Carlos Giménez evoca reserva moral del teatro / E.A.Moreno Uribe, El Espectador Venezolano, 27 de marzo de 2014



Este oficio de hacer necrologías o efemérides no es nado grato. No tememos a la muerte, pero no nos gusta recordar así los amigos que se fueron de gira, porque los evocamos cotidianamente ya que son nuestro inolvidable bagaje existencial. Y cuando lo hacemos, como ahora, juramos no repetirlo jamás. Y en eso estamos con ese  director y productor de teatro venezolano. Nació en Rosario, Argentina, el 13 de abril de 1946, y murió en Caracas, a consecuencia del SIDA, el 27 demarzo de 1993.

Es posible que la mala memoria, otra verdadera epidemia nacional, no lo identifique ahora por su nombre de batalla, Carlos Giménez, pero algunos sí  recordaran que fue él, junto a María Teresa Castillo, quien puso en marcha -precisamente durante el negro septiembre de 1973 - esa empresa fantástica de promoción cultural como fue el Festival Internacional de Teatro de Caracas (FITC), el cual, un tanto maltrecho, ha sobrevivido gracias a los ovarios de Carmen Ramia, quien lo ha llevado hasta la edición XVII, el año pasado.
Giménez también fundó al grupo Rajatabla, el Taller Nacional de Teatro, el Centro de Directores para el Nuevo Teatro y el Teatro Nacional Juvenil de Venezuela. Instituciones vanguardistas y originales, fábricas de controversiales contenidos estéticos, de las cuales solo sobreviven, maltrechamente, dos.

Tiene en su haber más de 60 montajes en este país y en el extranjero. Desarrolló una de las actividades más sobresalientes del teatro latinoamericano. Entre sus trabajos de mayor proyección internacional están: Señor Presidente (versión de la novela homónima de Miguel Ángel Asturias), Bolívar y La muerte de García Lorca de José Antonio Rial y El coronel no tiene quien le escriba, adaptación de la noveleta de Gabriel García Márquez, que le supervisó a Aníbal Grunn y Daniel López. Montó obras de Shakespeare, Calderón de la Barca, Lope de Vega, Valle-Inclán, García Lorca, Beckett, Durrenmatt, Brecht, Tolstoi, Chejov, entre otras.

Nosotros  lo conocimos cuando él era un enamorado feliz, un indocumentado ciudadano argentino y además un desconocido artista, en la redacción del diario La verdad, a mediados de 1970 y nos correspondió reseñar toda su carrera profesional en esta Tierra de Gracia, a la cual escogió para trabajar hasta su deceso. Sobre ese periplo hicimos el libro Carlos Giménez/ Tiempo y Espacio (1993), al cual reeditamos, le hicimos algunos agregados y lo retitulamos Carlos Giménez/Antes y Después (2003).

A 21 años de su mutis, reproducimos fragmentos de una serie de entrevistas compiladas en mis publicaciones, las cuales consideramos de  gran actualidad por la vigencia e importancia de las mismas.

-¿Qué atenta contra el teatro criollo?
-Atenta la falta de creatividad y la ausencia de rigor profesional. Creo que hay teatro comercial y teatro de arte. Se diferencian en que el primero es fundamentalmente un medio de vida y el otro es un modo de vida; uno tiene como objetivo el éxito económico, el otro busca el triunfo artístico. Ambos los une el deseo común de atraer a mayor cantidad posible de público. El comercial se sostiene por una minoría de la clase media que no es superior a las 50 mil personas…Es un teatro de consumo con el objeto de hacer pasar el rato, como dice García Lorca: para hacer esa cosa horrible que es matar  el tiempo. El comercial es fuente de trabajo, pero es necesario contribuir a su desarrollo cualitativo, mejorando su calidad artística y temática. El público del comercial solo parece estar interesado en los aspectos anecdóticos y  superficiales de la realidad que lo rodea. Lo importante entonces, es que  sobre la  base de estos elementos se intente elevar la calidad profesional del espectáculo comercial. Ojalá que tengan éxito y llenen sus salas, porque los espectadores son los más afectados cuando van a un montaje y ven poco público, ya que ellos necesitan de la masa para perder la identidad y gozar.

-¿Le interesa el éxito comercial?
-Me interesa que mis espectáculos sean vistos siempre por mayor cantidad de público, pero pienso que no hay que hacer un teatro para el público, hay que formar un público para el teatro. El teatro es una reserva moral, por eso tiene que cumplir una misión.

-¿Qué criticaría a los críticos?
-La crítica es la cátedra en donde debe discutirse el camino del teatro en su más alto nivel. Es la crónica que hará la historia de nuestro trabajo, por eso exijo rigor. Ellos determinan el nivel para la discusión y el estudio. En Venezuela hemos llegado a una situación delicada: la crítica no está definida como un cuerpo social que integra un movimiento creador.

-¿De la crisis del teatro que puede decirnos?
-Se habla de crisis en el teatro, pero el teatro ha sido siempre una crisis permanente, es una expresión verdaderamente creativa que no está sujeta a ninguna ley, es imprevisible. En Venezuela hay crisis de creatividad…hay un marcado descenso cualitativo, como una especie de modorra. Hay como una falta de audacia en los planteamientos teatrales.

-¿Qué saldrá de los festivales internacionales para el teatro venezolano?
-Una revolución química entre los creadores y el público. No habrá frutos inmediatos, pero, como decía García Lorca, el teatro es un barómetro. Yo creo que hace falta una violencia creadora. El teatro no debe ser pensado en función comercial porque es lo deficitario.

-¿Qué será del teatro venezolano sin Carlos Giménez?
-En ningún movimiento cultural nadie es imprescindible. Seguiría trabajando, tal vez en algunos aspectos un pelo más aburrido. Siempre en un polo cultural hay espacio para la polémica, la discusión. Pienso que nosotros conformamos un polo polémico por la permanente capacidad, un poco beligerante, que tenemos de promover eventos.

-¿Qué relación tiene para usted el teatro y el subdesarrollo?
-Federico García Lorca decía que le teatro es el barómetro que marca la grandeza o el descenso de un país. Todas las manifestaciones culturales son la expresión de esas contradicciones, la lucha entre una situación económica y social y políticas subdesarrolladas y una evolución creadora que a veces logra salirse de los parámetros del subdesarrollo, pero que finalmente está encerrada en el mismo. En última instancia, nosotros somos parte del subdesarrollo. 

El Espectador Venezolano
Caracas, 27 de marzo de 2014