Venezuela y el teatro mundial: IV Sesión del Teatro de las Naciones en Caracas/ Enrique Llovet, El País, 25 de julio de 1978





"...detrás de esta enorme pasión hay algunos nombres que identifican
 a los formidables motores de tanta riqueza cultural: 
María Teresa Castillo, Carlos Giménez ..."





Una ciudad de cuatro millones largos de habitantes, ciudad caldera, capital de un país en ebullición, que hace y deshace a diario montañas, edificios, compañías, bosques, formas de vida, realidades y ensueños, una ciudad sin tiempo para nada y con ansia para todo ha vivido fanáticamente la IV Sesión del Teatro de las Naciones, la más importante reunión teatral del mundo, congregada este año en Venezuela por obra y gracia del coraje, el empeño, la fortaleza económica, la decisión política y la sed cultural de un excelente grupo de animadores teatrales dotados, como todos sus compatriotas, de una capacidad de contagio deslumbradora.

Así, pues, Caracas ha sido, durante quince días, la capital mundial del teatro. Esta «movilidad» es de implantación relativamente reciente. Los vasos cerrados de la organización teatral se comunicaron, por vez primera, en 1857, en París. Inmediatamente el Instituto Internacional del Teatro rogó al Gobierno francés la creación de un Teatro de las Naciones permanente y Julien, Planson y Barrault dirigieron sucesivamente trece años de una fantástica actividad en el teatro Sarah-Bernhardt. No sólo se generó un internacionalismo escénico, sino que la gran circulación creativa familiarizó a todos los interesados por el arte dramático con la personalidad de los grandes actores y con las notables técnicas del Berliner Ensemble, la Opera de Pekín, el Schiller theater, el Old Vic londinense o el Piccolo teatro de Milán.

Algunos directores, como Grotowski, Strehler, Brook o Ronconi, colaboraron al corrimiento de la misión del festival, que pasó de ser un interesante pero académico certamen, a vivificarse como un riguroso centro de investigación y creación teatral. Mayo del 68 por poco acaba con la institución. Pero Jean Louis Barrault la revitalizó orientándola hacia la búsqueda, la formación y el ofrecimiento de novedades. Era inevitable y útil, en tales condiciones, la transformación del festival en una especie de super Universidad escénica itinerante. En 1975 viajó a Polonia. En 1976, a Yugoslavia. En 1977, a Alemania Federal. Este año le ha tocado a Venezuela. Y según algunos osadísimos profetas, en 1980 nos tocaría a los españoles. Pero éste no es el tema de hoy.

Traigo conmigo tres volúmenes en cuarto, seiscientas páginas de cuerpo pequeño y no regleteado, con el texto taquigráfico de los coloquios celebrados. Recibí el último al día siguiente mismo de terminar las conversaciones. Y cito este dato tan formidable como menor para representar con él la enormidad del empeño realizado por los venezolanos. Sin perder la sonrisa, minimizando el esfuerzo, con cordialidad muy sincera y con pasmosa eficacia el festival ha permitido el despliegue de compañías procedentes de veintisiete países. «La organización -dijo casi burlonamente el comité ejecutivo- comienza por un estado de espíritu.» Estado que llevó a los venezolanos a programar, además del trabajo de sus doce grupos nacionales, un increíble panorama de coloquios, talleres, exposiciones, conferencias, seminarios, encuentros, tertulias y foros que sólo es posible enunciar levemente.

Coloquios

Por ejemplo, los coloquios sobre La dramaturgia y la crítica en América Latina, centrados sobre las ideologías, el testimonio histórico, la reflexión estética, la identidad y los posibles valores universales de las posiciones críticas y dramatúrgicas; Las corrientes estéticas y su introducción y aplicación en América Latina, que repasaron las presencias de Stanislavski, Bertold Brecht y Antonin Artaud para llegar hasta el último de los experimentalismos; una Confrontación de teatro del Tercer Mundo, expositiva de los objetivos, métodos de trabajo, experiencias concretas, resultados, problemas sin resolver y demostraciones, tendente a considerar la posible existencia de una estética propia del teatro en el Tercer Mundo y la identificación popular y cultural de tal estética; un análisis técnico de las alternativas que para el espacio teatral se proponen actualmente en todo el mundo.

Por ejemplo, igualmente, un Taller Brecht, teórico- práctico, conducido por Tenscheri, director del Berliner; otro sobre Stanislavski, a cargo de Moniukov, profesor en la escuela de arte de Moscú; un Taller del Tercer Rostro, en que Jacques Lecoq trabajó sobre el movimiento, Peter Schumann sobre la significación y uso de la máscara, Michel Dezoteux y Luis Valdez sobre la creación colectiva, Donato Sartori sobre la comedia del arte. Panayotis Mihoupoulos sobre los teatros griegos de sombras y Sylvain Corthay sobre el teatro investigador.

Exposiciones

Por ejemplo, también, las exposiciones en torno a la historia del teatro venezolano, a Valle Inclán, a Bertold Brecht y a los teatros de sombras de Grecia; el espléndido cielo de teatro filmado y documentales sobre distintas experiencias teatrales; los videos sobre investigaciones en torno a la expresión dramática en la televisión; las discusiones abiertas con las compañías participantes en la sesión; y, para no cansar, por ejemplo, breve ejemplo, los seminarios sobre la técnica del actor en el teatro moderno y la expresividad del cuerpo y de la voz, el método de trabajo del Bread and Puppet, la máscara y su estructura gestual, las técnicas narrativas del teatro popular, el sistema de trabajo en las creaciones colectivas, las relaciones entre teatro y democracia en la España actual, el teatro en la filatelia y los trabajos con Peter Brook, Peter Schuman, Vittorio Gassman, Frederik, Cipe Lincovski.

Esta abrumadora actividad explica el orgullo con que Venezuela acaba de declarar el 28 de junio Día Nacional del Teatro.

Naturalmente, detrás de esta enorme pasión hay algunos nombres que identifican a los formidables motores de tanta riqueza cultural: María Teresa de Otero Silva, Carlos Giménez, José Ramón Novoa, José Ignacio Cabrujas, Luis Molina. Dos de ellos asumieron, además, la dirección escénica de los espectáculos presentados por el Nuevo Grupo y Rajatabla. Cabrujas es autor y director de Acto Cultural, que es una tierna ceremonia en que se refleja el reverencialismo de los inmovilistas históricos. El Candidato es un nuevo y espléndido montaje de Carlos Giménez al frente del grupo Rajatabla, que Madrid verá, según creo, en la próxima temporada. (Carlos Giménez sabe cuándo despertó su vocación teatral: a los diez años, contemplando una representación escolar de la Numancia cervantina.) Y diez grupos más. Y un festival «paralelo» de quienes no tuvieron cabida en la programación oficial. Y los tambores negros de Barlovento. Y una ciudad ajetreada y frenética, orgullosa de su capacidad creadora y de sus arrebatos culturales.

Fuente: El País

Foto: es un agregado de este blog.