la masiva concurrencia de público que se cubrió el presupuesto y no se le debió un centavo a nadie… sino porque muchos sectores políticos y artísticos  intentaron hacer lo imposible para que el festival no se realizara o fuera un fracaso y donde Carlos Giménez les demostraría a todos que él era el verdadero creador de imposibles.

¿Quieres contar algo que no te haya preguntado?

Si pudiésemos resumir los beneficios FITC destacaríamos que potenció la infraestructura teatral a través del acondicionamiento de espacios, centros de estudio y áreas del trabajo para la creación. Proyectó a nivel internacional el teatro venezolano a través de sus diferentes especialidades. Promovió un intenso intercambio de pedagogía artística con los más importantes centros de formación del teatro internacional. Generó una confrontación creativa con los movimientos artísticos internacionales, enriqueciendo el conocimiento de los artistas venezolanos y promoviendo la proyección de sus propuestas estéticas en los escenarios del mundo. Extendió el Festival Internacional de Caracas  al interior del país y obsequió al público venezolano con las más ricas expresiones del arte escénico universal.

 

JOSÉ DOMÍNGUEZ-BUENO

Productor, director de teatro y  televisión, periodista, actor, dramaturgo, guionista venezolano radicado en España.  Algunos premios y condecoraciones: Premio de Dramaturgia “Esther  Bustamante” del Nuevo Grupo (1994); Orden Andrés Bello (1990); Premio Municipal (2000); Orden Mariscal  Antonio José de Sucre (2004); Premio Plata de Dramaturgia Castilla y León (España, 2020)

Productor del Ateneo de Caracas,  del Festival Internacional de Teatro de Caracas y del grupo Rajatabla,  entre otras instituciones, inicia sus actividades teatrales como actor en el grupo “Autoteatro”.

 Es cofundador del Teatro San Martín de Caracas (1993). Como periodista ha colaborado con Estampas , el Universal, Arte Plural, Conjunto (Cuba), Primer Acto (España) y realizado el periodismo a instituciones como Fundarte, El Nuevo Grupo y Rajatabla en Venezuela.

 

 

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