Carlos Giménez, el último rapsoda en un fractal desorbitado del Paradisi: Rapsodia III / por José Augusto Paradisi Rangel, Ciudad de México, 3 de septiembre de 2021

 


 


 

Rapsodia III

Saulo tenía que caerse del caballo otra vez…

La inestable geografía de mis juveniles años procuraba cataclismos cotidianos en los grados más altos de la escala Richter de mis asombros. El mundo era cofre de sortilegios y, aunque suene cursi, estudiar siempre fue una aventura para mi en todos los ámbitos que alcanzaba a descubrir. Estallé al mundo del dibujo y la pintura con gran precocidad; después, en mi adolescencia, los estros armónicos, el olor de las librerías, los libros la eterna aventura. Todos esos asombros construyeron una sólida cámara negra de la memoria que considero mi mayor bendición. De acuerdo totalmente con Jorge Luis Borges que no se vanagloriaba de su literatura sino de lo que había leído. Todavía mis alumnos de la Universidad de la Comunicación de la Ciudad de México se ríen de mi aserto en una clase de Estética:

¡Si te vas a meter una línea que sea de poesía!

Toda esa pasión devino en crisis vocacional de un laureado bachiller en ciencias. Todos apostaron que terminaría en la NASA. En primera intención entré a la Universidad Simón Bolívar para estudiar Química. Cambié para Arquitectura. La facultad estaba muy cerca de uno de sus teatros provisionales. Casi pierdo un examen de Geometría Descriptiva en una representación de Acto Cultural de José Ignacio Cabrujas con el Nuevo Grupo de Caracas. Cátedra del mejor teatro venezolano donde me convencí del exactísimo concepto de nuestro crítico y científico del drama Leonardo Azparren Giménez: EL TEATRO, ESA PALABRA VISUAL.

En paralelo mis estudios musicales en el Conservatorio Juan José Landaeta a donde me escapaba con regla T, escalímetro y planos en desarrollo. Era inminente después de 4 años de estudios universitarios un nuevo cataclismo.

Siempre el aire límpido de Caracas rezumaba en medios impresos, audiovisuales y chismes de Radio Bemba los triunfos y hazañas estéticas de Carlos Giménez y su más bella proeza: la consolidación de la Compañía de Teatro adscrita al Ateneo de Caracas: Rajatabla, la del nombre atronador de aplausos y ovaciones de pie. La itinerancia de Carlos Giménez y Rajatabla por Venezuela, nos recuerda La Barraca de García Lorca y su meteórica carrera de éxitos teatrales desde la precocidad nos transportan de la vida musical del niño austríaco llamado Wolfgang Amadeus Mozart a la de este niño cordobés de nacimiento. El tsunami de representaciones se expandió rápidamente al continente y su fama en Venezuela eclipsaba la Beatlemanía.

Que Tu país está feliz  de Antonio Miranda causó un cataclismo que comenzó la construcción de un público voraz y de enormes amplitudes mentales;  La Orgía de Enrique Buenaventura  fue prohibida por la testa coronada de la decencia venezolana : el Presidente Rafael Caldera, quien al perdonar a Chávez y traicionar a su partido fundacional COPEI nos metió el caballo de Troya del comunismo habanorréico causante de la destrucción de mi país; Venezuela Tuya de Luis Britto García Ortiz también está en pico´e zamuro y peor Jesucristo astronauta del mismo Antonio Miranda; que toca el turno a Fiebre de Miguel Otero Silva y Las Lanzas Coloradas de Arturo Uslar Pietri; que Valle Inclán dirigido por Carlos presenta sus Divinas Palabras, ahora viene Miguel Ángel Asturias y su Señor Presidente escatología de los tiranos del continente ¡qué arrecho Carlos Giménez ya en el Espacio Cardin de Paris extendida su gira por quince días de ovaciones en principio de tres!; que la sátira de Enrique Buenaventura El Candidato nos restregará en la cara nuestra realidad de repúblicas bananeras eternas y como colofón inevitable La Muerte de García Lorca de José Antonio Rial dónde todavía lloramos la pérdida del bardo universal  y de toda la furia poética del duende gitano  nacido en Fuentevaqueros para gloria del universo. ¡Todos esos registros llegaban a mis oídos producidos y dirigidos por un cuasi adolescente argentino prodigiosamente incrustado en nuestra cultura nacional!

El nuevo cataclismo se produjo a los 4 años. Espantosa crisis vocacional. Abandoné los estudios, me enrumbé con beca de estudios del gobierno de la entonces República Popular de Polonia. Nuevo binomio de intereses: música y cultura cinematográfica. Mi memoria de asombros me facilitó el aprendizaje del idioma haciéndome orgánico y cotidiano con la cultura y el gentilicio del país. Iba tarde, mal y nunca a clases al Instituto de Lengua Polaca para Extranjeros en Lódz. La vida crepitaba en las calles lejos de cualquier guetto de nostálgicos latinoamericanos. Me incrusté en todo y más aún en teatros, cines, salas de concierto, operas. Voracidad inaudita con 20 años. Mi organicidad fue laureada con las más altas calificaciones y ramos de claveles rojos en los exámenes finales de una lengua con nueve casos de declinaciones. Y hasta allá el rumor egeo de los triunfos de Carlos Giménez, su Rajatabla en Wroclaw, Varsovia, Cracovia. Tales noticias encendían mi orgullo y trocaban el rudo invierno en la eterna primavera de Caracas, lejana y más presente todavía.

Durante mi residencia polaca se sucedieron el colosal repiqueteo de campanas en toda la nación anunciando: ¡Mamy Papiezem, on jezst polakiem y Karol Wojtyła al trono de Roma; los funerales del Cardenal Wiszynski en la Plaza del Triunfo de Varsovia; visitas a Oswiencin (Auschwitz) y otros “campos”, Encuentros Internacionales de Ballet donde vivencié la compañía principal del Bolshoi con todo su convoy de 500 personas: ¡250 gentes de la KGB!; el surgimiento de Solidaridad, Lech Walesa, la hambruna hasta la triste ley marcial del tirano Wojiech Jaruzelski.

El día que Saulo se volvió a caer del caballo sigue muy presente en mi vida. Salía del Conservatorio de soplar un oboe. Hambre y frío me acompañaban. Los adoquines azules húmedos. Súbito, los tanques rusos apostados frente a un KINO (cine). Diatriba: si llamo a mi madre a Venezuela todo cagado y con 22 años le da un infarto. ¿Qué hago? ¿Para donde apuntan los tanques? Respuesta: al KINO. Y como en “Balada para un loco” de Astor Piazzola me dije: ¡Coraje, Che, volá que duro el oficio de vivir! ¡Si voy a morir que sea de un solo coñazo nojoda! Entré a la gélida sala de sillas rudísimas de madera. En la pantalla: Stalker de Andrei Tarkovsky. Versión íntegra de 4 horas. Al develarse la joya cinematográfica mi hambre y terrores mermaron. Los tanques jamás dispararon. ¡Tarkovsky sí, una bazooka a mi corazón! Encontré finalmente el sentido de mis afanes estéticos en su depuradísima mística: ¡me caí del caballo! Fui Saulo enceguecido por tan portentosa luz. Lo que siguió es apostolado, evangelios que busco en los poetas del mundo desde ese día.

 

José Augusto Paradisi Rangel

Ciudad de México, 3 de septiembre de 2021.