El milagro Rajatabla, por Luis Garván, 28 de marzo de 2018



Carlos Giménez en Italia




Un día como hoy a las 6 am en 1993 se apagó la luz del hombre con la cara de niño, el currante empedernido. Supe de él sin saberlo cuando apenas tenía 11 años, llegó a mi pueblo el grupo Rajatabla, pude ver su obra "El Candidato". Un hecho que me marcó la vida para siempre. Posteriormente lo conocí por primera vez postrado en la cama de una clínica a mis 14 años, cuando estando ya en el teatro negro de Barlovento, Armando Urbina me llevó con él a visitarlo después de un grave accidente que casi le quita la vida. Pero en verdad le hablé por primera vez cuando a los 18 años, saliendo de una función de la Fiesta de los Dragones en el Parque del Este, se vino charlando conmigo hasta el camerino y me invitó a las lecturas de La Charité de Vallejo, a partir de allí me incorporé al montaje y desde ese día me quedé durante 9 años de mi vida en Rajatabla.

Todo parece que estaba predestinado, estaba escrito desde los 11 años que el destino me permitiría vivir la experiencia de compartir mi vida teatral en mi país con el más grande hombre de teatro del siglo XX en Venezuela. Mucho se hablaba de Carlos, mucha envidia provocaba en casi toda la gente de teatro, odiado y amado con la misma pasión desenfrenada. Ahora parece que fue maestro de todo el mundo, pero en verdad, fueron pocos los que vivieron en las entrañas del elenco estable, muy pocos vivieron de verdad esa experiencia compartida durante años y en tantos montajes en los que se iba definiendo la estética Rajatabla.
Carlos Giménez era un provocador sin límites, su obra, su teatro era netamente político, dialécticamente social, crítico e ideológicamente de izquierda, casi siempre su obra era motivo de escándalo. Carlos Giménez no solo era un puestista como muchos pretendieron encasillar, no, Carlos era un artista completo, integral, con un dominio absoluto de todas las herramientas semióticas que ofrece el teatro, un empedernido director de actores. Su obra no dejaba a nadie indiferente, un hombre capaz de producir o provocar milagros en el escenario.
Recuerdo con especial interés el fenómeno del montaje de "La Celestina", ya estaba pautado el estreno de "El Testamento del Perro" en el Festival Latino de New York, fueron muchos días de preparación y lecturas. Llegó el día del montaje y todos estábamos en la sala preparados, vestidos con vestuarios de lo que cada uno había construido durante los estudios y el análisis activo (director con el dominio y ejecución del sistema de acciones físicas). Llegó con retraso y nos reunió como era habitual antes del montaje. Nos dijo... bueno chicos, no vamos a montar esta obra... comenzó a repartir un nuevo texto, era "La Celestina" y nos dijo, mañana comienza el montaje para estrenar en New York dentro de 20 días.
Los ensayos fueron muy duros, apasionados, todos conectados y entregados al rito maravilloso de la creación, cada día era un torrente de pasiones que nos acercaba mas a la obra de Carlos. Fue un acto de posesión mágica que Carlos supo introducir en cada actor, daba gusto verlo dirigir, como poseído por un ente superior, qué manera de transmitir las ideas, de plasmar la grandiosidad de la obra y de su obra, todo un acto de prestidigitación.
La Celestina se estrenó en New York, ese día fue un acto de posesión colectiva, danzando entre tambores, todos en el escenario nos preparamos espiritualmente para entrar en el mundo ficcional con toda la fuerza mágica que requería de la obra de Carlos. Ese mismo día a las 5.00 am pudimos leer la crítica maravillosa de una página entera del New York Time, donde el autor decía qué no sabía si el fuego y la fuerza erótica del espectáculo salía de las antorchas de la obra y del cuerpo de los actores. 20 días bastaron para crear esa maravilla del teatro hecho en Venezuela y que conmocionó a miles de espectadores en muchos escenarios y en varios idiomas. Muchas ovaciones desenfrenadas retumbaban en los teatros donde se realizaba el rito teatral de Rajatabla. Aún hoy, 30 años después, me retumban en los oídos, aún lo llevo en mi piel, en mis imágenes y en mi corazón. Eso era el milagro Rajatabla de Carlos Giménez.

Luis Garván

Fuente: Luis Garván

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