"Un director tiene la insolencia de hacer un espectáculo simultáneamente masivo y de cámara", crítica de Rubén Monasterios a "La Máscara frente al espejo" de Carlos Giménez, fotografía de Marta Mikulan-Martin, El Nacional, Caracas, 30 de junio de 1984







Decir que uno vio el espectáculo sería excesivamente impreciso; es más correcto referirse a él en términos de experiencia. En efecto, uno experimentó algo anoche en los predios del Ateneo: un acontecimiento que no entró a la conciencia sencillamente por la vía de los ojos y de los oídos, sino más bien a través de la piel; un conjunto de estímulos coherentemente organizados -sin que el plan ordenador se hiciera sentir en ningún momento-, propuestos desde diferentes perspectivas, que mantienen al espectador en estado de alerta ante lo insólito. 

Un director que se somete a sí mismo a la extraordinaria prueba de hacer un espectáculo que dura sus tres buenas horas, sin que el cuerpo -o el trasero- se resienta; no sin antes permitirse hacernos pasar por una especie de ritual de iniciación lento, duro y reflexivo, en cuyo contexto expone las claves maestras de su juego, y al término del cual, con un sólo gesto mágico, nos sumerge en una atmósfera efervescente y multitudinaria, donde la ambigüedad del travestismo compite con la violencia del fascismo, y con la formalidad de una banda policial -que suena estupendamente bien- y con la gracia pueril de unos muñecotes vivos y con la exótica exclusividad del Teatro de Pintura; para introducirnos inmediatamente después, mediante un conjuro que nos hace sentir la condición de ánimas solitarias en la multitud, en otras diversas atmósferas: misteriosas, trágicas, grotescas, cómicas, rematando, al fin, con una escena -los dos Pirandellos en la barca- de conmovedor lirismo.

Un director tiene la insolencia de hacer un espectáculo simultáneamente masivo y de cámara. ¿Quién es éste, que sin distanciarse de su línea creativa, así, de pronto, de una vez, de una día para otro, rompe sus propios cánones e inventa y reta descaradamente tu imaginación? (...) Claro, es Carlos Giménez. La Máscara frente al espejo es un espectáculo que no sólo agota todos los espacios del Ateneo, sino también casi todos los recursos del teatro; es algo diferente a lo visto aquí, incluyendo algunas de las mejores cosas mostradas en los festivales internacionales. 

El Nacional
Caracas, 30/06/84


Rubén Monasterios: web